TAHUANTINSUYO: El cóndor herido de muerte  

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Alfonso Klauer

La difusión del quechua El quechua hoy

Por su enorme valía técnico–científica, nos permitimos incluir aquí, como una buena síntesis del panorama demográfico–geográfico del quechua actual, un resumen de la “Clasificacion de las hablas quechuas modernas” que hizo el reputado lingüista peruano Alfredo Torero, y cuya representación gráfica mostramos en el Mapa N° 14.

Como hemos destacado en el Cuadro Nº 15 (página siguiente) –pero también en el mapa –, puede establecerse tres casos distintos.

En primer lugar, el de las variantes que, todavía a título de hipótesis, puede reconocerse como eventualmente desarrolladas en los que fueron grandes e importantes “centros de irradiación imperial”: Chavín, en los vecinos Callejones de Huaylas y Conchucos, en el área norcordillerana; y Wari e inka, desde los también vecinos territorios de Ayacucho y el Cusco, en el área surcordillerana.

Mal puede considerarse una simple casualidad que a una y otra alejadas áreas geográficas corresponda cada una de las grandes variantes de quechua: wáywash, en el norte; y wámpuy, en el sur.

En segundo lugar, el de las variantes que, también hipotéticamente, puede reconocerse como desarrolladas por “importantes núcleos poblacionales”, como parece ser el caso de Cajamarca, en la cordillera norte; Jauja- Huancayo, en el área cordillerana central; y Puno–Bolivia, en la zona surcordillerana.

Y todas las demás, presumiblemente, son:

a) consecuencia de la proximidad geográfica e influencia directa de cualesquiera de los centros de irradiación ya mencionados: como en el caso del quechua de Alto Pativilca, Alto Marañón y Alto Huallaga, respecto de Chavín; y el de Alto Huaura, la altiplanicie de Bombón y Tarma, respecto de Jauja–Huancayo; o,

b) consecuencia de la política de traslados poblacionales –mitimaes– que pusieron en práctica los tres grandes imperios andinos: Chavín, Wari e Inka. Ello puede presumirse en los casos de Luya, Lamas y otros respecto de Ayacucho o el Cusco. Y –como refiere Torero–, para el caso de los “pastores waris” del área limítrofe entre Ancash y Lima, que, con gran admiración –al decir de Del Busto– habrían llegado a instalarse en las proximidades de Chavín de Huántar. Y puede presumirse también para los casos de Ecuador–Colombia, Bolivia, Chile y Argentina; o, finalmente;

c) consecuencia de la yuxtaposición en el tiempo –en el caso de muchos pueblos–, de distintas y sucesivas variantes, como habría ocurrido en todos aquellos que fueron objeto de la dominación de dos o tres de los ya mencionados imperios andinos, lo que por ejemplo ocurrió con las poblaciones de Alto Chancay, Alto Cañete, Sureste de Yauyos, y muchas otras.

Nada sin embargo sugiere hasta aquí cuál habría sido el “foco inicial”, ni cómo fue geográficamente expandiéndose el quechua por los Andes.

Sólo sabemos –o, mejor, presumimos– que las distintas variantes del quechua actual habrían surgido de hasta seis centros distintos de irradiación: dos en el norte, Callejón de Huaylas – Conchucos, y Cajamarca; uno en el centro, Jauja–Huancayo; y tres en el sur, Ayacucho, Cusco y Puno.

Hoy las poblaciones de todos esos territorios son numéricamente equivalentes. En todo caso, ninguna es, para lo que aquí nos ocupa, muy significativamente mayor que otra.

Y nada hay que nos haga pensar que en la antigüedad ello fuera a su vez muy diferente.

En esos términos, su fuerza demográfica diseminadora del idioma habría sido pues equivalente.

Sin embargo, ni Cajamarca ni Jauja- Huancayo fueron nunca destacados centros de desarrollo económico–social–tecnológico en la historia andina. En otras palabras, ninguno de sus correspondientes –y grandes y ricos valles– fue el escenario de un gran foco de civilización. En tal sentido, nuestra hipótesis es que asimilaron primero y difundieron despues el quechua aprendido muy remotamente de terceros.

El Altiplano –y Puno en él– sí fue en cambio el centro de una gran civilización.

Mas para nuestros efectos cuenta poco –o nada –, porque si algún idioma se irradió durante la hegemonía de Tiahuanaco, no fue precisamente el quechua sino el aymara.

Si Puno alcanzó a ser también foco de irradiación del quechua, lo habría sido por diversas circunstancias que, en orden cronológico serían las siguientes: las grandes poblaciones inkas que se asentaron en el Altiplano durante la hegemonía Tiahuanaco y que no retornaron al Cusco; el impacto que, por su cercanía física, tuvo Ayacucho durante el Imperio Wari; y el impacto que, desde la vecindad, tuvo el Cusco, durante la hegemonía inka.

Descartados pues Cajamarca, Jauja- Huancayo y Puno como poco probables –e incluso improbables– centros iniciales de irradiación del quechua, sólo cabe pensar, siempre en orden cronológico regresivo, en el Cusco (Imperio Inka), Ayacucho (Imperio Wari) y Callejones de Huaylas y Conchucos (Imperio Chavín).

Este último habría dado origen al Quechua I o Wáywash (“Q I” en el Gráfico N° 21), y los dos primeros al Quechua II o Wámpuy (“Q II”). Pero seguimos sin saber cuál habría sido el foco original.

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