ENCUENTROS ACADÉMICOS INTERNACIONALES
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LA HUELLA ECOLÓGICA DE UNA ECONOMÍA CERRADA: CONSIDERACIONES TEÓRICAS SOBRE EL AJUSTE DE COMERCIO EN EL MARCO DE ANÁLISIS DE LA HUELLA

Carballo Penela, A., Villasante Larramendi, C.S.
Grupo de Investigación de Economía Pesqueira e Recursos Naturais
Departamento de Economía Aplicada
Universidade de Santiago de Compostela
acpacp@usc.es
Resumen

A pesar de contar con sólo unos pocos años de vida, la Huella Ecológica es uno de los indicadores de sostenibilidad que han alcanzado un mayor grado de difusión. Su flexibilidad y capacidad para comunicar resultados han contribuido a que el indicador se adapte a nuevas realidades, siendo cada vez más empleado como herramienta para la toma de decisiones en distintos ámbitos. Sin embargo, algunos de sus fundamentos teóricos han sido objeto de importantes críticas.
Una de las cuestiones sobre las que existe más controversia es el papel que desempeñado el comercio exterior en la huella. Por esta razón analizaremos en esta comunicación los posibles usos del indicador en ausencia de los flujos de importaciones y exportaciones.

Palabras clave: Sostenibilidad, huella ecológica, economía cerrada


 

Desarrollo sostenible y población
 y Simposio "Origen, causas y consecuencias de la Crisis del Agua y las Estrategias Nacionales para afrontarla"

realizado del 5 al 22 de junio de 2007
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1 EL MARCO DE ANÁLISIS DE LA HUELLA ECOLÓGICA
1.1 Descripción general del indicador
La huella ecológica (EH) es un indicador de sostenibilidad desarrollado a principios de los 90 por William Rees y Mathis Wackernagel. El concepto relaciona las necesidades de capital natural de una economía con el área biológicamente productiva que le corresponde (Wackernagel et al 1999a), siendo diseñado como una herramienta de planificación para medir la sostenibilidad ecológica (Wackernagel et al 1999a, Wackernagel y Silverstein 2000) con el propósito de estimar la magnitud del consumo humano que excede la capacidad de regeneración de la biosfera (Wackernagel 1999b).
La HE es definida como “el área de tierra productiva o ecosistema acuático necesaria para mantener el consumo de recursos y energía, así como para poder absorber los residuos producidos por una determinada población humana o economía con un nivel de vida específico, se encuentre donde se encuentre ese área” . Se parte de que el nivel de consumo de bienes y servicios de los habitantes lleva asociado un nivel de consumo de recursos y residuos generados, tratando de identificar la superficie de tierra biológicamente productiva necesaria para mantener esos niveles o, lo que es lo mismo, la HE.
De acuerdo con Wackernagel y Rees (1996), la sostenibilidad es valorada comparando la superficie disponible con la demandada, asumiendo que poblaciones con una HE superior a su superficie biológicamente productiva son insostenibles (Lenzen et al 2003) a largo plazo, presentando lo que se denomina déficit ecológico. Cuando el déficit ecológico se produce a nivel planetario, se estaría produciendo un sobrepasamiento o overshooting, indicativo de que el consumo de capital natural se produce a ritmos que superan la capacidad de regeneración de la biosfera .
Tabla 1. Relación de países con mayor déficit ecológico. Ha./hab.
País HE Biocapacidad Déficit
Ecológico
Emiratos Árabes Unidos 11.9 0.8 11.1
Kuwait 7.3 0.3 7
Estados Unidos 9.5 4.7 4.8
Bélgica/Luxemburgo 5.6 1.2 4.4
Israel 4.6 0.4 4.2
Reino Unido 5.6 1.6 4.0
Japón 4.4 0.7 3.7
Holanda 4.4 0.8 3.6
Suiza 5.1 1.5 3.6
Arabia Saudita 4.6 1.0 3.6
Mundo 2.2 1.8 0.4
Fuente: Elaboración propia a partir de WWF ADENA (2006).
Wackernagel y Rees, proponen dividir la HE total en distintas subhuellas, distinguiendo diferentes tipos de necesidades de superficie productiva. Ellos realizan una propuesta que incluye superficies con 8 usos distintos (tierra apropiada para el uso de energía obtenida de combustibles fósiles, tierra construida, jardines, cultivo de cereales, pastos, bosques explotados, bosques vírgenes y áreas no productivas), si bien en la mayoría de los cálculos realizados se reducen a 5 ó 6. Una de las divisiones más empleadas es la que distingue los seis siguientes tipos de superficie:
- Cultivos.- Aquella superficie en la que los humanos desarrollan actividades agrícolas.
- Pastos.- Área dedicada a pastos.
- Bosques.- Área de bosques en explotación.
- Superficie construida.- Área ocupada por edificios, embalses… por lo que no es biológicamente productiva.
- Energía.- El área de bosque necesaria para absorber las emisiones de CO2 procedentes de la quema de combustibles fósiles.
- Mar.- La superficie marítima biológicamente productiva y que es aprovechada por el hombre.
- A mayores algunos incluyen una categoría más, sugiriendo que se preserve una parte de la superficie del planeta como reserva de la biodiversidad, en aras de garantizar la biodiversidad y estabilidad ecológica global.
Igualmente se suelen distinguir distintas categorías de consumo, de modo que para cada una de ellas se establecen las distintas necesidades de superficie productiva. La propuesta de los autores establece 5 categorías de consumo, Alimentación, Hogar, Transporte, Bienes de consumo y Servicios, que a su vez se pueden dividir en las subcategorías que se consideren oportunas.
Tabla 2. Matriz de superficies apropiadas por categoría de consumo (Ha/cápita)
Cultivos Pastos Bosques Superficie construida Energía Mar Total
Alimentación
Hogar
Transporte
Bienes de consumo
Servicios
TOTAL HE TOTAL
Fuente: Elaboración propia a partir de Wackernagel y Rees (1996).
Uniendo las categorías de consumo con las categorías de uso de la tierra se obtiene una matriz (consumo-superficies apropiadas) donde cada fila muestra la apropiación de superficie de una categoría de consumo concreta y cada columna la distribución de la apropiación de un tipo de superficie entre los distintos tipos de consumo.

2 METODO DE CÁLCULO
2.1 La metodología original
Tal y como señala Bicknell et al (1998), el método de cálculo propuesto por Wackernagel y sus colegas implica el uso de estadísticas de consumo y población para el cálculo del consumo medio anual per cápita.
El consumo anual per cápita (Ci)(kg/habitante) para una determinada categoría, por ejemplo alimentación, es calculado dividiendo el consumo total por la población existente. La huella ecológica per cápita para esa categoría, resulta del cociente del consumo anual per cápita (kg/habitante) por la productividad media anual (Pi) (kg/ha) de los terrenos en los que se originan los bienes y servicios consumidos. Una vez hecho esto, la suma de las huellas ecológicas individuales para cada categoría de consumo nos ofrece la huella ecológica total del ciudadano medio (HEp.c.), obteniendo la HE total (HEpob.) multiplicando la huella ecológica individual por el tamaño de la población estudiada .
(1)
(2)
Si bien esta es la metodología general de cálculo, la huella asociada al consumo de energía presenta un buen número de especificidades, pues, en este caso, no se trata de calcular la huella de un determinado consumo, sino de las emisiones asociadas al consumo de energía.
De este modo, el objetivo es recoger los consumos de energía de la economía estudiada, transformándolos en superficie usada, de modo que esa superficie se pueda comparar con la “cantidad de energía por año que puede ser suministrada por una hectárea de superficie ecológicamente productiva” .
Es, por tanto, necesario determinar el modo de realizar la transformación consumo de energía-superficie para cada tipo de energía. La metodología propuesta por Wackernagel y Rees (1996) es la siguiente:
- Energía obtenida de la combustión de combustibles fósiles .- La metodología elegida estima la superficie necesaria para absorber las emisiones de CO2 producidas en la combustión de combustibles fósiles. La mayoría de los estudios parten de datos de consumo de energía primaria por habitante a los que se aplica un factor de emisión de CO2 en función del tipo de energía considerado y una tasa absorción de carbono por hectárea de bosque.
En este sentido, si bien inicialmente se ha usado frecuentemente la tasa de absorción propuesta por Wackernagel y Rees (1996,74), 6,6 Tm/CO2 /ha/año, tal y como indica Doménech Quesada (2006), posteriormente se asume como más precisa la estimación del Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC) 5.21 Mt CO2/ha/ano, ligeramente más baja que la propuesta inicial.
No obstante, de acuerdo con Valentini et al (2000) la capacidad de absorción de los bosques varía substancialmente en función de variables como su latitud, edad o composición de las especies, existiendo en Europa bosques con tasas de absorción bastante superiores a las manejadas en la mayoría de estudios de HE.
- Energía hidroeléctrica, eólica y solar.- En los 3 casos se incluye la superficie que ocupan las propias instalaciones empleadas para producir electricidad, aunque se suele optar por incluir estas superficies, no en el apartado de energía, sino en el de superficie construida .
- Energía nuclear.- La energía nuclear es tratada en la HE como un combustible fósil. Por tanto, es incluida en la huella considerando la superficie necesaria para absorber las emisiones de CO2 que serían generadas en el caso de que la cantidad de energía producida con fuentes nucleares se generase quemando combustibles fósiles. Siendo conscientes de que los riesgos e impactos de la energía nuclear son substancialmente diferentes a los de la energía fósil, algunos autores incluyen en la HE el riesgo de un accidente nuclear, incrementando la huella en función de la superficie afectada en un posible accidente .
Además de la suma de las superficies requeridas por cada tipo de energía, el cálculo de la HEE necesita ajustes que incluyan la energía incorporada a la importación neta de bienes manufacturados e industriales, de modo que se refleje el consumo de energía de los habitantes de una zona y no lo que se produce en ese área.
Dado que parte de la energía consumida en una economía estudiada es usada para producir bienes que son exportados, la energía incorporada a las exportaciones debe ser eliminada de la huella, pues son los ciudadanos de otras zonas los que disfrutan del consumo de esos bienes. Del mismo modo, la energía incorporada a los bienes que son importados debería incluirse en la HE de los habitantes que consumen esos bienes.
Este ajuste requiere el conocimiento de los flujos físicos de importaciones y exportaciones, obteniendo la energía incorporada a las importaciones/exportaciones netas de cada categoría de producto mediante el uso de factores de consumo que muestran la energía consumida durante el ciclo de vida de cada uno de ellos.
En la medida en que existe poca información relativa a los flujos comerciales entre Comunidades Autónomas, esta corrección resulta complicada en el caso de huellas regionales en España. Igualmente, debemos tener en cuenta que las distintas características técnicas de los procesos productivos influyen significativamente en el consumo energético asociado a su elaboración, por lo que el uso de factores relativos a ciclos de vida estándar, podría distorsionar el ajuste realizado.
Por otro lado, tal y como señalan Ibáñez Etxeburúa (2001) y Mayor Farguell et al (2003), este ajuste podría posibilitar la paradoja de que una región reduzca su HE exportando bienes producidos con procesos de baja eficiencia energética e importando aquellos bienes con un menor contenido energético.

2.2. Desarrollo del método de cálculo
Hemos expuesto la idea inicial desarrollada por Wackernagel y Rees (1996), conocida a veces como el método compuesto. No obstante, la metodología de cálculo ha evolucionado, de modo que distintos investigadores han añadido diferentes ideas a la propuesta original.
Una alternativa es la denominada “component-based approach”, que reconstruye las necesidades de cada tipo de superficie, estableciendo diferentes subcategorías de consumo que se considera recogen la mayoría de consumos que afectan a cada tipo de superficie .
Desde un punto de vista diferente, Bicknell et al (1998) emplean el análisis input-output en la estimación de la HE de Nueva Zelanda. Esta nueva visión constituye una innovación importante en el marco de análisis de la HE, de modo que se incluyen las relaciones existentes entre la producción de bienes y servicios de una economía estudiada y su demanda final. Dado que los coeficientes obtenidos en el análisis input-output reflejan las necesidades de cada sector económico para satisfacer un cierto nivel de consumo final, su traducción en términos de superficie, permite el cálculo de la superficie total necesitada por cada sector para satisfacer su nivel actual de demanda final, considerando el total de las demandas realizadas a otros sectores, directas e indirectas.
Este análisis, tal y como indican Bicknell et al (1998), permite una apreciación más profunda de las necesidades de superficie de industrias que aparentemente no tendrían una demanda intensiva de superficie. Otros estudios como Lenzen y Murray (2001), Lenzen et al (2003) o Ferng (2003) también señalan el potencial de este análisis para corregir algunas deficiencias de la metodología original en lo que se refiere al análisis regional de EH, la degradación de la tierra y la huella de la energía.
Sin embargo, tal y como señalan McDonald y Patterson (2003), hasta el momento, no hay una metodología de cálculo aceptada, lo que ha propiciado ambigüedades en la interpretación de resultados en varios estudios de HE, pues diferentes asunciones en relación a cuestiones como el uso de factores de equivalencia, rendimientos (locales o globales) o el ajuste derivado de los flujos comerciales pueden influir notablemente en los resultados.

2.3 La huella ecológica aplicada a nuevas realidades
Debemos destacar que en su concepción inicial la HE está vinculada a un determinado territorio, pues los protagonistas del cálculo son los habitantes del área estudiada, siendo su huella comparada con la superficie ecológicamente productiva de esa zona.
No obstante, si bien muchos de los estudios realizados se realizan en estos términos, han surgido nuevas aportaciones que aplican la huella a otras realidades donde el territorio cede protagonismo, surgiendo nuevos ámbitos donde el concepto es aplicado. De este modo, se han realizado estudios de HE de realidades como, entre otras, sectores económicos (Herva et al (2007), productos (Lewis et al (2000) o corporaciones (Chambers y Lewis (2006), Doménech Quesada (2006), Wiedmann (2007) , pues en la medida en que existan consumos y generación de residuos, el análisis de HE es lo suficientemente flexible como para ser aplicado en ámbitos diferentes.

3. CONSIDERACIONES A RESPECTO DEL INDICADOR
A pesar de que la HE es un indicador con una vida relativamente corta, lo cierto es que ha alcanzado un grado de difusión notable, tanto dentro de la comunidad científica como, cada vez en mayor medida, en los responsables de la toma de decisiones y consumidores.
No obstante, es difícil que un único indicador recoja de forma eficiente todas las cuestiones relacionadas con la sostenibilidad (Wackernagel 1999a; Rees 2000), siendo recomendable emplear la HE junto con otros indicadores que ofrezcan información adicional.
El conocimiento de los puntos fuertes y débiles de la HE es, por tanto, doblemente importante, pues además de garantizar un uso adecuado del indicador, contribuye a determinar que otro tipo de información puede complementar los resultados ofrecidos. En el siguiente apartado, resumimos las principales fortalezas y debilidades de la HE.
3.1 Fortalezas
En relación a las asunciones teóricas implícitas en el concepto, la HE incorpora 4 cuestiones fundamentales a la hora de lograr la sostenibilidad: es un indicador de sostenibilidad fuerte, es coherente con las leyes de la termodinámica, reconoce la vertiente social de la sostenibilidad, e incorpora límites ecológicos.
Otra de sus fortalezas principales es su capacidad para comunicar resultados, mostrando de un modo claro la dependencia que los humanos tenemos de los ecosistemas. La claridad de resultados, su simplicidad conceptual y atracción intuitiva (Rees, 2000) favorecen tanto la toma de decisiones como la difusión del concepto .
Para finalizar, otra de las fortalezas que se pueden señalar reside en que, en la medida en que la HE distingue distintas categorías de consumo y de superficie apropiada, identifica impactos desde distintas áreas, posibilitando la puesta en marcha de actuaciones en función de las necesidades de cada una.
3.2 Debilidades
En primer lugar, debemos señalar que la HE excluye algunas cuestiones como determinados impactos ecológicos importantes, el consumo de agua y recursos naturales y determinados tipos de contaminación. Además, se asume que cada clase de superficie tiene un único uso (Van den Bergh y Van der Bruggen (1999), considerando sólo la superficie biológicamente productiva cuando incluso la superficie improductiva puede ser empleada directa o indirectamente para usos humanos (Lenzen y Murray, 2001; Lenzen et al 2003).
En segundo lugar, la metodología empleada para medir el impacto del consumo de energía está exclusivamente centrada en las emisiones de CO2, excluyendo el resto de gases de efecto invernadero. Igualmente, la HE considera un único sumidero de carbono, los bosques, cuando existen otros, como por ejemplo, el mar.
En tercer lugar, otra limitación importante se refiere a la no diferenciación entre el uso sustentable e insustentable de la tierra, de modo que, en aras de aumentar la productividad a largo plazo la HE pudiese incentivar métodos insustentables.
En cuarto lugar, la agregación de los diferentes tipos de superficies está hecha asumiendo que cada una de ellas tiene el mismo peso, si bien, por ejemplo el impacto una hectárea de cultivos y de una de superficie construida tienen un impacto notablemente diferente (Van den Bergh y Van der Bruggen (1999).
Aún cuando estas limitaciones son generalmente aceptadas por los defensores de la HE, se afirma que convierten a la HE indicador conservador o, en otras palabras, la demanda humana de bioproductividad es incluso superior a lo que la HE muestra.
3.3 Críticas recibidas
A pesar de la popularidad alcanzada, es cierto que la HE ha recibido importantes críticas de diversos autores que cuestionan sus fundamentos teóricos . Tal y como señala Constanza (2000,341), la controversia comienza cuando nos movemos de un simple resultado a interpretarlo como indicador de algo.
Aunque la HE es generalmente aceptada como un indicador de insostenibilidad global (Lenzen et al 2003; Ayres 2000) recibe algunas críticas como indicador de sostenibilidad, especialmente si se trata de emplear como una herramienta que guíe decisiones de política ambiental en análisis regional.
En este sentido, algunos de los aspectos criticados son los siguientes: (1) el uso de rendimientos globales en lugar de productividades locales (2) el uso de límites políticos y, por tanto, distintos a los marcados por los ecosistemas (3) el hecho de que de acuerdo con este indicador los países o regiones altamente industrializadas no puedan ser sostenibles, (4) el papel desempeñado por el comercio en la huella ecológica.
En relación a la primera crítica, se señala que los cálculos efectuados con productividades globales, los recomendados por Wackernagel y Rees, implican la pérdida de precisión del indicador cuando se aplica a regiones (Bicknell 1998; Lenzen y Murray 2001).
Van der Begh y Verbruggen (1999) también afirman que la definición de regiones desde una perspectiva política es errónea, pues las fronteras políticas no tienen significado ambiental.
En cuanto a la tercera objeción, los mismos autores consideran que las elevadas HE de países, regiones o ciudades densamente poblados son consecuencia de una particular distribución de los factores, pero no de tendencias insostenibles.
Finalmente, se señala que, en la medida que el consumo interior necesita ser corregido con la superficie incorporada a las exportaciones/importaciones netas, los déficit o reservas ecológicas no revelan lo que realmente está ocurriendo en la economía estudiada. En consecuencia, la HE sería exclusivamente útil para el análisis de la sostenibilidad global o planetaria, pero no a otros niveles (Lenzen y Murray 2001).
Desde otro punto de vista, algunos detractores señalan también que el comercio tiene capacidad para distribuir las cargas ambientales entre aquellos ecosistemas mejor preparados para asumirlas, indicando que la HE posee un sesgo anti-comercio, dado que la auto-suficiencia es la situación más deseable (Van der Begh y Verbruggen (1999).
En nuestra opinión, algunas de estas críticas son bastante razonables, si bien, más que limitar la utilidad del análisis, su conocimiento contribuye a un mejor uso del indicador. En otros casos, las discrepancias pueden surgir debido a diferentes opiniones a respecto de las características de un mundo sostenible: en la medida en que la economía, incluyendo la economía ecológica, es una ciencia social, la solución al os problemas económicos puede estar influenciada por nuestros principios ético-políticos .
Tal y como indican Relea i Ginés y Prat i Noguer (1998), el uso de productividades globales tiene sentido, en la medida en que, de no hacerse así, se podría fomentar que países con HE elevada incrementen las importaciones de aquellas zonas del mundo más productivas para minimizar su huella. No obstante, dependiendo de la finalidad que se le quiera dar al indicador, no vemos inconveniente en emplear productividades locales . Es más, el cálculo de la HE con ambos rendimientos podría ofrecer información útil, reflejando como afectan los cambios en esta variable a la huella estudiada.
En cuanto al uso de fronteras políticas, coincidimos con Woods (2004,17), pues, la “las decisiones que marcan el impacto de los humanos en el medio ambiente son tomadas considerando fronteras nacionales o otros áreas geopolíticas”.
Igualmente, estamos de acuerdo con Wackernagel y Silverstein (2000), cuando afirman que una economía global sostenible no debe fomentar que determinadas economías sustenten su bienestar apropiándose del bienestar natural de otros países que sufragan los excesos de aquellos países más desarrollados.
En relación al papel del comercio, los mismos autores señalan que, dado que la demanda mundial no es constante, el incremento de los flujos comerciales, más que contribuir a una mejor distribución de las cargas ambientales, ha venido acompañado de incrementos del consumo que redundan en incrementos de la HE, en la medida en que se facilita que determinadas regiones o países excedan su biocapacidad.
En cuanto al papel desempeñado por las importaciones e importaciones en el cálculo de la HE,es analizado en detalle en el siguiente epígrafe.
4 La HE de una economía cerrada
A la hora de analizar la HE de una economía cerrada, es importante tener en cuenta la filosofía que inspira el nacimiento del concepto. Wackernagel y Rees (1996) dan la vuelta al concepto de capacidad de carga , de modo que la HE se centra en averiguar cuanta superficie es necesaria para soportar indefinidamente el estilo de vida de sus habitantes o, en otras palabras, se analiza la demanda de bioproductividad de los humanos que habitan un determinado territorio.
Es decir, a pesar de que la HE en su versión original se refiere a un área geográfica concreta, lo que trata de reflejar es el estilo de vida de sus habitantes, los verdaderos protagonistas en el indicador . En consecuencia, es necesaria una forma de medir ese estilo de vida, empleando para ello niveles de consumo y generación de residuos.
En la medida en que consumimos bienes que incorporan recursos localizados más allá de los límites del ámbito territorial estudiado, nuestra huella debe incluir la superficie empleada para producir aquellos que importamos, restando la superficie presente en aquellos bienes que son producidos en nuestro territorio, pero son consumidos por habitantes de otros lugares .
A mayores, tal y como indicamos la HE recoge la energía consumida en otros territorios pero que se incorpora a nuestro consumo cuando importamos, eliminándose aquella energía consumida en nuestro territorio y que está incorporada a los productos que exportamos.
De no incluir el comercio exterior, el análisis perdería gran parte de su utilidad, pues la HE fue pensada para ser comparar demanda y oferta de superficie ecológicamente productiva, determinando así si se puede mantener o no el nivel de vida de la población objeto de estudio con las posibilidades de producción de la zona que esos habitantes habitan. Por tanto, la HE puede ser vista como un indicador que permite traducir a una unidad común (Ha) distintos tipos de consumos, mostrando si el comercio con otras regiones provoca consumos que superan la producción obtenida con la superficie productiva existente.
Sin embargo, la inclusión de las exportaciones e importaciones es, paradójicamente, uno de los aspectos más criticados, pues podría distorsionar la huella, restándole utilidad para la toma de decisiones sobre el territorio estudiado. Llevando la metodología al caso extremo, una economía que exporte toda su producción y no realice importaciones tendría una HE nula, aunque toda su superficie estuviera siendo empleada y sean sus habitantes y su territorio quienes soporten la contaminación generada en la producción de bienes y servicios.
La existencia de estas críticas nos ha llevado a plantearnos la utilidad y significado del indicador en ausencia de comercio exterior o, lo que es lo mismo, estudiar el análisis de HE en una economía cerrada.
Una economía cerrada es aquella donde no existen intercambios comerciales con otras economías, de modo que el consumo no supera a la producción interior. En principio, no habría posibilidad de que existiera un desequilibrio en términos de HE, pues no se pueden consumir más productos que aquellos que provengan del área biológicamente productiva disponible. Por tanto, la HE no ofrecería información respecto a la existencia de déficit o reservas ecológicos, perdiendo buena parte de su utilidad, en el sentido de que no existirían déficit ecológicos.
No obstante, consideramos que en este caso la huella podría incrementar su utilidad a la hora de tomar decisiones sobre la realidad estudiada, pues el protagonismo en el cálculo se traslada de los consumidores al territorio estudiado.
La HE de una economía cerrada mostraría que parte de la superficie ecológicamente productiva requiere la producción del territorio o, lo que es lo mismo, su grado de utilización, permitiendo analizar las diferencias en el uso de las diferentes superficies incluidas la huella. El análisis sería similar al de la versión tradicional o de consumo de la HE, pues se compararía la huella, en este caso de la producción, con la biocapacidad, si bien no se estarían detectando posibles déficit ecológicos sino el grado de uso de cada tipo de superficie.
Por otro lado, dado que en la huella de la energía se comparan las emisiones realizadas con la capacidad de los bosques para absorberlas, podría haber desequilibrios, incluso en una economía cerrada. Es más, en la medida en que la contaminación producida es soportada más intensamente por los habitantes del territorio donde se producen las emisiones, la eliminación del comercio exterior permitiría que la huella de la energía refleje mejor la situación del territorio estudiado, incrementando la utilidad del indicador para la toma de decisiones en comparación con el análisis en una economía abierta .
Simplemente como ejercicio teórico para explicar el análisis propuesto, la Tabla 3 recoge un breve ejemplo ficticio de dos países suponiendo que son economías cerradas. En este caso, ambos presentan la misma HE 6,26 Ha/hab., aunque el grado de utilización de la superficie biológicamente productiva es diferente.
Tabla 3: Huella Ecológica en una economía cerrada: análisis de 2 casos ficticios (Ha/hab.)
País 1 País 2
Huella
Ecológica Biocapacidad HE/Biocapacidad Huella
Ecológica Biocapacidad HE/Biocapacidad
Cultivos 0,25 0,50 50,0% 0,25 0,25 100%
Pastos 1,94 2,00 97,0% 1,94 3,7 52,4%
Bosques 0,39 0,45 86,6% 0,39 2,5 15,6%
S.Construida 0,07 0,07 100% 0,07 0,07 100%
Energía 2,18 2,25 96,8% 2,18 3,8 57,3%
Mar 1,43 1,25 114,4% 1,43 2,0 71,5%
TOTAL 6,26 6,52 96,01% 6,26 12,32 50,8%
Fuente: Elaboración propia.
En el caso del país 1, la producción de los bienes y servicios requiere la utilización de casi la totalidad de su superficie ecológicamente productiva (96,01%), lo que indicaría que, en ausencia de comercio exterior, su producción no tendría muchas posibilidades de crecimiento. No obstante, se observan diferencias entre los distintos tipos de superficie, pues en el caso de la huella de los cultivos, la producción efectuada sólo agota el 50%, existiendo posibilidades de incrementar la producción de este tipo de productos.
En relación al País 2, posee la misma huella que el primero, pero el grado de utilización de su superficie es sensiblemente inferior. Sin embargo, en este caso, la superficie disponible para cultivos está agotada, sin posibilidades de obtener más productos de este tipo.
Esta información podría ser de utilidad en el caso de que estos países comenzasen a comerciar con otros, pues el grado de utilización de cada tipo de superficie determina las posibilidades de producción, uno de los elementos a tener en cuenta a la hora de decidir las características de importaciones e importaciones. No obstante factores como la productividad, influirían igualmente en esta decisión, pues el comercio exterior tiende a propiciar que la producción se realice en aquellos países donde la productividad es más alta y, por tanto, los costes más bajos.
En relación a la huella de la energía, en nuestro ejemplo se observa como en el caso del País 1, existe un desequilibrio en términos de huella, pues, a diferencia de l oque ocurre en el país 2, sus bosques no serían capaces de absorber las emisiones de CO2.. Tal y como se ha comentado, la ausencia de comercio propicia que la huella recoja la magnitud de las emisiones generadas, evitando la posibilidad de que los incrementos o disminuciones debidos a las importaciones o exportaciones oculten la contaminación soportada por el territorio estudiado.
4.1 De la perspectiva de la producción a la perspectiva del consumo
La inclusión del comercio exterior, por tanto, podría influir significativamente en la huella, en el caso de que existan desequilibrios importantes entre exportaciones e importaciones, o bien diferencias importantes en la intensidad energética de los bienes importados y exportados. Es más, en el caso de territorios con empresas especialmente contaminantes, la exportación de sus productos reduciría importantemente la huella de la energía, cuando son el propio territorio y sus habitantes los más afectados por la polución generada. De ahí que, en este caso, la huella no sería un indicador adecuado para tomar decisiones con respecto a ese territorio, siendo más útil para este fin el uso de la perspectiva de la producción y no desde la tradicional perspectiva del consumo.
Si bien el análisis de HE en una economía cerrada responde a un ejercicio fundamentalmente teórico, consideramos las conclusiones obtenidas son interesantes para el análisis de economías abiertas, pues resulta útil, en una primera fase de cálculo, eliminar el efecto del comercio exterior, obteniendo lo que denominamos huella desde una perspectiva de la producción. Desde este punto de vista, el análisis se centra en la huella derivada de la producción de bienes y servicios en la realidad económica objeto de estudio, mostrando lo que ocurre en términos de demanda y oferta de superficie ecológicamente productiva dentro del territorio estudiado.
Posteriormente, se puede añadir el ajuste del comercio, recogiendo la huella asociada a las importaciones y exportaciones, de modo que se obtenga la huella en su perspectiva tradicional o del consumo. En este caso, además de analizar la sostenibilidad global, la HE visualizaría como el comercio exterior de cada país incrementa o disminuye la demanda de superficie, recogiendo la demanda total de biocapacidad de cada país. De este modo se puede diferenciar claramente a aquellos países que se apropian de la biocapacidad de otros para mantener su nivel de vida, identificando además la magnitud de la apropiación tal y como muestran las Figuras 1 y 2.
Figura 1. Países deudores y países con crédito ecológico en 2003


Figura 2. Distribución de la huella global en 2003.

Fuente: WWF ADENA (2006).
Teniendo en cuenta estas dos perspectivas de la HE, proponemos que los resultados obtenidos se podrían expresar en una simple tabla como la siguiente.
Tabla 3: Dos perspectivas de la HE

HE Perspectiva
de la producción
(1) Huella
de las importaciones
(2) Huella
de las exportaciones
(3) Perspectiva
del consumo
(1)+(2)-(3)
Rendimientos
globales

Rendimientos locales

Fuente: Elaboración propia..
Algunas de las críticas recibidas por el indicador se relacionan con la falta de consenso a la hora de decidir determinadas cuestiones en el cálculo de la huella, lo que añade ambigüedad al análisis y propicia que estudios de una misma realidad ofrezcan resultados sustancialmente diferentes . En este sentido es importante ser conscientes de que los estudios de HE pueden responder a distintas necesidades y finalidades, aplicándose cada vez a más ámbitos diferentes. Más que el logro de una metodología estándar, puede ser interesante que en los resultados obtenidos se ofrezca información sobre aquellas cuestiones principales sobre las que pueden existir discrepancias.
Nuestra propuesta distingue por un lado las dos perspectivas de la huella mencionadas, producción y consumo. De este modo, se aísla la parte de la huella asociada al comercio exterior, uno de los aspectos más criticados, contribuyendo a visualizar su importancia. Igualmente, la huella desde la perspectiva de la producción puede ser útil si el indicador se usa en la toma de decisiones de política ambiental relativas a la economía estudiada. No obstante, para este fin, la información subministrada debería ser complementada con información procedente de otros indicadores. Tal y como señala Rees (2000) nadie ha dicho que el análisis de HE explique totalmente el comportamiento de ningún sistema.
En segundo lugar, se ofrecen los resultados aplicando rendimientos locales y globales, pudiendo observar como varía la HE en función de la productividad. En cierto modo, la productividad es la divisa en la que se expresa la huella, siendo importante que para realizar comparaciones entre distintas huellas estén expresadas en la misma divisa. En la medida que los rendimientos locales reflejan con más precisión lo que sucede en la realidad estudiada, estaría justificado su uso en huellas que se vayan a emplear para tomar decisiones sobre la realidad estudiada
En contra de esta propuesta, podría alegarse que, procediendo de esta forma, obtendríamos no una sino varias huellas para cada economía estudiada, lo cual evidentemente es cierto . Sin embargo, esto no debe significar problema alguno si se es consciente del significado de cada una y de su adecuación a la finalidad buscada. Igualmente, en la medida en que se ven claramente los factores que influyen en los distintos resultados obtenidos, no debería haber problemas a la hora de realizar comparaciones entre huellas, eliminando, al menos, parte de la ambigüedad que incorpora el método.
4. CONCLUSIONES
A pesar de la difusión y el uso de la HE en los últimos años, ha sido objeto de diferentes críticas. Una de las más recurrentes se refiere al papel que el comercio exterior desempeña en la HE. Dado que el indicador se centra en el estilo de vida de los habitantes de un determinado territorio, debe incluir la superficie necesaria para producir los bienes importados, excluyendo aquella superficie incorporada a los bienes producidos dentro del territorio estudiado, pero que son consumidos por los habitantes de otros lugares.
Sin embargo, la inclusión de las importaciones y exportaciones en la HE podría influir significativamente en los resultados, pues los déficit o reservas que se muestran podrían ser causados por la componente exterior, sin que en este caso, se ofrezca información relevante para la toma de decisiones sobre los sostenibilidad de los ecosistemas estudiados.
Teniendo en cuenta este hecho, nos hemos planteado en estas breves reflexiones el análisis de la HE en una economía cerrada, definiendo lo que denominamos HE de la producción. Esta huella recoge la demanda de superficie ecológicamente productiva derivada de la producción en el territorio estudiado, considerando que desde esta perspectiva la HE proporciona información que puede ser de utilidad a la hora de tomar decisiones sobre el propio territorio, pues nos permite obtener información sobre el grado de utilización de las distintas superficies, reflejando con mayor precisión el impacto del consumo de energía.
Consideramos también que la perspectiva de la producción puede ser vista como un primer paso en el proceso de cálculo de la huella en su perspectiva tradicional del consumo, siendo interesante que los estudios de HE ofrezcan información sobre ambas versiones. La expresión de la huella empleando rendimientos locales y globales contribuiría también a mejorar la precisión del indicador en determinados casos.
La inclusión de información específica a respecto de la huella del comercio exterior, nos permite distinguir, que parte de la huella se genera dentro del territorio de aquella parte importada, evitando así la falta de información a respecto de la localización de los impactos de la perspectiva tradicional.
Igualmente, se permite que, dependiendo del uso que se le vaya a dar al indicador, se pueda optar por la perspectiva más adecuada, lo que contribuiría a evitar alguno de los problemas que tradicionalmente se asocian con la metodología. Si bien la motivación de algunos estudios de huella se relaciona con la aplicación del indicador a una realidad concreta sobre la que se pretende tomar algún tipo de decisión basándose en él, en otros casos, existen estudios que estiman la huella de distintos países, pudiendo realizarse comparaciones entre ellos (los estudios de HE de de ADENA o Redefining Progress podrían ser útiles en este sentido)
En el primer caso, se recomendaría la perspectiva de la producción y la aplicación de rendimientos locales, mientras que en el segundo, la perspectiva del consumo, junto con el uso de rendimientos globales, sería más adecuada.

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