EL MUNDO PRE-INKA: Sobre el “estado de la cuestión” en Historia  

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Alfonso Klauer

 Factores distorsionantes y vacíos de la Historia

La Historia del Mundo Andino, es decir, la versión que se ha construido sobre su pasado, adolece –a nuestro juicio– del grave sesgo ocasionado por la convergencia de tres factores distorsionantes cuya impronta se remonta a dos mil o más años atrás.

• Ha sido elaborada, hasta ahora, a la luz y en función de la historia del “mundo antiguo”. Esto es, a la luz de la historia de Oriente Medio (Mesopotamia) , África del Norte (Egipto) y de Europa (Grecia y Roma) . No puede negarse, en efecto, que, de Herodoto en adelante, es decir, por espacio de 2 500 años, ha resultado prevaleciendo una perspectiva “europeísta” y hasta diríase que “greco–romana” de la Historia. En ese contexto, la historia andina, pues, es también “víctima” de esa distorsión etnocentrista.

Entre muchos, quizá el más notorio sesgo a este respecto –por transplante mecánico, pero implícito, de la homogeneidad étnica de las grandes sociedades europeas – es el haberse impuesto una “visión unitaria” del mundo andino, cuando éste en verdad ha sido –y sigue siendo– un vasto y complejísimo mosaico de naciones.

Quizá la prueba más ostensible es el hecho de que, en una grotesca simplificación etnohistórica, mundialmente se identifique a los peruanos como inkas, cuando los únicos y legítimos herederos de éstos son apenas el 5 % de los peruanos.

Otros, con el mismo y legítimo orgullo, son chimú, icas, chankas, cajamarcas, tallanes, huancas, kollas o antis, por ejemplo.

• Dentro de una versión general –como parte de la Historia de Occidente–, como en su versión particular –como Historia del Mundo Andino–, sufre además del consabido sesgo de haber sido elaborada, fundamentalmente, desde la perspectiva del poder. Prevalece y en esencia es, como se dice ya comúnmente, la “versión de los triunfadores”. Es víctima también, entonces, de la que podríamos denominar una distorsión cratocentrista.

En general se ha creído que la principal manifestación de este sesgo se da en el hecho de que la Historia tradicional –como nos lo recuerda Gloria Winffel– ha centrado toda su atención en los “grandes acontecimientos realizados por los grandes hombres de cada grupo social”.

A nuestro juicio, es aún más grave el hecho de que ese sesgado centramiento de la atención, ha servido para encubrir, deliberadamente o por orfandad teórica, aspectos mucho más significativos y sustantivos.

En efecto, estimamos que las más notables y graves de las repercusiones de la óptica “cratocentrista” son que, sistemáticamente, de manera grotescamente implícita y retaceando e encubriendo la verdad histórica, se confunde e identifica “poder” con “pueblo” o con “nación”; y “estado” con “nación”.

Así, la Historia tradicional no ha tenido ningún reparo en presentar los intereses de las élites encaramadas en el poder como si fueran también los de sus respectivas naciones –o pueblos–. Y así también, para disimular por ejemplo sistemas imperiales de dominación, se considera como miembros de una misma nación a pueblos absolutamente distintos –con su propia identidad, lengua e historia–.

Y, por último, sibilinamente se desconoce que el Estado de una nación, de hecho, muchas veces se coloca de espaldas a la misma, es decir, actúa contra los intereses legítimos de la nación.

• Y es, finalmente, víctima de una distorsión antropocentrista. En la Historia de los Animales, y en la de las Plantas, objetiva y acertadamente siempre se ha puesto en evidencia, y explicitado, el rol protagónico que han jugado sobre aquéllos y éstas tanto el propio ser humano como el resto de la naturaleza: fenómenos astronómicos, geológicos, hidrológicos y climáticos.

Con perspectiva sustancialmente distinta, en cambio, ha sido elaborada la mal denominada Historia Universal –porque su objeto es sólo la historia de una de las especies de sólo uno de los planetas del universo–. En general, la Historia de la Humanidad –como deberíamos llamarla– ha sido elaborada considerando al ser humano no sólo como protagonista, sino, en realidad, y he aquí la grave distorsión, cómo el único gran factor interviniente.

Comprensiblemente, porque ante la humanidad aparecen como elementos “permanentes y estables”, aún no ha sido necesario tomar en cuenta en la historia de los pueblos factores tales como los astronómicos, los grandes cambios geológicos o los grandes cambios termoglobales que generan las glaciaciones y deglaciaciones.

Pero resulta incomprensible que, por su notoria mayor recurrencia, la Historia siga relegando a un rol secundario otras alteraciones hidro–atmosféricas que, siendo menos espectaculares que aquéllas, han suscitado y suscitan enormes transformaciones en la vida de grandes sectores de la humanidad, según lo sugieren cada vez más y mayores evidencias.

Como se verá, la historia antigua del mundo andino, es la de pueblos que han estado completa y absolutamente a expensas de las fuerzas y accidentes de la naturaleza: la gran Cordillera de los Andes y el Fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur (“El Niño” – “La Niña”) .

Resultan incomprensibles las grandes transformaciones histórico–sociales del mundo andino antiguo si no se toman en cuenta los roles protagónicos que han tenido ambos grandes factores.

Casi rotundamente puede sostenerse que el mundo andino ha cambiado al compás de los agresivos golpes de la naturaleza. Y que los pueblos antiguos de los Andes, sin alcanzar a comprenderla, y menos a dominarla, han tenido que acatar sus casi siempre nefastos designios, con estupefacción y resignado estoicismo.

Todavía ningún texto de Historia –y mucho menos aquellos que forman la conciencia histórica de nuestros jóvenes–, se aproxima siquiera un ápice a mostrar cuán extraordinariamente grandes han sido las fuerzas de la naturaleza. Y, en consecuencia, tampoco muestran cuánta decisiva gravitación han tenido en la historia de los pueblos de los Andes. Y lo que ofrece este texto es un pálido reflejo de lo que muy posiblemente ocurrió.

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