Pulse aquí para acceder al índice general del libro.
En esta página web no están incluidos los gráficos, tablas, mapas,
imágenes y
notas de la edición completa.
Pulsando
aquí puede acceder al texto completo del libro en formato PDF (109 páginas,
527 Kb) |
Alfonso Klauer
El difícil contexto internacional
En relación con la descentralización del país, el reto que tenemos los peruanos es gigantesco de proporciones sobre las que nunca hemos tenido conciencia.
Entre otras razones, porque las verdaderas magnitudes del desafío siempre nos han sido esquivas, o, en su defecto, porque de manera deliberada han sido sistemáticamente ocultadas a los pueblos del Perú.
Mas, sea como fuese, tenemos derecho a mejores condiciones de vida, en el hogar y en nuestro propio entorno. Debemos pues hacer absolutamente todo lo que esté a nuestro alcance por mejorarlas.
Descentralización: no una sino la condición indispensable para el desarrollo Viendo individualmente a todos y cada uno de los países desarrollados del Norte, desde Japón, pasando por Estados Unidos y Españá, hasta Alemania, Suecia y los demás, debemos poner énfasis en cuatro constataciones importantísimas: a) Han alcanzado el desarrollo países con culturas, idiomas y condiciones geográficas y naturales muy diferentes; es decir, ninguno de esos tres factores es un común denominador del Desarrollo.
b) No todos los países que han alcanzado el Desarrollo pasaron previamente por la fase de hegemonía imperialista (es el caso, por ejemplo de Japón, Suiza, Suecia y varios otros países de Europa, o el de Australia); esto es, la fase de hegemonía imperialista no es tampoco un común denominador y condición del Desarrollo.
c) Todos, sin excepción, son sin embargo al propio tiempo desarrollados y nocentralizados; es decir, la descentralización sí es pues un común denominador del Desarrollo, y; d) Históricamente, sin excepción, el nocentralismo es decir, la dispersión natural de la población y de las actividades económicas en los correspondientes territorios de esos países ha estado presente antes de alcanzarse el Desarrollo.
De ello puede y debe colegirse que, a diferencia de las culturas, idiomas, condiciones geográficas y naturales, y a diferencia de la hegemonía imperialista, el nocentralismo sí es una condición indispensable para alcanzar el Desarrollo.
Así, el nocentralismo nos atrevemos a decir, asoma nítidamente como la condición del Desarrollo, la primera y más importante, la única imprescindible.
Es decir, a diferencia de los pueblos desarrollados del Norte que nunca estuvieron centralizados, y menos en los niveles en los que hoy se encuentran nuestros países, los pueblos subdesarrollados de América Latina tenemos un desafío que ellos no tuvieron: descentralizarnos.
Tenemos, entonces, un doble desafío: descentralizarnos y desarrollarnos. Porque ciertamente el reto no es descentralizar la pobreza.
En otros términos, mientras cada uno de los pueblos del Norte fue alcanzando el Desarrollo dentro de su propio contexto nacional absolutamente descentralizado, nosotros tenemos el reto de emprender la tarea del Desarrollo a partir de un grave centralismo.
Históricamente, pues, la descentralización asoma entre nosotros como el más importante objetivo estratégico previo al Desarrollo.
A diferencia de nuestra perspectiva, la descentralización, absurda y erróneamente, es presentada por muchos economistas, políticos, gobiernos y organizaciones multilaterales en el mundo sólo como una de las condiciones para el Desarrollo, y no precisamente como la más importante y prioritaria para lograrlo.
Basta ver, por ejemplo como lo haremos en detalle a continuación, las propuestas y plataformas de Desarrollo que, a través del denominado Consenso de Washington, plantean los más importantes y poderosos organismos financieros del mundo: el Fondo Monetario Internacional FMI y el Banco Mundial BM, para los que la descentralización ocupa tan sólo un lugar secundario y de ninguna prioridad.
Aunque sólo fuera por esta diferencia de perspectivas, la descentralización que debemos acometer tropieza ya pues con serios escollos. Y es que la opinión de esos organismos multilaterales en la vida de nuestros pueblos ha pasado a ser decisiva: en la práctica casi estamos haciendo sólo aquello que concuerda con sus opiniones, o, si se prefiere, sólo aquello que ellas diseñan y quieren que se haga.
Por lo demás, cuentan con la fuerza y los instrumentos de presión necesarios y suficientes para imponer su perspectiva. O, mejor, para imponer las políticas económicofinancieras y de Desarrollo que convienen a los poderosísimos intereses de sus mentores: los grandes centros de poder políticoeconómico de Occidente.
El escenario mundial, pues, y en particular el de nuestra América, decisivamente nos resulta adverso y difícil. Y se mantendrá como tal mientras más tardemos en tener una imagen cabal y completa del mismo. Esto es, mientras más tardemos en conocer a ciencia cierta las fortalezas y debilidades de todos aquellos intereses locales, regionales e internacionales que, por inercia o por interés, se oponen a nuestros objetivos de Desarrollo.
Pero también seguirá siéndonos adverso el contexto internacional en tanto no seamos capaces de diseñar: a) nuestra propia y más adecuada estrategia de descentralización y Desarrollo, y b) la más adecuada estrategia de diálogo, negociación y concertación con los organismos internacionales.
Y es que buena parte de lo que nos viene aconteciendo es responsabilidad directa e inexcusable de nosotros mismos. Mal haríamos en soslayar nuestra propia responsabilidad.
¿Acaso nuestros gobiernos pensemos en el de los nueve años del Presidente Fujimori, por ejemplo le han planteado alguna vez al FMI y el BM nuestra urgencia de descentralización? Al contrario, el FMI y el BM han sido testigos quizá hasta con beneplácito, conjuntamente con los pueblos del Perú aunque con ostensible rechazo a su vez, de que éste ha sido el gobierno más centralista en los casi doscientos años de nuestra historia republicana.
¿Cómo pues un gobierno obsesiva y hasta enfermizamente centralista iba a plantear la descentralización? ¿Acaso pretendemos esperar que el FMI y el BM, o el gobierno de los Estados Unidos y el Club de París, adopten la postura de más papistas que el Papa, para presionar a nuestros gobiernos a que asuman una estrategia descentralizadora en la que no creen ni unos ni otros? No, nuestros interlocutores internacionales sólo dialogarán, negociarán y concertarán su apoyo a la descentralización de nuestros países, cuando nuestros gobiernos, de pie y no de rodillas, con lucidez y solvencia intelectual y científica, y con el evidente apoyo de los distritos, provincias y regiones de los pueblos del Perú y el resto de América Latina, planteen cada uno su razonable y adecuada estrategia de descentralización, en el contexto de una también adecuada estrategia de diálogo respetuoso pero firme.