LOS LENGUAJES DE LA ECONOMÍA

Un recorrido por los marcos conceptuales de la Economía.

PARTE PRIMERA

CAPÍTULO 2.- FILOSOFÍA DE LA CIENCIA.

La institucionalización de la ciencia como crítica al positivismo lógico

“... las formas de «verificación» que los positivistas lógicos autorizaban habían sido institucionalizadas por la sociedad moderna. Lo que puede ser «verificado», en el sentido positivista, puede ser verificado como correcto (en el sentido no-filosófico o pre-filosófico de «correcto») o como probablemente correcto, o como un éxito científico, según el caso, y el reconocimiento público de la corrección, o de la probable corrección, o del status de «teoría científica exitosa», ejemplifica, celebra y refuerza las imágenes del conocimiento y las normas de razonalidad mantenidas por nuestra propia cultura.” (Putman, 1981, pp 111-2).

Inicialmente la verificación era en última instancia privada, pero pronto se convirtió en algo público e intersubjetivo. Y, Popper ha insistido en este punto: las predicciones científicas se contrastan con «oraciones básicas» del tipo «El plato derecho de la balanza está más bajo que el izquierdo», que son satisfechas públicamente, a pesar de que para un escéptico no pueden ser «probadas». Para Putman, esta posición de Popper es el reconocimiento de la naturaleza institucionalizada de las normas a las que apelamos en los juicios de percepción ordinarios. “La naturaleza de nuestra respuesta al escéptico, que nos desafía a «probar» enunciados como «Tengo los pies en el suelo», da cuenta de la existencia de normas sociales que exigen estar de acuerdo con tales enunciados en las circunstancias adecuadas.” . Pero, ¿son los acuerdos científicos tan parecidos a los ordinarios?

La gente de la calle no puede «verificar» la teoría especial de la relatividad, ni yo tampoco. La gente de la calle deja que sean los científicos los que se encarguen de proporcionar una estimación capaz (y socialmente aceptable) de una teoría de este tipo. Dada la inestabilidad de las teorías científicas, no es probable que un científico califique de «verdadera» tout court ni siquiera a una teoría tan exitosa como la relatividad especial. No obstante, la comunidad científica considera que la teoría de la relatividad especial es un «éxito científico» -de hecho constituye un éxito sin precedentes, como la electrodinámica cuántica- que produce «predicciones exitosas» y que «está avalada por un gran número de experimentos». Y son los demás miembros de la sociedad quienes les delegan estos juicios. La diferencia entre este caso y los de las normas institucionalizadas de verificación a los que me he referido antes -dejando a un lado la evanescencia del adjetivo «verdadero»- es el rôle especial desempeñado por los expertos y la deferencia institucionalizada hacia ellos que este caso conlleva; sin embargo, esta circunstancia no es más que un ejemplo de la división del trabajo intelectual -por no mencionar las relaciones de autoridad intelectual-. Son las autoridades nombradas por la sociedad, cuya autoridad se reconoce mediante multitud de prácticas y ceremonias, quienes juzgan que la relatividad especial y la electrodinámica cuántica son las «mejores teorías científicas que tenemos» y es en este sentido en el que dicho juicio está institucionalizado. Putman llama concepción criterial de la racionalidad a cualquier concepción de acuerdo con la cual la aceptabilidad racional se define mediante normas institucionalizadas.

Si es cierto que sólo pueden ser racionalmente aceptables aquellos enunciados que pueden verificarse criterialmente, este mismo enunciado no puede ser verificado criterialmente, y, por tanto, no es racionalmente aceptable. Si es que existe tal cosa como la racionalidad (y nos comprometemos a creer en alguna noción de racionalidad al tomar parte en las actividades de hablar y argumentar) entonces la actividad de argumentar en favor de una posición que la identifica a lo que las normas institucionalizadas determinan ya como instancias de racionalidad, es una actividad que se autorrefuta. Pues esas normas no pueden garantizar por sí solas la corrección, o la probable corrección, de ningún argumento de esa índole.

En modo alguno se está negando la posibilidad de argumentación y justificación racional (en filosofía); más bien se quiere reconocer que no podemos apelar estrictamente a normas públicas para decidir qué enunciados filosóficos son racionalmente argumentables y justificables. La afirmación de que la filosofía es «análisis conceptual», que los propios conceptos determinan qué argumentos filosóficos son correctos, es tan sólo una forma encubierta de afirmar que toda justificación racional en filosofía es criterial, y que la verdad filosófica es públicamente demostrable en la misma medida en que lo es la verdad científica (Putman, 1981, pp 116-7).

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