EL NIÑO-LA NIÑA. EL FENOMENO ACÉANO-ATMOSFERICO DEL PACIFICO SUR, UN RETO PARA LA CIENCIA Y LA HISTORIA

 

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Alfonso Klauer

“El Niño” y “La Niña”: ¿un solo fenómeno?

Entre tanto, ya a estas alturas resulta pertinente preguntarse: ¿es “La Niña” un fenómeno distinto de “El Niño”? ¿No parece más bien que es la “otra cara de la misma moneda”, para decirlo en términos prosaicos? Ciertamente, y con el riesgo de incurrir en un simple reduccionismo, todo parece indicar que tanto “El Niño” como “La Niña” tienen pues estrechísima relación con las anomalías de presión que se miden entre Darwin y Tahiti.

Así, cuando las anomalías de presión atmosférica son mayores en Darwin (IOS negativos), se produce “El Niño”; y cuando son mayores en Tahiti (IOS positivos), se produce “La Niña”, desplazándose en este caso las grandes masas de aguas calientes hacia el extremo occidental del océano Pacífico. Si el esquema sintético presentado en los gráficos N° 8 (pág. 22) y Nº 22 (pág. sgte.), es correcto, ¿cómo podríamos seguir hablando de dos fenómenos distintos –“El Niño” y “La Niña”– cuando en realidad se trataría de un sólo fenómeno con dos versiones. ¿No resultaría más adecuado denominarlo “Fenómeno (...) ”, cuando el calentamiento oceánico se manifiesta en las costas orientales, y “Fenómeno (...) ”, cuando dicha anomalía se manifiesta en las costas occidentales del Pacífico? Pourrut & Gómez 134 han empezado a llamar “El Niño ” al que tradicionalmente se conoce como “El Niño” a secas . ¿Pero qué sentido tiene agregar “ ” si no es para distinguirlo de otro “x”? Mas Pourrut & Gómez no precisan cuál sería ese otro “Niño x” ¿Acaso aquel que estamos sugiriendo denominar “Fenómeno (...) ”? Tal parece que no. Porque un nuevo trabajo de Pierre Pourrut 135, que parece muy reciente (pero no está expresamente fechado), aunque extrañamente deja de utilizar el “ ”, distingue las dos subvariantes a las que hemos hecho referencia antes: “ENOS”: estándar y atípicos (y precisamente a estos últimos parece haberse referido como “El Niño ” en el trabajo que realizó en colaboración con Gómez).

Con una solución de esa naturaleza no sólo dejaríamos de utilizar vocablos como “niño” y “niña”, cuya significación es tan diametralmente opuesta a las destructivas características del fenómeno. Sino que, además, superaríamos las ambiguas denominaciones “ENOS – fase caliente” y “ENOS – fase fría”, y es que, con un sesgo nada objetivo, las calificaciones “caliente” / “fría” están referidas a lo que ocurre en las costas sudamericanas, prescindiendo del hecho de que, simultáneamente, en las costas de Oceanía ocurre en cada caso exactamente lo contrario. La ciencia sin embargo tiene aún mucho por desentrañar, sea en torno al fenómeno en general, o a lo que ha ocurrido y ocurre en cada episodio específico. En forma similar a como nos preguntábamos por las excepciones que se presentan en el caso de “El Niño”, la ciencia debe aún responder, acaso, por qué se presentan episodios que, siendo teóricamente del tipo de “La Niña” (IOS positivos), no dan lugar a sequías en el norte peruano sino a precipitaciones y descargas incluso mayores que las normales, como de algún modo parece haber ocurrido entre los años 1958–59, por ejemplo,

y quizá en muchos otros en la antigüedad. O, por ejemplo también, qué pasa cuando se superpone un calentamiento local en las costas ecuatoriales de Sudamérica con el fenómeno “La Niña” en el resto del océano. El Cuadro N° 4 (en la página siguiente), con las reservas de una síntesis esquemática, muestra pues lo que parece pues más relevante del fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur.

Todo sugiere pues, esquemáticamente al menos, que las dos distintas versiones del fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur son perfectamente opuestas entre sí. Y ello es particularmente obvio en los eventos de gran intensidad. En tales casos, salvo pequeños espacios del globo que resultan favorecidos, la gran mayoría de los pueblos de la Tierra que se ven impactados sufren grandes calamidades.

Pero incuestionablemente el mayor perjuicio siempre lo soportan los pueblos y territorios que, a uno y otro lado del Pacífico, están en el área neurálgica de incidencia del fenómeno: Australia, Guinea e Indonesia, y Ecuador y Perú.

 

“La Niña” es también una grave amenaza

 

Habida cuenta de la larga recopilación que hemos realizado de siniestros ocasionados por el fenómeno “El Niño” en el territorio peruano, es altísimo el porcentaje de años de sequía cuyo origen, mayoritariamente y durante milenios,hay que atribuir a “La Niña”. Mal puede por ello deducirse –como erróneamente aprecia Woodman– “que el fenómeno [La Niña] felizmente no acarrea ninguna amenaza”. Durante siglos y milenios ha sido mayor el perjuicio ocasionado por las sequías en el país a consecuencia de las bajas temperaturas del océano, que el harto discutible “beneficio” que en razón de esa misma causa ha obtenido la industria de harina de pescado desde que inició sus actividades hace apenas cuarenta años, y al cabo de los que, paradójicamente, tiene una deuda virtualmente “irresoluble” de 1 700 millones de dólares.No hay pues proporción entre el gigantesco, recurrente y milenario perjuicio a la agricultura, y el sólo aparente y apenas incipiente beneficio a la moderna pesca industrial a los que da origen “La Niña”. En resumen, el fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, en sus dos versiones, ha sido, es, y seguirá siendo, un gravísimo lastre para el desarrollo de los pueblos del Perú.

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