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Una revisión de la Economía dominante

Alfonso Galindo Lucas

Capítulo II

EL PAPEL DE LA CIENCIA ECONOMICA

Introducción

Se ha escrito mucho sobre epistemología e incluso sobre método científico en Economía. No es este el lugar para desarrollar todos los antecedentes al respecto, pero una breve descripción de lo que se espera del científico la da Bertrand Russell cuando les prescribe una “paciente compilación de hechos, combinada con la audaz adivinación de las leyes que agrupan estos hechos” (1945, p. 575). El mensaje principal de este capítulo es que la ciencia, especialmente la Economía, forma parte de las formas de organización humana, lo mismo que la economía con minúscula o conjunto de fenómenos económicos. Por lo tanto, ambas se insertan en un esquema social, que es más bien consecuencia de esta última y cusa propiciatoria de la Ciencia Económica, en su estado actual. Sin embargo, esta relación de causalidad no siempre es entendida o compartida. Al habernos repartido las disciplinas académicas en compartimentos incuestionables, los científicos hemos conseguido, desde antiguo, que el investigador del despacho adyacente nos deje trabajar, pero también esto ha contribuido al engaño frecuente de que, en la vida real, todo lo económico (supuestamente reservado a la mano invisible del mercado) está separado de lo social, lo político, lo cultural, lo teológico, etc. Uno de los autores que reconoce este problema de forma más original fue Polanyi (1944, pp. 104-105), quien habla de “sociedad de mercado” y afirma que la “economía de mercado” no podría existir sin este marco institucional, en que se integra. De manera perversa .continúa el planteamiento de Polanyi. la economía se nos presenta como algo formalmente separado de la política y sociedad, porque este modo de dependencia es el que le permite insertarse en dicha sociedad de mercado y funcionar en alguna medida.

También es tradicional la discusión acercad de la importancia de un sistema de creencias religiosas, jurídicas, ideológicas, etc., en las estructuras socioeconómicas o la relación de causalidad entre ambos niveles de organización humana, pero no es éste el lugar para dirimir esta disyuntiva. Lo que sí es indiscutible es que el boato cultural constituye un papel que en las últimas décadas ha sido desempeñado por la Ciencia Económica, tal vez no en solitario, pero sí de manera fundamentalista6. El triste devenir de nuestra pretendida disciplina científica la ha llevado a la complicidad con las más graves injusticias de ámbito mundial, en parte por actividades o pasividades de los propios economistas y a veces por las interpretaciones torticeras que el mundillo político-periodístico ha hecho de grandes obras del pensamiento económico.

En el terreno micro-económico, un buen ejemplo de lo que ha sido el papel de la Teoría Económica son las grandes tiradas editoriales de manuales de bolsa que tratan de estandarizar el comportamiento considerado “racional” de los inversores, para que los promotores de la idea puedan anticiparse a dicho comportamiento. En ámbitos macroeconómicos, esa jugada ha costado la credibilidad a los propios economistas, pues si alguien le convenció para que proclamase “esto va a subir” (o a bajar), fue precisamente para anticiparse vendiendo (o comprando) cuando todo el mundo compre (o venda).

Además, quien contrató al economista, intervendrá en grandes operaciones y esto causará una perturbación en el mercado (en este caso, una bajada) que le dejará en el lugar de un embustero o un ignorante. Con estos ejemplos, que se desarrollan en capítulos sucesivos, es legítimo desear que la Economía nunca se hubiese desgajado de la filosofía moral.

A la gran infidencia de la Ciencia, en relación con el papel que debería desempeñar, se le suma la aleve misión de la función pública. Su cometido es anunciarnos que tenemos libertad e igualdad de condiciones. Pero al decirnos esto, los poderes públicos actúan sojuzgados por grandes capitales que gozan de grandes ventajas competitivas con respecto al resto de nosotros y que son capaces de restringir nuestra libertad, a través de la supuesta legitimidad de dichos poderes. Libertad de movimiento, derecho a la intimidad y la imagen, incluso la integridad física están ahora más amenazados que nunca, debido a que ya todo se supedita ya a la acumulación global.  

 

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