ENCUENTROS ACADÉMICOS INTERNACIONALES
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La cuestión agraria: Teorizando desde Chayanov a Whatmore. El caso de la agricultura en Chile.

Autor: Sandra Ríos


Introducción

Es evidente que la naturaleza de la agricultura y la producción de alimentos se ha movido desde un modelo tradicional basado en la producción familiar para mercados locales y nacionales, a lo que Whatmore (1994) ha llamado un ‘complejo agroalimenticio’ con un alcance global. Este complejo se ha definido como "el set de actividades y relaciones que interactúan para determinar qué, cuánto, y por qué método y para quién se producen y distribuyen los alimentos". Whatmore conceptualiza el sistema como compuesto de cuatro partes inter-relacionadas: la industria de la agrotecnología (A), la industria de los cultivos agrícolas (B), la industria alimenticia (C) y el consumidor de alimentos (D). Entre estos grupos, existen varios grupos de cuerpos reguladores; entre A y B se conceptualizan varias sucursales de extensión (comercio minorista, consultoría y crédito); estas actividades son realizadas por una combinación de agentes comerciales, estatales y reguladores. Entre B y C, cuerpos principalmente estatales regulan la calidad y comercialización, además de desempeñar otras actividades de intervención. Finalmente, entre C y D entidades, principalmente estatales, desempeñan labores reguladoras tales como la calidad y seguridad de los alimentos y las medidas de nutrición y salud.

Este texto fue presentado como ponencia al
PRIMER ENCUENTRO INTERNACIONAL SOBRE
Historia y teoría económica
celebrado del 6 al 24 de abril de 2006

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Desarrollo
En el sector agropecuario para comprender este proceso de acumulación de capital debemos desarrollar el concepto de cuestión agraria, es decir, el estado de la producción agropecuaria y las principales variables que inciden en la consecución de bienestar. Los principales avances del pensamiento económico se materializan hacia fines del siglo XVII y principios del XVIII, junto con el desarrollo del capitalismo. Así, el capital, el trabajo, el valor, el precio, la oferta, la demanda, la renta, el interés, la ganancia se incorpora como elementos importantes al análisis teórico. El sector agrícola ha sufrido metamorfosis en su origen desde esa época.
Inicialmente el desarrollo y consolidación del capitalismo y el nacimiento de la política económica clásica significaron que los sistemas de producción agrícola y el problema de la renta de la tierra se constituyeran en un punto central de análisis de la cuestión agraria. Existen dos propuestas antagónicas para explicar la cuestión agraria: para los clásicos, siguiendo a Ricardo y a Marx, la tierra es un recurso natural; el nivel de la renta está determinado por una relación social y no por la actividad económica del terrateniente. Este enfoque tiene como objetivo la eliminación del latifundio rentista, improductivo, a través de la implementación de la reforma agraria. Por otro lado para los neoclásicos, la tierra es un factor de producción; la actividad económica de su propietario contribuye al incremento de su ingreso. La renta corresponde al costo del uso del suelo, y su nivel depende esencialmente de factores económicos. Esta postura razona exclusivamente en términos de cálculo económico: sólo la propiedad permite dicho cálculo y por consiguiente, es necesaria para mejorar la eficacia de la producción. El mercado, y en particular el de los factores de la producción, regulará la actividad productiva. Las propuestas basadas en estas premisas se orientarán a mejorar el funcionamiento del mercado, en particular en lo que se refiere a su transparencia y fluidez.
Por un lado las corrientes de pensamiento económico socialista (Marx y Ricardo) veían en la estructura de la propiedad un impedimento para materializar el reemplazo del sistema capitalista por un Estado provisto de un derecho de disposición sobre los medios de producción y por otro, la economía neoclásica, el problema de la renta de la tierra sólo significaba un fenómeno económico más, dentro de las ciencias económicas. En América latina, los aportes de las distintas corrientes socialistas jugaron un rol muy importante en la discusión en torno al problema y la estructura agraria. Dentro de éstas, los postulados de Chayanov (1966) dejaron un valioso legado instrumental y teórico para la comprensión y el análisis de las economías campesinas, como una forma especial de organización productiva, las que aún predominan en muchos de nuestros países como Perú, Bolivia.
Sin embargo, a pesar de la postura clásica surge una postura en el S XX tratada por economistas como Phillip Mc Michael (1995) que afirma: “En un mundo en el que rápidamente se hacen evidentes los límites de los paradigmas industriales estamos redescubriendo el hecho histórico de que el control de la tierra y de los alimentos ha sido un elemento fundamental de la ecuación política, tanto dentro y entre estados, por una parte, como mediante la construcción y reconstrucción de las dietas alimenticias, por la otra. El pasaje a lo largo de este siglo de la cuestión de la tenencia de la tierra (cuestión agraria clásica y neoclásica) a las cuestiones alimentarias y verdes (cuestión agraria global ) aparece recurrente. O sea, que los movimientos globales que resisten el ideal autorregulado del mercado impulsado por las corporaciones, procuran reintegrar estas dos cuestiones que históricamente fueron separadas entre sí” (McMichael, 1995).
Los procesos de globalización sobre la cuestión agraria global (definida como la interacción del control de la tierra y de los alimentos), determinan una nueva ruralidad latinoamericana que afecta también a Chile. Esta cuestión agraria juega un nuevo papel donde en el marco del proceso de globalización, mucho de los fenómenos que se manifiestan en la actualidad en el medio rural están caracterizados por exclusión social, intensificación del dominio del capital sobre el agro en el marco de un proceso capitalista crecientemente globalizado (McMichael, 1995). También se generan fuertes cadenas de difusión creciente del trabajo asalariado, precarización del empleo rural, la multiocupación, la expulsión de pequeños productores del sector, las continuas migraciones campo-ciudad, la creciente orientación de la producción agropecuaria hacia los mercados, la articulación de los productores agrarios a complejos agroindustriales en los que predominan las decisiones de núcleos de poder vinculados a grandes empresas transnacionales. Todos estos procesos pueden ser relacionados con procesos de globalización, y con procesos tecnológicos asociados a ellos.
Los desafíos que enfrentan los campesinos, en general, asalariados o pequeños productores agrarios ( y sus familias) son consecuencia de los cambios ocurridos en el cambio de las reglas del juego y de los cambios experimentados por los sistemas agroalimentarios en particular, todo lo cual los obliga a actuar en un contexto de marcada polarización, creciente heterogeneidad y de marcada bipolaridad de los mercados rurales (Como por ejemplo el de crédito, tecnología, inversión y tierra entre otros). (Schetjman y Parada, 2003). Sin embargo, más allá de su significado mercantil el estudio de los procesos de producción y distribución de alimentos tiene un papel central para entender las transformaciones sufridas por las relaciones socioeconómicas en los últimos tiempos.
Todos los análisis que se han hecho de la globalización económica apelan a la dualidad entre lo global y lo local: el primero acrecienta su poder a expensas del segundo. Aquí entonces surge el concepto de Glocalización, que es un enfoque teórico de desarrollo local en el contexto de la integración económica y globalización. Fundamentalmente, el concepto surge de la interrelación de lo “Local” entendiéndolo como todo ámbito donde los agentes territoriales tienen capacidad de fijar el rumbo. Básicamente, remite a una direccionalidad “abajo-arriba”, a las capacidades emergentes de un sistema territorial, que serán más reconocibles cuanto más acotada sea la extensión del sistema en cuestión. (Boisier, 2000). El pensamiento económico imperante escindió la economía del territorio, al considerar la macroeconomía como la única dimensión relevante. También desenganchó la política del territorio, al colocar sólo al mercado como regulador de las relaciones sociales. Así, el triunfo de lo global, fue presentado como la derrota de los territorios, el fin de la geografía a partir de la constitución de un espacio planetario de tiempo presente. En varios aspectos la globalización confiere nuevos significados a individuos y sociedad, modos de vida y formas de cultura, a ciudades y regiones. Todo puede ganar otra luz cuando se ve desde la perspectiva abierta de la globalización. Estamos ante la génesis de un nuevo mundo. Castells (1996) nos recuerda que estamos hoy en la sociedad red, donde los cimientos materiales de la sociedad (espacio y tiempo), se están transformando y organizando en torno al espacio de los flujos y el tiempo atemporal. La globalización reconstituye los aspectos productivos, geográficos, políticos y socio-culturales en una dimensión que transforma la geografía, esto se explica porque somos espectadores de un proceso inacabado de reestructuración del modelo de acumulación capitalista, inducido por la adopción y difusión de nuevas tecnologías que en el campo de la producción posibilitan el aumento de las capacidades de flexibilización, productividad y competitividad de la actividad productiva.
Lo global no puede prescindir de lo local, ni lo local puede expandirse, o aún sobrevivir, desconectado de los movimientos globalizadores. Pero el realismo de lo local no puede resultar una visión miope dentro del escenario global. Lo fragmentario es uno de sus rasgos estructurales. La globalización no sólo homogeneiza y nos vuelve más próximos, sino que multiplica las diferencias y engendra nuevas desigualdades. Entender la relación global/local requiere de enfoques holísticos, sistémicos y recursivos. Un paradigma propio de la complejidad.” (Boisier, 1998) Si situamos el análisis en la construcción social de la Región de Los Lagos en el contexto de la relación global-local, se hace menester referenciar la necesidad de enlazar los procesos de modernización y globalización, dominio tradicional de la economía y sociología, con los procesos culturales, vinculando lo rural a lo industrial y a lo urbano, buscando un mejor entendimiento de la localidad refractada en la globalidad. (Salas, 2002).
La liberalización de los mercados aunque permite acceder a productos y servicios más baratos, también desprotege los mercados locales que tradicionalmente han estado cautivos. (Constance y Hederían, 1994). Por esto adquieren importancia, además de los incentivos para su creación y la eliminación de los sesgos agrícolas de las políticas de desarrollo rural, la capacitación de los integrantes de los hogares, especialmente de la mujer, la inversión en educación y en infraestructura de transporte y comunicaciones. (Kobrich, Villanueva y Dirven, 2004). Si continuamos considerando la dialéctica global/local, el Estado no desaparece, sino que la dimensión mínima de un gobierno se ha reducido, por los cambios tecnológicos y organizativos y los cambios políticos han hecho posible la reivindicación de los gobiernos locales. Como muy bien lo advierte Coraggio (1999), a los fines de un desarrollo integral e integrado, existe la necesidad de recuperar las dimensiones nacional y regional del desarrollo, para superar la tensión global/local. La atención puesta en las políticas de desarrollo territorial no sólo refleja el reconocimiento que las regiones y localidades deben ser dinámicas y flexibles para alcanzar su potencial.

Fundamentalmente, el rol más importante del Estado y, tal vez por ello, el más difícil de llevar a cabo, es establecer y reforzar la institucionalidad, es decir, las reglas de juego que incentiven a la participación económica y creativa por parte de todos los ciudadanos. Porque en definitiva, el Estado no es un orden espontáneo que se desarrolla como consecuencia natural de los ajustes económicos y la eliminación de intervenciones, como suele ser entendido desde el paradigma neoliberal, sino un conjunto de roles, órdenes, instituciones, que están en un permanente estado de evolución . El Estado debe asegurar la provisión de bienes colectivos que los mercados no proveen, pero sin los cuales el orden social no sobreviviría. Por tanto, la reforma del Estado no implica su reducción a su mínima expresión posible, sino su reconstrucción en sus diferentes niveles, del central al local, para que pueda desempeñar completamente sus funciones en relación a la sociedad y el mercado. Esto nos dará la pauta de sus características funcionales, institucionales y territoriales.

La política agrícola de liberalización del comercio tiene efectos dispares según los agentes económicos y sociales y de acuerdo a las diferencias regionales: viabilidad para aquellos sectores con mayor potencial comercial y que tienen ventajas comparativas y competitivas en el mercado mundial y transformación productiva o desaparición para aquellos sectores que no lo tienen. Este es un aspecto central de la crisis actual en la agricultura chilena, situación que es compartida por un amplio número de países en los que la fuerza de trabajo ocupada en agricultura es aún muy importante. El peligro para el sector agropecuario Chileno estriba en la rapidez del ritmo de la globalización. La preocupación que existe al respecto responde a tres hechos: i) el control del comercio de productos alimenticios por unas pocas empresas multinacionales; ii) las enormes diferencias tecnológicas que existen entre los países ricos y los países pobres; y iii) el papel de la agricultura como sector que da empleo a la mayor parte de la fuerza de trabajo en los países más pobres.
Uno de los círculos virtuosos que caracteriza a la mayoría de los procesos exitosos de transformación productiva es el estrechamiento de los vínculos entre el desarrollo del sector agropecuario y el de la industria. La fuerza determinante del mantenimiento del aumento de la productividad es el flujo de los progresos logrados en el campo de la tecnología aplicada. (Johnston y Kilby, 1987). Estas relaciones resultan exitosas cuando se gestan en un marco de estructuras agrarias relativamente homogéneas o cuando contribuyen a crearlas.
La liberalización agrícola aumenta el conflicto entre los productores y los comercializadores de productos agrícolas. En el caso de la leche en Chile, los pequeños productores no tienen movilidad y su estructura social se debilita; los comercializadores operan a nivel global y la globalización les permite acceso garantizado a fuentes globales de abastecimiento, lo que entrega una ventaja comparativa muy importante para las transnacionales que le permite liberar su capital industrial de la estacionalidad de la producción agrícola de diferentes áreas geográficas. La globalización está transformando la agricultura hacia un modelo de producción continua que es característico de empresas no biológicas. Bajo el modelo transnacional la importancia política de los agricultores se reduce en forma dramática, ocupando una posición estructural subordinada a los intereses agroalimentarios. Las formas tradicionales de organización agrícola como las cooperativas pierden importancia económica y política. Los productores van a ser confrontados por una presión constante y creciente de perseguir estrategias de sobrevivencia y competitividad en vez de una estrategia coherente como grupo social.
Conclusión
Los mercados globalizados son exclusivos. Sólo algunos productores cumplen los requisitos para acceder a ellos y para los pequeños productores puede ser difícil conocer bien dichos requisitos y realizar las inversiones necesarias. Las cadenas integradas verticalmente controladas por grandes minoristas tienden a orientarse hacia sistemas de compra centralizada. incluida la utilización de mayoristas especializados en una categoría de productos y/o que operen exclusivamente con dicha cadena de comercialización. Las grandes cadenas de supermercados pueden utilizar sistemas de suministro preferente para seleccionar a los productores que cumplan las normas de calidad e inocuidad y reducir los costos de transacción. Los productos adquiridos pueden proceder de una vasta área geográfica y la compra se coordina entre distintas áreas geográficas de actividad.
Los requisitos de inocuidad y calidad se pueden convertir en obstáculos no arancelarios. tan onerosos de superar como los anteriores aranceles. Los requisitos se actualizan frecuentemente y la velocidad a la que cambian puede resultar tan problemática como el valor de la variación. Los grandes productores y elaboradores invierten por encima de los requisitos actuales para reducir el número de cambios necesarios. pero para los pequeños productores resulta más difícil hacerlo. o prever qué requisitos adicionales se pedirán posteriormente.
El Comité de Agricultura delibera sobre las repercusiones de la globalización. Los mercados pecuarios globalizados pueden contribuir a incrementar los ingresos de los países y a mejorar la nutrición en los mismos, pero también plantean posibles riesgos para los medios de subsistencia, la salud humana y el medio ambiente.

El sector pecuario, tradicionalmente basado en la producción y el consumo local, proporciona medios de subsistencia a unos 600 millones de personas pobres del medio rural, declara la FAO en un informe presentado a su Comité de Agricultura, que se reúne en Roma entre el 13 y el 16 de abril de 2005.

En los países en desarrollo, la producción de carne ha aumentado un 230 %, y la producción de leche un 200% desde principios de los años 80. El crecimiento demográfico y la subida de los ingresos han contribuido al aumento de la demanda. La FAO estima que para 2030 el mundo en desarrollo consumirá cerca de dos terceras partes del suministro mundial de leche y de carne, respecto a la tercera parte que consumía hace 25 años, por esto el tema es sumamente relevante tanto para la agenda política de los países como para la ciudadanía en general.



Referencias bibliográficas

Boisier. S. (1998) Conocimiento y Gestión Territorial en la globalización. III Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública. Madrid

Boisier. S. (2000) Desarrollo Local ¿De qué estamos hablando?. Santiago de Chile. Cuadernos Regionales N°1. Universidad de Talca.

Castells. M. (1996) La era de la Información. Economía. sociedad y cultura. Libro I. Ed. Alianza. Madrid.

Constance D.H y Heferman W.D (1994) Las empresas trasnacionales y la globalización del sistema agroalimentario. En Bonanno A. La Globalización del sector agrícola y alimentario. MAPA. Secretaría General Técnica. Madrid.

Política social y economía del trabajo. Alternativas a la política neoliberal para la ciudad, Miño y Dávila Editores, Madrid 1999.

Chayanov. A.. (1966). The Theory of Peasant Economy. D. Tonner et al (ed). Illinois. Homewood. A.

García Canclini. N. (1999) La Globalización Imaginada. Paidós Estado y Sociedad. Buenos Aires.

Johnston B. y Kilby P. Agricultura y transformación estructural. Políticas económicas para los países en desarrollo tardío. Fondo de Cultura Económica. México D.F.

Kobrich C.. Villanueva L. y Dirven M. (2004) Pobreza rural y agrícola: entre los activos. las oportunidades y las políticas – una mirada hacia Chile. Serie Desarrollo Productivo CEPAL. Santiago de Chile.

Mc Michael P (1995) Food and Agrarian Orders in the World-Economy. Grenwood Press. Boston.

Salas. H. (2002). Antropología. estudios rurales y cambio social. La globalización en la región lagunera. Inst. De investigaciones Antropológicas. UNAM. México D.F

Schejtman A. (1994) Agroindustria y transformación productiva de la pequeña agricultura. En: Revista de la Cepal Agosto 1994. CEPAL. Santiago

Schejtman A. (1980) Economía campesina: Lógica interna. articulación y persistencia. En: Revista de la Cepal Agosto 1980. CEPAL. Santiago.

Schejtman A. y Parada S. (2003) Los programas nacionales de alivio de la pobreza rural: el enfoque consensual y sus limitaciones. En: La pobreza rural en América Latina: Lecciones para una reorientación de políticas. CEPAL. FAO. RIMISP.


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