DESCUBRIMIENTO Y CONQUISTA:

Del nombre de los españoles


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Alfonso Klauer

Debacle y crecimiento de las poblaciones de México y Perú

Analizar detenidamente este aspecto de la historia peruana reviste, como veremos, muchísima mayor y trascendental significación que la que se le ha concedido.

La omisión del análisis de este aspecto de la realidad histórica puede haberse debido, para el caso de cada uno de los diferentes analistas, a una o más de las siguientes razones: indiferencia frente al tema; deficiencias metodológicas con las que se encaró el objeto de estudio (en este caso el pasado del Perú) y, “complicidad” –conciente o inconciente – con la versión oficial –la versión española o imperial–. En cualquier caso, por sus consecuencias, la omisión viene siendo muy grave.

México y Perú: hipótesis de evolución demográfica

Empecemos sin embargo por el estudio, aunque fuera parcial, de algunos aspectos de la evolución del crecimiento de la población de México.

Más de un autor hemos encontrado que estima que la población de ese territorio, en torno a los inicios del siglo XIX, era de 6 millones de habitantes o más.

Así, Engel, citando a Céspedes, indica que eran 6,8 millones de habitantes. Y de cifras que proporciona Mörner, se colige que eran 6 millones. Mörner asume –según puede verse en su texto–, “los guarismos de Humboldt y ajustes posteriores”.

La cifra más alta (los 6,8 millones de los que habla Céspedes, y que Engel no enjuicia), no resiste el menor análisis. Menos aún pues la otra. Veamos porqué.

Asumiendo razonablemente –por las razones anteriormente citadas–, que la tasa de crecimiento anual promedio de la población mexicana , hubiera sido 10 % más baja que la que históricamente ha mostrado la población peruana (1,15 % anual), es decir, que fue del orden de 1,035 % anual; y asumiento como año inicial del proceso el del fin del genocidio, que para estos efectos estamos considerando 1720; debe concluirse, entonces:

1) Que si la población inicial fue, como hemos estimado, de 5 500 000 habitantes; y si la población final (en 1995) era de 93 millones –lo cual coincide con la realidad –; entonces, la población en el año 1800 había sido de 12,5 millones de habitantes.

Es decir, casi el doble de lo que estima Céspedes, y más del doble de lo que supone Mörner.

2) Si se insistiera en que la población en 1800 era del orden de 6,8 millones de habitantes, y siempre con la misma tasa anual promedio de 1,035 %, entonces, la población inicial al término del genocidio habría sido de 2 985 000 personas.

Esto es, el genocidio en México habría sido tan grave como el que se dio en el Perú. Lo que, sin embargo, no es coherente con los “exitosos” resultados económicos que mostró el Virreinato de México, y con el hecho de que casi no se llevó esclavos de África a ese territorio.

No obstante, tan débil como ese lado de la hipótesis de Céspedes (pero también de Mörner), es que con esa tasa de crecimiento, la población actual sería de poco menos de 40 millones, pero como se sabe es de 93 millones.

3) Finalmente, si porque resulta la más razonable insistimos en que en el período 1720–1800, la tasa promedio fue de 1,035 % anual; pero arbitrariamente aceptáramos que a 1800 se llegó con 6,8 millones de habitantes; entonces, en un segundo período (1800–1995) para llegar a los 93 millones de hoy, se habría verificado una tasa anual de crecimiento de 1,35 %; “treinta por ciento mayor” que la del período 1720–1800, para lo que no hay absolutamente ningún sustento; pero además esa tasa de 1,35 % habría sido (en ese segundo período) 17 % mayor que la observada en el Perú, para lo que tampoco hay ningún sustento.

Y, por el contrario, muchas pruebas hay de que, allí donde se dieron grandes debacles demográficas, la población crece recuperándose más rápidamente que en los espacios donde no se dieron descensos poblacionales.

Es decir, es más probable que la tasa de crecimiento en el Perú hubiera sido significativamente más alta que en México, y no a la inversa, como resultaría si partimos de los datos de Céspedes y Mörner.

Para efectos de analizar el gráfico que proponemos, debe tenerse en cuenta que la historia nos muestra que, en las guerras más cruentas y prolongadas (en Europa por ejemplo), la población masculina se vio reducida hasta en un 30 %.

Es decir, en su conjunto, el pueblo afectado perdía un 15 % de sus habitantes, o, si se prefiere, la población caía, en términos relativos, de 10 a 8,5, pero no de 9 a 1 como ocurrió en el territorio andino. Debemos aclarar que, con las cifras de Cook, en las que en términos absolutos la población cayó de 9 millones de habitantes a uno, en términos relativos –porcentuales– cayó pues de 10 a 1,1 (o del 100 al 11 %).

La hipotética caída de 10 a 8.5 que se hubiera producido en el territorio andino si el genocidio hubiese sido exclusivamente “bélico”, es precisamente la pequeña caída que estamos resaltando dentro del círculo.

Como se verá pues, para nada estamos prescindiendo de la conquista militar propiamente dicha. Ese es un incuestionable “dato de la realidad”. Lo que sí vamos a enjuiciar es el resultado del genocidio y de la despiadada negligencia para neutralizar en los nativos la incidencia de las mortales epidemias traídas de Europa y África.

Porque, al fin y al cabo, conquistas y colonias se han dado a todo lo largo de la historia, en todo el planeta, en oriente y en occidente; pero genocidios como el que se dio en el Perú–Bolivia, no; es, quizá, junto con los que se perpetró en el Caribe, uno de los más graves en la historia humana.

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