A ningún país le viene mal la globalización

Ramón Tamames


Una entrevista publicada en la revista Capital Nº 11; Agosto 2001

 Abrirse al gran mercado mundial favorece el despegue económico de las naciones. Ésta es la opinión de uno de nuestros mejores expertos.

Pregunta. 

Globalización. Un concepto que muchas personas identifican con disturbios callejeros como los ocurridos en Barcelona o en Goteburgo (Suecia). Realmente, ¿qué es la globalización?

Respuesta.

 La globalización no es un fenómeno de hoy. La primera tiene 500 años de  antigüedad y es el Tratado de Tordesillas. Españoles y portugueses cogieron el globo terráqueo e hicieron un arco completo del meridiano. Dos partes: una para España y otra para Portugal. Hoy día, se han suprimido las barreras y estamos en un mercado global. En nuestro caso, no tenemos el concepto de mercados nacionales: son europeos.  Eso es la globalización. McLuhan ya lo anunció hace 40 años cuando habló de la "aldea global". Y hasta Ortega y Gasset, que definió el fenómeno de la "mundialización" hace 70 años. Y añadiría otro dato más. El comercio mundial, en la década de los noventa, ha crecido tres veces a la velocidad del PIB. ¿Qué quiere decir? Que las economías nacionales se relacionan cada vez más.

P. Resumiendo: un único mercado. De ahí que muchos países emitan "Gran Hermano", y que en los cortes publicitarios aparezca Coca-Cola o Nokia. ¿no piensa que lo que denuncian estos movimientos antiglobalización es que, al final, todos consumimos los mismos productos?

R. Empresas como Warner, Bertelsmann o el Grupo Prisa, por citar algunas, han hecho una globalización cultural creando hábitos de consumo audiovisuales. Pero ahora el movimiento  antiglobalización se fija en dos cosas: la pobreza de masas y el deterioro ambiental.

P. Pero tanto la pobreza de masas como el deterioro ambiental ya existían antes de la globalización.

R. En efecto. Pero el mundo global tiene que adquirir una conciencia conjunta del desafío. No le queda otro remedio. En la tierra hay 2.400 millones de personas que consumen menos de dos dólares diarios. ¿Por qué no se soluciona la pobreza? Por dos razones. Primero, porque no hay una organización dentro de las Naciones Unidas que se ocupe de hacerlo. Y segundo, porque esos niveles de pobreza se dan en países que están llenos de saqueadores, de sátrapas, de mafias... Corrupción, en una palabra. De ahí que los países ricos no quieran dar el 0,7 % de su PIB, porque finalmente se lo quedan todo esos bribones. Y surgen las preguntas: ¿a quién se presta ayuda y de qué forma?, ¿qué nivel de intervenciones se pueden hacer para acabar con dictadores como Kabila o Sadam Husein? Son países que están estancados no por la globalización, sino porque no participan en la misma. Todo lo contrario ocurre con Taiwán, Malasia, Hong Kong o Tailandia. Ellos sí han sabido sacar partido a la globalización.

P. ¿Quiere decir que, bien utilizada, la globalización es beneficiosa para los países en desarrollo?

R. La globalización "per se" es buena. Históricamente, a ningún país le ha venido mal la globalización. Ahí tenemos el ejemplo de España, sin ir más lejos. La carrera española hacia la globalización comenzó en 1959 con el Plan de Estabilización. Siguió con el Acuerdo Preferencial con la Comunidad Europea [CE] en 1970,  con la entrada en la Unión Europea [UE] en 1986, y en la Unión Monetaria y Económica [UEM] en 1998. Los que están mal son los países que no se globalizan: Birmania, Irak... El mundo árabe, globalmente hablando, es una desgracia. No lo digo en tono peyorativo. No hay ningún país de la zona que esté al nivel de las posibilidades que se podían esperar de ellos. Quizá la única excepción sea Túnez.

P. Por sus palabras, algunas personas podrían entender que está preconizando algún tipo de neocolonialismo.

R. No, ni mucho menos. Aunque algún tipo de intervención sí se podría hacer. Es cierto que la historia demuestra que determinadas actuaciones no fueron afortunadas. Por ejemplo, una revisión de la política exterior francesa muestra muchos hechos sangrientos. Hablar de Bélgica y de Balduino supone recordar las grandes masacres de Burundi y Ruanda. ¿Y qué hacen los Estados Unidos? Venden armamento a quien sea. La globalización tiene que introducir un código ético de los países referente a política exterior.

P. Sabemos que la situación económica en determinados países africanos no es buena, los dictadores campan a sus anchas y se vive peor que cuando estaban colonizados. ¿Por qué la ONU no toma cartas en el asunto?

R. Porque es un conjunto de superposiciones burocráticas. Los países que venden armas tienen muchos intereses. ¿Porqué en vez de vender armamento no venden otras cosas? Asta el ex presidente argentino Menem está bajo sospecha por supuesto tráfico de armas. En África se condensan todas las miserias del mundo. Los cuatro jinetes del Apocalipsis: el hambre, la guerra, la enfermedad y la peste.

P. Estados Unidos creció un 0,3 % en el primer trimestre. Alemania, un 0,4 %. No despegan las bolsas. ¿Estamos ante una crisis?

R. No. Sólo asistimos a un cambio de ciclo, porque determinados segmentos están saturados. Por ejemplo, a principios del siglo XX en Estados Unidos llegó a haber 2.000 empresas de automóvil. Lo normal es que unas vayan hacia arriba y otras se queden en la estacada. El resultado es que la actividad se frena. Y comienza la criba. ¿Dónde? Pues precisamente en los sectores donde la euforia es mayor. Se trata de un hecho que se veía venir. Lo que ocurre es que mucha gente prefería no verlo. Y la economía sin ciclos es como el movimiento continuo: no existe. Los ciclos nunca se acaban.

P. Aunque usted ha puesto el ejemplo de los automóviles, ahora ésta situación la están sufriendo las empresas tecnológicas.

R. Efectivamente. Empresas como Nortel, Yahoo! o Cisco, por nombrar algunas, están siendo víctimas de ese fenómeno que yo llamo euforia irracional. Pero no hay que irse a Estados Unidos. En España también tenemos casos. Por ejemplo, el ex presidente de Telefónica puso el valor de capitalización de la compañía tres veces por encima de lo que hoy vale. Lo situó en 38 euros [6.322 pesetas] y ahora está entre 13 y 14 euros [2.163 y 2.329 pesetas]. El crecimiento exponencial no puede durar mucho tiempo. Además, no conviene olvidar que vivimos en un mundo globalizado. Y lo que pasa en las bolsas neoyorquinas inmediatamente se trasmite a otros mercados. Empresas como la propia Telefónica, BSCH, BBVA, Endesa o Iberdrola no van tan mal. Pero como cotizan en Nueva York, pues bajan. 

P. Entonces, ¿la ralentización de la economía norteamericana llegará a Europa?

R. De una forma u otra ya ha llegado. El ciclo americano pesa bastante. Por suerte, los ciclos no están sincronizados. De ahí que Europa tenga un mejor comportamiento que Estados Unidos. Y España mejor que Europa.

P. Pasemos a Latinoamérica. ¿No tiene la sensación de que las empresas españolas han arriesgado demasiado?

R. Voy a contestar con una pregunta. ¿Por qué progresan China, Taiwán, Malasia o Singapur? Porque los chinos, por ejemplo, han sabido inyectar un espíritu de empresa. Hay quién responde que explotando a la gente. Naturalmente. Esa mano de obra ha cambiado la azada por las ciudades. Y en diez años son ciudadanos. En Iberoamérica la situación es distinta. No hay capacidades endógenas. Las inversiones son internacionales. Por tanto, esas naciones son apéndices de la estructura de los países de los que proceden los capitales. Hay excepciones, como algunas zonas de México y Brasil. El caso de Argentina es patético. Tiene fuera del país activos por más de 100.000 millones de dólares. Y la cifra aumenta cada vez que hay una pequeña crisis. En Iberoamérica no hay esa burguesía emprendedora que quiera desarrollar el país como han hecho los chinos de ultramar.

P. La ampliación de la UE, ¿traerá problemas o beneficios?

R. Ambas cosas. Supondrá una ampliación de mercados, la modernización de una serie de países, y la consolidación de la democracia en ellos. Además, implicará una frontera directa con Rusia. ¿Problemas? Relacionados sobre todo con el sector agrario. Para España supondrá, por ejemplo, abrir un mercado de 80 millones de turistas.

P. ¿Servirá la ampliación para igualar más la economía europea a la norteamericana?

R. Sí; pero como decía el ex presidente norteamericano, Ronald Reagan: "Cuando quiero llamar a Europa, y preguntar por "mister Europa", no encuentro el teléfono". Por eso inventaron un mister PESC [alto representante para la Política Exterior, Seguridad y Cooperación de la UE], que es Javier Solana. Pero no es un interlocutor válido para hablar con Bush de los temas europeos. Pienso que tendría que haber un presidente europeo.

P. ¿Elegido por sufragio universal?

R. Entonces sería alemán. Es lógico. Alemania tiene más habitantes que el resto de los países. Porque está claro que un español no votaría a un francés, ni un francés a un alemán. El presidente tendría que nombrarse en función de otros criterios. La actual presidencia semestral del Consejo de Ministros no es válida. Debería ser un presidente por cuatro años, con dedicación absoluta.

P. Alemania y Francia ya han dejado bien claro cuáles son sus posturas sobre el futuro de la Unión Europea. Mientras que el canciller alemán Gerhard Schröder, defiende un modelo federal, el primer ministro francés, Lionel Jospin, aboga por una Europa de Estados-nación. ¿Por qué postura se decanta?

R. Me inclino más por la propuesta gala. Incluso podría hacerse una mezcla de ambas y hablar de federación de Estados. Lo que no se puede hacer es una Europa de 700 regiones, incluyendo a todos los länder o todas las comunidades autónomas españolas.

P. El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Wim Duisenberg, ha sido objeto de multitud de críticas. ¿Qué política haría usted si estuviese en su puesto?

R. Seguiría bajando los tipos de interés. ¿Por qué? Porque los tipos actuales no nos defienden contra la inflación; si los subiéramos, crearíamos una recesión. Yo le recomendaría que fuese más cauto en sus declaraciones. Que no diga si va a intervenir o no. Se hace o no se hace. Y que no fuese tan orgulloso pensando que a Europa no va a llegar la ralentización económica.

P. Inflación. Un yugo muy pesado cargado en la espalda de España. ¿Cómo solucionaría el problema?

R. Liberalizaría más los mercados y reformaría de verdad el mercado laboral. Un país no puede funcionar ofreciendo dos años por indemnización por despido. Yo no digo que haya que imitar en todo a los Estados Unidos. Pero ahora que ha subido el paro, está en el 4 %. Y en Europa la tasa se sitúa en el 9 %. Me llama mucho la atención cuando oigo que los españoles no ahorran. Para qué, si las empresas no les pueden echar. También habría que reformar la Administración pública: sobra la mitad de los funcionarios.

P. Parece que el próximo invierno sufriremos apagones eléctricos en España. ¿Es hora de desempolvar las nucleares?

R. Sí. La gente no para de consumir energía. El problema es que hay mucha aversión a las centrales nucleares. Pero si tampoco gustan las centrales de ciclo combinado [gas], ni las térmicas de carbón, y hay que esperar 20 años para hacer una presa, no queda otra alternativa.

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