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Una revisión de la Economía dominante
Alfonso Galindo Lucas
Capítulo I
APROXIMACIÓN CONTEXTUAL
Nuevas realidades
El mercado se nos presenta en los libros como una situación de equilibrio a largo plazo, es decir, algo estático. Esto es equivalente a reconocer que se trata de algo que no existe. Las situaciones de equilibrio no llegan a alcanzarse y las empresas mejor situadas consiguen cambiar la realidad, para expulsar a las demás. Promueven el empuje tecnológico que crea posibilidades de aplazar, de forma sucesiva el reajuste hacia el equilibrio, porque el mercado ya es otro, es decir, el producto o servicio ya es otro y la necesidad ya es otra4. Al principio, el exceso de oferta llevó a los competidores a invertir en publicidad (engañosa, en muchos casos) y esto elevó el coste e impidió que la demanda alcanzase a la oferta; al final, cuando la tecnología evoluciona, se produce un exceso de demanda de los modelos antiguos, entre otros motivos, debido a que sus piezas son aprovechables.
En las nuevas tecnologías, las famosas divisorias que evocaba Drucker (1988) están cada vez más juntas. Esto es lo que hoy se llama entorno cambiante. En el ámbito microeconómico de la empresa, existe una intensa bibliografía acerca del cambio organizativo o de cómo afectan las nuevas realidades a la estructura productiva y decisoria de la empresa.
Sin embargo, desde un punto de vista macroeconómico, el cambio no es algo caprichoso, aleatorio, providencial. El proverbial cambio es más bien una sucesión de consecuencias lógicas concatenadas, previsibles desde cierto margen temporal; por ejemplo, la crisis argentina era previsible. Esa lógica, sin embargo, no está muy elaborada, desde el punto de vista teórico, pero es implacable: La lógica del lucro, hoy denominada lógica del mercado, aún no está perfectamente entendida y explicada; de ahí que su nombre no sea el más correcto.
Pero esta lógica, aun en el caso en que nos llevara, dentro de un tiempo, a una situación eficiente, de la mano invisible de los deseos de Adam Smith, entrañaría un grave defecto de carácter ético. Las buenas intenciones del padre de la Economía deben, necesariamente, considerarse excesivamente conservadoras, anticuadas, propias de una época en que pocos hijos sobrevivían a sus padres5, en definitiva, de derechas. No basta con que nos creamos que, a largo plazo, esa situación de equilibrio se producirá y que será deseable u óptima en sentido de Pareto. Mientras que el mercado se dirige hasta una supuesta situación de equilibrio, hay gente que ha muerto de hambre.
Una posible interpretación benévola de la obra del padre de la Economia es que, en vista de toda la miseria que se hacía insoportable a su alrededor, Smith ideó una especie de consuelo de tontos cientifista, acorde con unos tiempos en que ya no era suficiente la religión. El mito del mercado ha constituido, desde este punto de vista, una etapa necesaria para liberar el pensamiento de otros mitos más implacables. Esto sugiere que para desvincularnos del paradigma mercantil habría que idear otro objeto de culto que fuera menos pernicioso. Ese mito tal vez existe ya, pues al parecer la ciencia se está deificando, entre la población, hasta un nivel que antes alcanzó el Derecho y, previamente, la religión. Los genes y su alcance etológico pueden sustituir en el acervo exotérico a la creencia en el libre albedrío.
Por eso no es descabellado prever que la nueva era será la de las biotecnologías (más adelante, defendemos la idea de estancamiento en los sectores de informática y telecomunicaciones).
El diseño biológico de personas especialistas para funciones propias del sistema conseguirá liberar a la especie humana de sí misma, las armas genéticas tal vez consigan decidir el resultado de una hipotética rivalidad entre razas. Ya no serán necesarios los derechos ni las libertades, como tampoco lo serán sus portadores. La propia biología del enjambre dará a cada uno sus atribuciones, en función de unos determinados cometidos; no se podrán infringir las leyes, porque esas leyes serán las de la naturaleza. Ya no serán necesarias las promesas que no se pueden cumplir, ni los eslóganes, ni los falsos debates, ni el deleite televisivo de las masas. Pero vayamos por pasos, antes de llegar a un mundo feliz, vamos a explicar el estado actual de las cosas.