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Una revisión de la Economía dominante

Alfonso Galindo Lucas

PREÁMBULO

Vaya por delante que la pobreza es uno de los resultados y de las razones de ser del sistema económico mundial y que el drama humano es digno de mención preliminar, a pesar de no reflejarse fielmente en las cifras más difundidas.

Aunque el propósito inicial de esta obra era reivindicar las diversas facetas de la injusticia social y, en cierto modo, el estado de desconcierto intelectual de una generación de licenciados, formados toda su vida con cargo a presupuestos públicos, finalmente, la base de este trabajo es el replanteamiento de la disciplina científica desde la que se debe confrontar la realidad económica con los modelos teóricos recurrentes.

Muchos de nosotros, que nos íbamos a dormir con la parábola del prisionero y que cultivamos el individualismo como virtud y el oportunismo como signo de agradecimiento místico, nos hemos visto obligados a investigar por qué nuestras expectativas no se cumplieron. ¿Es este el eterno oficio del Economista, en el que, según el proverbio, debemos emplear la mitad de nuestro tiempo? Surgió la necesidad de Investigar por qué la “mano invisible” ha generado a su alrededor pobreza e injusticia en medidas crecientes y por qué aquellos que aprovecharon sus oportunidades no tienen hoy la conciencia tranquila.

Como otros muchos antecedentes, este trabajo se planteaba inicialmente una crítica al sistema. En virtud de ciertos razonamientos, el proceso de investigación se fue convirtiendo en una crítica a la ineficiencia del sistema. Como consecuencia de ello, la crítica se extiende a la evolución de la Ciencia Económica y, sobre todo, al uso que se hace de ella, en relación con el conocimiento que posee la población en general. He aquí que se vuelve a la idea de justicia y reivindicación, pero en una faceta acorde con los nuevos tiempos, relativa al reparto social del conocimiento (Touraine, 2004).

No es apropiado, por otra parte, deducir que el objetivo de este ensayo es de tipo eminentemente político, a pesar de que, a veces los políticos o sus políticas puedan no resultar muy bien valorados o los científicos puedan ser criticados de excesivamente politizados. A diferencia de algunos trabajos anteriores, no me ciño al esquema puramente empirista, pero el enfoque de este ensayo no deja de ser científico. Existe, por supuesto, en la determinación de la importancia de los hallazgos, un elemento moral, que es bastante convencional, carente de mayores sofisticaciones: La supeditación del lucro particular al bien común se considera el principal criterio general de eficiencia.

Los que en los años 80 empezamos la carrera de económicas o empresariales, nos fuimos acostumbrando a repetir proclamas y suponer que eran el resultado de concienzudos trabajos empíricos o incluso que eran nuestras propias opiniones las que enunciamos. Aunque no éramos muy conscientes, propiciábamos pasivamente la implantación de prejuicios teóricos; en definitiva, hacíamos política y no investigación. Pronto empezamos a sospechar que nuestros dogmas eran inculcados a petición de gente poderosa, aunque este encargo es una desviación tal vez menos explicita y más efectiva que las demandas de los “ciudadanos de a pie”.

Ahora muchos están volviendo a Marx, tras afrontar las críticas de que sus conocimientos no están actualizados, pero esto se sigue considerando un retroceso aún mayor, se busca desesperadamente un nuevo paradigma. No es bueno olvidar, sin embargo, que los mejores economistas han sido marxistas y los mejores marxistas eran economistas. Pero el marxismo mal entendido nos puede llevar a un determinismo excesivo y a una predisposición fatal hacia el conflicto, que llegaría a favorecer determinados intereses poderosos.

La evolución de la Economía como Ciencia describe una tendencia muy marcada hacia la corrupción, hacia la superstición, la persecución, lo que Carl Sagan denominó la “anti-ciencia”. Sin embargo, en este ensayo trato de exponer las oportunidades que tenemos los economistas, no sólo de aparentar (como hasta ahora hemos hecho), sino de estar en posesión de las verdades más trascendentales para la humanidad actual y futura.

El título de esta obra hace referencia a lo que, hasta el momento, ha sido la piedra filosofal (que no angular) de la Ciencia Económica durante mucho tiempo: El mercado. Cuando hablamos de “utopía”, nos referimos a una palabra inventada por Thomas More en 1516, para designar a algo que, literalmente, no está en ninguna parte.

A raíz del famoso ensayo, la palabra utopía, ha adquirido connotaciones de algo que se considera deseable. Efectivamente, el mercado es algo deseable, más deseable en la medida en que más presente esté y mejor funcione. Como es lógico, este no es un ensayo destinado a explicar las cualidades del mercado eficiente (amplitud, transparencia, profundidad, etc.), primero porque existe una infinidad de magníficos tratados sobre ese tema y, segundo, porque es más urgente comprobar si se está poniendo o es posible poner en práctica una institución con semejantes cualidades; en caso contrario, no estaríamos ante un concepto científico, sino teológico. Primero hay que cerciorarse de la existencia de algo y luego describirlo. El mercado, como cada uno de sus términos relacionados, comparten, en el sistema actual, algo de la naturaleza de los dioses, puesto que, en la opinión general, primero se cree en el mercado, luego se comulga con él y después se estudian sus características. Citaré algún ejemplo de entre los trabajos célebres, minuciosamente elaborados, en los que se da por sentado que los mercados asignan recursos eficientemente. Sin embargo, hoy parece demostrado que el mercado, de tan deficiente como se nos presenta, se caracteriza más por su ausencia que por sus fallos.

Por lo tanto, lo que me propongo no es, como en otros, mostrar lo que se puede encontrar el sujeto económico en su interacción con otros agentes, en un para- digma ideal y munificente: el mercado, el verdadero mercado; ese mecanismo que, como un demiurgo, sentencia de forma inapelable cuál es el precio justo de cada bien. Previa a este tipo de análisis es la crítica de los límites materiales y formales de la disciplina científica, puesto que, al hablar de Economía, estamos refiriéndonos al desarrollo humano, a la naturaleza humana (Heilbroner, 1968) y a todo lo que a ésta preocupa.

En el capítulo sobre metodología, expongo la necesidad que existe en las Ciencias Sociales de realizar trabajos teóricos tendentes a formular hipótesis razonablemente probables, sin necesidad de experimentar y comprobar, uno por uno, los pasos del método empírico. Es bien cierto que en este libro no se están exponiendo hechos fehacientemente cuantificados, ni modelos capaces de predecir un dato, sino que se están haciendo advertencias acerca de la evolución de nuestra Ciencia, en relación con su entorno real. Son la historia y el sentido común los laboratorios apropiados, si es que, ante la urgencia, cabe alguna experimentación.

Buena parte de este libro puede considerarse una recopilación revisada de versiones de trabajos anteriores, que aparecen debidamente reseñados. De ellos, muchos se elaboraron (y algunos llegaron a estar publicados) para secundar iniciativas coordinadas por Julio Pérez Serrano, de la Universidad de Cádiz. Por eso es pertinente comenzar agradeciendo a Julio y su equipo la oportunidad de permitirme plantear ciertas cuestiones en el foro abierto por los historiadores a todas las demás discipli- nas. Por los mismos motivos, las publicaciones y actividades organizadas por Juan Carlos Martínez Coll y su grupo de investigación “eumed.net”, han sido el destino de muchos de dichos trabajos previos. Una de las finalidades de la obra es ofrecer el enfoque subyacente a una serie de trabajos de temática aparentemente dispersa, que sin embargo, desde una perspectiva conjunta, han venido a completar un proceso de reflexión interdisciplinar, asumido por el autor, pero compartido. En el caso concreto del tercer capítulo, es preciso agradecer particularmente a Rafael Gómez Sánchez su colaboración, de la misma forma que a Elia Manuela Mera, con respecto al capítulo X y parte de los dos precedentes. Han aportado mucho a esta obra una multitud de personas, unos son amigos, otros casi desconocidos, con quienes he conversado puntualmente, en provecho de reflexiones posteriores. Es cronológicamente más cercano el apoyo y la ayuda de Arno Tausch, de la Universidad de Innsbruck, aunque posiblemente su ejemplo ha sido la más valiosa y definitiva razón para que este libro se publique. Debido al hecho de la “compilación” de trabajos míos poco conocidos, algunos de los casos que se comentan llegan a ser poco recientes y la mayor parte de la crítica que se hace expresamente al Gobierno, se ejerció durante las legislaturas del Partido Popular.

En la crítica al enfoque institucionalista, me animó bastante la conversación mantenida con el profesor Greenwood, de la universidad de Alberta, a quien expuse sucintamente estos planteamientos y me respondió pensativo “maybe you’re right, maybe you’re right”. En último término, el volumen y la idiosincrasia de esta obra no tendrían mucho sentido sin esta crítica teórica, que se ejemplifica una y otra vez. Por último, los medios aportados por la Universidad de Cádiz han sido decisivos para la consulta de antecedentes y la elaboración de contenidos. En este sentido, también ha sido útil, directa o indirectamente, la financiación de la Junta de Andalucía a determinados proyectos de investigación.

El contenido de este libro pretende redistribuir el conocimiento acerca de cosas que, en su mayor parte, son asuntos “que ya se conocían”, aunque entiendo que la forma en que se han compendiado transmite una idea nueva que era necesario formular: La Economía actual es la alquimia de la futura Ciencia Social. Al igual que en otras obras, que inician su contenido justificando el carácter científico de lo que sigue, el esquema que se ha adoptado empieza por el planteamiento teórico. Por motivos de comprensión, se ha optado por plantear primero la discusión sobre la validez científica del enfoque que se adopta comúnmente, para abordar, sobre la base de esta crítica, el estado actual de la discusión acerca de temas claves. El punto de vista adoptado en el capítulo II se justifica mediante multitud de ejemplos de la segunda parte.

Este orden definitivo entre las dos partes es inverso al que ha producido el proceso lógico seguido en realidad, pero parece más didáctico. Es decir, para llegar a preferir un método de investigación ha sido necesario recopilar evidencias y analizar fragmentos de realidad; a efectos de exposición, es preferible, en cambio, defender primero dicho método y demostrar luego que es el más capaz de explicar los “hechos estilizados”.

En cuanto al lenguaje utilizado, suele ocurrir que para un determinado público resultará demasiado técnico y para otros excesivamente coloquial. Recuerdo un manual de Macroeconomía en el que se daba la siguiente recomendación: Si no es capaz de comprender alguno de los párrafos, no es grave que se lo salte. Por eso creo que para cualquier público, la lectura global de la obra merecerá la pena.

Las características que van a ser destacadas del complejo sistema económico actual se expondrán en el siguiente orden: La tecnología, el comercio internacional, el Estado, el Sistema Financiero, el panorama empresarial, la mano de obra, el sector no-gubernamental y el medio ambiente. A continuación, se hace inevitable un apunte de matiz más político, que no pierde de vista el método de análisis y que evita adoptar cariz panfletario. Todas ellas son cuestiones que he considerado dignas de comentario, por lo que de novedoso pueden aportar a debates actuales.  

 

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