ENCUENTROS ACADÉMICOS INTERNACIONALES
organizados y realizados íntegramente a través de Internet



LOS OBJETIVOS DEL MILENIO
EN EL CONTEXTO DE LA GLOBALIZACIÓN

 

Patricio Sánchez Fernández
Universidade de Vigo - Facultad de Empresariales y Turismo
Campus Universitario - 32004 Ourense
Email: patricio@uvigo.es

Resumen:
La creciente globalización que nos ha tocado vivir posee, como la mayoría de los fenómenos económicos y sociales, consecuencias positivas por un lado y negativas por otro. En este contexto se sitúa la actuación de las instituciones multilaterales de desarrollo quienes están adquiriendo mayor protagonismo en nuestros días.
De las múltiples iniciativas emprendidas por estas instituciones, teniendo como germen la Cumbre del Milenio y la Cumbre Mundial de Desarrollo Sostenible, destacan los Objetivos de Desarrollo del Milenio que constituyen una ambiciosa agenda para la resolución de los principales y más graves problemas de la humanidad.
El objetivo de la presente ponencia consiste en revisar y analizar la evolución de estos Objetivos y cuáles son las principales carencias o necesidades de cara a su consecución en el plazo previsto del año 2015.

Palabras clave:

Objetivos del milenio, indicadores, evolución, perspectivas, globalización.

Este texto fue presentado como ponencia al
CUARTO ENCUENTRO INTERNACIONAL SOBRE
Globalización Financiera
que se realizó del 5 al 24 de octubre de 2006

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LOS OBJETIVOS DEL MILENIO
EN EL CONTEXTO DE LA GLOBALIZACIÓN




INTRODUCCIÓN

La Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible celebrada en septiembre de 2002 en la ciudad sudafricana de Johannesburgo, auspiciada por las Naciones Unidas (NN.UU), fue concebida como continuación de la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro de 1992. Su objetivo principal era el de dar respuesta de forma más realista a las cuestiones planteadas (pero no solucionadas) de la década anterior, que se habían manifestado por primera vez en la Conferencia sobre Medio Ambiente Humano de Estocolmo de la década de los setenta.

Diferentes reuniones multilaterales, tanto de las NNUU como de otros organismos tales como la Organización Mundial del Comercio (OMC) o el Banco Mundial (BM), incidieron en el hecho de que, a pesar de las buenas intenciones de la Cumbre de Río, su planteamiento adolecía de una serie de errores que la hacían prácticamente inviable. En concreto, la Declaración del Milenio de las NNUU (septiembre 2000) así como la Agenda 21 (1992) expresan de forma suficientemente explícita la necesidad de reconducir o reformular los principios que guiaron la Cumbre de la Tierra.

El desarrollo sostenible es definido por el Brundland Report (1987) como “el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de generaciones futuras para satisfacer las suyas propias.” De forma específica se recoge la necesidad de plantear el aspecto social del desarrollo económico y, a su vez, éste hacerlo compatible con los objetivos medioambientales. Es decir, tal y como establece J.D. Worfenson (1992): “las políticas de desarrollo tendrán que estar orientadas a proteger nuestros bosques, nuestros mares y nuestra fauna, así como a mejorar su productividad si queremos que los pobres puedan cerrar la brecha de desigualdad abierta en los últimos cincuenta años”.

Así pues, el foco de atención pasa a ser también la sociedad y no sólo la naturaleza, de modo que el eje “persona–entorno” adquiere prioridad en el planteamiento económico. De esta forma se da respuesta a lo que muchos analistas achacaban de que la preocupación por el medioambiente descuidaba en cierto modo al individuo como agente social, ya que si bien es cierto que desacertadas políticas y deficientes gestiones públicas contribuyeron a desastres ambientales, también es verdad que éstas fueron causa de la creciente desigualdad de ingresos e, incluso, de revueltas sociales.

En la Cumbre del Milenio de las Naciones Unidas celebrada en Nueva York en el año 2000 , los Estados miembros de las Naciones Unidas reafirmaron su compromiso de luchar por un mundo en el que el desarrollo sostenible y la eliminación de la pobreza tuvieran máxima prioridad. Fue esta una oportunidad histórica de convenir en un proceso para la revisión fundamental del papel de esta institución y de los desafíos a los que enfrenta en el nuevo siglo y en este sentido, como consecuencia principal la Cumbre se encuentra la conocida como Declaración del Milenio en el que se plasman los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

Éstos surgen como derivación de acuerdos e iniciativas emprendidas por diferentes conferencias mundiales organizadas por las Naciones Unidas en los últimos años. Los Objetivos han sido aceptados, con carácter global, como marco para la medición de los progresos en materia de desarrollo y para ello centran la labor de la comunidad mundial en la introducción de mejoras importantes y mensurables en la vida de las personas. De ellos, cabe destacar el establecimiento de criterios para cuantificar los resultados, ya no sólo de los países en desarrollo, sino también de los países desarrollados que contribuyen a financiar programas de cooperación, así como de las instituciones multilaterales que ayudan a los países destinatarios a aplicarlos


LA CUMBRE MUNDIAL SOBRE DESARROLLO SOSTENIBLE

La Cumbre de Johannesburgo nace ya desde el mismo momento de su partida con un doble desafío: en primer lugar mejorar las condiciones de vida de todo ser humano y, por otro lado, proteger el medioambiente. Es el primero de estos retos el que supone una novedad en el planteamiento interno de las NNUU y al que se le presta atención en este apartado, sin olvidar que todo este movimiento tiene su origen en el constante y creciente deterioro medioambiental.

Todo el proceso preparatorio de la Cumbre, así como otras conferencias relacionadas tales como la Conferencia Ministerial de Doha (noviembre de 2001) y la Conferencia Internacional sobre Financiamiento al Desarrollo de Monterrey (marzo de 2002) tienen como objetivo la búsqueda de un balance entre el desarrollo económico – social y medioambiental. Más aún, estos tres aspectos interdependientes se plantean como los componentes principales del denominado “desarrollo sostenible”, expresión que da nombre a la Cumbre y que pretende recoger los aspectos comentados anteriormente.

De forma específica dentro de los objetivos y requisitos necesarios de esta nueva concepción del desarrollo socioeconómico planteado en Johannesburgo aparece junto a la protección del medio natural aspectos tales como la erradicación de la pobreza o el cambio en los patrones de consumo y de producción. Se muestra de esta manera la preocupación internacional por la prosperidad, la seguridad y la estabilidad del mundo y se hace hincapié en la necesidad de reducir las diferencias. Echando la vista atrás frente a los planteamientos exclusivamente ecológicos de la Cumbre de Estocolmo, puede llamar la atención el hecho de que, por ejemplo, la protección de la biodiversidad se sitúe de modo paralelo a la disminución de las diferencias entre los pobres y no pobres de la Tierra. Junto a ello destaca la circunstancia de que “por primera vez en la historia de la humanidad, la sociedad tiene la capacidad, el conocimiento y los recursos para erradicar la pobreza y el subdesarrollo” (Mbeki, 2002).

En cuanto a los objetivos propios establecidos conviene recordar la necesidad del uso inteligente de los mismos. Así tomando la referencia del Department for International Development del Reino Unido (2000): “estos no pueden capturar la totalidad y complejidad de las transferencias individuales y colectivas necesarias para el desarrollo sostenible”. Es decir, se hace necesaria la adaptación de los objetivos al entorno local al que se aplica y a la realidad socioeconómica del mismo.

Asimismo es necesario señalar que esta Cumbre pretende reflejar las nuevas características de la problemática del desarrollo socioeconómico. En concreto, la tan repetida globalización que vivimos en la actualidad es foco de atención en las discusiones y conclusiones.

Ciertamente el fenómeno de la globalización ha añadido una dimensión importante al desarrollo sostenible al abrir nuevas oportunidades incrementando los flujos financieros y materiales mediante la integración de mercados y el favorecimiento de la movilidad de capital. Sin embargo, también es necesario mencionar las amenazas latentes que conlleva esta corriente, puesto que tal y como establece J. Sachs (2002) “si los países ricos culpan a los desafortunados (aduciendo su inadecuación a la globalización) no sólo crearemos bolsas de pobreza más profundas sino también un descontento creciente”

De igual modo la preocupación por la dignidad humana es recogida en la Declaración de Johannesburgo expresando una serie de requisitos necesarios entre los se sitúa el acceso a recursos financieros, la apertura de mercados, el uso y transferencia de tecnología y la importancia de la educación y el aprendizaje. No obstante, por encima de ellos y como requisito indispensable para el desarrollo sostenible en todos los documentos y declaraciones multinacionales sobre este tema aparece la erradicación de la pobreza.

Asimismo esta Cumbre tiene como uno de principales objetivos los ya anticipados por las NNUU en la Declaración del Milenio, que se pretenden conseguir a conseguir antes del año 2015 y que se detallan en el siguiente epígrafe.

LOS OBJETIVOS DE DESARROLLO DEL MILENIO

Los Objetivos de Desarrollo del Milenio, conocidos habitualmente como los Objetivos del Milenio, constituyen las metas finales que los dirigentes mundiales fijaron en la Cumbre del Milenio celebrada en septiembre de 2000. Estas metas o propósitos se conforman como una ambiciosa agenda para asuntos tales como reducir la pobreza a nivel mundial, así como sus causas y manifestaciones tal y como fue plasmado en la Declaración del Milenio (NN.UU 2000) que fue aprobada por 189 jefes de estado y gobierno.

Los Objetivos del Milenio se concretan en un total de ocho puntos los cuales comprometen a los países a tomar nuevas medidas y aunar esfuerzos en aspectos tales como la lucha contra la pobreza, el analfabetismo, el hambre, la falta de educación, la desigualdad entre géneros, la mortalidad infantil y materna, la enfermedad y la degradación del medio ambiente. El octavo objetivo, el cual fue reafirmado en las Cumbres de Monterrey y Johannesburgo señaladas anteriormente, insta a los países ricos a adoptar medidas para aliviar la deuda, incrementar la asistencia y permitir a los países más pobres el acceso a sus mercados y tecnología.

El compromiso de la Declaración del Milenio se centra, pues, liberar a todos los hombres, mujeres y niños de las condiciones (lamentables e inhumanas) de extrema pobreza. Este compromiso supone un planteamiento global por parte de los dirigentes mundiales cara a la erradicación de la pobreza dotando para ello recursos y disponiendo de conocimiento y tecnologías disponibles en la actualidad .

De forma específica, los objetivos comprenden lo siguiente:

Objetivo 1: Erradicar la pobreza extrema y el hambre,
Objetivo 2: Lograr la enseñanza primaria universal
Objetivo 3: Promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer
Objetivo 4: Reducir la mortalidad infantil
Objetivo 5: Mejorar la salud materna
Objetivo 6: Combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades
Objetivo 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente.
Objetivo 8: Fomentar una asociación mundial para el desarrollo

Para lo cual se plantean las metas que se recogen a continuación en un horizonte temporal que finaliza en el año 2015:

Meta 1: Reducir a la mitad el número de pobres
Meta 2: Velar para que todos los niños puedan terminar un ciclo completo de enseñanza primaria
Meta 3: Eliminar las desigualdades entre géneros en la enseñanza primaria y secundaria (preferiblemente antes de 2005) y en todos los niveles para 2015
Meta 4: Reducir en dos terceras partes esta tasa
Meta 5: Reducir en tres cuartas partes la tasa de mortalidad materna
Meta 6: Detener y comenzar a reducir su propagación
Meta 7: Incorporar los principios del desarrollo sostenible en las políticas y programas nacionales e invertir la pérdida de recursos del medio ambiente; reducir a la mitad el porcentaje de personas que carecen de acceso al agua potable para 2015; mejorar considerablemente la vida de, por lo menos, 100 millones de habitantes de tugurios para el año 2020
Meta 8: Responsabilizar a los países ricos de asegurar el acceso equitativo a sus mercados y tecnología y de crear un medio financiero favorable.
Las NN.UU, a través de su Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) se ha comprometido a que estos objetivos y metas sean parte fundamental de su labor cotidiana tal y como ya se ha puesto de manifiesto en distintas regiones del mundo . Además, como fue señalado previamente, en el año 2002 los Objetivos del Milenio constituyeron el elemento central de la participación del PNUD en la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible de Johannesburgo, así como en la Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo de Monterrey (México).
Esta actuación contribuyó a la creación de un foro vital para globalizar una asociación mundial con la mira de movilizar recursos para las prioridades de desarrollo, incluidos los Objetivos del Milenio. Así, los países formularon una nueva agenda y establecieron las estrategias y asociaciones necesarias para garantizar el progreso hacia la consecución de los objetivos y otras metas del desarrollo.
Debe señalarse que los ocho Objetivos del Milenio constituyen una prueba de la voluntad política de establecer asociaciones más sólidas. En este sentido es especialmente necesario recalcar el hecho de que los países en desarrollo tienen la responsabilidad de emprender reformas políticas y fortalecer la gobernabilidad para liberar la energía creativa de sus pueblos. Sin embargo, no pueden lograr por sí solos el cumplimiento de los Objetivos, sin nuevos compromisos de asistencia, normas de intercambio equitativas y el alivio de la deuda.
Esta propuesta de actuación ofrece a la Comunidad Internacional los medios que permiten incrementar el ritmo del desarrollo y, al mismo tiempo, medir los resultados. De esta manera se configura como un plan convenido por todas las naciones del mundo y las instituciones multiraterales de desarrollo más importantes a nivel mundial que han realizado significativos esfuerzos para ayudar a los más pobres del mundo.

De estos Objetivos caben señalar dos rasgos característicos. El primero de ellos viene dado por su carácter ambicioso que se enmarca en una apuesta decidida a nivel global y mundial por solucionar problemas fundamentales y determinantes que afectan a la sociedad actual dentro del mundo global que le ha tocado vivir. La otra característica descansa en su dificultad de consecución, que no imposibilidad, lo cual no es óbice para cejar en el esfuerzo de conseguir esto Objetivos. De hecho, tal y como establece el Secretario General de las Naciones Unidas, K.A. Annan, en el Informe Anual del año pasado (NNUU, 2005) resulta evidente que "aún tenemos tiempo para alcanzar los Objetivos, en todo el mundo y en la mayoría de los países, si no en todos, pero sólo si logramos romper con la rutina”.

La singularidad de los Objetivos frente a otras iniciativas anteriores emprendidas por organismos internacionales a nivel global se basa en cuatro razones determinantes que han sido ya esbozadas con anterioridad y que seguidamente se sintetizan:

En primer lugar, debe destacarse que son objetivos centrados en el ser humano y que, al mismo tiempo, deben ser logrados dentro de un plazo definido para lo cual son fácilmente mensurables. Del mismo modo, están basados en una alianza global la cual hace hincapié en la responsabilidad de los países en vías de desarrollo para solucionar sus propios problemas y en el apoyo de los países desarrollados a estas medidas. La tercera razón descansa en el hecho del amplio apoyo político con que cuentan tanto desde el ámbito político al más alto nivel como de la sociedad civil, de tal manera que se puede hablar de que son metas globales planteadas. Y, finalmente, de manera determinante se debe incidir en que se está hablando de objetivos factibles o alcanzables, como fue señalado previamente.

EVOLUCIÓN DE LOS OBJETIVOS
El progreso en la consecución estos Objetivos no tiene un signo bien definido. Así, algunos países están bien encaminados cara a su consecución mientras que en otros (más de los que sería deseable) es probable que no se puedan conseguir si se prosigue con la actual evolución de progreso mundial. Esto es debido a muchas razones, entre las que muchas veces se encuentran el gasto público insuficiente e ineficiente, las cargas abrumadoras de la deuda, el acceso inadecuado a los mercados en los países desarrollados y la disminución de la asistencia oficial para el desarrollo.

Situados en un momento crucial de la evolución de los objetivos, al haber transcurrido ya cinco años de la aprobación del Milenio y a menos de diez años de que se cumpla el plazo para su cumplimiento se está en condiciones de efectuar una evaluación de los mismos. Ésta constituye también una tarea realizada por las propias NNUU a través de Informes Anuales y el trabajo de otras instituciones multilaterales y bilaterales tales como el FMI mediante respectivos Informes de Seguimiento que se llevan a cabo con periodicidad regular y de manera global, entre los que destacan los Indicadores de los objetivos de desarrollo del milenio y su Base de datos .

De hecho, las principales conclusiones que pueden ser extraídas para el año 2005 (NNUU, 2005) se recogen a continuación clasificadas según cada objetivo:

Por lo que se refiere al Objetivo 1 (Erradicar la pobreza extrema y el hambre) se constata que las tasas mundiales de pobreza se están reduciendo, principalmente en el continente asiático. Por lado contrario nos encontramos la situación del África subsahariana, donde millones de personas más han caído en la pobreza extrema y, por tanto, donde los pobres son cada vez más pobres.

En este sentido se han logrado progresos en la lucha contra el hambre, pero en algunas regiones ha habido un retroceso debido a factores tales como el lento aumento de la producción agrícola o a la evolución demográfica. Desde el año 1990, hay varios millones más de personas que sufren hambre crónica en el África subsahariana y Asia meridional, donde la mitad de los niños menores de 5 años padecen de malnutrición.

De modo similar el Objetivo 2 (Lograr la enseñanza primaria universal) observa una evolución favorable con alguna marcada excepción. Concretamente cinco regiones en desarrollo se están acercando a una tasa de matriculación del 100%, mientras que en el África subsahariana, menos de las dos terceras partes de los niños están matriculados en escuelas primarias.

Asimismo en otras regiones, incluidas Asia meridional y Oceanía, queda aún mucho por hacer. En estas regiones y en otras zonas, el aumento de la matriculación debe ir acompañado de esfuerzos para lograr que los niños no abandonen la escuela y reciban una educación de buena calidad.

Evolución lenta aunque positiva también se da en el Objetivo 3 (Promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer). Concretamente sobre este particular hay que mencionar que se están reduciendo, si bien más lentamente de lo que sería deseable, la diferencia entre géneros en la tasa de matriculación en educación primaria del mundo en desarrollo. Esto constituye un primer paso para reducir las desigualdades existentes desde hace mucho tiempo entre mujeres y hombres.

En casi todas las regiones en desarrollo, las mujeres representan una proporción más pequeña de los empleados asalariados que los hombres y con frecuencia se ven relegadas a trabajos inestables y mal remunerados. Aunque se están logrando progresos significativos, las mujeres siguen sin estar representadas de forma equitativa en los niveles más altos de gobierno, pues ocupan tan sólo el 16% de los escaños de los parlamentos del mundo.

La reducción de la mortalidad infantil recogida en el Objetivo 4 dirigida a los niños menores de cinco años supone otro ejemplo de evolución positiva pero no al ritmo necesario. Así cada año, y motivado por enfermedades que se pueden prevenir o tratar, mueren once millones de niños menores de cinco años, lo cual supone unos 30.000 al día. Esto resulta especialmente grave si se considera que la mayoría de esas vidas se podrían salvar ampliando programas existentes que promueven soluciones sencillas y además de bajo costo.

El Objetivo 5 está dedicado a mejorar la salud materna y muestra como aún queda camino por andar. Cada año muere más de medio millón de mujeres durante el embarazo o el parto. Esta cifra, multiplicada por veinte, es el número de mujeres que sufren lesiones graves o casos de discapacidad.

En este sentido se han logrado algunos progresos en la reducción de la mortalidad materna en las regiones en desarrollo, pero no en los países donde es más peligroso dar a luz como son los del África subsahariana.

El SIDA se ha convertido en la causa principal de muerte prematura en zonas como el África subsahariana, al tiempo que ocupa el cuarto lugar dentro de las causas de muerte en todo el mundo. Por este motivo constituye el Objetivo 6 dedicado a combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades.

En los países de la Europa del Este y en algunas partes de Asia, el VIH se está propagando a una velocidad alarmante. Aunque los nuevos tratamientos prolongan la vida, no hay cura para el SIDA, por lo que, para cumplir este objetivo, se deben intensificar las tareas de prevención en todas las regiones del mundo.

Cada año, de manera conjunta, dos enfermedades tales como el paludismo y la tuberculosis, causan la muerte de casi tantas personas como el SIDA, además de ocasionar graves pérdidas a las economías nacionales. El 90% de las muertes por paludismo se producen en el África subsahariana, donde se están incrementando las actividades de prevención y tratamiento. La tuberculosis sigue presentando una tendencia al alza, en parte como resultado del VIH/SIDA, aunque hay un nuevo protocolo internacional para detectar y tratar esta enfermedad que parece, por el momento, prometedor.

El Objetivo 7 (Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente) también ha experimentado una evolución con luces y sombras. Así, aunque la mayoría de los países se ha comprometido a cumplir los principios del desarrollo sostenible, ello no se ha traducido en un avance suficiente para dar marcha atrás a la pérdida de los recursos ambientales del planeta.

Para alcanzar este objetivo se necesitará prestar más atención a la difícil situación de los pobres (cuya subsistencia cotidiana suele depender directamente de los recursos naturales que los rodean) y un nivel de cooperación mundial sin precedentes hasta la fecha. Las medidas adoptadas para impedir que siga deteriorándose la capa de ozono demuestran que es posible progresar.

En sentido positivo destaca que ha aumentado el acceso al agua potable, aunque una parte importante de la población mundial (aún un 50%) sigue sin disponer de retretes u otras formas básicas de saneamiento. Casi 1.000 millones de personas viven en barrios urbanos de tugurios porque la población urbana aumenta a un ritmo muy superior al de las mejoras de viviendas y al de la disponibilidad de puestos de trabajo productivos.

La Declaración del Milenio aprobada por las Naciones Unidas representa un pacto social mundial: los países en desarrollo se esforzarán más para impulsar su propio desarrollo y los países desarrollados los apoyarán prestándoles ayuda, aliviando su deuda y brindándoles mejores oportunidades de intercambio comercial. Esto constituye la esencia del propio Objetivo 8 dedicado a fomentar una asociación mundial para el desarrollo.

En este particular los progresos alcanzados en cada uno de estos ámbitos ya han comenzado a producir resultados, pero los países desarrollados no han cumplido las metas que se habían fijado. Para cumplir los objetivos de desarrollo del Milenio, el aumento de la ayuda y el alivio de la deuda deben ir acompañados de una mayor apertura de los intercambios comerciales, de una aceleración de la transferencia de tecnología y de mayores oportunidades de empleo para el creciente número de jóvenes que viven en el mundo en desarrollo.

En resumen, la evolución de la mortalidad infantil muestra un signo favorable , al tiempo que destaca el rápido aumento de la matrícula en la escuela primaria (50 países han logrado la terminación universal del ciclo de educación primaria, cifra que representa un aumento respecto de los 37 países que se encontraban en esa situación en 2000). Paralelamente se constata que existen señales de que, por primera vez, están disminuyendo las tasas de infección por el VIH/SIDA en países de alta incidencia (como Haití, Uganda y Zimbabwe)

No obstante, y como principal lastre en esta evolución se observa que los avances siguen siendo desiguales. Un gran número de países, especialmente en África y América Latina, todavía no logran avances importantes en la lucha contra la pobreza, y el progreso en los indicadores de desarrollo humano en Asia meridional ha sido insuficiente.


HORIZONTE PENDIENTE

Falta menos de una década para alcanzar los Objetivos del Milenio que la comunidad internacional fijó a comienzos del nuevo siglo. En 2005, se realizó la Cumbre del Milenio +5 con el objetivo de analizar su evolución. Esta Cumbre que vino precedida de una serie de audiencias y reuniones con la sociedad civil, las ONGs y el sector privado, reafirmó su compromiso con respecto a la responsabilidad mutua para lograr resultados y centró la atención en aumentar los recursos de ayuda.

En esta línea, la Declaración de París sobre Eficacia de la Ayuda al Desarrollo, que reunió en marzo de 2005 a responsables de instituciones multiraterales de desarrollo, entre las que destacan el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, sirvió para que los donantes reforzaran los compromisos de incrementar la eficacia de la ayuda por medio de una mejor armonización y mayor convergencia. Igualmente en la reunión anual del G-8 llevada a cabo el año pasado en la Cumbre de Gleneagles sirvió para formular nuevos compromisos de ayuda y alivio de la deuda. Los países en desarrollo reafirmaron su compromiso de fortalecer la gobernabilidad y aplicar enérgicas estrategias de desarrollo.

Sin embargo, y pese a lo dicho y alto grado de concienciación e implicación en determinados niveles, se puede afirmar que la consecución de los Objetivos del Milenio está lejos de ser alcanzada. Muchos países, sobre todo de África y Asia meridional, no han progresado conforme a lo previsto y, así, nos encontramos con numerosos ejemplos de la lentitud o el fracaso de los esfuerzos. Ello viene explicado por la insuficiencia de los recursos y una deficiente gestión en determinados niveles gubernamentales que hacen, como fue ya apuntado, que más de diez millones de niños mueran anualmente a causa de enfermedades fácilmente prevenibles o que en muchos países en vías de desarrollo solamente dos tercios de los hogares de ingreso bajo de las zonas urbanas y un cuarto de los de las zonas rurales tengan acceso a algún tipo de red de saneamiento.

Igualmente, sigue siendo frecuente que la ayuda no se destine a los verdaderos necesitados y que las instituciones financieras internacionales continúen poniendo énfasis en la concesión de créditos y préstamos, así como en la preparación de informes, y no en los resultados en términos de desarrollo. En definitiva hace falta intensificar los esfuerzos para implementar la acción mundial y la responsabilidad mutua por la obtención de resultados forjada en las Cumbres señaladas. Asimismo, la actuación de modo global y no tanto local sigue siendo una necesidad más que una realidad en este tipo de propuestas y actuaciones, las cuales deben debe ir acompañadas de medidas que permitan utilizar la ayuda de manera más eficaz en la procura de incrementar las responsabilidades mutuas.

En este sentido, y tal y como se señala en los últimos Informes sobre seguimiento mundial, un elemento clave en este sentido es mejorar la gobernabilidad, tanto en los países en desarrollo como en el resto del mundo, a fin de intensificar la rendición de cuentas con respecto a la utilización de los recursos y los resultados en términos de desarrollo. Así pues, se debe prestar atención de manera especial en la medición y el seguimiento de la gobernabilidad, en apoyo de una rendición de cuentas más intensa y mejores resultados con respecto a los objetivos propuestos.

La evaluación y control de la gobernabilidad debería ayudar a definir mejor las opciones para aumentar la asistencia ofrecida, y apoyar las iniciativas globales para aumentar la transparencia y la rendición de cuentas (tanto a nivel nacional como mundial). Con esta finalidad recientemente el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial a través de su Comité para el Desarrollo (2006) ha apuntado una serie de medidas encaminadas a intensificar las responsabilidades mutuas.

En concreto se destacan seis medidas fundamentales que, además de servir para fortalecer las responsabilidades mutuas, servirían también para acelerar los progresos en la consecución de los Objetivos del Milenio. Estas medidas son las siguientes:

Medida 1: El crecimiento ha ayudado a reducir la pobreza, pero para acelerar y uniformar los progresos hace falta mejorar la infraestructura y el clima para la inversión en los países.

Medida 2: Los progresos realizados recientemente con respecto al desarrollo humano señalan la necesidad de contar con ayuda más flexible y de mejorar la coordinación y la gobernabilidad.

Medida 3: En 2005 se hicieron importantes compromisos relativos al suministro de ayuda y de alivio de la deuda, pero es preciso realizar un seguimiento atento a fin de protegerse de los riesgos que podrían obstaculizar su eficaz implementación. Así mismo, hace falta revitalizar las reformas comerciales.

Medida 4: La atención de las instituciones financieras internacionales debe dejar de ponerse en la gestión de los insumos y concentrarse en el logro de resultados concretos, lo que plantea grandes desafíos tanto para los organismos internacionales como para los países en vías de desarrollo.

Medida 5: Se debería hacer un seguimiento permanente de la gobernabilidad a fin de ayudar a evaluar los progresos, mejorar la rendición de cuentas y exigir mayores consecuciones.

Medida 6: La comunidad internacional debe apoyar los esfuerzos orientados a fortalecer los sistemas de gobernabilidad ratificando y apoyando los sistemas internacionales de frenos y contrapesos.

Junto a estas seis medidas para poder cumplir los compromisos de ayuda y alivio de la deuda que posibilitaría la consecución de los Objetivos es necesario intensificar determinadas actuaciones que se vienen emprendiendo de modo global. Así, de manera específica cabría hablar de la necesidad de asegurar el alivio de la deuda mediante un cuidadoso establecimiento de puntos de referencia y seguimiento de los flujos de ayuda.

Además, en línea con lo establecido previamente respecto a la ayuda oficial para el desarrollo, resulta imprescindible hacer un seguimiento de sus desembolsos y de su composición para así determinar las mejoras en la calidad y las modalidades de la ayuda. Concretamente las estrategias deberían encaminarse a la procura de una ayuda menos volátil, más flexible, y en consonancia con las estrategias para la reducción de la pobreza). Finalmente, también se sostiene que en los países receptores de este tipo de ayudas se debe mejorar de manera notable el seguimiento del gasto público y de la gestión de sus finanzas públicas.

En definitiva, y parafraseando a P. Wolfowitz (2006), con respecto a la evolución reciente en la consecución de los Objetivos del Milenio “estamos logrando progresos en muchos países, y ello demuestra que los esfuerzos en pos del desarrollo pueden generar resultados. No obstante, faltando sólo un decenio para alcanzar los objetivos, urge que tanto los países en desarrollo como la comunidad de donantes mejoren la gobernabilidad para que podamos obtener los resultados previstos”.



RECAPITULACIÓN Y CONCLUSIONES

La valoración y evaluación del desarrollo de los Objetivos del Milenio admite, como es habitual en estos casos, múltiples interpretaciones. No obstante, el punto de partida debería descansar en la trascendencia del esfuerzo realizado por la comunidad internacional en situar estos Objetivos como pilar fundamental de la actividad de los organismos de cooperación internacional y de los propios gobiernos de los países desarrollados. Al margen de otras consideraciones, lo que sí resulta un hecho evidente es que en la actualidad se cuenta con unas metas perfectamente especificadas y, por ende, cuantificables en cuanto a su evolución y consecución, lo cual no se había dado de esta manera hasta el momento actual.

A partir de aquí se abre un abanico de consideraciones que van desde un gran optimismo hasta la decepción total según sea de quien proceda y en función de la parte que está implicada. Una de las principales llamadas de atención, sino la principal, sobre los riesgos de no alcanzar los Objetivos viene dado por el conocido como Informe Sachs (2005) que fue entregado al Secretario General de la ONU relatando e informando sobre las mejores estrategias para lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

Las recomendaciones de este Informe agrupadas en torno a diez medidas centran sus implicaciones en dos aspectos clave para el sistema internacional de cooperación al desarrollo. Concretamente, se habla del reparto geográfico de la ayuda al desarrollo y el papel relativo de las políticas internacionales en las políticas de desarrollo en el marco de acción global y multilateral.

De hecho, en términos generales, se desprende que los países que más deberían estar comprometidos no están cumpliendo con los compromisos de ayuda adquiridos. Así, no se debe obviar el esfuerzo económico que supone la consecución de los Objetivos de Milenio, que suponen los 195.000 millones de dólares al año (según estimaciones de las propias Naciones Unidas) lo que supone el 0,54% del Producto Interior Bruto de los países desarrollados .

En esta línea, recientemente han aparecido dos ideas íntimamente vinculadas y que se configuran también como cruciales para lograr progresos en la consecución de los Objetivos que son la responsabilidad mutua y la gobernabilidad. Por tanto, el seguimiento del desempeño y de los progresos con respecto a estos compromisos es esencial para que todas las partes asuman la responsabilidad, haciendo hincapié en la necesidad de combatir el pernicioso fenómeno de la corrupción mediante la incorporación de manera permanente por parte de todos los agentes de mejoras en la gobernabilidad.

Como conclusión, puede afirmarse que se ha iniciado el camino pero queda aún un largo trayecto, el cual no está exento de dificultades. La globalización económica y financiera presenta, en el contexto socioeconómico, amplias ventajas que deben ser aprovechadas por las instituciones multiraterales de cooperación para conseguir sus propósitos principales. Los Objetivos del Milenio pueden (y deben) marcar un hito en este sentido pero, para ello, hay que tener presente de manera constante que se precisan más inversiones para realizar el seguimiento de algunos aspectos de la gestión de gobierno de los países. Entre estas cuestiones cabrían destacar la administración de las finanzas públicas o las prácticas de adquisiciones que deben ser evaluadas y controladas de modo correcto y continuo. Así se conseguiría no sólo determinar los progresos logrados en la consecución de los Objetivos, sino también aspectos tan necesarios como generar mayores exigencias en cuanto a la gobernabilidad y aumentar la rendición de cuentas.

En definitiva, y tal se recoge en la propia Declaración del Milenio (NN.UU, 2000), “el cambio de siglo constituye un momento único y que simbólicamente apremia a los 189 Estados Miembros para articular y afirmar una visión llena de inspiración para las Naciones Unidas en la nueva era”. De nosotros, y nadie más, depende el ser capaces de conseguirlo.


BIBLIOGRAFIA
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