LAS FLECHAS

La pirámide de los objetos económicos.

Propuesta:
Los objetos económicos pueden clasificarse de forma ordenada en seis niveles: tiempo, energía, saber, instrumentos, derechos y dinero. Esta clasificación es válida tanto si los consideramos necesidades, recursos, fines, medios o factores productivos.

En el escalón base encontramos la necesidad más básica de todas: sobrevivir, mantener en funcionamiento nuestro sistema biológico, prolongar el tiempo de vida, ganar tiempo. Quizá los economistas no hemos considerado al tiempo como una necesidad por suponer implícitamente que “está dado” o que resulta trivial esta inclusión. Quizá no se incluye al tiempo en las clasificaciones de las necesidades económicas por pensar que es una necesidad física, no económica, ajena a nuestra disciplina ya que son las leyes de la física las que exigen que dispongamos de él para poder existir; en efecto, si hacemos un análisis suficientemente profundo podríamos llegar a decir que el tiempo es una necesidad que compartimos con todos los objetos físicos ya que para que exista algo físico es necesario que tenga una duración en el tiempo. En nuestro análisis, en cambio, lo consideramos la base de todas nuestras necesidades. Para conseguir más tiempo de vida utilizaremos determinados medios que son las necesidades clasificadas en los escalones superiores. En el análisis de los factores productivos clásicos se puede encontrar a veces alusiones al tiempo como forma de medir el factor: tiempo de trabajo, tiempo de uso del capital o de la tierra.

En un segundo escalón de las necesidades incluimos lo que requiere el primer escalón: para obtener tiempo de funcionamiento de nuestro sistema biológico es necesario proporcionarle energía. Aquí podemos incluir el alimento, la respiración, el mantenimiento de la temperatura corporal e incluso la protección de lo que pueda dañar o perjudicar el funcionamiento del sistema biológico. También debe incluirse en este nivel la energía necesaria no sólo para la prolongación de la vida sino para su reproducción y multiplicación. Este escalón es compartido por todos los seres vivos incluyendo los vegetales. En realidad es una necesidad química, impuesta por las leyes de la química, por lo que la teoría económica tradicional tampoco le ha prestado mucha atención, pero para nuestra argumentación es imprescindible que tengamos en cuenta la energía ya que, en efecto, la actividad económica tiene que satisfacer esa necesidad. Conviene dejar explícito que no nos referimos a la gasolina o a la electricidad sino exclusivamente a la energía química requerida por nuestro sistema biológico. En la clasificación tradicional de los factores productivos, la energía aparece identificada de alguna forma con el trabajo y, quizá, con la tierra.

En el tercer escalón incluimos lo que permite obtener con más eficacia las necesidades del segundo escalón, es decir, las informaciones en forma de saber. Saber qué nos puede proporcionar energía, cómo obtenerla, saber qué es peligroso para nuestra supervivencia y cómo defenderse o huir de los peligros. Compartimos este nivel con los animales que también aprenden durante su vida qué pueden comer, cómo cazar, cuándo deben cobijarse del sol o los enemigos. Por saber nos referimos a lo que algunos economistas (Hayek) llaman conocimiento tácito, es decir, a una información que está almacenada en el cerebro y que no está sistematizada ni codificada. En el análisis de los factores productivos clásicos se suele incluir el “know how” o “saber hacer” bien como parte del factor trabajo o como un factor adicional.

En el cuarto escalón incluimos los instrumentos que utilizamos. Son objetos que contienen informaciones en forma de tecnología, conocimientos y logística. Incluyen las flechas para cazar, los vestidos y las viviendas. Se incluyen también las instrucciones de uso de esos instrumentos que han sido articuladas para que podamos entenderlas. Se incluye también la ordenación en el espacio y el tiempo de esos instrumentos. En otras palabras, en este escalón están las informaciones en forma de tecnología, conocimientos y logística. Las necesidades del cuarto escalón no las tienen los animales, pero sí las experimentaron también los homínidos con cultura paleolítica que nos precedieron. Los contenidos de este escalón, considerados como recursos, se corresponden con el factor capital, pero conviene insistir en la diferencia de nuestro enfoque que ya ha sido expuesta en capítulos anteriores: Por una parte, aquí consideramos que la capacidad productiva del capital se debe única y exclusivamente a las informaciones que tiene incorporadas y por otra, consideramos que todo objeto modificado tecnológica o logísticamente, es decir, todo instrumento (un reloj de pulsera, una manzana asada), tiene capacidad productiva y de forma más o menos directa participa en los procesos productivos por lo que puede ser considerado también capital sea quien sea su propietario.

En el quinto escalón incluimos los derechos. Las informaciones que están almacenadas en los cerebros de las demás personas y nos permiten la adquisición, control y uso de los instrumentos del cuarto escalón. La necesidad de derechos ha sido percibida por los seres humanos desde su aparición, hace algo más de diez mil años. En los manuales de economía los derechos no suelen ser incluidos entre las necesidades ni entre los factores productivos pero a partir de Coase (1960), en el campo del Análisis Económico del Derecho aparecen diversos análisis que de forma implícita le dan un tratamiento como fin o como medio productivo, como instrumento e incluso como mercancía susceptible de intercambio.

En el sexto escalón, en la cumbre de la pirámide, está el dinero, los derechos financieros. Es un derecho a adquirir derechos en el futuro. Los derechos financieros son también información almacenada en el cerebro de los demás ya que consiste en que los demás reconocen que yo puedo pasar a ser propietario de una cosa si entrego a cambio de ella una cantidad de dinero. El dinero es la forma codificada en que se representa el derecho financiero. El dinero se inventó hace unos tres mil años y desde entonces ha sido una necesidad para todos los que conocemos su existencia, su utilidad y su eficacia. Al considerarlo como factor productivo en la clasificación tradicional, es llamado capital financiero.

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