TAHUANTINSUYO: El cóndor herido de muerte  

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Alfonso Klauer

Sobre el mestizaje

La conquista europea no sólo no resolvió problemas sociales del mundo andino, sino que los agravó y complejizó. Y, en todo caso, hizo que algunos de ellos resultaran –incluso hoy– mucho más difíciles de comprender.

Ése es precisamente, y entre otros, el caso del “mestizaje”.

En efecto, con la consideración implícita de que todos los hombres andinos “eran iguales”, los conquistadores españoles introdujeron un concepto falso y distorsionante del “mestizaje”. Veamos.

Huamán Poma de Ayala y Garcilaso de la Vega, como muchos habitantes de los Andes que nacieron después de iniciada la conquista europea, deben contarse entre los primeros “mestizos andino–españoles”.

Felipe Huamán Poma de Ayala fue un típico representante de la nación chanka. Había nacido en Lucanas (Ayacucho), hacia 1534, de padres andinos –como nos recuerda Burga–. Sus padres y él, pues, ya eran culturalmente mestizos: chanka–inkas. Fue, sin embargo, además, uno de los primeros bilingües quechua–hispano parlantes –como afirma a su turno Porras Barrenechea–.

Y Gómez Suárez de Figueroa, finalmente llamado Garcilaso de la Vega, cusqueño, nacido en 1539, de padre español y madre andina, también bilingüe quechua–hispano parlante, asimiló y sintetizó igualmente ambas culturas.

Sin embargo, los conquistadores españoles utilizaron e impusieron el término “mestizo” para referirse al “nacido de padres de raza diferente” –conforme puede leerse hoy en los diccionarios–.

En ese sentido, tradicional y sistemáticamente, se niega a Huamán Poma su carácter de “mestizo”, reconociéndosele como “andino”, y específicamente como “indio”, dentro de las categorías que impusieron los conquistadores españoles. Y se le consideró “indio” porque siendo “mestizo de cultura” no era “mestizo de raza”.

Garcilaso en cambio, en función a esos estrechos y restrictivos criterios, sí fue –y es– considerado “mestizo”. Porque fue “mestizo de raza”.

En ambos, no obstante, se habían mezclado y sintetizado las culturas española y andina.

Ambos pues eran producto del “mestizaje cultural”.

En general, en la consideración de “mestizaje” [M] deben tomarse en cuenta las dos variables intervinientes: carga étnico–genotípica, comúnmente referida como “raza” [R], y “cultura” [C]. Así, la expresión matemática del “mestizaje” es:  

M = f ( R, C )

Los conquistadores españoles tenían enorme experiencia vivencial sobre la materia.

No sólo porque su Iberia nativa y remota fue cuna de naciones y culturas distintas, como la gallega, vasca, andaluza, manchega, catalana, etc. Sino porque conocieron de la presencia posterior de celtas, griegos, fenicios y cartagineses. Y sufrieron las consecuencias de las conquistas romana y árabe, y en el interín la presencia de visigodos, alanos, vándalos, suevos, etc. Todo lo cual dio lugar a un vasto y complejo mestizaje sanguíneo y cultural.

No obstante, llegados a América, hicieron tabla rasa de la existencia efectiva del “mestizaje cultural” y, en la práctica, arbitrariamente –pero a la luz de sus intereses hegemónicos – dieron por únicamente existente el “mestizaje racial”. De allí –insistimos–, un Huamán Poma “indio” y un Garcilaso “mestizo”.

Así, la expresión matemática de esa arbitrariedad no era otra que:

M = f ( R )

De allí que durante la conquista española y durante la Colonia –e incluso la República–, a todos los habitantes de América les resultó importante y necesario destacar su presunta raza, pura o mezclada, porque, a su vez –también para los españoles– todas las “razas” no tenían el mismo valor.

De hecho, los conquistadores españoles (laicos, sacerdotes o militares) se encargaron de difundir e imponer su absurda convicción de que la “raza blanca”, a la que pertenecían, era “superior” a la “raza india”.

En verdad, los españoles estaban teóricamente negados a actuar con tan absurdas pretenciones de pureza o limpieza de “raza”.

“¿Qué era un español del siglo XV? –se pregunta Frederic Engel para enseguida responder

–: “Un celtíbero mezclado con fenicio (...) con visigodo, alano o suevo y, sobre todo, con sangre berebera”. Era pues un “mestizo” a carta cabal, y, en el más absoluto, estricto –y restringido– sentido castizo del término, es decir “mestizo de sangre”.

Pero al llegar a América, no tanto por el contraste con el color más oscuro de la piel de los nativos –porque ya conocían la piel oscura de los árabes que los habían sometido durante 700 años, y la piel negra de los esclavos africanos con los que venían–, sino porque al conquistar a los nativos americanos, automáticamente se “sintieron” superiores, automáticamente “quedó” convertida en “limpía y pura” su sangre, y automáticamente en “superior” la “raza blanca”.

Por consiguiente, en el único tipo de mestizaje que admitieron “oficialmente”, bastaba tener un poco de “blanco” para que automáticamente alguien fuera considerado y se considerase a sí mismo superior al “indio”.

La ciencia moderna, sin embargo, ha demostrado que no hay “razas” humanas, sino “raza” humana. Y que, por lo tanto, las diferencias fenotípicas, y las múltiples variantes y mezclas que pueden darse, como el color de la piel o de los ojos, no corresponden a diferencias raciales, sino a variantes de apariencia externa dentro de “la raza humana”.

Es decir, la única variable a la que los conquistadores dieron significación “oficial”, en realidad no tiene el más mínimo asidero objetivo. En rigor, pues, el presunto mestizaje racial no existe. Y el efectivo mestizaje fenotípico sólo tiene consecuencias aparentes –exteriores– y subjetivas.

En otros términos, la ciencia moderna ha demostrado que el razonamiento de los conquistadores nos conduce al absurdo. Veamos:

Parece pues más correcto definir “mestizaje” [M] como la “mezcla y síntesis de distintas cargas étnico–genotípicas [E] y/o de culturas”. Esto es:

M = f ( E, C )

donde los distintos “valores cualitativos” de “E” (blanco, amarillo, negro, etc.) no comportan “superioridad” ni “inferioridad” de ninguno, sino diferencias fenotípicas externas; y donde los distintos valores también cualitativos de “C” (andina, española, china, senegalesa, etc.) tampoco comportan “superioridad” ni “inferioridad” de ninguna, sino sólo “culturas distintas” (diferentes idiomas, modos de vestir, hábitos alimentarios, etc.).

Así, por ejemplo, son distintos tipos de “mestizos complejos”:

M1 = blanco–cobrizo / español–andino;

M2 = amarillo–blanco / chino–norteamericano;

M3 = negro–cobrizo / senegalés–mexicano;

y distintos tipos de “mestizos étnicos”:

M4 = blanco–negro / cultura francesa;

M5 = andino–blanco / cultura peruana;

y distintos tipos de “mestizos culturales”:

M6 = blanco–blanco / español–finlandés;

M7 = andino–andino / andino–occidental.

Mas los sujetos de ninguno de nuestros ejemplos tienen porqué considerarse “superiores” que otros. Mas ésta habrá de ser, aunque sólo dentro de muchas décadas, una de las grandes conquistas sociales de la moderna “era globalizada” de la humanidad.

Entre tanto, muchos pueblos de la Tierra tendrán que soportar innumerables formas de agresión derivadas de absurdos complejos de superioridad de otros, que no por sutiles y sibilinas dejan de ser igualmente agraviantes.

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