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En este trabajo se pone en tela de juicio la posibilidad de transformar en
México la inversión extranjera directa, dentro del mito de la globalización, en
la palanca de desarrollo nacional, lo que coloca en una posición “incomoda” la
tesis neoliberal, que sostiene que el bienestar social y el crecimiento
económico no depende de las instituciones estatales, sino del mercado
desregulado, transformando en un protagonista principal a los inversionistas
extranjeros. Palabras clave
Globalización, inversión extranjera directa, regionalización, neoliberal, México
Introducción
En el mundo actual, esta sucediendo es una regionalización de la economía
internacional, desde donde se pretende organizar a las fuerzas del mercado para
garantizar beneficios a las empresas transnacionales, evitando los efectos
negativos, derivados de una competencia abierta del comercio, lo cual se ha
buscado hacer compatible con el bienestar de las diferentes poblaciones de los
países que forman parte de cada una de las regiones comerciales. La palabra globalización se ha “popularización” y esto ha sido posible por su
uso indiscriminado en diferentes ámbitos; lo que ha provocado que todo lo que
sucede en el mundo social y empresarial se le etiquete con dicha palabra. Lo que
en realidad esta sucediendo es una creciente mercantilización de la vida social,
lo cual se ha reflejado en las políticas económicas, adoptadas por los gobiernos
de los países “emergentes” pro-apoyo al mercado con la firma de tratados
comerciales supranacionales, colocando a la inversión extranjera directa como la
principal palanca del desarrollo nacional y mundial.
El objetivo de este trabajo es poner en tela de juicio la posibilidad de
transformar en México la inversión extranjera directa en la palanca de
desarrollo nacional, lo que coloca en una posición “incomoda” la tesis
neoliberal, que sostiene que el bienestar social y el crecimiento económico no
depende de las instituciones estatales, sino del mercado desregulado, que ha
transformado en un protagonista principal a los inversionistas extranjeros.
Por otro lado, otra evidencia que se incluye dentro de la palabra globalización
es que las empresas nacionales han adquirido un perfil transnacional como
resultado de las alianzas que realizan con las empresas extranjeras y que basan
su éxito en la exportación, otra evidencia que es identificada con la
competitividad.
Empero, no se toma en consideración el carácter concentrador del capital, lo
cual se refleja a nivel espacial y en algunas ramas de la producción, lo que
favorece la reproducción de la desigualdad social y regional. Es decir, el
equilibrio de la oferta y de la demanda no significa el fin de los
desequilibrios regionales.
Entonces el uso ideológico de la palabra globalización para clasificar hechos
naturales, sociales y económicos, que suceden en el mundo, no toma en cuenta que
aquellos son resultado de un proceso socioeconómico. Por eso, resulta imposible
comprender lo que hay de nuevo en ése proceso.
En los apartados siguientes se analizará la globalización como un proceso
socioeconómico, lo que permite plantear la siguiente hipótesis: la globalización
económica ha sido un proceso impulsado por la política económica neoliberal, que
ha mitificado a la inversión extranjera al ser considerada como una palanca del
desarrollo nacional. La ideología de la globalización económica
Desde un punto de vista general, resulta común encontrar en la literatura
económica ideológica una definición de la globalización económica realizada a
través de sus características: el crecimiento de los flujos financieros, así
como de los bienes y servicios, que cruzan las fronteras políticas de una región
o país; lo que se supone que ha permitido un acceso mayor de parte de los
consumidores a una variedad de mercancías provenientes de diversas partes del
mundo; el uso masivo del correo electrónico que permite a los individuos
comunicarse entre sí más fácilmente y a un bajo costo a cualquier parte del
planeta; pero con la red, por ejemplo, se puede conseguir información de una
gran diversidad de fuentes, acortando las fronteras artificiales y culturales,
pero lo más importante, desde el punto de vista de los negocios, es que permite
también la realización de diversas transacciones comerciales.
Sin embargo, dichas características aparecen en un mundo que ha adoptado,
después de la caída del Muro de Berlín, un sistema económico y político,
identificado con el modelo de organización política y mercantil, llamado
democracia liberal y mercado (Amalric, 2004: 1).
Un proceso que aparentemente unifica mercados nacionales mediante el
establecimiento de una uniformidad en el consumo de mercancías producidas para
atender a una demanda específica y no a una demanda masiva, prototipo del modelo
de producción fordista, así como una producción que se desarrolla a bajo costo
en los países subdesarrollados.
Pero los partidarios de la globalización económica tienden a clasificar como
características positivas la facilitación de la comunicación entre las personas
y, al mismo tiempo, la desregulación de una parte importante de las
transacciones comerciales y financieras a través de las fronteras nacionales,
facilitado por la organización de los países en bloques comerciales.
De esta manera, las empresas encuentran facilidades, tanto para exportar como
para importar, y el capital financiero británico o norteamericano, por ejemplo,
invierte su dinero con ciertas facilidades, ante la ausencia o debilidad de las
regulaciones estatales, tanto en Asia como en América Latina; sobre todo, en
actividades especulativas. Esto en realidad significa que los costos por
realizar dichas transacciones han disminuido (Almaric, 2004).
Las causas de por qué se han reducido los costos de las transacciones se
desprenden de las innovaciones tecnológicas (el uso de tecnología digital como
las computadoras) y de los cambios institucionales. Pero ¿cuáles son ésos
cambios institucionales? Son las políticas públicas que buscaron la
desregulación y la liberalización de los mercados nacionales, recordando que
después de la Segunda Guerra Mundial y hasta 1973, el movimiento del capital
dentro de un país, se encontraba regulado por el Estado.
Dichos controles, en los países más desarrollados, se empezaron a abolir: en
Alemania en 1973, Estados Unidos en 1974, Inglaterra en 1979, Japón en 1980, y
Francia e Italia hasta 1990. Por su parte, los países latinoamericanos, lo
hicieron durante la década de los ochenta del siglo XX, como respuesta a sus
crisis económicas, que coincidieron con el establecimiento a escala continental
del modelo de la democracia liberal y mercado .
Por otro lado, el incremento transnacional de las actividades comerciales no es
un fenómeno nuevo ya que después de la Primera Guerra Mundial se aceleró el
comercio mundial y el desarrollo de las corporaciones multinacionales tuvo su
apogeo en los años cincuenta y sesenta del siglo XX.
Sin embargo, es conveniente hablar de la globalización económica neoliberal, que
ha sido vinculada con la desregulación económica en una escala amplia, la que ha
sido comandada por el sector financiero y especulativo internacional, apoyado en
el poder militar y político de los Estados Unidos, mediante instituciones como
el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), todo ello tiene
su base tecnológica, pero también institucional, lo que ha obligado a los países
subdesarrollados a establecer medidas de gobierno favorables a la desregulación,
privatización, y liberalización de sus respectivas economías, lo cual resulta de
suma utilidad para el incremento en la competencia entre las firmas y para
aprovechar las ventajas del llamado libre comercio, sancionado por tratados
supranacionales.
La desregulación estatal también se le relaciona con el fin de la creencia que
sostenía que el Estado no solamente debería de garantizar el orden sino la
seguridad social de sus gobernados. Ahora, debe de garantizar el régimen
económico neoliberal y los derechos de propiedad, incluyendo la vida de los
propietarios, castigando más a la pobreza y a la indigencia (Esping-Andersen,
1993). El fin de la creencia en el desarrollo social estatal
La globalización económica impulsada por la política económica neoliberal ha
representado el fin de una creencia que consideraba al Estado como el principal
regulador del mercado o de la actividad económica. Esta creencia se empieza a
desvanecer, en los años setenta del siglo XX, cuando en los países desarrollados
aparece el fenómeno de la "estanflación": inflación sin crecimiento, donde el
estado-nación no pudo garantizar el crecimiento económico ni el pleno empleo,
comenzando la era de los gobiernos neoliberales, en los años 80 del siglo
pasado, tanto en los Estados Unidos como en la Gran Bretaña (Harvey, 2005:
64-86).
Por otro lado, los llamados "Tigres de Asia" , al adoptar un modelo de
desarrollo basado en las exportaciones, sirvió también para que la ideología del
“libre mercado” se consolidara, desligitimando a la ideología del Estado
intervencionista en la economía, recibiendo un nuevo aliento, a fines de los
años ochenta, con el derrumbe de los regímenes de la “cortina de hierro” de la
Europa central y del este, consolidando el triunfo político de los partidarios
de la instrumentación de políticas económicas neoliberales, como la
liberalización comercial, acompañada de la desregulación y la privatización de
las empresas de propiedad estatal.
Pero, la presencia del Estado, dentro de la rivalidad surgida después de la
Segunda Guerra Mundial entre los Estados Unidos y la ex Unión Soviética,
sintetizada como el enfrentamiento entre Este-Oeste, capitalismo contra el
socialismo, fue reforzada por el poder militar y, a su vez, por la necesidad de
controlar a sus sociedades para evitar que cayeran en el otro bando . En otras
palabras, fue también una necesidad política para mantener un equilibrio
sustentado en el terror de una guerra de exterminio total, donde los incentivos
para incrementar el gasto militar eran sumamente altos.
Ahora, desde un punto de vista político, la globalización económica,
identificada también con la revolución tecnológica digital, junto con el
dinamismo del intercambio mercantil y el flujo del capital financiero, ha
restado importancia a las fronteras del Estado-nación, porque se ha buscado que
el Estado tenga menos autonomía para controlar los procesos económicos y
sociales que se desarrollan en su territorio.
Sin embargo, después de los acontecimientos del 11 de septiembre del 2000,
ocurridos en la ciudad de Nueva York, el gobierno estadounidense y sus aliados,
reforzaron el aspecto punitivo de la acción estatal, lo que solamente se usaba
para controlar los conflictos que surgían entre las masas de los pobres,
extendiéndose más allá de sus fronteras y legitimando el discurso de la
seguridad nacional por encima de los derechos civiles (Lyon, 2003: 33-39).
Pero sin ánimo de generalizar, América Latina es una región donde el Estado ha
jugado un papel importante, no solamente en el impulso del anterior modelo de
desarrollo, el de sustitución de importaciones, sino en el sostenimiento de las
instituciones de protección o seguridad social, a pesar de los problemas que
tuvieron para establecer su universalización. Pero ahora dicho papel se ha
debilitado por las políticas que se instrumentaron para desregularizar la
actividad económica, introduciendo los mecanismos de mercantilización en la
misma seguridad social.
El nuevo rol o papel que tiene que asumir el Estado se relaciona con la
formación de una agenda llamada negativa. En otras palabras, el Estado debe de
asumir los costos negativos o las externalidades negativas de la globalización:
el deterioro del medio ambiente, la pobreza, la migración, el narcotráfico, el
terrorismo, etcétera, y bajo algunas coyunturas, con la ayuda de las agencias
internacionales y otros gobiernos, hacerle frente a ésos peligros (SELA, 2004:
3).
Existe, por tanto, una cruzada contra el Estado o el sector público y esto se
refleja en el contenido del Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI), donde se
deja en libertad a los inversionistas internacionales porque tiene el carácter
de un tratado superior a las legislaciones nacionales y esto sucede en un país
desarrollado como lo es Francia.
De esta manera, el AMI sería un tratado de referencia y los tratados bilaterales
y multilaterales serían subsidiarios; además, el tratado impondría a los Estados
la sumisión incondicional a un arbitraje internacional, la limitación a la
posibilidad de formular excepciones, es decir, los monopolios, tanto privados
como públicos, deberán de establecer sus precios de acuerdo a criterios
comerciales y no siguiendo principios como el de la igualdad de los ciudadanos
ante la prestación de los servicios públicos. Y las excepciones solamente se
admiten en temas militares y de seguridad (Albala, 1998: 12).
Lo anterior muestra como la desregulación puesta en marcha en el mundo persigue
la neutralización de las instancias nacionales para ceder su sitio a entidades
administrativas privadas a beneficio de un orden supranacional, donde predomina
la visión mercantil; lo cual se ilustra con la firma del acuerdo del 15 de
febrero de 1997 en el seno de la Organización Mundial de Comercio (OMC) para la
liberalización completa a escala planetaria de las telecomunicaciones.
Los Estados Unidos, en nombre de la legislación anti-trust del Congreso, le
confirió a la American Telegrah and Telephone (ATT) el mercado norteamericano y,
en el campo de la informática, a la empresa IBM. De esta manera, la estrategia
quedó clara: transnacionalizar una empresa monopólica (Musso, 1998: 13, 21).
Por otro lado, la transnacionalización de las empresas ha configurado una nueva
regionalización mundial, favorable a una nueva jerarquía mundial, donde los
países que se encuentran en la cúspide, concentran gran parte de los beneficios
surgidos por la aparición de los bloques comerciales (Garrido, 2006: 17 y ss).
La nueva regionalización
La globalización económica neoliberal ha establecido nuevas jerarquías
económicas, debido al dinamismo comercial alcanzado por algunos países del
Tercer Mundo, como China y los Tigres Asiáticos, pero esta evidencia no
significo la finalización de la brecha entre los países subdesarrollados y
desarrollados porque se sigue reproduciendo el desempleo y la pobreza y los
movimientos migratorios de trabajadores sin papeles prosiguen desde las áreas
más marginadas hacia las más ricas.
En este último caso, los nuevos muros que se levantan en los países
desarrollados son ahora para detener el flujo de migrantes que provienen del
Tercer Mundo, además, que el tema se ha transformado en parte de la agenda de la
seguridad nacional, como lo ha expresado el gobierno estadounidense.
La remoción de regulaciones en el mercado nacional, su integración hacia otros
mercados, no es un proceso mágico, sino que tiene que ver con las decisiones
políticas. En este sentido, influye la demanda permanente del capital por eludir
los controles normativos e institucionales, debido a que la movilidad le sirve
para aprovechar las ventajas de localización, de transporte y comunicación, de
asociación entre firmas, de fragmentación de sus procesos productivos.
La globalización económica es una etapa del proceso de desarrollo económico
capitalista, donde las empresas transnacionales que controlan la alta
tecnología, el capital y la información especializada, se encuentran al frente
del proceso desde sus principales centros urbanos como Nueva York, Londres,
Tokio, Zurich, Francfort . De este modo, la manera de operación de las empresas
transnacionales en los diferentes países es mediante la segmentación
interdependiente.
En la nueva configuración de la jerarquía regional han influido los expertos en
economía o los tecnócratas, que se han convertido en asesores gubernamentales o
en funcionarios de gobierno, para poner en marcha reformas económicas acordes
con los lineamientos de la política económica neoliberal, promovida por las
instituciones financieras internacionales (Jovel Reyes, 2004: 1).
Sin embargo, la nueva jerarquía regional también se vincula con las nuevas
formas de organización de la producción.
La producción en masa, basada en la estandarización de las mercancías o
productos, fue una característica del modelo de producción fordista, donde a los
trabajadores se les asignaban sus tareas de una manera estricta, además de
utilizar maquinaria especializada por cada producto, sus lazos con el mercado
interno eran mayores y gozaban de los beneficios de una política proteccionista
frente a los bienes y servicios externos (Kiley, 1998: 97).
Pero a fines de los años sesenta, el poder económico de los Estados Unidos
disminuyó; mientras, el de Japón se incrementó y los acuerdos económicos
internacionales de las posguerra se cayeron porque el sistema Breton Woods dejó
de fijar las tasas de intercambio entre 1971 y 1973, dando paso a le hegemonía
estadounidense a través del dólar, la referencia principal en el comercio
mundial (Gowan, 1999).
Los Estados Unidos devaluaron el dólar con respecto al precio del oro, mientras,
entre 1973 y 1974, el precio internacional del petróleo se cuadruplicó. Este fue
el contexto sobre el cual surgieron nuevos experimentos de reorganización
industrial llamados flexibilización.
Por eso, la llamada flexibilidad de los procesos productivos, teniendo como
fundamento los cambios tecnológicos, le ha permitido al capital disminuir sus
costos, incrementar sus ganancias y, al mismo tiempo, disminuir su dependencia
con respecto al comportamiento de la demanda local o nacional. En otras
palabras, sus lazos no se fortalecen a través de la expansión de la demanda
nacional, sino de su vinculación con el mercado internacional.
La flexibilización tecnológica incluyó el uso de computadoras dentro de la
manufactura, lo que permitió al capital disminuir la incertidumbre del mercado,
es decir, eliminar la subproducción o sobreproducción, lo que Influía, en
ciertas coyunturas, en la pérdida de mercados. Por esta vía se buscaba de nuevo
hacer coincidir la oferta con la demanda.
Así, por ejemplo, la industria automotriz japonesa Toyota, estableció un sistema
de producción, basado en las necesidades diarias, facilitando la fabricación en
el mismo día de la pieza que se necesitaba para el ensamblado.
Mientras, el criterio para reclutar a la fuerza de trabajo calificada fue
solamente la necesidad de darle una mayor continuidad al proceso de producción,
buscando la fabricación de una mercancía particular, es decir, cuando se
demandaba. Dichos trabajadores, formaban un grupo selecto, y por tal motivo, se
les garantizaba mejores condiciones laborales, con un entrenamiento constante y
con una paga mejor.
Empero, al margen de esos trabajadores privilegiados, existía una
subcontratación de trabajadores, con bajas remuneraciones, sin prestaciones y en
una situación de no acceso a la seguridad social. Por ejemplo, alrededor de la
empresa Toyota surgió una jerarquía de empresas subcontratistas, donde se
desarrollaban todas las labores secundarias.
Sin embargo, la globalización económica, en este caso, se ha manifestado por
medio de estrategias para competir, por ejemplo, la empresa Ford y la General
Motors, ante la competencia japonesa de la Toyota, la estrategia de
relocalización de sus procesos de producción tiene como finalidad abatir los
costos. El "auto mundial", por ejemplo, el Chevette Model, "...fue producido en
Estados Unidos, Alemania, Inglaterra, Japón, Australia, Brasil y Argentina..."
(Kiley, 1998: 102). La inversión extranjera y su mito
En los países subdesarrollados, la presión del BM y el FMI ha provocado que los
gobiernos reduzcan las restricciones a la inversión privada extranjera. Pero
esto no significa que la inversión foránea rebase en importancia a la doméstica.
Por ejemplo, de las 100 empresas más grandes del mundo se estimaba que alrededor
de 18 tenían inversiones en países extranjeros, sin embargo, una parte
importante de su producción se vende al interior de los países donde se
localizan sus matrices, es decir, en los países desarrollados.
Lo anterior significa que el capital se concentra en ciertas partes del mundo y
la dispersión es relativa, depende de las condiciones para abatir costos y
mantener altas ganancias. Mientras, los casos de desarrollo de países como Corea
del Sur y Taiwan responden más a una alianza entre el capital local y el Estado.
De este modo, en el cuadro 1 se puede observar el carácter concentrador de la
inversión extranjera directa proveniente de la APEC , por ejemplo, el sector
servicios es el que concentra un monto mayor de la inversión (23.9%), seguido
por la industria automotriz (11.9%) y el comercio de productos no alimenticios
al por mayor (5.8%). Este hecho también responde a la tendencia mundial de
servilización de las economías, sin embargo, en el caso México es resultado de
que se ha privilegiado más la inversión de carácter financiero sobre la
productiva, provocando que los incentivos para la innovación tecnológica sean
mínimos (Basave Kunhardt, 2006: 115).
Mientras, la industria automotriz dirige al exterior 81% de sus ventas, lo que
significa el uso de México como una plataforma de exportación, dejando de lado
la posibilidad de rearticular la economía mexicana a través de cadenas
productivas; además, las importaciones que realizan para su proceso producción
impiden que las industrias nacionales tengan un mayor impulso, considerando
también que las empresas al adquirir integrada la tecnología a las maquinarias y
equipos que adquieren en el exterior, con lleva a que el valor agregado sea bajo
( De los Ángeles Pozas, 2006: 82-83).
Sin embargo, algunas empresas automotrices recurren a la subcontratación, como
una manera de abatir costos, de tal manera que más de una empresa subcontratada
interviene en algunas partes del proceso productivo, como el caso de la planta
de Volkswagen de Puebla (De los Ángeles Pozas, 2006: 92).
Por otro lado, el espacio es importante en la dinámica concentradora de la
inversión extranjera directa, de tal manera que la ciudad capital, ver cuadro 2,
sigue siendo beneficiada en mayor media, lo que significa que los desequilibrios
regionales se reproducen y con ello queda en evidencia la escasa influencia de
la inversión extranjera directa en el desarrollo regional.
En el cuadro 2 se puede observar que el Distrito Federal concentró entre
1999-2000, el 59.8% de la inversión de los países de la APEC, seguido por el
estado de Baja California, cuya importancia territorial se debe también a su
cercanía con el mercado de los Estados Unidos, después el estado de Nuevo León,
donde se concentran los principales grupos empresariales mexicanos con un perfil
internacional, caracterizado por un aumento de las ventas externas, mientras,
disminuyen las exportaciones industriales desde México, es decir, no han
aumentado las exportaciones intrafirma de productos, por ejemplo,
semiterminados, como insumos para producir el producto final (Besave Kunhardt,
2006: 139).
Por otro lado, en el gráfico 1 se puede observar que la inversión extranjera
directa proveniente de los países de la APEC tuvo su mayor contribución para
México en 2001, para posteriormente perder importancia.
El capital se concentra en los países desarrollados pero dicho carácter no esta
ausente en los países de la periferia donde realiza sus actividades,
reproduciendo la desigualdad regional. Así, por ejemplo, China, México, Corea
del Sur e Indonesia, son favorecidos hasta cierto punto, por la inversión
extranjera directa, debido a la importancia de sus mercados internos y a su
cercanía con otros mercados más amplios. Para algunos inversionistas les resulta
atractivo el bajo costo de la mano de obra, sobre todo, si los procesos de
producción son intensivos en mano de obra. Esto significa que las mercancías de
bajo costo tienden a producirse en las zonas donde predominan los bajos
salarios.
El desarrollo de los países del Este de Asia fue posible por los subsidios que
recibieron por parte del Estado, canalizados hacia la industria pesada. Esto se
complementó con medidas proteccionistas para beneficio del capital interno, el
control de las importaciones y una restricción a la propiedad extranjera. Pero
las autoridades del FMI y del BM, junto con los teóricos neoliberales, han
olvidado ése hecho y creen que la globalización económica beneficiaría por igual
a todos los países.
En realidad lo que sucede es que los países subdesarrollados han liberalizado en
mayor grado sus economías, lo cual resulta atractivo para el capital foráneo, lo
que ha sido posible por el establecimiento de los programas de ajuste económico,
que han debilitado la intervención estatal, siguiendo el credo neoliberal, lo
que no pasó, por ejemplo, en Corea del Sur y Taiwán, que en los años sesenta y
setenta del siglo pasado, tuvieron un acceso mayor a los mercados de los países
del Primer Mundo.
En suma, algunos países han sido integrados a la economía mundial por las nuevas
estrategias seguidas por la acumulación de capital, pero otros han sido
marginados; mientras, los bajos salarios son atractivos para las empresas
transnacionales, siempre y cuando sus productos requieran de ser vendidos en sus
países de origen a un precio reducido.
Pero un legado de la globalización económica neoliberal ha sido las crisis
financieras, que se multiplicaron, en los países subdesarrollados de América
Latina, en los años noventa del siglo XX. En México, por ejemplo, se expresó, en
diciembre de 1995, como una canalización de recursos de los contribuyentes hacia
el apoyo de las ganancias del capital financiero especulativo (Martin y
Schumann,1998: 64).
Pero volviendo a rescatar el sentido de la palabra globalización, en los años
ochenta, en Japón se traducía como internacionalización, desde un punto de vista
cultural, la palabra significaba la occidentalización o la americanización
(Verdú, 1996), lo que implicaba la homogenización cultural entre países.
En América Latina, fue usada en un sentido económico por parte de los
economistas y hombres de negocios, así como asesores de los gobiernos
neoliberales (Robertson y Haque, 1998: 29).
Sin embargo, en inglés, la palabra global, es sinónimo de "holistic", y da la
idea de una unidad totalizadora o sistema, una gran empresa donde cada parte le
sirve al todo (Robertson y Haque, 1998: 35). Al parecer, sin borrar el equívoco
de la palabra globalización, hace referencia a lo que sucede en el ámbito de los
negocios, del mercado, o en los procesos de producción.
Conclusiones
El proceso de la globalización económica neoliberal ha alterado el escenario
internacional porque ha introducido cambios en el ámbito del Estado-nación al
introducir acciones que buscaron debilitar su papel regulador en la economía y
en la esfera de la protección social, disminuyendo sus posibilidades de atención
a las consecuencias negativas, derivadas de la dinámica del mercado.
Sin embargo, este hecho tiene repercusiones diferentes, es decir, depende del
país y de su nivel de desarrollo institucional para hacerle frente a la demanda
desprendida de los negocios privados. En este sentido, lo que queda claro es que
el modelo económico neoliberal ha tenido un impacto a nivel económico y social,
lo que se ha manifestado a través de tensiones sociales y en la expansión de la
desigualdad social y regional, recordando que las instituciones estatales son la
principal vía para detener los impulsos negativos, expresados a través de la
delincuencia y la pobreza.
La globalización económica neoliberal, desde un punto de vista general, en los
países subdesarrollados, se desenvuelve en una situación donde el ingreso se ha
polarizado y las oportunidades tradicionales de ascenso social a través de la
educación y el empleo se han agotado; además, el deterioro del medio ambiente es
una constante; mientras, la expansión de las actividades económicas informales
prosigue, junto con la escasa capacidad reguladora del Estado para establecer
soluciones.
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