RIQUEZA, POBREZA Y DESARROLLO SOSTENIBLE
 

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David Barkin

I. Dos caminos divergentes: uno hacia la riqueza, el otro hacia la pobreza

Las sociedades rurales del tercer mundo padecen de empobrecimiento, desintegración social, emigración en gran escala y devastación ambiental. Aunque todavía existe debate para asignar responsabilidades, la mayor parte de los pobres continúan viviendo en zonas rurales y luchando contra todo para sobrevivir. Para muchos, la pobreza y la marginalidad aún son obstáculos difíciles de superar. El debate moderno alrededor del desarrollo rural, inspirado en parte por la búsqueda de la sostenibilidad, refleja la profunda polarización que permea todas las dimensiones de la vida en estos países.

Las historias estereotipadas de la modernización en América Latina describen la marcha del progreso en términos exageradamente benévolos. El análisis convencional del desarrollo agrícola alaba y premia a los pocos productores que tienen los recursos y conocimientos para utilizar paquetes agresivos e innovadores destinados a modernizar la producción rural. En contraste, de los productores pobres se dice que en tanto son circunscritos por su herencia étnica y social, y por una carencia de conocimiento y capital, destruyen y desperdician el potencial productivo de su legado natural; siguen cultivando productos tradicionales en lugares inadecuados, con técnicas y semillas obsoletas.

Alrededor del mundo, la gente pobre es acusada de destruir sus entornos. Estas acusaciones, entonces, justifican las políticas que después amenazan la propia existencia de los grupos sociales tradicionales y de sus sistemas productivos. Su incapacidad de adaptarse es evidencia que refuerza la idea de que estos grupos son la causa del atraso social y económico de las áreas rurales. Aún en las sociedades más modernas, "culpar a la víctima" de su propia situación y de su falta de progreso colectivo es un fenómeno bastante común.

Esta percepción de la pobreza como causa de los problemas ambientales en el medio rural es equivocada. El debate convencional lamenta el destino de los pobres y la incapacidad de asignar recursos suficientes para atacar los síntomas de la privación que persisten en medio de la abundancia de estas mismas sociedades. En contraste, nos enfocamos en la acumulación de riqueza sin precedentes, lo cual ha polarizada a la sociedad y propagada la pobreza. La reorganización del control y de la utilización del espacio y los recursos, engendrada por la intensificación de la producción rural, está violando los principios básicos de la naturaleza y amenazando la viabilidad de las comunidades rurales. Los pobres no saquean la tierra debido a su insensible desperdicio de recursos, sino por la falta de una distribución equitativa de la riqueza social disponible y de la manera despiadada en que los ricos y poderosos defienden su control. La disparidad en los sistemas sociales y productivos prevalecientes en toda Latinoamérica está conduciendo al desastre. Con el creciente desempleo y la discriminación contra los productores rurales de pequeña escala, la degradación ambiental está procediendo aceleradamente.

Visto desde esta perspectiva, el sistema mundial incrementa a diario la polarización entre pobreza y riqueza -entre naciones, regiones, comunidades e individuos. Ahora, un grupo pequeño de naciones domina la estructura global de poder, guía la producción y determina quién puede progresar. Las demás compiten entre ellas para seducir a los poderes corporativos y financieros para que inviertan dentro de sus fronteras. De manera similar, muchas comunidades se pelean entre sí -sacrificando el bienestar de su población y la calidad de su propia infraestructura- ofreciendo diversos subsidios para atraer las inversiones privadas a sus regiones. Esta dinámica no conduce a la promoción del desarrollo sostenible. Las regiones incapaces de atraer la inversión sufren el innoble destino de los perdedores en la permanente olimpíada económica, condenándose al olvido en el escenario mundial. En su lucha por sobrevivir dentro del mercado global, muchas de las poblaciones rurales del mundo están condenadas a la marginalidad y a la pobreza permanente.

La teoría convencional del desarrollo busca soluciones a la pobreza en los cambios estructurales producidos por el mercado. Los expertos en desarrollo internacional, y sus aliados entre los ambientalistas, se unen en un esfuerzo por arrancar a los pobres y a las indígenas de sus regiones; justifican su desalojo con argumentos que mezclan la búsqueda de la eficiencia económica con la acusación de que estos grupos propagan la destrucción de la naturaleza. Estas estrategias conducen a dos preguntas que están en el fondo de este ensayo. La primera: ¿es posible o deseable una nueva era de crecimiento dentro de este modelo dadas las limitaciones ambientales? Segundo, habida cuenta la trayectoria histórica, ¿existe evidencia demostrada de que los nuevos niveles de crecimiento proporcionarán mayor equidad económica (y por supuesto política y social), entre los diversos grupos de naciones, regiones, comunidades e individuos?

La respuesta a ambas preguntas es no. Una estrategia de libre mercado no puede tender un puente sobre el abismo entre los ricos y los pobres, característico de los dualismos de nuestros días. Más bien, proponemos un enfoque que reconoce que los recursos naturales están limitados, que se centra en los temas de pobreza y sostenibilidad, ofreciendo un programa de desarrollo rural para aquellos actualmente excluidos y el cual también mejorará las condiciones del resto de la sociedad. Tanto el creciente número de pobres como los problemas ambientales en aumento requieren soluciones que sean menos dependientes de los azares del mercado; que tomen en cuenta lo redundante que resulta para grandes porciones de la población su inserción en la estructura actual de la producción y del crecimiento económico y, que en consecuencia, fortalezcan a esta gente, creando un sistema en el cual las comunidades puedan sobrevivir sin una integración completa al mercado global.

Las investigaciones muestran que cuando se da oportunidad y acceso a los recursos, los pobres, más que otros grupos sociales, están propensos a emprender acciones directas para proteger y mejorar el ambiente. Desde esta perspectiva, entonces, un modelo de desarrollo alternativo requiere de nuevas formas de participación directa de las comunidades campesinas e indígenas dentro de un programa de creación de empleos en las áreas rurales, que incrementen los ingresos y mejoren los estándares de vida. Al recomendar políticas que fomenten y salvaguarden a los productores rurales en sus esfuerzos para llegar a ser nuevamente una fuerza social y productiva vibrante y viable, este ensayo propone contribuir al conocimiento de los pasos requeridos para promover la sostenibilidad.

En nuestra búsqueda de algunas visiones sobre la relación entre la gente y los ambientes naturales,¹ comenzamos por ofrecer una descripción de las fuerzas económicas dominantes en la escena mundial, a través de las cuales la acumulación real de riqueza desencadena la pobreza. Los enfoques y modelos convencionales heredados del "norte" no han resuelto los problemas de la vasta mayoría de la población del mundo, la cual vive hoy en las condiciones de mayor pobreza de la historia reciente de la humanidad. La creciente brecha entre ricos y pobres, al interior de las naciones o en una escala internacional, ofrece un testimonio inobjetable de lo inadecuado del actual modelo de desarrollo económico.

Este ensayo identifica varias oportunidades para reflexionar acerca de la importancia de la sostenibilidad y de las posibilidades de instrumentar enfoques que nos muevan hacia una nueva dirección. Pero también sugiere que hay obstáculos significativos para alcanzar dicho progreso. Superar estos obstáculos requiere algo más que políticas bien intencionadas: necesita una nueva correlación de fuerzas sociales, un movimiento basado en la amplia participación democrática en todos los aspectos de la vida, dentro de cada país y en el concierto de las naciones. Las estrategias para enfrentar estos cambios deben responder tanto al reto de aislar a estas comunidades de mayores despojos, como de asegurar su viabilidad.

Entre las muchas preguntas que surgen de esta discusión, las de mayor importancia pueden ser agrupadas dentro de las siguientes áreas:

 • ¿Cuál es la relación entre pobreza y degradación ambiental?

 • ¿Pueden ser superados los obstáculos a la sostenibilidad mediante la elevación de los niveles de ingreso per cápita?

 • ¿Pueden las políticas dirigidas hacia la erradicación de la pobreza contribuir también a reducir las presiones sobre el ambiente?

 • ¿Están los ricos de todo el mundo confrontando los problemas de la sostenibilidad responsablemente? ¿Cuál es su nivel de responsabilidad en las acciones dirigidas ala protección ambiental y a la conservación en las áreas habitadas por los pobres?²

La sostenibilidad no es posible en las áreas rurales de Latinoamérica mientras la expansión del capital aumente los rangos de pobreza e impida el acceso de los pobres a los recursos necesarios para la mera sobrevivencia. El capitalismo no necesita ya de ejércitos crecientes de desempleados para asegurar salarios bajos, ni necesita controlar vastas áreas para asegurar el acceso regular a las materias primas y a los productos primarios requeridos por su maquinaria productiva. Más bien, el capital ha asumido control del Estado, modificando las estructuras social y productiva para deprimir los salarios y adquirir sus productos a bajos precios. Sin embargo, el mercado sigue desplazando a la gente a abandonar sus comunidades, empobreciéndola y sus entornos. Se requieren, por lo tanto, cambios profundos para facilitar una estrategia de desarrollo sostenible. En la sección final exploramos tal enfoque, sugiriendo que es posible y necesario promover una alternativa: una estructura que permita mayor autonomía para que la gente reconstruya sus sociedades rurales y produzca bienes y servicios de una manera sostenible, mientras se expanden los servicios de protección ambiental que siempre han proporcionado.

1. Existe una larga tradición latinoamericana de identificar y superar los obstáculos estructurales −tanto internos como externos− con acciones deliberadas (v.gr. Sunkel, 1993; Gligo, 1990). Al igual que en esta tradición, nuestro ensayo se inscribe en la corriente que desconfía de la línea que descansa en "la mano invisible" del mercado, una mano que de ninguna manera es neutral, para enfrentar y resolver los problemas y las contradicciones surgidas de la evolución reciente de nuestras sociedades.

2. A esta lista puede ser sumada la relación entre el crecimiento de la población, la pobreza y la sostenibilidad. No me dirijo a ella debido a que en Latinoamérica la mayor parte de las investigaciones muestran que el comportamiento de las variables demográficas dependen de otros factores fundamentales relacionados con la naturaleza y ritmo del desarrollo, tales como los discutidos en este ensayo.

 

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