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Una revisión de la Economía dominante

Alfonso Galindo Lucas

EPÍLOGO

Como ocurre en otros ámbitos científicos, en Ciencias Sociales, las hipótesis más plausibles se pelean por conseguir financiación y al final, todo es demostrable, con tal que alguien se dedique a demostrarlo. Sin embargo, otras hipótesis menos afortunadas se estrellan una y otra vez contra el método (Feyerabend). Hace décadas que la aficionada Elaine Morgan publicó su teoría acerca de una fase acuática en la evolución humana y, a pesar de que en nuestro fenotipo existen evidencias de que esta hipótesis es plausible, los profesionales del gremio antropológico insisten en que, a falta de pruebas fósiles, no se puede demostrar. Es una de las consecuencias perniciosas del gremialismo académico.

En función del marco metodológico que he defendido y la revisión subsiguiente del enfoque neoinstitucionalista, es preciso apreciar que las nuevas líneas de investigación en Ciencias Sociales (Historia significa etimológicamente investigación) no deberían descartar hipótesis científicas que, por comprometedoras o subversivas, sean susceptibles de no ser incentivadas o vayan a padecer intentos de contrarrestarlas.

Para ser imparcial, desde el punto de vista científico, es necesario tener presente que la Ciencia no es un juicio penal, ni un procedimiento sancionador; por lo tanto, no se puede esgrimir presunción de inocencia para ocultar las verdades que afecten a personas vivas. El investigador que publica, deberá, eso sí, advertir claramente que está hablando de la hipótesis más probable, en el ámbito de sus conocimientos teóricos, y no haciendo una acusación.

A estas alturas de la Historia, a nadie escapa ya que Henri Kissinger, beato patrón de los grandes empresarios y delegado de la familia Rockefeller, facilitó el golpe de Estado en Chile, con la idea de controlar la nación (y su mercado) a través de Pinochet. No obstante, podemos dar la espalda a las narraciones épicas de historiadores convencionales y enunciar, de una vez por todas, que la implantación del neo-liberalismo en el cono Sur americano no se debió a los caprichos de los dictadores, sino a la previa situación de excesivo endeudamiento en dólares.

La estrategia de la Reserva Federal fue fácil: Subiendo los tipos de interés, estaremos en condiciones de obligar a estos países a implantar políticas económicas experimentales, toda vez que la dictadura militar asegura el cumplimiento absoluto de los decretos y permite eludir el problema del paro mediante ejecuciones sumarias e ilegítimas.

Nadie se cree tampoco que a Chauchescu lo “ejecutó” el populacho. Pocos dudan que las enemistades étnicas de Ruanda y Burundi fueron alentadas por los intereses antagónicos de las multinacionales sobre las minas de Coltan. Vergüenza nos produce acordarnos de que las “armas de destrucción masiva” de Irak no existían y que Ben Laden no estaba en Afganistán.

Lo que tal vez sí le parezca más novedoso al lector es el dato de que a Pablo Escobar lo asesinaron (eufemísticamente, lo abatieron en un tiroteo) justo después de su anuncio de saldar la deuda externa de Colombia y que este señor había realizado una obra social (construyó barrios para pobres) que ningún presupuesto público se atrevía a efectuar durante el “estado del bienestar” y mucho menos ahora.

Tampoco se ha propagado mucho la hipótesis que flota en el aire (por así decirlo) de que la catástrofe del petrolero “Prestige” frente a Galicia fue causada por una decisión del Gobierno (léase Partido Popular, por mandato expreso de la Casa Blanca) en la que incurrió, no por despropósito trágicamente desafortunado, sino en un intento de que nunca se llegue a saber la verdad. Esa verdad sumergida, naufragada, sería precisamente que las armas de destrucción masiva que se iban a “encontrar”, después de arrasar Irak, serían suministradas por los bajos fondos del Prestige.

Debe, asimismo, tomarse en consideración la hipótesis de la experimentación en humanos como única explicación posible de que los presos islamistas de la guerra de Afganistán cumplan condena en un campo de concentración global (Guantánamo), donde teóricamente no serían aplicables los Derechos Humanos.

Podríamos preguntarnos, para no finalizar, por qué Osama Ben Laden acude a los medios, justo a tiempo de dar un empujoncito electoral a su fiel amigo Bush, en vísperas de las elecciones de 2004. A raíz de eso, es necesario reabrir el caso de los atentados de 2001. Según Tariq Ali75, Osama se encuentra sano y salvo en Arabia, con su familia (nunca salió de allí). Podemos preguntarnos si Ben Laden trabaja para Bush o son los Bush los que trabajan para los Ben Laden (como afirma en su películadocumental Michael Moore).

Es trabajo del economista y, en general, el investigador en Ciencias Sociales, determinar a quién favorecen los turbios acontecimientos y mediante qué mecanismos se implican los medios de comunicación. El científico, en tanto que intelectual disconforme con el orden establecido, no puede desdeñar la labor de los activistas (y viceversa).

Por eso estaba previsto que la dedicatoria de este libro recordara a la víctima mortal del activismo antisistema de la era global, Marco Giulliani. No estando muy claro si este ensayo sería digno de tal ofrenda, he preferido dejarlo sin dedicar. A finales de los 60 y principios de los 70 también se ejerció la violencia contra la gente que protesta por el drama humano del capitalismo.

Con la mención a ese drama he iniciado mi reflexión y del mismo modo termina. Es necesario advertir que tal vez no todas las empresas rentables son perjudiciales para el medio ambiente o la justicia, que no todo el aparato estatal está al servicio de “oscuros intereses”, que los Organismos internacionales están simplemente en una fase inicial e infame de su prometedor relevo, que los intelectuales de la Economía no son un comando bajo las órdenes de la reacción y que la iniciativa del ciudadano no está, por el momento, tan adormecida como para equipararnos a rebaños.

He expuesto algunos ejemplos de ineficiencia y de engaños que se esconden bajo las buenas noticias, pero existen acciones certeras y dignos cumplimientos que no llaman tanto la atención. Incluso en situaciones llamativas, como la catástrofe asiática del maremoto de diciembre de 2004, se pone de manifiesto el carácter solidario de las gentes y la faceta humanitaria del ejército. Tanto los despropósitos como los logros de justicia y bienestar, son ejemplos de incumplimiento de la lógica predicada por el paradigma del mercado. He de advertir, por último, que el fantasma del capitalismo no debe convertirse en un ser incorpóreo y sobrenatural, del mismo modo que el mercado lo ha sido hasta ahora; el capitalismo somos nosotros, así pues, cambiemos.

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