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Alfonso Klauer
LAS GRANDES OLAS DE LA HISTORIA
3) Hegemonía imperial
Pues bien, dado que usamos reiteradamente el concepto, pasamos entonces
también a precisar qué entendemos y en qué sentido utilizamos la palabra
hegemonía.
Para algunos diccionarios de la lengua significa, a secas, dominio,
supremacía . En otros casos se considera como sinónimos de hegemonía
también a conceptos tales como predominio, superioridad, preponderancia,
preeminencia, influencia, influjo . Sí pues, en el lenguaje cotidiano, y
sobre todo en el de la novela, hay lugar a utilizar indistintamente
cualquiera de esos sinónimos en sustitución de hegemonía. Pero en el
terreno de la Historia (la ciencia histórica), como en el caso de imperio,
debemos adoptar y asumir una definición conceptualmente clara y unívoca.
Hegemonía es el dominio (permanente o transitoria) que ejerce un pueblo,
nación y/o Estado (hegemónico) sobre otro u otros pueblos, naciones y/o
Estados (dominados), y a través del que aquél hace prevalecer sus intereses
(territoriales, económicos, culturales, etc.).
Es decir, cuando hablamos de hegemonía, estamos pues también hablando de un
tipo muy específico de relación entre dos pueblos, o, por lo general, entre
uno y varios pueblos. Lo característico de la relación es sin embargo en
este caso que el pueblo dominante hace prevalecer sus intereses ante los
pueblos dominados sin que se dé sojuzgamiento y, en particular, el que se
obtiene con la ocupación militar del territorio.
Pero debe destacarse otras diferencias, por lo menos las sustanciales, que
distinguen a la relación imperial de la hegemónica. En éste, en efecto,
muchas veces los pueblos dominados sufren perjuicios, graves o menores, pero
ello no siempre ocurre. Y no siempre se da entonces que cuanto gana uno lo
pierde el otro.
En la relación hegemónica, por lo demás, no desaparecen los aparatos
estatales de los pueblos dominados. Subsisten con dosis mayores o menores de
autonomía que dependen de diversos factores: el mayor o menor peso
específico o poder propio del pueblo dominado; la habilidad estratégica de
los gobernantes de los pueblos dominados; el nivel de polarización
ideológica entre los gobiernos en cuestión; la relevancia que para el poder
hegemónico tiene, en relación con sus intereses, el asunto sobre el cual
decide el gobierno del país dominado, etc.
A diferencia de lo que ocurre en la relación imperial, y sobre todo en los
tiempos recientes con el desarrollo de la tecnología de las comunicaciones,
en la relación hegemónica ya no necesariamente se da el continuum geográfico
que caracteriza a los imperios.
Pues bien, la hegemonía puede darse en aspectos de la vida humana tan
diversos como el militar, económico, financiero, ideológico, científico,
tecnológico, idiomático, literario, estético, religioso, etc. Y, claro está,
puede darse en todos ellos o sólo algunos campos. Más aún, en la amplia gama
de variantes de relaciones entre los pueblos, puede darse al caso de uno
que, por ejemplo, con mayor desarrollo científico y artístico que otro, es,
no obstante, hegemonizado por éste en virtud de su supremacía económica o
militar o de ambas. El mismo rico espectro incluye pues variantes en las que
la relación hegemónica se sustenta única y exclusivamente en razón de la
fuerza militar, pero que, a su vez, no necesariamente tiene que derivar en
guerra, invasión y conquista, sino que bien puede expresarse sólo en
amenaza, chantaje o presión, de manera pasajera o permanente, sutil o
descarada.
Por lo general, y especialmente cuando se habla de la antigüedad, e incluso
de los siglos recientes, se asocia hegemonía a secas con hegemonía
militar, es decir con agresiones militares y violencia, esto es, con altos
costos sociales. No puede perderse de vista, sin embargo y la historia
contemporánea resulta altamente ilustrativa al respecto, que la hegemonía
económica, por ejemplo, puede derivar en costos sociales y económicos tan
altos como los de una prolongada conquista militar y mucho más altos que los
de una gran guerra. Las relaciones en las que se da hegemonía son, pues,
típicamente asimétricas y verticales y, generalmente, son relaciones muy
prolongadas. La hegemonía absoluta implica una relación profundamente
antidemocrática, en la que está siempre presente la arbitrariedad y el
abuso, descarado o sutil.