Fundamentos de valoración de empresas

 

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Una revisión de la Economía dominante

Alfonso Galindo Lucas

Capítulo VII

PANORAMA EMPRESARIAL

Concentración y competencia

El primer economista que integró el fenómeno de la concentración económica en el marco de una teoría general sobre la evolución y crisis del sistema capitalista fue Karl Marx. Según el autor de El capital40, la propia lógica del sistema conduce necesariamente a la concentración de la propiedad del capital productivo en pocas manos.

Marx conoció y estudió el capitalismo de su tiempo con gran rigor analítico (Suárez, 1998). Definió la concentración como la unión de unos capitales iniciales en un número más reducido. En esta obra, se explica el fenómeno como una consecuencia del soporte tecnológico de dicho capital, mediante lo que se dio en llamar, entre los clásicos, “economías de escala”. Esto hace que las empresas que producen a gran escala puedan vender a precios más bajos y expulsen a las pequeñas, haciéndose cada vez mayores a expensas de la cuota de mercado que éstas dejan. La perfección de mercado perjudica enormemente a los competidores, hasta el punto de hacerse imposible; utópica. En cambio, la solidaridad entre empresas beneficia al oligopolio. En múltiples trabajos se recomienda la cooperación y en organismos nacionales y supranacionales, se potencia. La desigual distribución de poder económico en todos los sectores ha llegado al punto de que, en pocos años, descubriremos que ha dejado de existir la denominada mediana empresa (Marchesnay, 1997).

La concentración, en términos generales, de la riqueza o la renta empezó a estudiarse, en términos matemáticos con los trabajos de Lorenz (1905) y Gini. A raíz de estos estudios, la Economía Industrial consideró la concentración y la cuota de mercado como uno de los principales factores de competitividad. Estos argumentos han sido recientemente acallados por la Teoría de Recursos y capacidades, aunque deberían conservar gran parte de su vigencia.

Existen algunos desafíos metodológicos en la medición de la concentración empresarial, pues ésta suele medirse en términos de cuota de mercado. Sin embargo, el cálculo de estas cuotas está basado normalmente en definiciones de sectores bastante amplias, que considera no sólo a empresas que compiten entre sí, sino que se complementan o dependen unas de otras, realizando fases distintas de la denominada “cadena de valor”. Por lo tanto, si una empresa controla el 40% del sector eléctrico, en la práctica puede estar asumiendo el 100% de la distribución de energía, debido a que las demás empresas se dedican a la producción que suministran a aquélla y, por tanto, dependen completamente de la empresa monopolística para su supervivencia. De forma contraria, puede tratarse de competidoras aparentes en la distribución, pero que dependan, a su vez, del suministro de la empresa líder. En cada eslabón tecnológico de la cadena la empresa líder puede ejercer de monopolista o cuasimonopolista de oferta o de demanda, relegando el papel de las demás empresas al de cómplices en el mero cumplimiento formal de las leyes antimonopolio.

No se tiene en cuenta, por el contrario, la concentración de capital entre empresas que, en principio, no son competidoras directas. Si estudiamos la concentración (Curva de Lorenz) de una variable como el Activo Neto Real, se podrá detectar una altísima concentración entre las empresas de un país o región o incluso en un mismo sector. Si tenemos en cuenta que la cifra de activo contable .que es la variable disponible en todos los casos. no incluye una buena estimación del intangible, podemos deducir que las posibilidades de una empresa pequeña de ganarle terreno a una grande son muy reducidas.

La magnitud del fenómeno de la concentración, como consecuencia de la desregulación (Bader, 1989), se pone de manifiesto sobre todo en sectores de éxito, en los que unas cuantas empresas consiguen que se les deje actuar con libertad y, al mismo tiempo, imponen limitaciones a empresas más modestas. En concreto, para las cinco grandes41 consultoras contables y financieras del mundo, el distanciamiento en rentabilidad y riqueza en pocos años, con respecto a la supuesta competencia, ha causado una enorme estratificación en el sector (Greenwood y Suddaby, 2003). En cambio, para el resto de empresas, la obligación de contratar sus servicios está cada vez más extendida, más cara y más controlada.

Mientras que los argumentos del neo-liberalismo se basan en la existencia de pequeñas empresas que compiten, el capitalismo es necesariamente un sistema basado en las grandes multinacionales. Hace tiempo que se usa el término “transnacional” (Jané, 1978) o sectores globales (Porter, 1988). La relación entre estas empresas y la naturaleza del sistema viene siendo la misma que hace unas décadas (Cea, 1978), aparte de una sustancial mejora de su relación de favoritismo con las instituciones y la ciencia, que trataré mas adelante. Algo han cambiado las estrategias, puesto que los grandes conglomerados en aquel entonces eran de carácter más comercial y financiero y adoptaban posiciones diversificadas (Brunet y Belzunegui, 1999, 2000), mientras que ahora se ven más claramente cuáles son los sectores rentables.  

 

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