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Alfonso Klauer
Generación de riqueza e inversión
La teoría económica tradicional, que como insistimos ha estudiado bien la
importancia de la inversión para el desarrollo de los pueblos, no viene
siendo, ni remotamente, tan enfática como corresponde en relación con un
aspecto importantísimo de la misma: la inversión descentralizada. Y la
propia Economía no tradicional, de vieja raigambre marxista, tampoco lo ha
sido.
Además de todo cuanto ya se ha manifestado, ¿qué revela también la historia
de los países hoy desarrollados, que a este respecto es sustancialmente
distinta de la historia de los imperios de la antigüedad? Pues simple y
sencillamente que la inversión descentralizada es absolutamente fundamental
para el desarrollo de los pueblos. Y es que no basta precisar, como hasta
hoy se viene haciendo, que es importante la inversión. No, tal como habremos
de mostrar en el Gráfico Nº 51, hablar de inversión a secas, y sin mayores
detalles, resulta una lección estéril, cuando no mal aprendida (de la
historia por lo menos).
La Economía tradicional, básicamente por acción, y la no tradicional,
fundamentalmente por omisión, han partido del supuesto implícito de que
las leyes económicas funcionan por igual, cualesquiera sean las
características esenciales de una sociedad. Y, en ese sentido, se afirma
categóricamente que siempre se cumple el axioma de que a mayor inversión,
mayor desarrollo. No hay tal. La realidad, tercamente, muestra que ello no
es en rigor correcto. Y es que si la inversión no se hace efectiva de manera
descentralizada no hay desarrollo.
En el Gráfico Nº 51 expresamente distinguimos entre:
a) Capacidad de generación de excedentes (montos disponibles para gasto y/o
inversión);
b) Magnitud invertida de los excedentes generados;
c) Magnitud invertida en el territorio del pueblo que dio origen a los
excedentes generados y a la inversión concretada, y;
d) Magnitud invertida descentralizadamente en el territorio del pueblo en
cuestión.
Asumiendo que la tierra y los recursos que provee, o puede proveer, y el
trabajo realizado para extraerlos, son principalísimos componentes de la
capacidad de generación de riqueza (o de excedentes) de que puede disponer
un pueblo, el Perú, por ejemplo, es quizá el mejor testimonio de uno cuyo
territorio ha sido proverbialmente generoso a ese respecto. Visto está, sin
embargo, que ello no ha dado como resultado el desarrollo del Perú.
De las monumentales cifras obtenidas como excedentes de la riqueza extraída
del Perú, una parte bastante significativa fue invertida, qué duda cabe.
¿Pero acaso en el territorio peruano, en beneficio de los pueblos del Perú?
No, claro que no. En cada circunstancia, como es lógico entender, se
invirtió allí donde el poder hegemónico de turno decidia. Durante el Imperio
Español, en España, aunque bastante más de cuanto habría querido el propio
pueblo español se invirtió fuera de la propia península Ibérica. Durante el
Imperio Inglés, ciertamente los excedentes que generó la riqueza guanera y
minera peruana se invirtieron básicamente en Inglaterra. Y actualmente, bajo
la hegemonía de Estados Unidos, los excedentes de riqueza generados con
riqueza peruana, e invertidos, se materializan pues en Estados Unidos, no en
el Perú.
No obstante, alguna fracción del total invertido, difícilmente cuantificable
y menos pues sin el concurso de los economistas, peruanos o extranjeros,
ha sido concretada en el territorio peruano. ¿Pero acaso de manera
descentralizada? No, también es obvio que no. Muy probablemente más del 90 %
de la inversión realizada en el Perú se ha materializado en Lima, o en
función de las necesidades de Lima, esto es, en función de los intereses del
poder hegemónico interno, que invariablemente ha residido en la capital.
De allí que el Perú exhibe los gravísimos y deteriorantes, y en algunos
casos hasta suicidas, índices de centralismo de hoy. Algunos de ellos, sólo
pues algunos, quedan presentados en el Gráfico Nº 52 (en la página
siguiente).