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Una revisión de la Economía dominante
Alfonso Galindo Lucas
Capítulo II
EL PAPEL DE LA CIENCIA ECONOMICA
El principio de incertidumbre en Ciencias Sociales
Ahora bien, una teoría puede haber sido contrastada con éxito, de modo que el comportamiento pasado de las variables confirma sus relaciones de causalidad, pero puede perder eficacia predictiva, desde el momento en que se hace público el descubrimiento. Eso significa que la teoría comprobada no era lo suficientemente universal y, de hecho, no era una verdadera teoría. Esto es lo que ocurrió con el denominado efecto lunes en las cotizaciones de las bolsas de valores (Stiglitz, 2003). En cuanto alguien lo descubrió, ya no volvió a ser capaz de predecirlo: desapareció. Esto se debía a que los operadores estaban bastante informados con relación a los avances científicos en Economía.
A pesar de esta precaución, es preciso recalcar la dificultad en que nos hallamos los economistas, en comparación con los físicos, puesto que estudiamos los resultados de las voluntades humanas. Un átomo no puede tomar conciencia de que han descubierto su funcionamiento y, de repente, para ser distinto de los demás átomos, decidir tener los protones por fuera y los electrones en el núcleo. Sin embargo, el principio de incertidumbre se formuló antes en las Ciencias Naturales que en las sociales.
En la física subatómica, la averiguación de la posición y características de las partículas ha de hacerse interactuando con ellas, emitiéndoles una radiación en forma de haz de luz o de rayos. La incertidumbre se debía a que esta interacción comunicaba al electrón una energía que podía hacerlo cambiar de órbita y, por lo tanto, el dato de su posición (o su cantidad de movimiento) anterior a dicha observación sólo se podía obtener de forma aproximada.
Del mismo modo, el investigador en las Ciencias Sociales debe infiltrarse en el fenómeno estudiado. Por ejemplo, un estudio de caso en una empresa requerirá inmiscuirse en la organización, a cambio de prometer al empresario una copia del informe. Durante su estudio, el experto será objeto de consultas profesionales y tendrá que atenderlas, si no quiere ver frustrado su estudio. De esta forma, influye en la eficiencia de la organización. Este ejemplo es interesante, porque suele ocurrir que el apasionamiento del post-graduado le lleva a aceptar proyectos en empresas, que revisten la forma de científicos, mientras que no son más que prestaciones de servicios encubiertos. Lógicamente, el trabajo que realice dentro de la organización le inhabilita como observador imparcial.
La dificultad principal del investigador de cualquier materia es su posible relación con los sujetos inmersos en las circunstancias que se estudian y que son protagonistas, a su vez, de acciones que repercuten en el propio medio y en otros sujetos. El comportamiento, en el ámbito de las Ciencias Sociales, puede determinar buena parte del contexto en que deben estudiarse los fenómenos. Debido al propio carácter humano del investigador, es fácil perder de vista cuáles son los intereses y las intenciones de los sujetos, incluso percibir que no existen y que los hechos observables son debidos al azar, el progreso, la divina providencia,... Puede ocurrir, sin que el experto se dé cuenta, que su propia circunstancia sea fruto del fenómeno que pretende estudiar.
Con respecto al principio de incertidumbre formulado por Heisenberg (1978) para las Ciencias Naturales, el principio de incertidumbre en las Ciencias Sociales es algo más benévolo, puesto que no siempre es necesario obtener una cifra exacta o una aproximación estadísticamente aceptable de la medida de esos intereses, es decir, de la naturaleza del sujeto que se estudia, sino simplemente prever la decisión que se tomará, sin que importe tanto cuantificarla. En el modo tradicional de explicar las cosas, todo era justificable e interpretable; en el enfoque materialista, puede existir imprecisión, incertidumbre. La averiguación de los intereses e intenciones e incluso la propia observación pueden y suelen ser tan sólo una sucesión de aproximaciones, pero nunca una interpretación, pues no está ordenada por dogmas.
No se detiene a comprobar la bondad, la calidad de los genes o el grado de fervor de los sujetos para predecir su comportamiento, sino más bien las circunstancias que les rodean, empezando por su propia naturaleza.
Esta virtud no impide que pueda existir incertidumbre en el análisis de las circunstancias o en la medición de los comportamientos. Aun así, involucrarse en el fenómeno con la falsa idea de conocerlo mejor no ha de producir otra cosa que la contaminación del análisis con opiniones y declaraciones de intenciones y la del fenómeno con la revelación de las intenciones investigadoras.