ENCUENTROS ACADÉMICOS INTERNACIONALES
organizados y realizados íntegramente a través de Internet


DIMENSIÓN TERRITORIAL DE LA POBREZA EN EUROPA:
PERSPECTIVAS PARA EL PERIODO 2007-2013


Dra. Cristina García Nicolás
Instituto Superior de Estudios Europeos y Derechos Humanos
Universidad Pontificia de Salamanca
e-mail: cgarciani@upsa.es


Resumen
Las tasas de pobreza de la Unión Europea, aun distando mucho en número y en características de las existentes en el tercer mundo, constituyen uno de los principales problemas a los que se enfrenta la política de cohesión económica y social comunitaria. En las últimas décadas se ha conseguido reducir las cifras de pobreza relativa, pero han aumentado las de pobreza de larga duración (más de tres años consecutivos). El problema -que afecta fundamentalmente a mujeres, jóvenes, mayores de 65 y niños-, puede traducirse a una dimensión territorial, según la cual habría en el seno de la Unión Europea ampliada una serie de regiones que progresivamente se van distanciando de los parámetros de convergencia y de cohesión, y cuya población tiene un mayor riesgo de sufrir situaciones de pobreza y de exclusión social.

Palabras clave
Pobreza y exclusión social, dimensión territorial, Unión Europea, política de cohesión, divergencias regionales, Estrategia de Lisboa.


 

Tercer Encuentro Académico Internacional sobre POBREZA, DESIGUALDAD Y CONVERGENCIA
realizado del 3 al 30 de marzo de 2007

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I. INTRODUCCIÓN
En el marco de un Encuentro Internacional sobre Pobreza y teniendo como telón de fondo los Objetivos del Milenio de Naciones Unidas, puede resultar extraño –e incluso para algunos sorprendente- oír hablar de pobreza y exclusión en la Unión Europea, en el denominado «primer mundo», cuyas características son la riqueza económica y el bienestar social.
Lo que aparentemente es un conjunto de países desarrollados con un nivel de vida elevado, paradigma del “Estado de bienestar”, y constituye una especie de paraíso terrenal para los miles de inmigrantes que con mayor o menor riesgo de sus vidas deciden cruzar las fronteras de la Unión, incluye dentro de sus límites grandes diferencias de desarrollo que nos llevan a hablar de pobreza y exclusión social en el espacio comunitario. En las últimas décadas la sociedad europea ha visto cómo surgían márgenes, en los que se iban situando sectores poblacionales caracterizados por que sus condiciones de vida estaban por debajo de los estándares establecidos para el conjunto de la población de la UE. Los cambios en el mercado de trabajo con una marcada incorporación de la mujer especialmente en las dos últimas décadas, las transformaciones en la tipología de las familias y la evolución demográfica hacia un envejecimiento que puede ser calificado de preocupante, han determinado que los jóvenes, las mujeres, los mayores de 65 años, los niños se conviertan en grupos vulnerables con el riesgo de la exclusión social. A ello se han unido los discapacitados, las minorías étnicas, los inmigrantes, etc., es decir, todos aquellos que al parecer escapan a un cierto prototipo de ciudadano europeo bien situado económica y socialmente.
Por lo tanto, la sociedad europea no es igualitaria en el disfrute de sus derechos, pero el conjunto geográfico que constituye la Unión Europea tampoco. Las diferencias de los Estados en su conjunto se han ido acortando, especialmente tras la incorporación de los países del Sur: Grecia, España y Portugal. Ese ha sido uno de los objetivos principales de la Política Regional Europea. Más complicado se presenta el futuro tras la última ampliación, concluida el 1 de enero de 2007, puesto que los Estados que han entrado a formar parte de la UE cuentan con un desarrollo económico muy inferior al que presentaban los países citados en el momento de su adhesión (1981-1986). A pesar de los esfuerzos realizados, las distorsiones regionales no han hecho otra cosa que incrementarse, vinculadas a las distancias sociales a las que hemos hecho referencia.
Será, precisamente, esa dimensión regional de la pobreza y de la exclusión social el objeto de análisis de esta ponencia, cuyo fin es determinar si existen posibilidades reales de desarrollo para la población que vive en las regiones más pobres o si ciertamente la Unión Europea se ha planteado un desarrollo global y en el camino irán quedando regiones y sectores sociales.

II. DIVERGENCIAS REGIONALES
Para llegar a identificar las bolsas de pobreza a escala regional, haremos el ejercicio de ir superponiendo variables sobre el espacio geográfico. Por este procedimiento llegaremos a establecer cuáles son las regiones que cuentan con un desarrollo menor y cuya población tiene más riesgo de exclusión. Las variables a las que recurriremos para determinar la dimensión territorial de la pobreza en la Unión Europea son el PIB per capita, la tasa de envejecimiento, la densidad de población, las infraestructuras, las tasas de empleo/desempleo y sus características, tasas de riesgo de pobreza, accesibilidad, inversión en I+D, etc.
Las divergencias regionales –y por tanto la dimensión territorial de la exclusión- constituyen una preocupación creciente para la gran parte de los Estados miembros de la Unión Europea, y así se refleja en los planes nacionales de acción contra la pobreza y la exclusión social (PNA/int): “Italia y Alemania, y en cierta medida España y Finlandia, destacan la importancia de superar las desigualdades regionales. En el PNA/int. se hace referencia a un aumento considerable de las variaciones regionales de las tasas de empleo, y Francia plantea el problema de sus territorios de ultramar; Portugal, Dinamarca, Suecia, Finlandia, los Países Bajos, el Reino Unido y Francia adoptan medidas para ayudar a las zonas y los barrios con carencias y atajar la segregación económica y social, especialmente en las zonas urbanas; los Países Bajos, Austria, Grecia, Irlanda, Portugal y España plantean el problema de las crecientes desventajas comparativas de las zonas rurales tradicionales” .
En primer lugar debemos recordar que hay una Europa que se despuebla, bien por los movimientos migratorios del entorno rural a las ciudades o hacia otros territorios, bien por el elevado envejecimiento de la población. Las regiones que han experimentado una mayor pérdida de población se sitúan en los Länder de la antigua Alemania Oriental, en España y Portugal, Rumania, norte del Reino Unido y Letonia . Las regiones con un crecimiento natural negativo se extienden tanto por la UE-15 como por los nuevos Estados miembros, que junto a las leyes del capitalismo y del mercado han asumido los comportamientos demográficos de la Europa occidental. Las pirámides de población dejan –temporalmente, en el caso en que se produjera la compensación generacional a través de los contingentes de inmigrantes- de serlo, para progresivamente invertir su figura reduciendo la base de la población menor de 14 años y ampliando los segmentos correspondientes a la población mayor de 65 años (véase el gráfico 2 y las diferencias entre la pirámide de la izquierda correspondiente a la EC6 en 1960, y la pirámide de la derecha que representa la población de la UE25 en 2003). Los datos demográficos de la UE-25 muestran un crecimiento poblacional desde los años 60 de 81 millones, situándose a fecha de 2004 en 457 millones. Sin embargo, su peso con respecto a la población mundial ha pasado de un 12% a un 7%. Como ya hemos comentado la población europea envejece, en parte debido a que la tasa de fertilidad que en la década de los 60 era de 2,6 se encuentra en la actualidad en torno al 1,5; y a que la esperanza de vida ha aumentado considerablemente en estas últimas cuatro décadas: 8,7 años en las mujeres y 7,8 en los hombres. Una de las consecuencias más preocupante para las instituciones europeas es que se ha producido un rápido incremento de la tasa de dependencia de las personas mayores de 60 años, con lo que ello supone en cuanto a cuestiones presupuestarias y de mantenimiento del sistema de protección social y de bienestar. Desde 1960 –tal como muestra el gráfico 1- muchos países han doblado el porcentaje de población mayor de 65 años. El ejemplo más claro es Italia, seguido de España, Grecia, Portugal y Finlandia; y entre los nuevos Estados miembros –cuando hay datos-, Polonia y Bulgaria.

Gráfico 1. Proporción de la población mayor de 65 (%)
FUENTE: EUROPEAN COMMUNITIES, 50 years of the Treaty of Rome establishing the European Economic Community, Office for Official Publications of the European Communities, Luxembourg, 2006, 35. (Elaboración propia)


Gráfico 2. Pirámides de población EC-6, 1960 y UE25, 2003 (% de población)






FUENTE: EUROPEAN COMMUNITIES, 50 years of the Treaty of Rome establishing the European Economic Community, Office for Official Publications of the European Communities, Luxembourg, 2006, 16-17.

Este envejecimiento no solo implica la pérdida de población en un medio-largo plazo, sino la existencia de mentalidades poco partidarias de cambios y transformaciones, necesarios para revitalizar regiones cuyas estructuras económicas resultan obsoletas y poco competitivas. A ello hay que añadir que en general es este segmento de la población el que cuenta con un nivel educativo más bajo. Precisamente es el nivel de estudios otro de los elementos a tener en cuenta a la hora de determinar la capacidad de desarrollo de una región. Tasas muy elevadas de población en los niveles educativos más bajos indican –en muchas ocasiones- abandono de estudios y escasa preparación para integrarse en un mercado laboral cada vez más marcado por las nuevas tecnologías. En el otro extremo, un elevado porcentaje de personas con estudios universitarios da lugar a trabajadores frustrados –porque todos no pueden llevar a la práctica sus estudios- y a un exceso de “dirigentes”. Mientras que el nivel medio –avalado por las políticas comunitarias y especialmente por el apoyo a la formación continua, cuyas tasas más elevadas se dan en los países nórdicos y el Reino Unido (según datos de 2003)- permite la adecuación del trabajador a las necesidades del mercado laboral, y se ajusta mejor a la tendencia de una economía basada cada vez más en las PYMES. Los datos ofrecidos por el Tercer informe sobre la cohesión económica y social –correspondientes al año 2002- dejan patentes las diferencias entre los Estados miembros: así los porcentajes más bajos de personas de entre 25 y 64 años dentro de un nivel bajo de estudios corresponden a Dinamarca (19,4%), Alemania (17,0%), Suecia (18,5%), Reino Unido (18,1%), República Checa (12,1%), Estonia (12,4%), Lituania (15,1%), Letonia (17,8%) y República Eslovaca (14,0%). Todos ellos muy por debajo de los datos para la UE-27 (32,4%). Con respecto al nivel medio de estudios, por encima de la media de la UE-27 (47,5%) se encuentran Dinamarca (52,6%), Alemania (60,7%), Austria (62,6%), Suecia (55,1%), Reino Unido (52,4%), Bulgaria (50,5%), República Checa (76,0%), Estonia (57,1%), Hungría (57,3%), Letonia (63,0%), Polonia (68,3%), Rumania (61,2%), Eslovenia (61,8%) y República Eslovaca (75,1%). Y por último el nivel alto de estudios, siendo la media de la UE-27 un 20,1%, cuenta con dos extremos: Portugal (9,3%) y Lituania (44,8%).
Las divergencias regionales reflejan también la separación entre el mundo rural y el mundo urbano. Las áreas rurales más alejadas de la influencia de una ciudad media o grande, generalmente dedicadas a cultivos tradicionales, se ven afectadas por una escasez y a veces ausencia de servicios, que terminan provocando la emigración de los sectores de población más jóvenes, disminuyendo unas –por lo general- bajas tasas de densidad : la tasa de la UE15 (117 hab/km2) se ha reducido como consecuencia de la última ampliación a 112 hab/km2). Por debajo de esta media se encuentra Grecia (83,1), España (79,8), Irlanda (54,8), Finlandia (17), Suecia (21,6), Bulgaria (71,3), Estonia (30,2), Lituania (53,3), Letonia (36,5). La OCDE estable al respecto una distinción entre regiones, teniendo en cuenta su «grado de ruralidad», es decir, el porcentaje de población que vive en las áreas rurales. Así se pueden encontrar regiones predominantemente rurales (más del 50% de la población), regiones con un componente rural significativo (entre un 15 y un 50%) y regiones predominantemente urbanas (menos de un 15% de población rural). Aplicando estos conceptos más del 50% de la superficie de la UE es rural, y tan solo Bélgica, Países Bajos y Malta presentarían una predominancia urbana, además de regiones bastante extensas de Alemania, Italia, Reino Unido y Letonia . Eurostat , por su parte, utiliza el concepto de «grado de urbanización», según el cual se pueden distinguir: Zonas densamente pobladas, caracterizadas por una densidad superior a 500 hab/km2, y al menos 50.000 habitantes; Zonas intermedias, unidades locales que no perteneciendo a una zona densamente poblada, tienen una densidad mínima de 100 hab/km2 y una población total de al menos 50.000 habitantes; y Zonas poco pobladas. A este último grupo pertenece el 84% del territorio de la Unión Europea ampliada, encontrándose en los Estados bálticos, Finlandia, Suecia e Irlanda más del 97% de este tipo de territorio. Por el contrario, las zonas más densamente pobladas están situadas en Malta, Bélgica y Países Bajos.
Bajo estas circunstancias quedan conformadas «bolsas rurales de pobreza», término que hace referencia a áreas geográficas enteras, donde la marginación y la carencia de bienes y servicios no son fenómenos que afectan a algunos grupos sociales, sino que la totalidad del área constituye una «reserva» de exclusión y pobreza, siendo, por tanto, excepciones los individuos o familias a los que no se puede considerar como pobres.
A pesar de que la pobreza no atiende exclusivamente a un factor económico, es evidente que el empleo o el desempleo marcan la diferencia y el riesgo en cuanto a las situaciones de pobreza. Aún así conviene tener en cuenta que ya se empieza a hablar en la Unión Europea de «trabajadores pobres», estimándose que en la UE-25 el número de trabajadores cuyos hogares se encuentran en la línea de la pobreza asciende al 7%, o lo que es lo mismo a 14 millones de personas. Los países entre los que el riesgo de pobreza entre trabajadores es más alto son Grecia, España, Italia y Portugal (periferia sur), así como Letonia, Lituania, Polonia, Eslovaquia y Rumania (periferia oriental) . El paro regional en la UE-25 muestra cifras desiguales, yendo del 2,6% en regiones del Reino Unido (Herefordshire, Worcestershire and Warwickshire) al 23,1% en la Eslovaquia oriental (Východné Slovensko) –porcentaje explicado por las dificultades en el acceso al mercado laboral de la población romaní que predomina en esta región- .
Si todos los estudios demuestran que los grupos más vulnerables a la pobreza y a la exclusión social son mujeres solas (solteras, separadas o viudas) con o sin niños, personas mayores que viven solas y parados, tras la ampliación al este hay que mencionar las personas pertenecientes a la minoría romaní, y también los niños –no porque no existiera pobreza infantil en la UE-15, sino porque ahora las cifras son más elevadas e incluyen situaciones de abandono y violencia-. El Informe conjunto sobre protección social e inclusión presentado en 2005, indicaba que “en toda la Unión, la población afectada por la pobreza y la exclusión social alcanza cifras considerables, ya que en 2002 más de 68 millones de personas (un 15% de los habitantes de la UE) corrían el riesgo de padecer pobreza. Si en Chequia, Suecia, Dinamarca, Hungría o Eslovenia se llega apenas a un 10 %, Irlanda, Eslovaquia, Grecia o Portugal alcanzan o superan el 20%” . Los datos al respecto recogidos en el último análisis de las regiones realizado por Eurostat muestran no sólo las divergencias entre países, sino las tasas en función del trabajo, la edad y el tipo de hogar. Así, entre los trabajadores las tasas más elevadas corresponden a Grecia (15%), España, Italia y Letonia (10%), Lituania y Polonia (13%), Portugal (12%) y Eslovaquia (14%). El riesgo aumenta incluso en más de 40 puntos cuando hablamos de desempleados, superando la media de la UE-25 (38%) Alemania (45%), Estonia (49%), Irlanda (52%), Italia (51%), Letonia (45%), Malta (50%), Países Bajos y Finlandia (44%), Eslovaquia (49%) y Reino Unido (54%). El factor edad define dos grupos fundamentales con un riesgo elevado: los niños –superan la media de la UE-25 (19%), Alemania, Estonia, Lituania (20%), Irlanda y Malta (21%), Grecia, Polonia y Reino Unido (23%), Portugal (27%) y Eslovaquia (30%)- y los mayores de 65 años, con tasas inferiores a los menores de edad excepto en los casos de Bélgica (22%), Dinamarca (21%), Grecia y España (28%), Irlanda (41%), Chipre (52%), Portugal (30%), Eslovenia (19%), Finlandia (17%), Suecia (15%) y Reino Unido (25%). En cuanto al tipo de hogar, el mayor riesgo lo tienen los hogares monoparentales con al menos un niño (UE25= 33%) y las mujeres solas (UE25=26%), destacando en el primer caso las cifras de Irlanda y Malta (55%), Alemania (42%), Eslovaquia y Reino Unido (40%); y en el segundo Irlanda (67%), Chipre (57%), Portugal (43%) y España (41%)
En 2004 la Comisión indicaba la necesidad de aplicar una dimensión territorial a los datos sobre pobreza y exclusión con el fin de ampliar la eficacia de unas políticas más acordes con las realidades de cada territorio, y la dificultad en la utilización de estadísticas al respecto en todos los Estados miembros. La dispersión con respecto a las tasas de empleo en el nivel NUTS II –clasificación claramente administrativa y política- podría ser indicativo del grado de cohesión social por regiones. Es así que Italia cuenta con el nivel de cohesión más bajo de la UE-15, seguida de España; y es que aunque en las regiones Objetivo 1 las tasas de empleo han crecido más rápidamente que en el resto, los porcentajes entre la población en edad de trabajar se sitúan bastante por debajo (unos 10 puntos en 2004) con respecto a otras regiones . Por encima del objetivo del 70% del empleo, marcado por la Estrategia de Lisboa, se encuentran cuatro regiones austriacas: Niederösterreich (70.0), Westösterreich (70.6), Oberösterreich (70.9) y Salzburg (71.8); Praha (72.0); Bayern (70.7) en Alemania; las regiones finlandesas de Uusimaa (Suuralue) (75.3) y Åland (77.6); todas las regiones de los Países Bajos –incluida Flevoland (75.1), región Objetivo 1 phasing-out-: Groningen (70.8), Friesland (72.7), Drenthe (72.8), Overijssel (73.4), Gelderland (75.1), Utrecht (76.2), Noord-Holland (76.1), Zuid-Holland (73.8), Zeeland (73.1), Noord-Brabant (75.9), Limburg (71.3); la región Centro portuguesa (73.6); cinco regiones suecas: Stockholm (78.4), Västverige (75.5), Östra Mellansverige (72.2), Sydsverige (70.7), Småland med Öarna (75.2); y nueve regiones del Reino Unido: South East (77.0), Eastern (76.1), West Midlands (71.2), Scotland (70.3), Highlands & Islands (73.5) –también objetivo 1 en phasing-out, Yorkshire & the Humber (70.5), South West (76.2), Cornwall & Isles of Scilly (71.3) y East Midlands (73.5) . Todas estas regiones son casos excepcionales si atendemos a la media de la UE-25 y a cada uno de los Estados miembros, tal como aparecen en el gráfico siguiente: Dinamarca, Países Bajos, Suecia y Reino Unido superan el 70%, mientras que países como Bélgica, Grecia, España, Hungría, Italia, Malta, Polonia, Rumania y Eslovaquia tienen tasas entre el 50 y el 60%. Por debajo de estas cifras tan sólo se encuentra Bulgaria.

Gráfico 1. Empleo y Estrategia de Lisboa, 2002

FUENTE: Política Regional-Inforegio http://ec.europa.eu/regional_policy/atlas/index_es.htm. Elaboración propia


Una aproximación al grado de cohesión social regional puede encontrarse en la siguiente tabla, en la que se recogen las tasas de desempleo de cada uno de los Estados miembros, según datos de 2002. Se han identificado en cada uno de los países la región con menor desempleo y la región donde las cifras de paro son más elevadas . Conviene tener presente que en esa fecha la tasa de paro de la UE15 era 7,8%; que calculando la futura UE25 la tasa se elevaba al 14,9%, y un punto menos en el caso de la UE27 (13,7%). Los datos de Eurostat para 2004 (véase tabla 3) establecen igualmente un listado de las regiones con mayor y menor desempleo. No hay excesivas variaciones en cuanto al área geográfica –fundamentalmente periferia y países del Este-, e incluso algunas regiones repiten en esta clasificación.

Tabla 2. Regiones con tasas de desempleo más elevadas y más bajas en cada Estado miembro, 2002

País % Región con tasa más elevada % Región con tasa más baja %
Belgique-België 7,5 Rég. Bruxelles-Cap./Brussels Hfdst. Gew. 14,5 West-Vlaanderen 3,8
Danmark 4,6
Deutschland 9,4 Halle 27,1 Oberbayern 3,8
Ellada 10,0 Dytiki Makedonia 14,7 Kriti 7,7
España 11,4 Extremadura 19,2 Aragón 5,5
France 8,7 Guadeloupe 26,0 Alsace 6,7
Ireland 4,3 Border, Midland and Western 5,5 Southern and Eastern 3,8
Italia 9,0 Calabria 24,6 Trentino-Alto Adige 2,6
Luxembourg (Grand-Duché) 2,6
Nederland 2,8 Groningen 4,2 Utrecht 2,2
Österreich 4,0 Wien 7,2 Tirol 2,0
Portugal 5,1 Alentejo 6,6 Madeira 2,5
Suomi/Finland 9,1 Pohjois-Suomi 14,1 Åland 2,9
Sverige 5,1 Norra Mellansverige 6,3 Småland med Öarna 3,9
United Kingdom 5,1 Inner London 9,0 Herefordshire, Worcestershire & Warks 3,5
Bãlgarija 18,2 Severozapaden 26,9 Yugozapaden 13,3
Kypros 3,3
Èeská Republika 7,3 Moravskoslezsko 13,4 Praha 3,6
Eesti 10,3
Magyarország 5,9 Eszak-Magyarország 8,9 Közép-Magyarország 4,0
Lietuva 13,7
Latvija 12,1
Malta 5,2
Polska 19,9 Lubuskie 26,3 Ma³opolskie 16,2
România 8,4 Sud-Est 10,6 Sud-Vest 6,7
Slovenija 6,3
Slovenská Republika 18,7 Východné Slovensko 22,2 Bratislavský 8,7
FUENTE: COMISIÓN EUROPEA, Tercer informe sobre la cohesión económica y social, 2004, 187-204. (Elaboración propia)

Tabla 3. Regiones con las tasas de desempleo más elevadas y más bajas (mayores de 15 años). UE-25, 2003 y 2004

Región 2003 en % 2004 en % Diferencia entre 2004 y 2003 en puntos porcentuales
Dorset and Somerset (UK) 3,1 2,4 -0,7
North Yorkshire (UK) 2,7 2,6 -0,1
Provincia Autonoma Bolzano/Bozen (IT) 2,0 2,7 0,6
Valle d'Aosta/Vallée d'Aoste (IT) 4,1 3,0 -1,1
Cheshire (UK) 3,3 3,1 -0,2
Herefordshire, Worces. and Warwick. (UK) 3,8 3,2 -0,7
Provincia Autonoma Trento (IT) 2,9 3,2 0,3
Tirol (AT) 2,5 3,3 0,8
Hampshire and Isle of Wight (UK) 3,4 3,3 -0,1
Surrey, East and West Sussex (UK) 3,4 3,3 -0,1

Mecklenburg-Vorpommern (DE) 20,4 21,2 0,8
Kujawsko-Pomorskie (PL) 21,8 22,1 0,3
Stredné Slovensko (SK) 20,5 22,1 1,6
Warmińsko-Mazurskie (PL) 23,9 22,3 -1,6
Dessau (DE) 21,8 22,9 1,0
Lubuskie (PL) 24,5 23,2 -1,3
Halle (DE) 21,9 23,4 1,5
Zachodniopomorskie (PL) 25,5 23,8 -1,7
Východné Slovensko (SK) 21,8 24,2 2,4
Dolnośląskie (PL) 26,0 24,9 -1,1
FUENTE: EUROPEAN COMMUNITIES, “Regional unemployment in the European Union and candidate countries in 2004”, Statistics in Focus, Population and Social Conditions, 3/2005, 4.


El Producto Interior Bruto (PIB) sitúa económicamente a los Estados dentro del conjunto de la Unión Europea. Durante los últimos años se ha observado una reducción paulatina de las distancias entre países, haciéndose notoria la convergencia entre los mismos. No obstante, también se ha puesto de manifiesto el aumento de las diferencias entre las regiones de un mismo Estado –mucho más patente si siguiendo las fuentes estadísticas descendemos al nivel de las regiones NUTS III-. Aunque no es un fenómeno nuevo, tal como ponen de manifiesto los datos de la tabla 4. Las diferencias de PIB dentro de cada Estado aumentaron entre 1988 y 1998 en la práctica totalidad de la UE-15. Evidentemente, la última ampliación de 2004 vuelve a incrementar las distancias, ahora entre los 27 Estados: “La población de la UE ha aumentado en un 20%, pero el crecimiento del PIB ha sido sólo del 5%, lo que ha dado como resultado una disminución del PIB per cápita del 12,5% en la UE de los 25. Además, los nuevos Estados miembros se caracterizan por tener considerables disparidades regionales, concentrándose la riqueza en unas pocas regiones. La población que vive en regiones con un PIB per cápita inferior al 75% del de la UE ha aumentado de 73 millones a 123 millones” . Según la situación socio-económica y el tipo de ayudas recibidas, los niveles más bajos del PIB parecían corresponder a las regiones Objetivo 1, no obstante se han observado también divergencias dentro de las regiones que en el periodo 2007-2013 se incluyen en el objetivo de la competitividad.
Tabla 4. Diferencias entre los PIB per capita en UPA por regiones dentro de los Estados miembros, 1988-1998
desviación típica del índice UE15 = 100
Estado miembro 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998
B 24,5 24,7 25,1 25,1 26,0 27,1 25,9 25,3 25,7 25,7 25,7
D 38,6 35,8 32,4 31,3 26,7 26,7 26,5 26,8
D excl. Nuevos Länder 21,0 21,0 21,8 22,7 23,0 22,8 23,4 21,6 22,3 22,2 22,3
EL 6,1 6,5 6,3 6,1 6,6 7,6 7,8 10,4 10,2 10,1 10,2
E 13,9 14,9 14,9 16,0 15,9 15,2 15,9 17,1 17,7 18,4 19,1
F 28,6 28,6 28,9 29,9 28,9 29,9 30,8 28,2 28,2 27,0 26,5
IRL 13,9 14,0 16,8 17,3
I 25,7 25,8 24,8 24,7 24,9 24,7 25,5 28,6 28,7 27,8 27,6
NL 11,5 10,6 10,6 11,8 11,3 11,5 10,8 13,4 14,3 15,4 15,8
A 27,5 27,0 27,5 28,6 28,7 30,3 28,1 30,8 30,2 29,2 27,8
P 17,2 17,7 13,5 15,0 13,6 14,3 13,8 13,5 13,3 14,0 14,2
FIN 18,1 17,7 17,9 17,7 15,4 17,0 17,1 18,3 21,2 22,0 24,6
S 10,7 10,9 10,8 12,0 10,9 12,8 11,0 13,1 14,0 16,2 17,1
UK 21,2 20,7 20,2 19,2 19,6 20,6 18,3 31,4 31,7 33,4 33,9
UE15 (por regiones) 29,4 28,6 27,7 27,5 28,5 28,4 28,3 28,3
- excl. nuevos L änder 26,7 26,4 26,5 26,4 26,5 26,3 26,5 28,1 28,1 27,9 27,8
UE15 (por Estados miembros) 13,1 13,2 12,5 12,7 12,5 11,9 11,5 11,2
- excl. nuevos Länder 15,9 15,3 15,4 15,5 15,6 14,6 14,6 14,1 13,5 13,0 12,7
UE15 (dentro de los Estados miembros) 24,5 23,8 23,4 23,0 24,5 24,7 24,8 25,0
- excl. nuevos Länder 20,7 20,7 20,6 21,0 20,9 21,3 21,2 23,5 23,8 24,0 24,1
Hasta 1994: PIB (cifras del SEC79) de las regoines NUTS2 (v.95); a partir de 1995: PIB (cifras del SEC95) de las regiones NUTS2 (v.98)
Fuente: Eurostat, REGIO y cálculos DG REGIO
Fuente: COMISIÓN EUROPEA, Segundo Informe sobre la cohesión económica y social, 2001, 30.

La tabla 5 –complementada por el gráfico 3 referido al PIB de los Estados miembros y de la media comunitaria- recoge los datos del PIB per capita en Unidades de Poder Adquisitivo (UPA). Basándonos en los datos que el Tercer Informe sobre cohesión económica y social ofrece sobre todas las regiones, hemos seleccionado aquellas que en cada Estado miembro tienen el porcentaje más elevado y el más bajo con el fin de observar las diferencias dentro de cada uno de los países. No obstante, en algunos casos un PIB elevado no es sinónimo de un nivel también alto de vida para los habitantes de esa región, especialmente cuando existe un centro económico que atrae todos los días a miles de trabajadores desde regiones vecinas. El caso más destacado es el de Inner London, pero también se podrían incluir -por contar con unas características similares- a Hamburgo, Viena y Praga. Los datos obtenidos teniendo en cuenta la ampliación de 2004 ponen de manifiesto el denominado «efecto estadístico», que ha situado a algunas regiones por encima del 75% del PIB y por lo tanto de su categoría de región Objetivo 1 durante el periodo 2000-2006.
Gráfico 3. PIB per capita (UPA)

FUENTE: COMISIÓN EUROPEA, Tercer informe sobre la cohesión económica y social, 2004, 187-204. (Elaboración propia)

Tabla 5. PIB per capita (UPA)

2001, UE15=100 2001, UE25=100
Inner London (UK) 263,4 289,1
Reg. Bruxelles-Cap. (BE) 217,3 238,5
Hamburg (DE) 170,7 187,3
Île de France (FR) 164,6 180,7
Wien (AT) 152,2 167,0
Provincia Autonoma Bolzano/Bozen (IT) 143,4 157,4
Stockholm (SE) 144,9 159,0
Utrecht (NL 142,8 156,7
Åland (FI) 141,6 155,4
Praha (CZ) 135,5 148,7

Extremadura (ES) 53,5 58,7
Dytiki Ellada (EL) 52,7 57,8
Bucuresti (RO) 52,3 57,3
Severozápad (CZ) 47,9 52,6
Yugozapaden (BG) 36,3 39,9
Východné Slovensko (SK) 34,0 37,3
Eszak-Magyarország (HU) 33,7 37,0
Podkarpackie (PL) 29,2 32,0
Yuzhen Tsentralen (BG) 21,7 23,8
Sud (RO) 20,6 22,6
FUENTE: COMISIÓN EUROPEA, Tercer informe sobre la cohesión económica y social, 2004, 187-204. (Elaboración propia)

Atendiendo a los sectores económicos, son las regiones cuya economía sigue basándose en estructuras agrícolas tradicionales las más afectadas por un progresivo envejecimiento. Responden en su mayoría a la calificación realizada por la Comisión Europea de «regiones Objetivo 1». Tal como muestra la tabla siguiente los países con un porcentaje más elevado de empleo agrícola son Grecia, Portugal –ambos países de Cohesión y con unos niveles de PIB bajos-, Lituania, Letonia, Polonia y Rumania.
Tabla 6. Empleo por sectores (% del total), 2002

Región Agricultura Industria Servicios
UE15 4,0 28,2 67,7
N10 13,2 32,1 54,7
UE25 5,4 28,8 65,8
N12 18,5 31,6 50,0
UE27 7,0 28,9 64,1
Belgique-België 1,7 25,4 72,9
Danmark 3,3 24,2 72,5
Deutschland 2,5 32,4 65,2
Ellada 16,1 22,5 61,5
España 5,9 31,2 62,9
France 4,1 25,4 70,5
Ireland 6,9 27,8 65,3
Italia 5,0 31,8 63,2
Luxembourg (Grand-Duché) 2,0 20,1 77,9
Nederland 3,0 20,8 76,2
Österreich 5,7 29,4 65,0
Portugal 12,4 33,9 53,8
Suomi/Finland 5,4 27,0 67,6
Sverige 2,5 23,0 74,5
United Kingdom 1,4 24,3 74,3
Bãlgarija 9,6 32,7 57,7
Kypros 5,3 23,2 71,6
Èeská Republika 4,8 39,9 55,3
Eesti 7,0 31,3 61,7
Magyarország 6,0 34,2 59,8
Lietuva 17,9 27,5 54,6
Latvija 15,3 25,8 58,9
Malta 2,3 31,2 66,5
Polska 19,3 28,6 52,0
România 36,8 29,7 33,5
Slovenija 9,2 38,7 52,1
Slovenská Republika 6,2 38,5 55,4
FUENTE: COMISIÓN EUROPEA, Tercer informe sobre la cohesión económica y social, 2004, 187-204. (Elaboración propia)

Por último, no conviene olvidar que existe un factor geográfico y que “en general, los espacios menos desarrollados de la Unión Europea tienen una situación periférica que los mantiene alejados de los centros de desarrollo, insuficiencia de personal cualificado y retraso en la investigación y desarrollo, además de un bajo nivel de capital fijo que supone insuficiencia en las estructuras de base (transporte, telecomunicaciones, energía, agua y medio ambiente)” . La Política Europea de Ordenación Territorial (PEOT) reconoció que “hay actualmente sólo una zona geográfica, excepcionalmente grande, de integración económica global en la zona central de la UE: el llamado «pentágono» delimitado por Londres, París, Milán, Munich y Hamburgo. Esta zona ofrece funciones y servicios económicos globales de envergadura, que aseguran un alto nivel de renta y una infraestructura bien desarrollada” . Para González-Blanch , “Las regiones centrales, estarían situadas en el triángulo comprendido entre Nord Yorkshire (Reino Unido), Franche Comté (Francia) y Hamburg (Alemania). También habría que incluir Estocolmo, Uusuma en Finlandia y Dinamarca, con lo cual se ha producido una cierta evolución en el área cubierta por las regiones ricas en forma de Y; dichas regiones representan el 15 por 100 de la superficie, pero cuentan con un tercio de la población y casi la mitad del PIB (49 por 100)”.
A ello hay que añadir que las «fronteras», aun cuando el «espacio Schengen» las ha eliminado física y jurídicamente, siguen constituyendo en las mentalidades y en las estructuras económicas y de desarrollo barreras de difícil eliminación. No conviene olvidar que –tal como indica González-Blanch- el modelo centro-periferia que, aun cuando las regiones del sur han convergido en cierta manera con el centro de la Unión –centro geográfico, de capital y de recursos humanos- no solo se mantendrá, sino que se verá reforzado con la última ampliación. Y así parecen indicarlo los datos que hemos visto hasta el momento (PIB, paro/empleo, pobreza…).
Un último aspecto relacionado con lo anterior y con las dificultades de desarrollo y crecimiento económico ya analizadas, es el «grado de accesibilidad», en la mayor parte del territorio marcado por la mencionada división centro-periferia. Cuando hablamos de accesibilidad, no nos referimos sólo a la existencia de medios de transporte, sino también a las nuevas tecnologías. De hecho la nueva política de desarrollo rural diseñada para el periodo 2007-2013 hace especial hincapié en la promoción de la banda ancha en el mundo rural. Constituye un medio más para acortar las distancias entre ese centro dinámico y una periferia progresivamente más distante. Con respecto a los transportes, evidentemente unas buenas infraestructuras contribuyen a articular el territorio y a favorecer la eliminación de espacios aislados, pero no sólo grandes ejes transeuropeos, sino también redes radiales que integren incluso a las áreas más desfavorecidas económica y geográficamente.
La accesibilidad va muchas veces de la mano de la inversión en I+D, es decir, del desarrollo de una economía competitiva en el contexto de la globalización. Además de conformarse como uno de los objetivos fundamentales de la Estrategia de Lisboa, constituye una importante posibilidad de desarrollo para algunas regiones periféricas, que necesitan diversificar sus economías y buscar nuevas posibilidades de empleo con las que frenar la despoblación. No disponemos de datos por regiones, pero el gráfico 4, en el que se muestra la evolución del gasto en I+D con respecto al PIB entre 1995 y 2004 deja patentes las grandes diferencias que existen a nivel de los Estados miembros, y entre la media de la UE-25 y sus dos principales competidores económicos a nivel mundial, Estados Unidos y Japón. Únicamente Finlandia y Suecia superan los porcentajes de estos dos países. Por lo que respecta al ámbito comunitario, Bélgica, Dinamarca, Alemania, Francia, Luxemburgo y Austria tienen porcentajes por encima de la media de la UE-25. Llama la atención Eslovenia con un gasto con respecto al PIB muy superior a Grecia, España, Irlanda, Italia y Portugal. Al igual que Estonia y la República Checa ha apostado por las nuevas tecnologías como estímulo económico.
Gráfico 4. Gasto en I+D en relación con el PIB (%)
FUENTE: EUROPEAN COMMUNITIES, 50 years of the Treaty of Rome establishing the European Economic Community, Office for Official Publications of the European Communities, Luxembourg, 2006, 31.

El mapa realizado por ESPON (European Spatial Planning Observation Network) sobre los indicadores económicos de Lisboa, resume los últimos aspectos tratados y nos es igualmente interesante para apuntar ya como conclusión que algunas áreas regionales de la UE-27 deberán hacer un gran esfuerzo si no quieren formar parte de una «periferia» económica y social.
Las regiones que aparecen en azul han mostrado escaso éxito en la puesta en práctica de la Estrategia de Lisboa. Geográficamente se sitúan en la periferia del espacio comunitario. Sin embargo, a pesar de que todas ellas cuentan con bajas tasas de empleo, con un elevado desempleo que afecta fundamentalmente a mujeres, jóvenes y trabajadores mayores de 45 años, una escasa presencia de la sociedad de la información, y por supuesto de inversión en I+D, podemos distinguir entre los países mediterráneos –teniendo en cuenta la marcada dicotomía italiana entre norte y sur- y los nuevos Estados miembros. Los primeros cuentan con regiones muy marcadas por el envejecimiento y la despoblación, que progresivamente han ido perdiendo capacidad de desarrollo económico. Las excepciones –además del caso italiano ya citado- son en el caso de la península ibérica las capitales, el valle del Ebro, Baleares, Cataluña, Murcia, la región centro portuguesa y la franja costera entre Lisboa y Porto. Los nuevos Estados miembros tienen a su favor una población más joven, unas economías llamadas a crecer con muchas posibilidades dentro y fuera del ámbito comunitario; y cuentan además con el hecho de que el interés político y económico de la Unión Europea se ha desplazado hacia el Este tras la última ampliación. En contra tienen las disparidades regionales con una separación muy acentuada entre mundo rural y urbano; las diferencias sociales con altas tasas de pobreza y elevados grados de discriminación; las dificultades de adaptación a la economía de mercado, y el enorme abismo que en la mayor parte de los casos les separa del «núcleo duro» -en términos de desarrollo económico- de la UE-15.
Además de la citada periferia, existen otras regiones con dificultades pero no tan marcadas en cuanto al futuro, puesto que pertenecen a Estados miembros vinculados al centro económico, no muy alejadas del núcleo básico de comunicaciones comunitario y con una sociedad de la información bastante desarrollada. Muchas arrastran problemas de diversificación económica, como las regiones francesas incluidas en el Objetivo 2 hasta el periodo de programación 2000-2006 o como los Länder orientales, todos ellos regiones Objetivo 1.

Mapa 1. Competitividad e innovación. Factores económicos de Lisboa

FUENTE: ESPON Monitoring Committee, ESPON atlas, Mapping the structure of the European territory, October, 2006, 27.

II. POLÍTICA DE COHESIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL: 2007-2013
Las diferencias entre las regiones europeas no son un problema nuevo, ya el preámbulo del Tratado de Roma (1957) hacía referencia a la preocupación “por reforzar la unidad de sus economías y asegurar un desarrollo armonioso, reduciendo las diferencias entre las diversas regiones y el retraso de las menos favorecidas”. En los artículos 2 y 3 se establece que la Comunidad tendrá, entre otras misiones, la de “promover un desarrollo armonioso, equilibrado y sostenible de las actividades económicas en el conjunto de la Comunidad, un alto nivel de empleo y de protección social (...), la elevación del nivel y de la calidad de vida, la cohesión económica y social y la solidaridad entre los Estados miembros”. Más concretamente, el título XVII (artículos 158 a 162) titulado Cohesión económica y social estipula que “la Comunidad se propondrá, en particular, reducir las diferencias entre los niveles de desarrollo de las diversas regiones y el retraso de las regiones o islas menos favorecidas, incluidas las zonas rurales”.
Con el Acta Única (1986) “se incluyeron en el Tratado CE tres nuevos títulos entre las políticas comunitarias: la investigación y el desarrollo tecnológico, el medio ambiente, y la cohesión económica y social. Para servir a este último objetivo se consolidó la política regional, y se coordinaron los diversos fondos de naturaleza estructural (FEOGA, FEDER y FSE) y la actividad del Banco Europeo de Inversiones” .
En 1992 el Tratado de Maastricht sobre la Unión Europea hizo de la cohesión económica y social un objetivo prioritario de la Comunidad, en paralelo a la unión económica y monetaria, y al mercado único. Al fijar los criterios de convergencia económica y presupuestaria para los Estados miembros, este Tratado impuso, sobre todo, el control del déficit público. En el caso de los países menos prósperos, esto significaba la aplicación de una política presupuestaria estricta y un aumento de las inversiones en infraestructuras para agilizar su desarrollo. Para que los países más pobres -España, Grecia, Irlanda y Portugal- pudieran hacer este esfuerzo, la Comunidad creó un fondo especial de solidaridad, el Fondo de Cohesión.
Una de las novedades más notables del Tratado de Ámsterdam (1997) fue “la introducción de la cooperación reforzada. Ante la perspectiva de una Europa más amplia, y más diversa, se reguló con carácter general la posibilidad de una integración diferenciada, en la que no todos los Estados avancen al mismo tiempo. Así, las nuevas disposiciones del Tratado de Ámsterdam permiten que algunos Estados inicien una cooperación más estrecha en materias no identificadas previamente en el Tratado, y utilizando para ello el marco comunitario. La cooperación reforzada es una respuesta creativa a la creciente heterogeneidad de la Unión, pero es también un riesgo considerable a la cohesión y la solidaridad alcanzadas a lo largo de casi cincuenta años” .
La cohesión económica y social se completa con la cohesión territorial, es decir, con la distribución equilibrada de las actividades humanas en el territorio, que “representa, pues, la traslación en términos de territorio del objetivo de desarrollo sostenible y equilibrado asignado a la Unión en el artículo 2 del Tratado:
“promover el progreso económico y social y un alto nivel de empleo y conseguir un desarrollo equilibrado y sostenible, principalmente mediante la creación de un espacio sin fronteras interiores, el fortalecimiento de la cohesión económica y social y el establecimiento de una unión económica y monetaria”.
La cohesión territorial implica, en particular, el acceso equitativo de los ciudadanos y los agentes económicos a los Servicios de Interés Económico General (SIEG), independientemente del territorio al que pertenezcan (artículo 16 del Tratado)” .
Con la ampliación de 2004 (finalizada el 1 de enero de 2007) y la entrada de doce nuevos Estados miembros, el eje de la política de cohesión se ha desplazado hacia el Este, dado que –como hemos indicado anteriormente- todos estos países cuentan con un PIB por debajo de la media comunitaria y por tanto serán los principales beneficiarios de las ayudas de los Fondos Estructurales.
Puesto que los objetivos planteados por la Estrategia de Lisboa en 2000 ya hemos comentado que no se han alcanzado –según el Cuarto Informe intermedio sobre la cohesión elaborado por la Comisión Europea, en 2004 la tasa global de empleo aumentó hasta un 63,3% (un 64,7% en la Europa de los Quince y un 56,0% en la Europa de los Diez), muy lejos del objetivo del 70% antes del 2010-, y que los niveles de cohesión económica y social distan bastante de lo fijado entonces, la Comisión ha establecido para el nuevo periodo de programación tres áreas prioritarias, basadas en la «convergencia» -objetivo que atenderá el crecimiento y el empleo en las regiones menos desarrolladas-, la “competitividad» -aunque cuenta también con un carácter regional, constituye un objetivo fundamentalmente nacional relacionado con la Estrategia Europea de Empleo- y la «cooperación» -basada en la experiencia de la Iniciativa Comunitaria Interreg, contribuirá a un desarrollo armonioso del territorio de la Unión Europea-. Coherentes con estos tres objetivos, las instituciones europeas han decidido conceder más peso a ciudades y regiones, con el fin de dar al objetivo de la cohesión una dimensión territorial. Aun cuando en este análisis nos hemos centrado en las áreas rurales, las ciudades –también con divergencias internas en aspectos socio-económicos- constituyen un elemento cada vez más importante en el desarrollo regional, ya que actúan como articuladoras del territorio, especialmente si cuentan con un tamaño medio, proporcionando una red de servicios al espacio rural que las circunda. Este mismo planteamiento estaba ya presente en 1999 cuando se aprobó la denominada Estrategia Territorial Europea (ETE), bajo el lema «Hacia un desarrollo equilibrado y sostenible del territorio de la Unión Europea» : según este documento la garantía de un desarrollo regional equilibrado está en parte en una integración completa en la economía mundial por parte de la UE, y para ello es necesario poner en práctica un modelo policéntrico, que ponga fin o al menos suavice las divergencias centro-periferia
Hasta la fecha, los Estados miembros –tal como muestran los PNA/int- han adoptado dos planteamientos políticos para hacer frente a los problemas de desarrollo regional : por un lado, políticas que pueden denominarse de justicia y compensación, basadas fundamentalmente en ayudas a hogares con ingresos bajos, elevación del ingreso mínimo con el fin de equipararlo a la media del país o ayudas a los agricultores con pérdidas ajenas a su gestión; y por otro, medidas destinadas a capitalizar las capacidades y oportunidades que puedan existir en las zonas desfavorecidas, y relacionadas con la vivienda, el acceso a los servicios, la integración de inmigrantes y otros grupos desfavorecidos, medidas especiales de empleo, y en muchos casos programas que combinan el desarrollo local con la integración social. En este sentido el informe de la Comisión sobre inclusión social de 2004 indicaba que a pesar de que en los PNA/int se hace constar la importancia de luchar contra las desigualdades regionales y de prestar atención a la dimensión regional de la pobreza y de la exclusión social, son muy pocos los que hacen de ello una cuestión clave. Un buen ejemplo es el caso griego, cuyo plan prevé la reducción de diferencias de calidad de vida entre la población urbana y la población rural, basándose en un desarrollo integral con una dimensión económica, con las pensiones y con el acceso a los servicios sociales. Irlanda presenta un programa de inversión para las zonas rurales desfavorecidas, siendo sus principales objetivos la mejora de los servicios de transporte y el acceso a los servicios de empleo, de sanidad, educación y vivienda. El PAN austriaco define un desarrollo regional equilibrado como objetivo fundamental para conseguir una sociedad más cohesionada, incluyendo medidas para combatir la pobreza y la exclusión en las áreas rurales. En el caso portugués el análisis realizado pone en evidencia una progresiva acentuación de las divergencias entre las regiones rurales periféricas y el litoral -consecuencia del desarrollo económico que ha ocasionado una «desertificación» demográfica en el interior rural-, habiéndose diseñado un programa de inclusión y desarrollo para hacer frente al aislamiento, el éxodo rural y la exclusión en las zonas rurales. En el caso de otros países, las medidas tienen un carácter menos integral para el mundo rural, y se centran en uno o dos aspectos.
Un reciente estudio del Parlamento Europeo pone en duda la viabilidad de la política de cohesión diseñada para el periodo 2007-2013 . Entre los aspectos que aborda está el hecho de que desde el periodo de programación anterior se ha tendido a reducir el número de «objetivos» y de Iniciativas Comunitarias con el fin de que la simplificación contribuyera a la eficacia y a la visibilidad. No obstante, se corre el riesgo –según dicho estudio- de que se restrinja el número de regiones beneficiarias y de que los resultados sean menos visibles, especialmente en las zonas con más dificultades. El reto está en conseguir un justo equilibrio entre una elegibilidad potencialmente amplia y una financiación concentrada allí donde los problemas son más graves. En este sentido, los criterios de elegibilidad son también objeto de debate. Existen dos tesis al respecto: elegir un criterio basado en el PIB/habitante, la tasa de paro, el nivel de criminalidad, la densidad de población, la situación geográfica y el territorio, siguiendo un objetivo de compensación; o bien primar la calidad del proyecto o del programa propuesto con la intención de movilizar a todos los actores regionales y locales, transformando la planificación estratégica y la gestión regional. Ambas tesis implican riesgos: la primera, el de crear una tendencia a la ayuda sin esfuerzo por parte de los beneficiarios –se pueden apreciar situaciones al respecto en más de una región, especialmente a nivel de NUTS III-; y la segunda, el de beneficiar a muy pocas regiones, puesto que implica la existencia de factores de dinamismo para crear proyectos que dinamicen regiones poco desarrolladas o impliquen a grupos sociales con riesgo de exclusión.
Con respecto a la utilización del PIB/habitante como criterio único de elegibilidad, el estudio presentado por el Parlamento lo da por válido ante la falta de estadísticas completas con las que se pudieran establecer otra serie de variables que dieran una visión más certera de la situación de cada una de las regiones. Un ejemplo, de lo poco real que puede resultar dicho criterio, es el denominado «efecto estadístico» tras la última ampliación, que ha situado a regiones con serias dificultades en el grupo de las que superan el 75% de la renta per capita, haciéndolas entrar en un periodo de transición («phasing-out») en la percepción de las ayudas comunitarias.
Si desde las instituciones comunitarias se quiere dar un nuevo impulso a la profundización de la construcción europea, la eliminación de las divergencias regionales debería ser algo más que un trasvase de ayudas y ser entendido como parte del proceso de construcción no solo económica y social, sino también política. Sin embargo, no hay que olvidar que además de la diversidad regional a la que hemos dedicado estas páginas, existe una nada desdeñable diversidad entre los Estados miembros con respecto al futuro de la política regional, a las prioridades que debe atender la política de cohesión económica y social, y al papel que deben tener en todo ello las propias regiones : Dinamarca, Bélgica, Francia, Hungría, Lituania, Polonia, Eslovaquia, Eslovenia y Suecia son partidarios de que el objetivo de la cohesión se centre en los Estados, responsables a su vez de hacer desaparecer -o al menos disminuir- las divergencias internas. Para los Países Bajos, Italia y Bélgica la prioridad es reforzar las instituciones y especialmente en los nuevos Estados miembros. La cooperación territorial –basada en la experiencia de la Iniciativa Comunitaria INTERREG- constituye un elemento esencial de la nueva política para Bélgica, Francia, Hungría, Italia, Finlandia, Lituania, Polonia, Eslovenia y Grecia. Nada extraño si tenemos en cuenta que la gran mayoría de estos países tienen fronteras exteriores de la Unión Europea. Por el contrario, Reino Unido y Países Bajos, aunque no se posicionan en contra de dicha cooperación, sí que apuestan por su limitación. Con respecto a la “re-nacionalización” de las políticas de cohesión, Grecia y Bélgica se muestran contrarias, mientras que los Países Bajos son partidarios de que la distribución de los fondos se haga en base a la riqueza nacional, y el Reino Unido defiende un mayor margen de maniobra para las regiones. Los problemas internos de las grandes ciudades son una preocupación para Hungría y Malta, mientras que Eslovaquia, Eslovenia, Polonia y Portugal –todos países en la periferia- insisten en la necesidad de reforzar la financiación de proyectos medioambientales, así como la construcción de redes trans-europeas, y –en el caso de Lituania, quizás por su situación de frontera con Rusia y Bielorrusia- la consideración del sector energético. El tema de la accesibilidad preocupa especialmente a Finlandia y a Malta.



III. CONCLUSIONES
Puede concluirse que la lucha contra la pobreza y la exclusión social, cuenta con una dimensión territorial que comparte el aspecto económico de aquellas, pero que hace referencia a otras cuestiones como el acceso a los servicios sanitarios, educativos, de ocio, de transporte que evitará la consolidación de espacios aislados y divergentes con respecto a la trayectoria del conjunto de la Unión Europea. No obstante, estas líneas estratégicas deberían ir acompañadas de voluntad política, dado que los últimos informes de las instituciones comunitarias dejan bien claro que ha existido durante el último periodo de programación una evidente divergencia entre los principios planteados para la cohesión socio-económica, y las cifras reales que no muestran un firme retroceso de las diferencias regionales. Nadie pone en duda que la inversión y aplicación de los Fondos Estructurales durante las últimas décadas ha favorecido el desarrollo económico; es cierto que todas las regiones han mejorado su situación; pero, también es cierto, que el ritmo de crecimiento ha variado mucho entre unos territorios y otros, y mientras unas regiones han experimentado un claro despegue, encontrando su estrategia de competitividad y «subiéndose» al tren de las nuevas tecnologías y de la inversión en I+D, otras han caminado sin plan definido de futuro, apoyándose en las ayudas comunitarias y en inversiones no siempre coherentes con respecto a sus realidades socio-económicas.
Se corre el riesgo de olvidar que –tal como indica Vaitsos- “las trayectorias de convergencia económica o institucional no tienen que cumplir, necesariamente, o incluso pueden negar, partes importantes de las exigencias más amplias y complejas que plantea el logro de cohesión socioeconómica” .
El Tratado por el que se establece una Constitución para Europa indica en el punto tercero del artículo I-3 sobre los Objetivos de la Unión:
“[…] La Unión combatirá la exclusión social y la discriminación y fomentará la justicia y la protección sociales, la igualdad entre mujeres y hombres, la solidaridad entre las generaciones y la protección de los derechos del niño.
La Unión fomentará la cohesión económica, social y territorial y la solidaridad entre los Estados miembros […].
Si las instituciones comunitarias olvidan estos objetivos nos encontraremos con algo más que la tan citada «Europa de dos velocidades»; tendremos una sociedad europea desigual e injusta, formada por círculos concéntricos que se alejan de las posibilidades del bienestar y del crecimiento económico, del acceso y disfrute pleno de sus derechos: una sociedad con centro y periferia.

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