EL NIÑO-LA NIÑA. EL FENOMENO ACÉANO-ATMOSFERICO DEL PACIFICO SUR, UN RETO PARA LA CIENCIA Y LA HISTORIA

 

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Alfonso Klauer

El fenómeno Humboldt

En el flanco occidental, en cambio, el estrecho y cálido rango de temperaturas ambientales (de 15 a 30 °C), y la virtual ausencia de lluvias (generalmente no más de 50 mm al año) con la consiguiente existencia de cuarenta desiertos entre uno y otro de otros tantos cortos y delgados valles, son la consecuencia de un complejo y extraño fenómeno hidro–atmosférico que –como se ilustra en el Gráfico N° 3, en la página siguiente–, se da
en la franja del Pacífico adyacente a la costa. Según expresa el científico peruano Ronald Woodman 2, concurren a perfilar el complejo fenómeno los siguientes factores: (a) Los vientos oceánicos, en este caso los alisios del Pacífico Sur, que en parte de su recorrido, llegando desde la costa central de Chile (entre los 30°–40° Sur), corren paralelos a la costa peruana hasta las playas de Piura (6° Sur), donde viran con dirección a las islas Galápagos y luego a la Polinesia, Melanesia y Australia, para retornar otra vez por el sur de nuestro continente; (b) La dirección de rotación de la Tierra (de oeste a este), que influye sobre el desplazamiento lateral, en sentido contrario, determinando así la ubicación por la que en definitiva circula la Corriente de Humboldt en el océano; (c) La corriente marina superficial, conocida como Corriente Costera Peruana o Corriente de Humboldt, que se genera por el impulso de los vientos alisios. Alcanza a tener entre 60 y 100 millas de ancho, con un flujo promedio de 6 millones de metros cúbicos por segundo –según ha estimado el oceanógrafo Klaus Wyrtki 3–. Aun cuando sigue la misma dirección que éstos (de sur a norte), corre ligeramente paralela a los mismos desplazada hacia el oeste por efecto de la rotación del planeta.

Expuestas de día permanentemente al sol, esas aguas superficiales tienen temperaturas más elevadas que las aguas profundas. (d) Al desplazarse hacia el oeste por efecto de la rotación terrestre, las grandes masas de aguas superficiales de la Corriente de Humboldt crean el “vacío” por donde afloran aguas profundas y frías (aunque nutricionalmente mucho más ricas), que instantáneamente ocupan el espacio dejado por aquéllas.
Este permanente afloramiento (upwelling, en inglés) de aguas profundas y frías es pues finalmente la causa por la que las temperaturas superficiales del mar costero peruano (14 °C en invierno y 21 °C en verano) estén significativamente (12- 13 °C) por debajo de las que corresponderían a su ubicación latitudinal en el orbe 4.
Pues bien, en el flanco occidental del territorio peruano, las finalmente frías temperaturas superficiales de las aguas costeras no sólo limitan severamente la evaporación, sino que dan a su vez origen a otro fenómeno por igual extraño en el globo terráqueo.
El fenómeno de “inversión térmica” Las frías temperaturas superficiales del mar adyacente a las costas del Perú son en efecto la causa del también inusual fenómeno de “inversión térmica” en la atmósfera. Lo normal en el planeta es que la atmósfera registre un continuum de cada vez menor temperatura conforme se va ascendiendo.

Ésa es la condición que, mediante la evapo- ración ascendente, permite la formación de grandes nubes (cúmulu–nimbus), en alturas de hasta 10–15 kilómetros, y que son las que dan origen a las lluvias (precipitaciones de 60–150 mm en un día). En las partes bajas de la costa peruana, en cambio, las frías aguas superficiales enfrían la capa inferior de la atmósfera que resulta así teniendo temperaturas más bajas que las inmediatamente superiores. El Gráfico Nº 4 muestra claramente:
a) En la misma franja latitudinal (0°–20° Sur), cuán distintas son las temperaturas superficiales del mar en la costa peruana (1), de las que se dan frente a Angola, en la costa suroccidental de África (2), en Papua Nueva Guinea y Australia, en el extremo occidental del Pacífico (3), y en las costas de la isla de Madagascar y en Mozambique,
en la faja oriental de África (4). b) En el área inmediatamente debajo de la línea ecuatorial, la curva formada por la zona oceánica con temperaturas de 21°C perfila nítidamente el recorrido de los vientos alisios desde Australia hasta la Polinesia. c) Todo parece insinuar que, en presencia de los mismos cuatro factores anteriormente citados, el “Fenómeno de Humboldt” también se daría en las costas de Namibia y Sudáfrica 5 (A) y en el extremo surorien-tal de Australia (B), donde como en el Perú son también desérticos los territorios adyacentes.
En esas condiciones, la escasa evaporación apenas logra alcanzar un máximo de 1 000 metros de altitud. No puede elevarse más porque en vez de aires más fríos se encuentra con aires más calientes. Así, las escasas y delgadas nubes que logran formarse a lo sumo dan lugar a pequeñas, breves y esporádicas lloviznas (garúa). De allí que en la baja franja costera peruana las precipitaciones de todo el año sean menores que las que se registran en un día en
la Cordillera, la Montaña y la Selva. Pero también menores que las que se registran en las partes altas del flanco occidental del territorio ubicadas por encima del límite de inversión térmica, donde entonces sí se forman grandes nubes que dan lugar a las lluvias. Las precipitaciones –cortas y esporádicas durante la mayor parte del año, e intensas y prolongadas durante la estación lluviosa (octubre a marzo)– de las partes altas del flanco occidental, así como los deshielos de la cordillera, son la fuente de formación de los 40 cortos ríos que discurren atravesando la costa peruana. Éstos alcanzan sus máximas descargas al océano precisamente durante la temporada lluviosa de las partes altas. Pero es también durante ese período que se registran lo que los peruanos desde antiguo denominamos huaicos, que no son sino las avenidas de lodo y piedra que destruyen todo a su paso y enturbian las aguas que los ríos llevan al mar.
En la costa el ya complejo espectro se complica en función de la latitud. En efecto, en las áreas en torno a la línea ecuatorial (Tumbes, Piura y en general el norte peruano), la mayor perpendicularidad de los rayos solares calienta más tanto a la superficie del océano, como al aire y el suelo. Esos mismos tres elementos son más fríos al promediarla faja costera (Lima, Ica, etc.) y todavía más fríos en el extremo sur del Perú (Moquegua y Tacna). Pero otro tanto ocurre también en el área de cordillera, en la Montaña y en la Selva. La más variada y rica multiplicidad ecológica Dominado pues por los Andes y altamente influenciado por complejos fenómenos océano–atmosféricos, el territorio andino central exhibe entonces cuatro grandes zonas geográficas marcadamente distintas entre sí:
a) la asoleada, predominantemente desierta, plana y baja zona costera, adyacente al océano Pacífico;
b) la fría, abrupta, rugosa y alta área cordillerana propiamente dicha y de la que forma parte el Altiplano;
c) una calurosa zona de montaña, que en gran parte incluye a la verde y baja Cordillera Oriental, y, por último;
d) la tórrida y boscosa zona occidental del llano amazónico.
Hasta aquí, pues, cuatro deberían ser las grandes zonas geográficas y –siguiendo a Pulgar Vidal– ocho las grandes zonas naturales (climático–ecológicas) en el territorio andino central. Mas no es así. Hay multiplicidad
de zonas geográficas, gran cantidad de climas y una aún mayor variedad de ecosistemas. Pero no sólo –como se ha visto– en función a las diferencias de latitud. Y es que, a diferencia del único brazo que tiene la cordillera andina en su porción sur, allí donde se constituye en la frontera entre Argentina y Chile, en el territorio andino central se abre en dos, tres y hasta cuatro cadenas paralelas de montañas.
Este último es el caso del área donde la cordillera Occidental se divide en las llamadas cordilleras Negra y Blanca que delimitan el Callejón de Huaylas, en cuyas faldas corre el río Santa, uno de los pocos de la cuenca peruana del Pacífico con agua todo el año.
Y constituyéndose casi como punto neurálgico de los Andes, las tres grandes cadenas de montañas se reúnen primero en el Nudo de Loja (Ecuador) y luego en el centro mismo del territorio andino central. Alli han dado forma al gigantesco Nudo de Pasco sobre el que se asienta una altísima y gélida meseta a más de 4 300 metros sobre el nivel del mar, en cuyas entrañas ha quedado depositada una de las más grandes y variadas concentraciones minerales en el mundo 6.En la zona sur, tras reunirse nuevamente en el Nudo de Vilcanota, se abre sólo en dos
grandes brazos que dan forma a la altiplanicie del Collao, sobre la que se deposita el más grande entre los más altos lagos de la Tierra: el Titicaca, cuyo espejo de agua está a 3 800 metros sobre el nivel del mar.
Entre uno y otro de los tres grandes nudos, en los grandes callejones que se forman entre las cadenas de montañas y entre sus innumerables estribaciones (que en el caso de la costa muchas veces llegan hasta el borde mismo del océano), han quedado formados cientos de pequeños valles y mesetas en todas las altitudes imaginables, entre mil y dos mil, o entre dos mil y tres mil y hasta a cinco mil metros sobre el nivel del mar.
A diferencia de las cuatro marcadas estaciones que se presentan en gran parte del hemisferio norte (en casi toda Norteamérica y Europa), sólo dos son los períodos estacio- nales claramente diferenciables que se presentan en el territorio central andino, pero a su vez sensiblemente distintos entre sí: el de la Costa, por un lado, y el conjunto Cordillera–Montaña–Selva, de otro.
Como muestra el Gráfico N° 5, en la Costa, habiéndose puesto como ejemplo el caso de Lima, en ausencia de lluvias (37,4mm de promedio anual en un período de 19 años 7), son las temperaturas ambientales las que establecen la diferencia entre una y otra estaciones, presentándose en el período octubre marzo (“primavera–verano”) las temperaturas más altas, tanto en el día como en la noche. Y el período abril setiembre (“otoño–invierno”) es el de las temperaturas más frías y el de la eventual presencia de finas garúas.
Por el contrario, en la Cordillera (para el caso, Cusco) y en la Montaña (representada aquí por Tingo María), pero también en la Selva, la diferencia estacional es claramente establecida por la presencia de lluvias.
El período octubre–marzo, oficialmente “primavera–verano”, es paradójicamente el período lluvioso. Concentra el 85 y 65 % de las precipitaciones anuales, según se trate de la zona cordillerana o de las zonas de montaña y selva. ¿No correspondería acaso redefinir el nombre de dicha estación?
La difícil, compleja y hasta sorprendente definición de las estaciones en el Perú fue advertida ya en 1548 por el cronista español Pedro Cieza de León 8. En las sierras comienza el verano en abril, y dura mayo, junio, julio, agosto,
setiembre, y por octubre ya entra el invierno... (...) mas en estos llanos junto a la mar del Sur es al contrario de todo lo
susodicho, porque cuando en la serranía es verano, es en ellos invierno, pues vemos comenzar el verano por octubre y durar hasta abril, y entonces entra el invierno; y verdaderamente es cosa extraña considerar esta diferencia tan grande, siendo dentro de una tierra y en un reino...
En fin, como en pocos espacios del globo, a sólo 100 Km de distancia, coexisten la “primavera–verano” (de la costa) con el “otoño–invierno” (de la Cordillera, Montaña y Selva), como se ilustra en el Gráfico Nº 6, en la página siguiente.
Las diferencias de temperatura se dejan sentir sólo entre el día y la noche, pero con cambios de apenas 10–12 °C entre el mediodía y la madrugada.
En la zona cordillerana, donde las temperaturas del mediodía son prácticamente estables a lo largo del año, lo característico es más bien el mayor rango entre éstas y las bajas temperaturas de la noche, acrecentándose
significativamente la diferencia en el período seco, y particularmente en los meses de junio y julio.
No obstante, en el territorio central andino practicamente en ninguna zona natural es muy amplio el rango entre las temperaturas mm de promedio anual en un período de 19 años 7), son las temperaturas ambientales las que establecen la diferencia entre una y otra estaciones, presentándose en el período octubre marzo (“primavera–verano”) las temperaturas más altas, tanto en el día como en la noche. Y el período abril setiembre (“otoño–
invierno”) es el de las temperaturas más frías y el de la eventual presencia de finas garúas.
Por el contrario, en la Cordillera (para el caso, Cusco) y en la Montaña (representada aquí por Tingo María),pero también en la Selva, la diferencia estacional es claramente establecida por la presencia de lluvias.
El período octubre–marzo, oficialmente “primavera–verano”, es paradójicamente el período lluvioso. Concentra el 85 y 65 % de las precipitaciones anuales, según se trate de la zona cordillerana o de las zonas de montaña y selva. ¿No correspondería acaso redefinir el nombre de dicha estación?
La difícil, compleja y hasta sorprendente definición de las estaciones en el Perú fue advertida ya en 1548 por el cronista español Pedro Cieza de León 8: En las sierras comienza el verano en abril, y dura mayo, junio, julio, agosto,
setiembre, y por octubre ya entra el invierno... (...) mas en estos llanos junto a la mar del Sur es al contrario de todo lo susodicho, porque cuando en la serranía es verano, es en ellos invierno, pues vemos comenzar el verano por octubre y durar hasta abril, y entonces entra el invierno; y verdaderamente es cosa extraña considerar esta diferencia tan grande, siendo dentro de una tierra y en un reino...
En fin, como en pocos espacios del globo, a sólo 100 Km de distancia, coexisten la “primavera–verano” (de la costa) con el “otoño–invierno” (de la Cordillera, Montaña y Selva), como se ilustra en el Gráfico Nº 6, en la página siguiente.
Las diferencias de temperatura se dejan sentir sólo entre el día y la noche, pero con cambios de apenas 10–12 °C entre el mediodía y la madrugada.
En la zona cordillerana, donde las temperaturas del mediodía son prácticamente estables a lo largo del año, lo característico es más bien el mayor rango entre éstas y las bajas temperaturas de la noche, acrecentándose significativamente la diferencia en el período seco, y particularmente en los meses de junio y julio.
No obstante, en el territorio central andino practicamente en ninguna zona natural es muy amplio el rango entre las temperaturas máximas del período lluvioso y las mínimas de la estación seca. El Cuadro N° 1 (mostrado en la página anterior) resulta a este respecto muy ilustrativo.
Así, a diferencia de los amplios rangos de temperatura que se dan en gran parte del hemisferio norte (que alcanzan 30, 40 y hasta 50 °C), en el territorio central andino el máximo rango alcanza a 20 °C en la porción surcordillerana, esto es, en un área de aproximadamente 300 000 Km2. Por excepción, sólo en las virtualmente deshabitadas punas
(4 800 m.s.n.m. o más) los rangos de temperatura llegan a 30 y hasta 40 °C.
Corresponde sin embargo insistir aquí sobre el rol que juega la latitud en la climatología del territorio central andino. En todas las zonas naturales, en efecto, aun cuando conservan sus propias especificidades, más cálidas son las temperaturas conforme nos acerquemos a la línea ecuatorial, o cada vez más bajas conforme nos alejamos de ella.
Bien puede pues entenderse ahora que el territorio central andino posea 28 de los 32 climas y 84 de los 103 ecosistemas que se dan en la Tierra. Esto es, en sólo el 1 % de la superficie de los continentes se da el 88 % de
los climas y el 82 % de los ecosistemas conocidos. Es un caso único. No existe otro igual.
No obstante, lo que habrá de asombrar más al hombre será la insólita proximidad en la que en este espacio se dan suelos, climas y ecosistemas tan distintos entre sí. Por extraño que parezca, en no más de treinta kilómetros se puede pasar del más más inhóspito y yermo desierto, al más acogedor y verde valle; o del frío más intenso a un calor agobiante; o cambiar de altitud en dos mil y hasta tres mil metros; o pasar de una fría y desértica abra de cordillera a un cálido valle interandino o a uno de montaña.
Una vez más fue el cronista español Pedro Cieza de León 9 el primero en advertir esa particularidad. Y sus palabras difícilmente pueden ser más gráficas y precisas: ...y para decirlo más claro, parten por la mañana de tierra donde llueve, y antes de vísperas se hallan en otra donde jamás se cree que llovió.
Ése es pues el territorio central andino. Ésas serían las condiciones “habituales” que iba a encontrar el hombre al llegar a este espacio. Y muy probablemente, aunque ya eran múltiples, durante mucho tiempo habría de creer que eran todas las que tendría que enfrentar.

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