DESCUBRIMIENTO Y CONQUISTA:

Del nombre de los españoles


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Alfonso Klauer

Más iglesias, menos hispanismo

Corroborando la validez de una de nuestras hipótesis anteriores –en el sentido de que, implícitamente, un grupo de conquistadores, laicos y agricultores, por un lado; y la Iglesia, en alianza con otros conquistadores y lo más sórdido del imperio, por el otro; se repartieron el territorio del Perú, aquéllos en el norte y éstos en el sur; y que ello ayudaría a explicar porqué se erigieron muchas más iglesias en el sur que en el norte–, corresponde recoger aquí un valioso dato proporcionado por Pedro Cieza de León, uno de los cronistas españoles más prestigiosos y leídos.

En efecto, del Capítulo CXXI de su Crónica del Perú –“De los monasterios que se han fundado en el Perú desde el tiempo que se descubrio hasta el año de 1550” –hemos extraído la información del cuadro que figura al final de la página.–

Sin embargo, si se hubiera construido esas costosas iglesias y monasterios en función de la población española laica y permanente, asentada en las diferentes parte del territorio, los resultados habrían sido completamente distintos: quizá tantas en el Norte como en el Sur; pero mucho más en la Costa que en el área Cordillerana.

Es decir, el establecimiento de las congregaciones religiosas no respondió, como podría preverse, a las exigencias religiosas de la población conquistadora.

Pero tampoco respondió a los tan proclamados –pero en rigor sólo presuntos– afanes evangelizadores y culturizadores de la Corona y de la Iglesia.

Porque, conforme a los incontrovertibles resultados que se obtuvo, no consiguieron ni catequizar a las poblaciones nativas del sur cordillerano, ni menos aún castellanizarlas.

Esos objetivos, con proporcionalmente muchos menos sacerdotes, sí los consiguieron los conquistadores asentados en el área norte del territorio peruano.

En el sur cordillerano, en cambio, los conquistadores y los sacerdotes consiguieron una montaña de plata a costa de la casi extinción de la población, de la no castellanización de los pocos supervivientes, y del “sincretismo religioso”, cristiano–pagano, que éstos, a pesar de su insignificancia poblacional, lograron transaccionalmente conseguir.

A fines de 1996, una prestigiosa universidad peruana –la Universidad de Lima–, fue anfitriona del II Congreso Internacional de Peruanistas. Así llegaron invitados al Perú más de cien prestigiosos científicos sociales de diversas partes del mundo, entre cuyas principales inquietudes intelectuales está pues la historia del Perú.

No obstante, poco, muy poco de lo que aquí venimos diciendo se escuchó en el evento. ¿Es que lo que estamos presentando no es relevante en la problemática histórica del Perú? ¿Ni relevante para entender la deplorable pobreza del Perú de hoy? Todavía tenemos bien presente la disertación enjundiosa y erudita de un sacerdote que, transparencias de por medio, mostró las similitudes y diferencias entre la arquitectura de las iglesias del Perú y Bolivia.

Pero, del valor de dichas monumentales obras, y, críticamente, de lo que dejó de hacerse con esa misma riqueza, ni una palabra. La omisión, pues, aunque penosamente involuntaria, es sencillamente escandalosa, y una forma particularmente grotesca de deformar la realidad, es decir, la historia.

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