Rebelión contra el centralismo

 

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Alfonso Klauer

¡Elecciones municipales, gran experiencia descentralizadora!

¿Cómo entonces escapar de esa terrible y nefasta trampa? ¿Cómo minimizar el efecto de ese perverso filtro? Muy simple, impulsar y desarrollar al máximo las elecciones de tipo local. Es decir, aquellas que más se asemejan a las elecciones municipales: ¡las elecciones regionales!

En efecto, y sin duda, como aquéllas, serán siempre más transparentes, más francas, menos distorsionadas, menos erráticas que las elecciones presidenciales. Y, en definitiva, más acertadas y más exitosas. Y lo serán aún mejores con aplicación sistemática y sin excepción del distrito electoral múltiple, aquel en el que, invariablemente, el ciudadano conoce cara a cara al candidato.

En síntesis, sólo las elecciones regionales contribuirán a acrecentar y afianzar muy rápidamente nuestra incipiente experiencia de ejercicio democrático. Y serán, ni más ni menos, que las mismas que, eventualmente y si nos lo proponemos de verdad y decididamente, habrán de llevarnos al genuino y radical proceso de descentralización que sin dilaciones demanda el país.

El centralismo, un problema especial A la larga lista de problemas que se ha presentado, debe todavía agregarse otro: el centralismo. A nuestro juicio, éste merece sin embargo un estudio especial y detenido. Y es que, siendo muy sentido por la población peruana, no es suficientemente bien conocido por ella. Y sólo pueden atacarse bien los problemas que se conoce bien.

En Descentralización: Sí o Sí, mostramos veinticuatro cifras que concluyentemente muestran cuán concentrada está la riqueza y centralizado el poder del Perú en Lima. Permítasenos aquí ofrecer sólo tres de ellas:

• Lima concentra el 32 % de la población del Perú;

• Lima concentra el 80 % de la inversión privada, y;

• El poder central en Lima concentra todas las decisiones sobre el 97 % del presupuesto del Estado.

En los 180 años de nuestra vida republicana, sin romper en lo más mínimo la inercia que se heredó de la Colonia, no hemos hecho sino concentrar casi toda la riqueza del Perú en un pequeñísimo rincón del territorio. Bastante más adelante en este texto –en el segundo tomo–, apreciaremos conjuntamente con la historia del canon cómo ha ido agudizándose y consolidándose el pernicioso centralismo en el Perú.

De allí que, patéticamente, hoy en el país existen 25 305 caseríos en los que sus pobladores viven como vivían sus abuelos al momento de la llegada de los conquistadores españoles, hace cinco siglos: .

• En 730 mil viviendas míseras, mal iluminadas, mal ventiladas; sin agua potable, sin desagüe, sin luz eléctrica y sin teléfono; sin pistas ni veredas; sin artefactos electrodomésticos, sin automóviles, sin tractores; sin omnibuses, sin camiones, sin aviones; sin cines, sin restaurantes, sin hoteles. Algunos con acceso a algún nivel de educación y a algún servicio de salud, pero en ambos casos de calidad deplorable.

Unos a dos y otros hasta a seis días del poblado principal más próximo.

En síntesis, absolutamente detenido el tiempo para ellos, viven como en el siglo XV. Constituyen el 90 % de los centros poblados del país, pero sólo albergan al 14 % de los peruanos.

• Y ciertamente no están mucho mejor que ellos las 706 mil familias, o ese otro 13 % de peruanos, que habitan en los 2 592 pequeños pueblos del territorio.

¿Puede alguien permanecer impávido e insensible ante tan grande infamia? ¿Y no reparamos que, además de profundamente injusta, esa realidad nos muestra tremendamente débiles y nos hace gravemente vulnerables, en muchos órdenes de cosas? En 1730 apenas el 3 % de los peruanos vivía en la capital.

Hacia 1830 estaba ya en Lima el 5 %. En 1940 la cifra se había elevado a 9 %. Y sucesiva, y más vertiginosamente, alcanzó el , 27 y 32 % de la población del Perú en 1961. 1981 y 1998, respectivamente.

Aunque obvio para todos, no puede dejar de afirmarse que el crecimiento de Lima no ha sido el resultado de su natural crecimiento vegetativo. No, es más bien, predominantemente, fruto de las masivas migraciones desde provincias.

La ciudad que en 1860–1880 apenas tenía 120 mil habitantes , y en 1903 tan sólo 140 mil , tiene hoy más de siete millones. Si para esa fecha había entre 56 mil y 69 mil provincianos  en la capital (dependiendo de las fuentes), actualmente hay más de 5 millones de inmigrantes, o hijos o nietos de inmigrantes.

Por lo demás, para quienes sigan creyendo que las migraciones a Lima apenas son de mediados del siglo XX, resultará muy revelador conocer que ya en el siglo XIX más de la mitad de la población de la capital era de origen provinciano.

Si hacia 1795 la ciudad ocupaba 456 hectáreas., hoy está emplazada sobre 15 000 hectáreas, que antes fueron en gran proporción tierras de cultivo. Ha crecido físicamente la capital del Perú. Mas en esencia no ha podido superar los problemas urbanos que sufre la inmensa mayoría de su población, ni superar los índices de privilegio de unos pocos.

Así, ya en 1920 el 42 % de su población vivía en míseras viviendas de una sola habitación, mientras que el 2 % vivía en casas de más de diez habitaciones . Distan mucho esas cifras de mostrar la “ciudad jardín” de la que se presume en muchos textos.

En verdad, y como hoy, nunca dejó de ser un pequeño núcleo urbanamente bello rodeado de miseria, sea que se aprecie su entorno inmediato o la periferia más lejana.

Un buen índice de la diferencia de riqueza de que disponen los pueblos del Perú, nos lo ofrece el resumen de los recursos que captan las municipalidades dentro de sus jurisdicciones. Como muestra el Gráfico Nº 3, los gobiernos locales del departamento de Lima (incluyendo el Callao), captaron en el 2001 el 64,7 % de todos los ingresos propios de las municipalidades del país . Más aún, sólo los de las provincias de Lima y Callao captaron el 57,4 %.

Es decir, los 49 concejos municipales del área metropolitana dispusieron –y disponen– de más recursos que todos los demás 1 770 gobiernos locales restantes del país. Y si de la captación de los recursos de que dispone el Gobierno Central se trata, la realidad es aún más patética, como se muestra en el Gráfico Nº 4. En efecto, en el año 2000, Lima (incluyendo Callao) generó el 78,2 % de la recaudación tributaria captada por la Superintendencia Nacional de Administración Tributaria Y esa cifra se incrementó en el 2002 al 79,2 % . Mas, como extensamente se verá a lo largo del texto, el área metropolitana, ese casco urbano disímil, no es sino el reiterativo y feo retrato de un centralismo que, no siendo sólo físico, impuesto desde la Colonia, y afianzado en los 180 años de República, es el verdadero causante de nuestra penosa situación: la más absurda y suicida concentración del poder político, económico y social.

A ese respecto, nada ha cambiado aquí desde la llegada de los primeros virreyes. Hace dos décadas José Matos Mar lo expresó en los siguientes términos: La población de los barrios residenciales, cada vez más extranjerizante, mantiene el control del aparato del Estado y de la institucionalidad legal. Concentra las dirigencias de partidos, la dirección de la banca y las empresas, el liderazgo cultural, las jerarquías eclesiásticas.

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