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Alfonso Klauer
Fenómeno océanoatmosférico del Pacífico Sur: un reto gigantesco
El hoy ya conocido y hasta familiar fenómeno habría de manifestarse, para los pobladores andinos de la antigüedad, muy dinámicamente, apareciendo y desapareciendo misteriosamente, como si actuara en función a la voluntad y estado de ánimo de gigantescas fuerzas sobrenaturales.
Es quizá tan antiguo como la formación misma de los Andes. O incluso quizá tan viejo como la Tierra misma. En todo caso como señala Nicholls 14, un indicio de su remota existencia nos la ofrece el hecho de que muchos de los animales nativos de Australia parecen haberse adaptado a las grandes fluctuaciones del clima y en especial a las significativas variaciones de las precipitaciones causadas por el fenómeno.
Contra lo que se creyó durante muchas décadas de este siglo, hoy se sabe que el fenómeno no es una corriente marina caliente.
Se trata, más bien, de un complejo fenónemo océanoatmosférico de irregular recurrencia en el tiempo, de también irregular intensidad y área de impacto, más o menos variable fecha de inicio y además de muy distinta duración.
Así como se presenta en dos años continuos, puede volver a manifestarse tras varios años de ausencia. Los hay de baja, mediana, alta y muy severa intensidad. Pueden iniciarse en febrero, mayo o setiembre, y durar meses y hasta varios semestres continuos. Y así como en sus versiones más leves pueden afectar con inundaciones exclusivamente a Ecuador y Perú, y simultáneamente con sequías a Australia e Indonesia, o a la inversa; en sus versiones más graves pueden afectar al mundo entero.
El último gran fenómeno océanoatmosférico del Pacífico Sur manifestado hasta la fecha, el de 1997, trajo como consecuencia, en un sentido, fuertes inundaciones en el norte de Perú, sur de Ecuador, el sureste de Brasil y Argentina, África oriental y en el oeste de Canadá y de Estados Unidos; y en otro, sequías en Australia, Indonesia, Filipinas, el altiplano de Perú y Bolivia, el noreste de Brasil, Centroamérica y África central.
Asimismo aumentaron los huracanes en el océano Pacífico, disminuyendo en cambio en el Caribe y en general en el Atlántico. En uno y otro extremo del planeta, pues, fue sinónimo de destrucción cuando no de muerte, con daños gigantescos, virtualmente incalculables. Cómo no habría de serlo si su manifestación más ostensible, el anormal calentamiento de las aguas del Pacífico ecuatorial oriental, frente a las costas de Ecuador y Perú, abarcó una longitud de casi 11000 Km, entre los meridianos 180° y 80° Oeste, o desde el norte de Samoa hasta las costas de Sudamérica, esto es, la cuarta parte del perímetro terrestre.
Los eventos de 198283 y de 199798 dejaron al mundo la vívida experiencia de cuán enormes geográficamente alcanzan a ser los impactos de algunas de las versiones del fenómeno y cuán devastadoras sus consecuencias.
Resultan pues cada vez más consistentes hipótesis que, en otras circunstancias, pudieron parecer exageradas y hasta tremendistas.