AMERICA LATINA ENTRE SOMBRAS Y LUCES

 

 

Liberalismo

Antes de definir el alcance de la economía democrática, las  próximas líneas tratan de aclarar -porque presentimos que aún sigue brumoso- el significado que tienen el liberalismo y el neoliberalismo en el escenario económico.

Hasta antes de 1776 era difícil establecer una línea divisoria entre el liberalismo político y el liberalismo económico. Pero en ese año se publica La riqueza de las naciones, con lo cual la política y la economía empiezan a ser consideradas dos ciencias independientes. 

Desde entonces la filosofía liberal ha seguido evolucionando únicamente dentro de las ciencias políticas, especialmente en Inglaterra y Estados Unidos, países donde aún hoy se continúa utilizando la palabra ‘liberal’ para identificar a los partidos Laborista y Demócrata respectivamente, reservando el vocablo ‘tory’ en Inglaterra y ‘conservador’ en los Estados Unidos, para identificar a los otros dos partidos tradicionales.

 

Sin embargo, aún en el mundo anglosajón es posible confundir liberalismo político con liberalismo económico. En 1976, para conmemorar el bicentenario del nacimiento de la economía como ciencia social, un grupo de estudiantes que cursábamos en Ottawa el Programa Ph.D.[1], decidimos organizar un ciclo de conferencias sobre Adam Smith.

Para dar el discurso inaugural invitamos al Primer Ministro de Canadá, Pierre Elliot Trudeau, quien también era Presidente del Partido Liberal Canadiense. El Primer Ministro se excusó de asistir, pero designó en su reemplazo –para beneplácito de muchos- a su esposa, Margaret Sinclair, una bellísima mujer que a los 22 años de edad se había convertido en la Primera Dama más joven en la historia del mundo occidental.

 

Mientras pronunciaba su corto discurso inaugural, era fácil apreciar la exótica y exquisita estampa de la Primera Dama. Mirándola sobre el podio, resultaba extremadamente difícil no sumergirse en hondas reflexiones para tratar de descifrar cual era el color de sus ojos, cuya tonalidad variaba entre el gris, el verde y el azul, de acuerdo al ángulo en que la luz se reflejase sobre el tenue color oliva de la piel de un rostro de primorosas formas contoneadas contra una ondulante cabellera de color negro azabache.

Absortos ante esa danza de formas y colores, muy pocos nos percatamos –y a quienes lo hicimos, no nos importó- que en su discurso la bellísima joven Primera Dama había investido a Adam Smith con el título de ‘El Fundador del Partido Liberal’.  

En Latinoamérica, la oposición entre liberales y conservadores se inicia desde principios del siglo XIX pero, a diferencia del mundo anglosajón donde ambos partidos aún se turnan en el poder, en la mayoría de los países de América Latina esos dos partidos en la práctica se han desvanecido. Desde luego, entre los dos grupos políticos, es el partido liberal el que parece que mejor podría coexistir con la economía democrática, en virtud de que –así se supone- la doctrina liberal alberga tendencias progresistas al impulsar la educación para toda la población, la tolerancia religiosa y de cultos, así como la eliminación de privilegios y discrímenes sociales.

[1] Ph.D.: Philosophical Doctorate. El término no tiene una traducción válida al español.

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