Del nombre de los españoles
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Alfonso Klauer
Los tributos de los nativos y la debacle de la minería
La debacle de la minería de plata fue la
causa fundamental de que la recaudación total
de impuestos en el virreinato del Perú cayera
de casi 13 millones de pesos a poco más
de un millón entre 1680 y 1710.
¿Por qué, sin embargo, ello no se reflejó
directamente a partir de 1615, en que comenzó
a caer abruptamente la producción de plata?
Dice Klein que la Corona actuó con mucha
prudencia en lo referente a los gravámenes
a la producción de plata, teniendo conocimiento
de la verdadera producción del
mineral a través de su control monopolístico
sobre el mercurio....
No parece adecuada la palabra prudencia.
Diríamos más bien que, en relación con
sus objetivos económicos imperiales, la Corona
desde el principio, conciente y deliberadamente,
alentó la minería, desgravándola
prácticamente de impuestos, es decir, en relación
con su altísima rentabilidad.
Dinero y reducciones:
todo a la fuerza
Para las fechas de las que estamos hablando,
los nativos pagaban sus tributos con
monedas. Ésto que de por sí parece obvio,
encierra una trampa de la historia de la Colonia
que es importante conocer. En 1572, el
virrey Toledo en un alto del camino en la
cacería del último Inka cusqueño, explicaba
a Felipe II, el Prudente, que:
desde diez leguas de la ciudad de los Reyes
acá [Cusco], no sólo no corre moneda
acuñada, pero ni aun un real he visto
ni sé que la haya.
Toledo, que gobernaría con mano férrea
el virreinato del Perú durante largos doce
años (15691581), se propuso entonces variar
esa situación y obligar a los nativos a usar
monedas. Al fin y al cabo, él, en nombre
de los reyes de España, había venido a estos
reinos a hacerlos progresar de la manera
muy peculiar en que por cierto se hizo.
Veremos cuáles fueron los métodos que puso
en práctica el inteligente virrey como lo
califica Carrillo.
Toledo no vino a organizar el Perú
como erróneamente afirma Carrillo. Vino
a organizarlo en función de los intereses de
España, lo que ciertamente es muy distinto.
De allí que como el propio Carrillo explicita
, Toledo vino a consolidar el poder del
Rey, a aumentar el rendimiento fiscal, a hacer
que el clero reconociera la soberanía del
Estado, (...) organizó las reducciones....
Después de lo que largamente hemos revisado
en el tomo I, es muy significativo que
no se diga que Toledo vino también a controlar
y erradicar la violencia brutal de los conquistadores.
Entre los grandes méritos que la historiografía
tradicional endosa al virrey Toledo, está
precisamente la de haber organizado las
reducciones de los indios que vivían aislados
conforme a sus antiguas costumbres afirma
Carrillo.
Las reducciones, pues, no fueron otra cosa
que el destierro y la concentración de
grandes grupos humanos en reducidos territorios
de allí el nombre reducciones, a
fin de controlarlos y explotarlos más eficientemente,
librando además a los corregidores
de extenuantes y largas marchas de cacería y
recaudación a 3, 4 y 5 mil metros sobre el
nivel del mar.
Leyendo el texto del doctor Carrillo que
hemos puesto en cursiva, podría creerse que
la mayoría de los pobladores andinos que encontraron
los conquistadores españoles tenía
alma ermitaña. Presuntamente, pues, les gustaba
vivir aislados.
No, en su correspondiente contexto histórico
social, por aislados debe entenderse
dispersos en el territorio, ocupando y explotando
adecuada y racionalmente todo el espacio
disponible.
Es decir, aquellos primitivos indios
como errónea y despectivamente se les
denomina en muchos textos, tenían pues una
actitud y una conducta descentralista similar
a la que hoy tienen los pueblos más
desarrollados e incluso los pueblos primitivos
que hoy mismo hay en el planeta.
El descentralismo andino, sin embargo,
atentaba contra los intereses de España: dificultaba
seriamente al poder imperial acceder
a la fuerza de trabajo que le era indispensable
para extraer las riquezas que encerraban las
entrañas de los Andes.
Toledo, pues, redujo drásticamente el territorio
poblado. Quedaron así completamente
abandonados millones de hectáreas de andenes
que durante milenios se había construido
en el Perú.
Resultaba tan agravante para los nativos
ser compulsivamente desarraigados y expulsados
de sus tierras, y ser llevados a las reducciones,
que según afirma John Hemming
, los indios ofrecieron a Toledo 800
000 pesos a cambio de que desistiera de la
reducción....
A pesar de que a valor presente el intento
de soborno representaba algo más de 3 mil
millones de dólares de hoy, el virrey Francisco
de Toledo se mostró inflexible y se negó
a retroceder en su decisión. No obstante,
no se nos podrá incluir entre los que deseen
concluir que el virrey era incorruptible.
No. El virrey era sagaz.
Era de aquellos que tenían una clara y
lúcida visión de largo plazo. No en vano, de
los 41 virreyes que tuvo el Perú, fue el cuarto
de los que permaneció más tiempo en el
cargo: 12 años. Pero el único de los cuatro
que gobernó en el apogeo de la economía virreinal
peruana.
Los otros tres, José de Armendáriz, José
Antonio Manso de Velasco conde de Superunda, y Manuel de Amat y Junyent, gobernaron
más bien entre 1724 y 1776, esto
es, durante la peor crisis económica del virreinato
del Perú.
Toledo afirmamos, en mérito a nuestra
intuición y en mérito a la trayectoria del virrey
, tenía perfecta conciencia de que gobernando
incondicionalmente al servicio del
rey, al que en ese momento era el Virreinato
más rico del imperio, podía obtener en su
provecho muchísimo más que la jugosa oferta
que le habían hecho los campesinos peruanos.
Pues bien, Miño Grijalva advierte que la
renta en productos se cambia entre 1572 y
1576 a una renta predominantemente en
dinero. La renta en productos era básicamente,
en esos años, el pago que los campesinos
realizaban al corregidor o al encomendero
, por el favor que éste les concedía
de trabajar las tierras que antes habían
sido de ellos mismos.
Toledo, omnipotente y omnipresente, para
alcanzar su objetivo monetizador, tuvo
una sabia idea: obligar a los campesinos a
comprar productos traídos de Europa que
los campesinos no necesitaban, y obligarlos
a pagar con monedas. Se trataba, pues, como
lo recuerda el economista Jürgen Golte,
de un comercio forzoso.
Dice más aún Golte:Con el reparto obligaban
a [los campesinos] a romper su enclaustramiento
en una economía no mercantil,
y a ingresar en el sector mercantil ofertando
sus productos o mano de obra, ya que
solamente así podían obtener el dinero necesario
para pagar las mercancías que se les
había repartido a la fuerza.
Sin la menor duda, fue Toledo el que terminó
de precipitar a los campesinos a los
socavones de las minas de plata las empresas
de economía mercantil más prósperas;
en las que, cobrando en dinero, podían regresar
a sus tierras a pagar las deudas contraídas
con el encomendero.
Abónese pues entonces, coherentemente,
también ese éxito monetizador a Toledo. Y,
por supuesto, también el subsecuente: el de
un millón de campesinos peruanos y bolivianos
que no llegaron a salir vivos de los
oscuros y profundos socavones a los que
fueron lanzados para, además, pagar deudas.