Fundamentos de valoración de empresas

 

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Una revisión de la Economía dominante

Alfonso Galindo Lucas

Capítulo X

MEDIO AMBIENTE VERSUS ESPACIO VITAL

El asunto del narcotráfico

Merece la pena recordar que un juicio por narcotráfico fue el pretexto que llevó a Noriega a una prisión estadounidense donde cumple condena desde 1989. Nadie duda que el verdadero motivo de su encarcelamiento y de la invasión de Panamá fue la previsible pérdida de control fáctico sobre el Canal. Con independencia de que Noriega fuese culpable o inocente de narcotráfico, su detención no aporta nada a la lucha contra la adicción de los ejecutivos y los jóvenes marchosos norteamericanos. Mientras exista la demanda, habrá narcotraficantes ¿Van a ir todos a las cárceles estadounidenses?

Como en el caso de Panamá, el narcotráfico ha sido el argumento esgrimido contra el movimiento obstructor de la expansión estadounidense en países como Colombia. En este caso, lo que se persigue es el cultivo, algo que no puede constituir delito alguno, pero que cumple la inoportuna función de procurar financiación a las guerrillas. Se trata de un delito en grado previo al de tentativa, que pretende justificar las diversas formas de contrafinanciación e intervención militar o pseudo-militar.

El cultivo de coca, como se ha expuesto, no es una alternativa nada recomendable, desde la perspectiva medioambiental, aunque no se puede ignorar que la situación económica internacional la configura como la mejor opción comercial, sin que ninguna intervención oficial trate de contrarrestar esta circunstancia. En los países en vías o subdesarrollados (cada vez se diferencian menos estas dos categorías), la realización de una actividad que en el Primer mundo está prohibida constituye la única oportunidad de negocio y, en último término, el atajo imperioso del subdesarrollo, la Fuerza mayor del narcocultivo.

En otros países vecinos de Colombia, como Ecuador, Perú y Bolivia también se localizan cultivos de coca, lo cual no ha provocado todavía la intervención de Estados Unidos, puesto que estos países son proclives al establecimiento de las multinacionales. Si la Administración estadounidense hubiese aplicado el paradigma se viene predicando el Tesoro, laissez faire, laissez passer, se habría considerado legítimo el tráfico de drogas, porque responde a una lógica denominada “de mercado”. Colombia se habría especializado internacionalmente por ser el productor más eficiente y los consumidores morirían de sobredosis para compensar el exceso de demanda y crear el equilibrio a largo plazo.

Lo absurdo del paradigma del mercado queda ejemplificado en este tipo frecuente de excepciones. En estos casos, es necesario intervenir, pero no militarmente. La estrategia de Estados Unidos ha sido premeditadamente favorable al narcotráfico, puesto que no ha invertido en políticas sociales que puedan a largo plazo reducir la demanda doméstica de drogas (puesto que el endurecimiento de las penas por consumo no parece ser efectivo) y, en cambio, sí ha utilizado aquellos medios que la Teoría Económica conoce de sobra que incentivan la oferta.

Además, para combatir esta actividad, ciertamente insalubre y anti-ecológica, se ha practicado una verdadera agresión contra el medio ambiente y la salud humana.

Hace varias décadas que la venta y utilización del glifosfato está prohibida en Estados Unidos. Sin embargo, en pleno siglo XXI, con el llamado “Plan Colombia”, se sigue permitiendo su utilización con fines bélicos. El ataque se produce directa y expresamente contra la selva, ese gran enemigo del progreso y, más concretamente, del imperio americano, por dar cobijo a grupos armados revolucionarios y posibles yacimientos minerales. También los cultivos básicos como el plátano, el maíz o la caña han servido tradicionalmente para la subsistencia y para la ocultación de la resistencia político-militar. El conflicto entre intereses pro-multinacionales e intereses guerrilleros se convierte en una guerra declarada al sustento del campesino.

La dependencia de la economía colombiana con respecto a la demanda internacional ha convertido a estos tres cultivos de altas plantas en componentes básicos de la economía. Pero, con el tiempo, esta dependencia también ha supuesto la sustitución de los cultivos de café por plantaciones de coca, de la misma forma en que el maíz había sido desplazado por éste como cultivo principal.

La coca, antes de ser un cultivo ilícito, era utilizada por los indígenas como estimulante, para mascar durante las interminables horas de trabajo y por los habitantes, en general, para usos ornamentales y medicinales (como analgésico). En los años setenta, las plantaciones de coca de las fincas particulares fueron rápidamente sustraídas de forma masiva, como indicio de una creciente demanda exterior. Actualmente, ya apenas se usa con fines domésticos.

Desde el punto de vista económico, la estrategia más eficiente para erradicar el contrabando, por parte de Estados Unidos, sería luchar contra la drogadicción, puesto que la mayor parte de la demanda de cocaína procedente de Latinoamérica se localiza en Estados Unidos. El control de la demanda haría que el cultivo dejase de ser interesante y, de ese modo, incentivaría su sustitución por otros productos exportables. Sin embargo, el planteamiento actual de la superpotencia produce los efectos contrarios: Al luchar contra la fase agrícola del narcotráfico y reducir la extensión cultivable y al perseguir dicha actividad como algo ilícito, lo que se consigue es encarecer la droga y, de esa forma, hacer más rentable su producción.

Se está favoreciendo e incentivando al narcotraficante (normalmente, residente en Estados Unidos), de la misma forma que los aranceles incentivan al contrabandista. En este sentido, la política de Estados Unidos con respecto al tráfico de cocaína es de fomento y, por lo tanto, de complicidad.

Una de las principales apuestas de Estados Unidos — y las otras superpotencias— por el cultivo de plantas ilícitas en Colombia consiste en invertir en plantaciones de café en México, de manera que económicamente, la coca se vuelve insustituible entre el campesinado colombiano. Esta estrategia busca el pretexto perfecto para una intervención militar, al estilo de la efectuada en Panamá. El Plan Colombia asegura, como explicaremos a continuación, la destrucción de zonas fértiles para la agricultura, por medio de las fumigaciones y, en menor medida, el narcotráfico y la guerra civil.  

 

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