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Una revisión de la Economía dominante

Alfonso Galindo Lucas

Capítulo II

EL PAPEL DE LA CIENCIA ECONOMICA

La Ciencia acomplejada

La presente obra no es la primera autocrítica de la Ciencia Económica (Mishan, 1969; Krugman, 1999). Precisamente, esta es prácticamente la única virtud del economista como científico: Siente remordimientos. Además, el pecado capital y original de la Economía como ciencia es, por la fecha en que nace, la envidia hacia sus hermanas mayores, las Ciencias Naturales.

En las Ciencias Sociales, a la que pertenece la Economía, existen otras metodologías propias mucho más cien- tíficas que el método denominado “empírico-analítico”, pero a pesar de ello, éste ha tenido un gran éxito. El mito del experto obliga a los economistas a rodearse de fórmulas complejas para tratar de explicar una realidad más compleja aún. Muchas investigaciones han pretendido un éxito de alcance tan liviano que se han conformado con ajustar una nube de datos a una fórmula con un término estocástico. Según Hernán (2003), la mayor parte del cuerpo conceptual de la economía trata de extrapolar los principios básicos de la física clásica. Cita la Teoría del consumidor de Fisher, la Ley de Say y el equilibrio general de Pareto. Este torpe mimetismo metodológico ha servido en muchas ocasiones para aparentar la seriedad de disciplinas científicas mucho más antiguas. En otras, ha sido útil a los intereses subyacentes para defender un modelo económico basado en el individualismo.

En el ámbito histórico y el sociológico, existe un enfoque llamado materialismo que, acertadamente, tiende a identificarse con el término “marxismo”. Esta palabra ha sido tabú en los años 90 y tal vez lo siga siendo en la actualidad, pero ya no lo es únicamente por la existencia de una ciencia acomplejada, sino por la confluencia de intereses entre científicos y medios de financiación de las investigaciones. Por eso, puede sorprender a muchos, en la época en que vivimos, que se hable de marxismo como metodología de investigación (Vilar, 1978). En este trabajo no se pretende una ‘comunión’ con la totalidad de la “doctrina” marxista, ni aún con la obra de Marx. Sin embargo, el enfoque materialista suele resultar el más apropiado, cuando se trata de ámbitos pertenecientes a las Ciencias Sociales (Galindo, 2004a).

En los últimos dos siglos y medio, las demás Ciencias han obtenido grandes hallazgos y no se han preocupado tanto por su estatus de disciplina científica. En este tiempo, incluso, nació el psicoanálisis, cuyo inventor fue muy amigo de Einstein, pero a cuyos discípulos les importa poco que este conjunto de estudios tenga o no carácter científico. La Economía, en cambio, ha cosechado rotundos fracasos y arduas críticas y ha dedicado más tiempo en defender su condición de Ciencia que a contribuir al bienestar humano.

La Economía es más reciente que las Ciencias Naturales y que otras Ciencias Sociales, porque trata sobre un objeto que existe de forma posterior a nuestra naturaleza. Podemos denominar, en principio y de forma genérica, a ese objeto “el capital”. Heilbroner (1968) no tenía muy clara la relación de causalidad ente el capital y el capitalismo y llega a afirmar que el surgimiento de conceptos económicos como el mercado era lo que permitió la existencia de un sistema económico-político basado en el mercado.

Ocurrió justamente al contrario: Dependiendo de las características predominantes del capital en cada etapa histórica, el conjunto de los conocimientos y creencias, incluso los valores y normas (todo ello, denominado “superestructura”, en el paradigma marxista) fueron prosperando, en la medida en que servían de justificación a dicho predominio. En la etapa actual, todo el léxico globalizador constituye la superestructura del capitalismo global. No obstante, el surgimiento de la Economía como ciencia fue un noble resultado del inevitable instinto humano de buscar la verdad o, al menos, las verdades. Hasta ahora raras veces ha conseguido la Economía desligarse de los dioses del poder, lo mismo que el resto de las ciencias, pero ese germen cientifista aplicado a las Ciencias Sociales existe, desde el siglo VXI; sobre todo, desde Adam Smith y David Ricardo.  

 

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