Del nombre de los españoles
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Alfonso Klauer
Crisis y cambio de política: tributos indiscriminados
El tributo de los nativos conforme nos lo
recuerda Klein, data desde los comienzos
de la conquista española de América. Inicialmente,
fue aplicado a los cabezas de familia
indígenas de 18 a 50 años de edad que
eran propietarios de tierras.
Sin embargo, coincidiendo con la agudización
de la crisis del imperio, fue extendido
a principios del siglo XVIII, a todos los
indígenas sin tierras.
Ésta, a todas luces y por decir lo menos
, era una medida estúpida, absolutamente
contraproducente, de graves consecuencias
en el mediano o incluso en el corto plazo.
Mucho nos gustaría saber, por ejemplo,
qué encierran los archivos de España sobre
las deliberaciones que al interior de la Corona
se dieron en torno a la dación o no de
esta absurda disposición. Detengámonos un
instante en el asunto.
¿Por qué desde los comienzos mismos de
la conquista no se aplicó indiscrimidamente
el tributo a todos los nativos, tanto a los que
tenían como a los que no tenían tierras? Pues,
evidentemente, porque si se agregaba ello a
la ya violenta situación que representaban el
resto de los aspectos de la conquista que
con detenimiento hemos revisado, resultaba
una medida exageradamente injusta, y, por
consiguiente, de potencialmente violentas repercusiones.
Sin duda así tiene que haber razonado
alguno de los asesores de Carlos V. Este tipo
de razonamientos tiene que haberse dado
también en el siglo XVIII. Alguien, aunque
fuera solitariamente y desoído, tiene que haberlo
dicho. Pudo más, sin embargo, la desesperación
económica en que se desbarrancaba
el Imperio Español, fruto de la farra y del
dispendio de los siglos anteriores.
No obstante, pues, a pesar de los desoídos
importantes argumentos, se siguió adelante
con la idea y se amplió el tributo a todos los
nativos, incluso a los campesinos sin tierras.
Esta estructura impositiva, en la que, en
relación con sus magros ingresos, los campesinos
pobres siendo además poco numerosos
al cabo del genocidio soportaban un
peso tan desproporcionadamente grande, no
se había inventado en América.
Era del mismo estilo de la que imperaba
en España antes del descubrimiento. Libres
de impuestos la nobleza y el clero, la
recaudación impositiva recaía mayormente
sobre el estado llano, es decir, sobre los
pobres.
El Tributo no era sin embargo el único
aporte de los campesinos. Como se recordará,
ellos además debían entregar un décimo
de su producción agrícola y ganadera los
diezmos, para contribuir al sostenimiento
del culto.
Y, por mediación de la administración colonial,
los tributos que pagaban los campesinos
financiaban los salarios del clero y la
edificación de iglesias. Su aporte, finalmente
entonces, era elevadísimo.
Queda la sensación de que alguien en el
Consejo de Indias hubiera dicho: si en efecto
estamos a punto de perder las colonias, saquemos
hasta el final todo lo que se pueda.
No se crea que esto último es fruto de la
imaginación. Ya en 1617, Gondemas, embajador
de España en Londres, había escrito
al rey:
si no mejoran las cosas [en las Indias],
los ingleses y los holandeses pronto van a
encontrarse capaces de capturar el imperio
[español].
Es decir, más de cien años antes de que se
inicie la aplicación de impuestos absolutamente
agravantes e injustamente discriminatorios,
al interior del gobierno imperial había
conciencia del amenazante riesgo de perder
las colonias en manos de potencias rivales.
Así, imponiéndose la desesperación, prosperó
pues el absurdo. Y cuando para los últimos
60 años se comparan las recaudaciones
por impuestos a la actividad minera con las
recaudaciones por tributos a los nativos, se
aprecia cómo fueron creciendo en importancia
éstos últimos.
Ello de por sí incubaba explosivas consecuencias:
la carga tributaria a los cada vez más pobres
se hacía cada vez más onerosa.
Complementariamente, debe observarse
lo siguiente: para algún momento del siglo
XVIII, el científico alemán Alexander von
Humboldt estimó que en México el valor anual
de la producción minera representaba
alrededor de 23 y la producción agrícola 29
millones de pesos.
Entre ambas pues, el valor de la producción
sumaba 52 millones de pesos, correspondiendo
a la minería el 44 % y a la agricultura
el 56 %. ¿Correspondía sin embargo
a esos porcentajes la distribución de la carga
impositiva?