EL MUNDO PRE-INKA: Sobre el “estado de la cuestión” en Historia  

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Alfonso Klauer

El comercio: puente entre Chavín, Tiahuanaco y Wari

Simultáneamente al comercio con la costa, los chankas tenían establecida una fuerte y también antigua relación de intercambio con sus vecinos del sureste: los habitantes del área del Cusco e, incluso más allá, con los pobladores de Tiahuanaco en la zona altiplánica lacustre.

A través del comercio, icas, chankas e inkas fueron intermediarios, en el espacio y en el tiempo, entre los pueblos chavín y kolla, o, si se prefiere, entre las culturas Chavín y Tiahuanaco. A la postre, no sólo influyeron en ellos, sino hasta los catapultaron.

Es así que la iconografía chavín, ilustrando los famosos mantos paracas, pasando por manos de los chankas e inkas, debió llegar a las orillas del Titicaca. Allí fueron acogidos calurosamente los dioses y/o los mitológicos personajes chavín. Primero bajo la cultura Pukara, en estatuillas y adornando su cerámica.

Y luego, con la cultura Tiahuanaco, perpetuando el principal personaje mitológico chavín en el elemento iconográfico central de la denominada Puerta del Sol. De todo ello dan perfecta cuenta las Ilustraciones N°24, 25 y 26 (en la página siguiente).

Siglos después, en camino de regreso, ese mismo motivo iconográfico adornaría la cerámica Wari, y la de los pueblos a los que a su vez ésta influyó posteriormente (nazcas incluidos).

Con Tiahuanaco, la culminante y portensosa creación de la nación kolla, ésta habría adquirido, frente a sus asombrados vecinos, las características de “minoría creadora” de que habla Toynbee. Sin duda, el descubrimiento del bronce les resultó trascendental.

Se le utilizó incluso como grapas que, uniendo entre sí grandes piedras, elevaron notablemente la consistencia de los muros –como acaba de mostrarlo Bill Collins. Se habría repetido así, como puede suponerse, el fenómeno que ya se había dado antes con chavín.

De allí que en este período la nación kolla se comportó como colonizadora. Y el comercio, sin duda, facilitó la penetración cultural kolla con la que fueron impactados tanto los ayllus inkas asentados en el área del Cusco como, más hacia el norte, los ayllus del pueblo chanka.

Durante el esplendor de Tiahuanaco, la influencia kolla se hizo presente con gran suceso en todas las manifestaciones de la vida del pueblo chanka. El estilo cerámico Conchopata, materializado en Ayacucho en esta etapa, resultaría así el más viejo y directo vínculo de Wari con Tiahuanaco 28.

Estando el pueblo inka a mitad de camino entre Tiahuanaco y la tierra de los chankas, si aquél impactó poderosa y sistemáticamente en éstos, otro tanto o incluso más debió ocurrir entonces con aquéllos. Y así como se ha encontrado evidencias de lo uno, bien debería haber testimonios de esto otro.

Mal se puede desconocer sin embargo que, siglos después, el desarrollo material del Cusco imperial fue extraordinario. Y en el proceso debió destruirse innumerables evidencias.

Mas –como aún ocurre en las grandes ciudades del mundo–, es probable que bajo los grandes muros del Cusco estén todavía guardadas muchas pruebas de la enorme influencia kolla sobre los inkas preimperiales.

En el ámbito religioso, siglos después de haber pasado hacia el Altiplano como dios chavín, en camino de regreso, la macrocéfala divinidad Tiahuanaco se convirtió en onmipresente elemento decorativo en la cerámica y en la textilería chanka.

Durante la vigencia de la cultura Huarpa, esto es, a lo largo de los primeros cinco siglos de nuestra era, el pueblo chanka recibió pues, sistemática e intensamente, la influencia tanto del pueblo ica, como del kolla. Es decir, tanto de la cultura Nazca como de Tiahuanaco.

Ese influjo cultural Nazca y Tiahuanaco tuvo gran significación en la historia del pueblo chanka. Representó, sin duda alguna, trascendentales aportes.

Con influencias de uno y otro lado, el mestizaje en la cerámica fue sólo una de las modalidades en que ello se puso de manifiesto.

Los chankas quizá también asimilaron de la costa avanzados conocimientos astronómicos y técnicas que contribuyeron a repotenciar su ya bien desarrollada productividad agrícola. Del Altiplano incorporaron además prácticas ganaderas que les permitiron mejorar la dieta alimenticia. Pero de allí mismo asimilaron la metalurgia del bronce, de enorme significación en la actividad bélica.

La obtención de considerables excedentes agrícolas y ganaderos permitió también que la población chanka dispusiera de mayor tiempo libre susceptible de ser dedicado a actividades no agropecuarias, de carácter intrínsecamente urbano. Así, la textilería, la alfarería y la joyería tuvieron auge precisamente en este período. A ello contribuyó la propia tierra ayacuchana, que era generosa en las materias primas que esas actividades demandaban.

Tejedores, ceramistas y joyeros hicieron crecer los centros poblados chankas y, en particular,Wari, que terminó así desplazando en importancia a Ñawinpuquio.

Ya casi no deberíamos dudar de que el relevo de ésta por aquélla fue el resultado de una disputa por la hegemonía del pueblo chanka.

Wari albergó al nuevo grupo dirigente y a la cada vez más nutrida población de especialistas productivos de que se rodeó. En ella residieron además los especialistas militares, cuyo surgimiento fue también una consecuencia de la acumulación de excedentes.

Habiendo excedentes quedaba en evidencia el sobrante de fuerza de trabajo en esas áreas productivas. Y, por cierto, se hizo necesario adoptar medidas de protección para garantizar la posesión de esas riquezas.

Dirigentes, especialistas y militares se fueron congregando cada vez en mayor número en Wari. Con ella el pueblo chanka experimentó quizá el primer fenómeno de explosión urbana de los Andes: su capital estaba en camino de constituirse en el primer gran centro urbano en la historia andina.

Así, con el aporte de las singulares innovaciones que captó de sus vecinos, impregnado de matices nazquenses y tiahuanaquenses , y en trance de urbanización, el pueblo chanka emprendió su máxima expansión y desarrollo.

Ello se consiguió, sin embargo, cuando probablemente entre los kollas se producía –como había ocurrido antes con chavín– la transformación de la “minoría creadora” en “minoría dominante”. Y cuando al oeste, en la nación ica hegemonizada por los nazcas, se daba un cuadro de profunda división social.

Es decir, el pueblo chanka alcanzó su momento de máximo poder autónomo, precisamente cuando las dos grandes naciones que lo flanqueaban –y lo habían catapultado– habían ingresado en proceso de franco deterioro y decadencia. ¿Tuvo algo que ver la naturaleza en la declinación de la fuerza de unos y otros?

En ese contexto, entre los años 700–800 dC, el pueblo chanka, premunido de un carácter aguerrido muy notable, estaba ya lanzado en vertiginosa carrera de conquistas militares. Entre kollas, a un lado, que mantenían aún dominio sobre la meseta altiplánica e influencia sobre el área cusqueña; e icas, del otro lado, todavía hegemonizados desde Nazca, los estrategas chankas decidieron enfrentar primero al que apreciaron más débil.

Así, “el ejército, poderoso a más no poder” –como textualmente asegura Del Busto 30– descendió hacia el mar y sojuzgó a la nación ica (Nazca, Ica, Paracas y Chincha).

Inmediatamente después arremetieron contra Cañete, y luego con Pachacámac y Lima, y no detuvieron su marcha sino en Chavín de Huántar. En una segunda arremetida –como sigue diciendo Del Busto–, llegaron por el sur hasta el valle del río Sihuas; y en su nueva acometida al norte el ejército conquistador “aniquila a los hombres de la Cultura Mochica”.

“Aniquilar” es “reducir a la nada”, “destruir por entero”. ¿Por aniquilación de los hombres debemos entender de los varones o de toda la población? ¿Significa esa ambigua expresión que el naciente Imperio Wari exterminó a la población moche de los valles de La Libertad? ¿Debemos tomar en sentido textual la expresión del historiador?

No, el contexto circunstancial en el que aparece la discutible expresión no necesariamente lo permite. Pero el contexto general de su libro sí, como en efecto habremos de ver más adelante, cuando liquidado el Imperio Wari, sobre el mismo territorio de los moche, y virtualmente sin ninguna explicación, el historiador “hace aparecer” otro pueblo.

Es difícil sostener que las sucesivas y arrolladoras conquistas chankas estuvieron sólo sustentadas en argumentos de estrategia, táctica y fuerza militar. Proponemos, pues, que sus éxitos militares se vieron significativamente facilitados por la marcada estratificación y profunda división interna en que los grupos dominantes habían fracturado sus correspondientes naciones.

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