LAS FLECHAS

La dignidad humana

Propuesta: Si cambiara la cultura de la sociedad en que vivimos y se reconociera a todos sus miembros su capacidad informativa, si el sistema educativo les formara para ello, la eficiencia social aumentaría de forma extraordinaria.

Considero oportuno introducir aquí un comentario-conclusión sobre lo dicho hasta ahora que inevitablemente y explícitamente está basado en juicios de valor. Creo que considerar a todos los seres humanos, incluyendo a los llamados trabajadores manuales, como simultáneamente planificadores, comunicadores y tecnólogos, implica un reconocimiento de la dignidad humana más elevado que la visión dominante de nuestra sociedad.

Los que consideran que lo único valioso del trabajador, lo único por lo que hay que pagar a los trabajadores, es su tiempo y sus movimientos, están de hecho humillando de forma insultante la dignidad y autoestima de los trabajadores. Esa consideración es general y la comparten personas con ideología de izquierda y de derecha, liberales y socialistas, empresarios y trabajadores, dirigentes y dirigidos.

En los contratos de trabajo, por ejemplo, se establece un número de horas semanales durante las cuales los obreros obedecerán órdenes y realizarán actividades que en ocasiones están detalladas y limitadas en el propio contrato, especialmente en el caso de los contratos colectivos. Esta redacción de los contratos laborales pone de manifiesto que esa concepción humillante de los trabajadores es compartida por los empresarios y por los propios trabajadores y sus representantes. Posiblemente esa consideración del trabajador proviene de la clasificación por Adam Smith de los factores productivos en tierra-trabajo-capital; es una idea que ha penetrado profundamente en nuestra sociedad y forma parte de todas las ideologías incluyendo las ideologías socialistas e impregna la práctica sindical y la imagen que los trabajadores tienen de sí mismos.

Es muy cómica, a la vez que amarga, la caricatura del trabajador que hizo Charles Chaplin en la película "Tiempos Modernos". Es la imagen de un hombre inserto como una pieza en el engranaje de una máquina, realizando los movimientos requeridos en el tiempo indicado. En esa película, el protagonista se transforma realmente en un autómata que continúa realizando los mismos movimientos cuando deja de trabajar.

El concepto de trabajador-autómata parece haber penetrado también en la mente y cultura de muchos trabajadores en el mundo real. Han aceptado y se identifican con ese rol. Muchas personas se consideran a sí mismas como trabajadores-autómatas y no se creen capaces de elaborar sus propios planes por lo que esperan continuamente que les indiquen qué es lo que deben hacer y cómo deben hacerlo con el mayor detalle posible. Las deficiencias de la formación que han recibido han reforzado esa baja autoestima paralizante. Tanto la formación que han recibido de sus padres y familia, como la que han recibido a través del sistema educativo, como la que han recibido de la sociedad en su conjunto, como la que reciben en la empresa en la que entran a trabajar... todas las visiones que se le dan implican su incapacidad como planificadores de su propia actividad productiva.

Pero en la realidad, cualquier trabajador, aunque esté inserto en una cadena de montaje tayloriana, tendrá que poner en funcionamiento con mayor o menor frecuencia o intensidad su capacidad planificadora para resolver problemas, para definir unos fines y unos medios de alcanzarlos, y su capacidad comunicadora para transmitir informes y datos a sus compañeros, subordinados o jefes. Los trabajadores que sean conscientes y acepten que esas tareas forman parte inseparable de su actividad laboral estarán mejor preparados, serán más productivos y estarán más satisfechos de sí mismos. Y las empresas que tengan en cuenta esto serán mucho más eficientes y tendrán mayor capacidad de supervivencia. Es por eso que el taylorismo fue abandonado y substituido por otras técnicas de organización del trabajo y de administración de recursos humanos.

Si cambiara la cultura de la sociedad en que vivimos y se reconociera a todos sus miembros su capacidad informativa, si el sistema educativo les formara para ello, la eficiencia social aumentaría de forma extraordinaria.

Nota: La legislación laboral vigente parece ser muy poco adecuada para regular el tipo de relaciones que aquí se describen, la colaboración y el reparto de derechos entre comunicadores, planificadores y técnicos. El derecho laboral vigente tiene como objetivo principal defender los derechos de unas personas que actúan como robots mecánicos cuarenta horas a la semana, no de unos individuos que colaboran en equipo con otros para planificar la obtención de ciertos objetivos. Esa inadecuación está provocando que cada vez más se substituyan contratos de tipo laboral por contratos de tipo mercantil, la subcontratación. La ciencia de la administración empresarial ha prestado recientemente una gran atención a ciertos fenómenos que son cada vez más frecuentes: el downsizing –la reducción del número de trabajadores y su substitución por subcontratas- y el outsourcing –subcontratación en el exterior de servicios y productos que antes se producían internamente.

Es necesario cambiar urgentemente y de forma radical la imagen que los trabajadores tienen de sí mismos. Todos los individuos, sea cual sea el puesto que ocupen en el sistema económico, necesitan estar más preparados y conocer técnicas de comunicación, de relaciones humanas y de planificación de tareas. Todo el que se considere a sí mismo un "trabajador manual" debe tomar conciencia del extraordinario valor real de su saber y de sus conocimientos. Del análisis que hemos hecho hasta aquí parece deducirse que la productividad del individuo, de la empresa y de toda la sociedad humana aumentaría muchísimo si se generalizara la idea de que el único factor productivo es la información, la idea de que la capacidad productiva de los individuos depende de su capacidad de manipulación de información, la idea de que todos los trabajadores tienen que ser comunicadores y planificadores además de técnicos.

La generalización de esa idea, sin embargo, puede resultar difícil y requerir mucho tiempo. A corto plazo, el cambio de mentalidad de las personas que ya están en su madurez productiva sólo podría conseguirse mediante el estímulo de sus empresas y sus líderes sindicales. A largo plazo sería necesario la introducción de cambios y una mayor inversión social en el sistema educativo.

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