Rebelión contra el centralismo

 

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Alfonso Klauer

Democracia incipiente: un problema poco estudiado

Con mucha frecuencia se repite entre nosotros que la peruana es una “democracia incipiente” y, en consecuencia, también frágil. Éste, existiendo en verdad, y siendo consustancialmente grave, es, no obstante, un problema poco estudiado.

Y, por cierto entonces, poco conocido. En definitiva, es un aspecto que, aunque importante y trascendente, está poco internalizado entre nosotros. Es, en todo caso, una seria limitación de la que tenemos necesidad de ser concientes. Y, más todavía, obligación de superar. El ejercicio democrático se aprende No pretendemos hacer un análisis exhaustivo sobre la materia.Pero sí sugerir algunas pautas para ulterior análisis y estudio.

La primera afirmación que es posible sostener, como válida e indiscutible, es que el ejercicio democrático se aprende. Como todo cuanto se aprende, el ejercicio democrático se afirma y consolida con la práctica.

Sobre todo porque, inevitablemente, como cuando se aprende a caminar, en general en las primeras decisiones sólo cabe el ejercicio de “ensayo y error”. Los padres, y todos los especialistas en sicología del aprendizaje, saben bien que, sólo al cabo de muchos “ensayos”, el incluso muchos “errores”, el niño alcanza a saber qué tiene que hacer para no caerse (y no sufrir las consecuencias de “sus” caídas; y es que, en general, nadie aprende por experiencia ajena).

Puede en segundo lugar sostenerse, y sin lugar a dudas, que es más simple el aprendizaje cuando quien está aprendiendo tiene también más y mejores posibilidades, o menos interferencias, para apreciar la relación que existe entre una decisión y sus resultados. A menos interferencias, más rápido aprendizaje. Y viceversa.

Las inexorables leyes del aprendizaje Es bien sabido, en tercer lugar, que, en el mismo lapso, de dos sujetos que están aprendiendo, más rápido aprende aquel que tiene más ocasiones de practicar, de ensayar.

En cuarto lugar, está bien estudiado que a más éxitos, mayor reforzamiento de la conducta que condujo a ellos; y, en consecuencia, mayor rapidez del aprendizaje. Por el contrario, a más fracasos, mayor dificultad para percibir cuál es la conducta o la decisión correcta; más lento y tardío el aprendizaje.

En quinto lugar, es además bien sabido que, a mayores estímulos positivos (premios), más fácil y rápido se aprende. Y también a la inversa.

Por último, y en sexto lugar, más fácil, rápido y seguro es el aprendizaje cuando los estímulos son coherentes y consistentes.

Es decir, cuando se premia (y sólo se premia) el éxito; o cuando se sanciona (y sólo se sanciona) el error. Porque cuando se premia (o sanciona) tanto el éxito como el fracaso, el aprendiz no logra entender las razones de por qué se le premia, o por qué se le castiga.

Estos principios, sin ápice de duda, se aplican también en el proceso de aprendizaje del ejercicio democrático. A este respecto, cabe afirmar que más y mejor aprende un pueblo cuando, más allá de que los ciudadanos votaron por uno u otros candidatos:

 

• Se tiene conciencia de los errores cometidos;

• Es más transparente la relación entre la opción elegida y los resultados obtenidos:

• Más oportunidades se ha tenido de ensayar

• Más éxitos se ha tenido

A diferencia de los niños en el proceso de aprendizaje a caminar, los pueblos en el de aprendizaje democrático teóricamente no tienen “padres” o “tutores” que los estimulen y que los estimulen coherente y consistentemente. No obstante, por desgracia, y en la práctica, ello no es cierto. Extensamente veremos a lo largo del texto cómo “manos ajenas” al pueblo peruano sistemáticamente han cumplido el nefasto rol de agentes desestimulantes, y de agentes perversos que, más bien, han estimulado consistentemente las políticas más dañinas para el país.

Objetivamente, sin embargo, aún sólo disponemos de una forma de probar a cabalidad la tan trillada como veraz afirmación de que la nuestra es una democracia incipiente: apenas hemos empezado a tener ocasiones de ensayar, a pesar de que la –supuesta– república democrática a la que pertenecemos cumple ya 180 años de fundada. Siendo vieja se ha dado maña para que, como inmediatamente veremos, el pueblo peruano no haya tenido ocasión de un cabal y consistente ejercicio de aprendizaje democrático.

Con la práctica se aprende a votar. Pero, tanto o más importante, se aprende a elegir. Y más y mejor se aprende a votar y a elegir con cuantos más procesos electorales participe un ciudadano.

Nunca será fácil definir tras cuántos procesos electorales un ciudadano ha aprendido realmente a votar. ¿Tras la primera votación en la que participa? ¿Tras la segunda? Más fácil es afirmar en todo caso que, aprender a elegir es bastante más difícil que aprender a votar. ¿Al cabo de participar en cuántas elecciones un ciudadano puede saber elegir? ¿A la cuarta, a la quinta? ¿Cuándo puede decirse que se cuenta con la debida experiencia?

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