Del nombre de los españoles
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Alfonso Klauer
Acaparamiento (y excomunión)
No eran muy distintas las cosas en México.
Allá la mordida como la escuela de
caciques se implantó antes que aquí. Allá,
quizá arqueando simplemente las cejas, un
virrey, el marqués de Gelves, recibió la noticia
de que el arzobispo de México lo había
excomulgado por haber acaparado todo el
trigo que se encontraba en el país, con el fin
de producir fuertes alzas de precio.
Once virreyes de México fueron obispos
o arzobispos: dos antes que llegara al cargo el
marqués de Gelves y, sólo 18 años después
que él cesó en el cargo, accedió al puesto el
primero de los nueve restantes.
¿Truncaría el marqués de Gelves la carrera
administrativa del virrey que lo excomulgó,
como aparentemente frustró la de otros
príncipes que lo seguían en el escalafón
de la Iglesia?
Y, aparte de la drástica pero poco efectiva
sanción moral, ¿qué acción punitiva real recayó
sobre el marqués de Gelves? ¿O más
bien gozó tranquilamente de su fortuna en este
desigual valle de lágrimas?
Evasión tributaria
Bakewell a quien hemos citado reiteradamente
, sostiene que es imposible resolver
conclusivamente el problema de la evasión
del impuesto [a la actividad minera].
Y M. L. Laviana advierte que es muy difícil
conocer el volumen de la producción de plata,
por el contrabando, la evasión de impuestos,
etc..
El historiador De la Puente, sin embargo,
ya nos ha dicho antes que el naufragado galeón
Jesús María de la Limpia Concepción
llevaba una importante cantidad de barras
de plata de contrabando, actividad que, sin
duda, era una forma de evasión tributaria.
¿No es sorprendente que conquistadores
tan devotos de la Virgen, a los que tanto se
había inculcado el miedo ante Dios, no tuvieran
temores de emponzoñar con el vil metal
de contrabando las entrañas de una nave
de tan emblemático nombre? ¿Creerían después
que la nave se hundió por acción de la
ira divina? ¿Les daría eso terror de seguir haciendo
contrabando?
Tal parece que no. Recuérdese que el naufragio
del Jesús María de la Limpia Concepción
ocurrió en 1654. Y cuando Tandeter nos
ha hablado de contrabando de plata se refería
a cien años después. Más pudo pues la
ambición que el miedo.
Hay otros dos factores que contribuyen a
explicar la proliferación y generalización del
contrabando y de la evasión tributaria durante
la Colonia.
El primero de ellos es la extraordinaria
magnitud de la riqueza de oro y plata con
la que se vio involucrada la población española
que administró los virreinatos de México
y Perú.
A título de hipótesis diremos que sólo
otros tres negocios en la historia de la humanidad
han tenido esa envergadura: el petróleo,
el tráfico de armamentos y la cocaína.
En todos éstos, tanto la corrupción como la
violencia han sido comunes denominadores.
Aun cuando no hubiéramos podido mostrar
todo lo que se ha citado ¿qué razones justificarían
creer que, habiendo estado salvajemente
rodeada de violencia la rapiña del oro
y de la plata americana, creyéramos que no
estuvo también rodeada de corrupción como
lo están hoy las otras?
La inconmensurable riqueza mineral que
se extrajo de América era razón por demás
suficiente para corromper, desde sus cimientos,
la administración virreinal y a prácticamente
toda la población española asentada en
las colonias.
Mas hay, como decíamos, una segunda e
insoslayable razón para la corrupción coimas,
contrabando y evasión tributaria: la alta
densidad (valor por unidad de volumen) de
la riqueza de la que hablamos. En efecto, a
diferencia del petróleo y de las grandes armas,
la plata y el oro como la cocaína tienen
un altísimo precio en volúmenes muy pequeños
de producto: valor máximo en volumen
mínimo, como lo expresa el historiador
peruano Ernesto Yepes.
De allí la enorme dificultad cuando realmente
hay el propósito de controlar el tráfico
de detectar el comercio ilícito de productos
como el oro, la plata y la cocaína. Mas
aún antes, cuando no habían los recursos tecnológicos
de detección que existen hoy día.
Cuando se asume, como en nuestro caso,
que la corrupción estaba generalizada entre
españoles y criollos en la Colonia, no se está
sosteniendo que en todos lados revestía la
misma gravedad. La mayor o menor inescrupulosidad de los individuos ciertamente
entraba a tallar a este respecto.
Puede resultar indiciario, y digno de
mayor análisis probablemente en torno a las
fuentes originales que para un mismo producto
se dieran tasas de recaudación sensiblemente
distintas en dos localidades.
Así, cuando se cruza la información que
por un lado presenta Klein (ob. cit., p. 209)
sobre pesos de oro recaudados en la actividad
minera de Oruro y Potosí, con la que por otro
lado presenta Bakewell (ob. cit., p. 61) sobre
marcos de plata producidos en esas mismas
localidades en ambos casos para el período
168099, se obtiene que mientras en Oruro
se recaudó como 29 por unidad producida, en
Potosí fue 60 (es decir, más del doble). ¿Fue
acaso tan grande la evasión tributaria que
permitieron las autoridades de Oruro? Es
posible, pero deberá probarse la hipótesis.
M. L. Laviana nos habla del contrabando
hasta por lo menos dos veces en relación a
otra circunstancia. La rigidez del calendario
de viajes de las flotas oficiales que transportaban
mercancías hacia América y de regreso
los minerales hacia España, en la práctica
casi nunca se cumplía, (...) como consecuencia
lógica se produce la intensificación
del contrabando. (...) Río de la Plata y Venezuela
[serán zonas] especializadas en el
contrabando.
No nos cabe duda de que si a estos temas
corrupción, evasión tributaria y contrabando
se hubiera prestado antes el interés que
ofrecieron a los historiadores las jornadas épicas
de la conquista, hoy tendríamos más y
mejor información sobre ellos, y, lo que es
más importante, una visión más clara y coherente
de la Colonia y sus repercusiones
posteriores en nuestros países. No obstante,
aún estamos a tiempo de subsanar los vacíos
y corregir los errores.