APÉNDICE - LA DEPENDENCIA HA MUERTO VIVA LA DEPENDENCIA Y LA LUCHA DE CLASES

 Una respuesta a críticos

Los filósofos hasta ahora solamente han interpretado el mundo; de lo que se trata, sin embargo, es de transformarlo.

KARL. MARX, Tesis sobre Feuerbach

La muestra de una contribución importante, sea en las ciencias naturales o sociales, no es que revela alguna verdad eterna. Es, más bien, que el conocimiento y análisis existentes son articulados de maneras nuevas, planteando preguntas y ofreciendo conclusiones que permitan y obliguen tanto a amigos como a enemigos a dirigir su propia investigación y análisis en direcciones distintas.

Doug Dowd, con respecto a C. Wright Mills

Para los científicos sociales constituye un esclarecedor y útil ejercicio para entenderse a si mismos el tratar de ver claramente como la dirección de nuestros esfuerzos científicos, en especial de la ciencia económica, es condicionada por la sociedad en la cual vivimos y lo más directamente por el china político (que a su vez está ligado a todos los demás cambios en la sociedad). Raras veces, si es que alguna, el desarrollo de la ciencia económica por si sola ha abierto el camino a nuevas perspectivas. La señal para la continua reorientación de nuestro trabajo nos ha llegado normalmente de la esfera de la política; y en respuesta a esta señal, los estudiosos dirigen su investigación hacia aquellos problemas que han adquirido importancia política ... Siempre ha sido así. Todas las principales reformulaciones del pensamiento económico han sido todas respuestas a Ias cambiantes condiciones y oportunidades políticas.

GUNNAR MYRDAL, en Asian Drama

I

El desarrollo en América Latina de la "teoría de la dependencia" del subdesarrollo en la época de la posguerra fue la reapuesta a las cambiantes condiciones y oportunidades políticas que se habían dado, por razones históricas, en especial en esta región del mundo o en determinadas partes de la misma, por la crisis del capitalismo mundial durante las décadas del 30 y 40. Análogamente al surgimiento de los frentes populares (comprendido el New Deal en Ios Estados Unidos) y el keynesianismo en la metrópoli imperialista, determinados países latinoamericanos experimentaron el surgimiento de regimenes burgueses populistas y nacionalistas que se dedicaron a la tarea económica de la industrialización a través de la sustitución de importaciones, a la política del desarrollismo, y a su legitimación ideológica a través del "estructuralismo" y la "dependencia". En ultima instancia, este encontró su expresión más importante e influyente en el trabajo de la Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas (CEPAL) bajo la dirección del ex ministro de Hacienda de la Argentina, Raul Prebisch, quien posteriormente llegó además a inspirar la formación y a guiar la suerte de la Conferencia sobre Comercio y Desarrollo de las Naciones Unidas (UNCTAD).

Nacida aparentemente de —e impulsada por— aspiraciones nacionalistas progresistas, la nueva ideología desarrollista y la teoría de la dependencia inmediatamente encontraron una fuerte oposición y rechazo "científico" por parte de los "monetaristas" ortodoxos dentro y fuera de Latinoamérica, que se expreso a través de su largo debate con los "estructuralistas". Además, en el curso de dos décadas la doctrina cepalista encontró cada vez más aceptación y se beneficio de, o sufrió, diversas modificaciones en respuesta a las dificultades acumulativas de la sustitución "fácil' de importaciones, así como la expansión de la corporación multinacional, la promoción de "reformas estructurales y planificadas" con "ayuda extranjera" y endeudamiento que fueron patrocinadas por la Alianza para el Progreso, y después la vuelta hacia la "integración económica" a través de la ALALC y sus derivados regionales centroamericano y andino, que debida y automáticamente recibieron el visto bueno de los gobiernos latinoamericanos (exceptuando el cubano) en sucesivas conferencias en Punta del Este. Al margen de las intenciones y autopercepciones subjetivas de los prominentes economistas cepalinos-ideologos desarrollistas como Raul Prebisch, Aldo Ferrer (Agentina), Celso Furtado, Antonio Barros de Castro, Maria Conceicio Tavares (Brasil), Jose Mayobre (Venezuela), Horatio de la Pena (México), Anibal Pinto, Osvaldo Sunkel (Chile), y muchos otros, se dieron dos importantes acontecimientos desde mediados de Ios años 60. Por un lado, evidentemente, el desarrollismo topó con una crisis económica y política cada vez más aguda en un país latinoamericano tras otro (tal como se refleja en los propios escritos de la CEPAL, reseñados por el autor en Lumpenburguesía: Lumpendesarrollo y en Punto Final, Nº 89), mientras que la Revolución Cubana señaló una estrategia alternativa y radicalmente diferente (reflejada también en algunos otros escritos del autor, en especial en algunos ensayos compilados en Latinoamérica: Subdesarrollo Capitalista o Revolución Socialista, por aparecer en México, Ediciones Era). Por otra parte, aunque menos perceptiblemente, en especial para los cepalinos y sus seguidores, su nacionalismo aparentemente progresista en sus manifestaciones económicas, políticas e ideológicas había sido de hecho corresponsable por el desarrollo de la crisis del desarrollismo. Mientras tanto, un grupo más joven de científicos sociales y su creciente publico, especialmente entre la juventud, en América Latina (y en otras países) se mostraron crecientemente insatisfechos con el desarrollismo y la dependencia de inspiración cepalina, que les parecieron cada vez más conservadores, con el resultado que ellos buscaron y dijeron ofrecer una "teoría de la dependencia" y una estrategia revolucionaria críticamente alternativas, inspiradas por la Revolución Cubana y el debate chino-soviético.

Es notable que esta apertura critica no surgió de la vieja izquierda y menos aún de los partidos comunistas, sea en Latinoamérica o en Europa. AI contrario, con las notables excepciones de Mariátegui en Perú y Anibal Ponce en la Argentina, durante el medio siglo transcurrido desde la muerte de Lenin estos partidos no produjeron sino el Comintern y el browderismo de la época de Stalin, y la existencia pacifica "no capitalista" de los años de Jruchov (su "progresivo" alejamiento del leninismo y su relación con las tendencias posteriores bajo reseña son examinados por Alberto Filippi en su Prólogo a la edición italiana de Lumpenburguesía). Durante todo este tiempo, y hasta fines de los años 60, los partidos comunistas latinoamericanos y sus ideólogos (siempre exceptuando al actual Partido Comunista Cubano) no han hecho ninguna contribución a la teoría marxista u otra que se haya podido descubrir (sea antes o después que, con motivo de OLAS en 1967, Fidel Castro ridiculizó sus arcaicos modelos 14, 13, 12). Programáticamente estos partidos han sido apenas tan avanzados como los desarrollistas burgueses, de los cuales se diferenciaron a lo más en su posición —principalmente propagandística e inspirada por los soviéticos-- ante el imperialismo norteamericano y políticamente entre ellos han sido poco más que cola movida por el perro burgués nacional, quien se aprovecho de los partidos comunistas —temporariamente exceptuando los de Guatemala, Venezuela y Colombia— para mantener atados a los movimientos obreros. Frente al desafío de los teóricos de la nueva dependencia, los partidos comunistas en y fuera de América Latina se plegaron lealmente a la oposición.

Los numerosos publicistas, reseñadores y clasificadores de la teoría de la dependencia (Olmedo, Graciani, Filippi, Sechi, Martinelli, Valenzuela Bodenheimer, Murga, Acevedo, Guzmán, etcétera) están casi totalmente de acuerdo entre si al distinguir un "viejo" grupo "de derecha" de teóricos desarrollistas de la dependencia mencionados anteriormente, y un "nuevo" grupo "de izquierda", entre los cuales ellos nombran primordialmente a Dos Santos, Quijano, Cardoso y Faletto, Marini y Gunder Frank, entre otros. Este ultimo grupo se distingue supuestamente del anterior por rechazar su "dualismo" tanto en el piano nacional como internacional, reemplazándolo por un análisis insistente del conjunto de las relaciones imperialistas y de la participación activa, consciente y voluntaria de América Latina en el plan económico y político nacional en el sistema imperialista bajo el liderazgo burgués —incluida la burguesía nacional progresista—, tal como se manifiesta en la "nueva dependencia" de los años 60. Capitalismo y Subdesarrollo en América Latina, escrito por Andre Gunder Frank entre 1963 y 1965, y algunos otros de los primeros ensayos del autor compilados en su Latinoamérica: Subdesarrollo Capitalista o Revolución Socialista, se mencionan, frecuentemente, como el disparo de partida de esta "nueva apertura". El autor ahora considera a su Lumpenburguesía: Lumpendesarrollo, escrito en 1969, como un (aunque quizás no el) canto de cisne de este concierto, aunque algunas nuevas estrellas en América Latina aún cantan nuevas variaciones de esta melodía (y ecos de la misma han empezado a ser grabados o tocados recientemente en otras partes del mundo).

Dentro de ciertos limites, y dentro de sus limitaciones, la importancia de la teoría de la dependencia del subdesarrollo es innegable en términos de los ya citados criterios de Myrdal, Dowd y Marx. Representó, sin duda, una importante reorientación en respuesta a cambiantes condiciones y oportunidades políticas. Sin duda, permitió y obligó tanto a amigos como a enemigos a plantear preguntas diferentes y a ofrecer otras soluciones. Ha sido hasta coinstrumental en cambiar el mundo, aunque no lo revoluciono como algunos de sus proponentes habían esperado y algunos de sus opositores habían temido. Lo mismo puede probablemente decirse de la nueva teoría de la nueva dependencia, tanto con respecto a su abuelo positivista como respecto a su padre reformista desarrollista. Pero implícito en el surgimiento de la "dependencia" en respuesta a cambiantes condiciones políticas (y estas en relación a cambiantes condiciones económicas), está la posibilidad, o la probabilidad, o más aún, la necesidad de su posterior decadencia para despejar el camino a nuevas explicaciones científicas y orientaciones ideológicas, en la medida en que las condiciones económicas y políticas vuelven a cambiar. Mientras más importante ha sido una teoría en vista de su relación con la realidad concreta, tanto menos será ella eternamente verdadera, condición que en el mejor de los casos se reserva a tautologías vacías.

Se esta acumulando la evidencia de que la "dependencia" —tanto Ia vieja como la nueva— ha terminado o esta en vías de completar el ciclo de su vida natural, por lo menos en Latinoamérica, que le dio vida. La razón es la nueva cambiante realidad económica y política mundial, que en una palabra puede resumirse como Ia crisis de los años 70. Sean cuales fueren su causa y su naturaleza, así como su destino o resolución —cuestiones y respuestas, precisamente, que habrán de codeterminarse por la alternativa necesaria a la "dependencia" y el "keynesianismo"—, la realidad de esta nueva crisis se hace cada vez más evidente en el mundo. Tasas decrecientes de crecimiento económico y aún más (y más importante) de utilidades y de inversiones en los países capitalistas industrializados, y la lucha intensificada entre ellos por mercados nacionales e internacionales —manifiestas en la "crisis financiera" y la devaluación del dólar entre otros— constituyen evidencias de una nueva crisis en el proceso histórico de la acumulación capitalista de capital. Modificaciones recientes en la política nacional y extranjera de algunos países socialistas indican que allí también el proceso de acumulación de capital esta cambiando de velocidad o rumbo, y que ellos están intentando colocar su participación en la recientemente emergente división internacional del trabajo sobre una base modificada y más amplia. Las concomitantes negociaciones y el paso de Ia "bipolaridad" de Ia guerra fría a la "multipolaridad" reemergente son acompañados por un nuevo "diálogo" (para tomar prestado una palabra de las relaciones antes inimaginables entre Sudáfrica y un creciente numero de nuevos estados africanos) que se hace oír en todo el mundo, tanto dentro como entre muchas de sus regiones. Movimientos neosocialdemócratas y amenazas neofascistas para el caso de que aquellos fracasen (para tomar en préstamo y modificar algunos términos de la última gran crisis mientras el análisis contemporáneo no nos ofrezca una terminología más adecuada o quizás una ideología de falsa conciencia) se difunden en los países capitalistas industrializados. Ello constituye una respuesta a la movilización de masas generada por la crisis, y así con Ia Alemania de Brandt, con la dificultad de Heath para invocar la ley de Relaciones Industriales que su predecesor laborista no había podido imponer en Gran Bretaña, con la promoción de "Chile con salsa de spaghetti" y de Ia "apertura a destra'' en Italia, con la copia de la fórmula de Ia Unidad Popular chilena y la reacción "gaullista" a la misma por Pompidou en Francia, con la nominación por el Partido Demócrata de Mc Govern en los Estados Unidos y su flirteo con el electorado adicto a George Wallace, etcétera. Están, además, el desarrollo del socialimperialismo (para servirse de la terminología china) y su ofensiva económica y diplomática en importantes regiones subdesarrolladas. Una importante modificación de Ia anterior división del trabajo también es el desarrollo subimperialista de Brasil, Sudáfrica, Irán, India y quizás otros contendores por rutas tanto similares como diferentes de las que Japón e Israel trazaron antes que ellos. Y en otras partes del mundo subdesarrollado (para de nuevo tomar en préstamo temporal un termino del pasado), tendencias corporativas neofascistas compiten con tentativas nacionalistas y neopopulistas de trazar el Camino hacia el socialismo, desde Bangla Desh y Ceilán, pasando por Tanzania y Zambia, a Perú y Chile. Una nueva o renovada dimensión es la guerra o su amenaza entre estados del tercer mundo que vuelven su "nacionalismo" no solamente contra los países imperialistas sino, con el apoyo imperialista, contra sus propios vecinos.

En vista de esta crisis mundial y de los críticos problemas concomitantes surgidos en América Latina y otras partes, la vieja teoría de la dependencia desarrollista, y aun su ideología, parece haber entrado en bancarrota. Puede sospecharse lo mismo de Ia antaño revolucionaria teoría de Ia nueva dependencia, que si no en bancarrota, por lo menos se encuentra escasa en efectivo como para enfrentar las demandas inmediatas en lo económico, político e ideológico que le hacen los revolucionarios que tienen que formular estrategia y tácticas en las actuales circunstancias. Así parece suceder en Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, Perú, Venezuela y México, entre otros, y quizá también en Cuba. (Esto pone también en duda lo aconsejable de Ia exportación tardía de la "dependencia'' hacia Asia y África, cuando, además, el "tercermundismo" ya alcanzo la cima de su influencia en las revueltas estudiantiles metropolitanas de 1968-1969.) Además, la aparente simultaneidad de la crisis de la vieja y nueva teorías de la dependencia plantea el interrogantes de cuán radicalmente diferentes realmente fueron o son. Quizá menos de lo que algunos de nosotros hubiésemos querido. Podemos observar con Juvencio Wing —en su reseña del Nº 150 conmemorativo de El Trimestre Económico— que aquellos que una vez fueron radicales desarrollistas, y aprovecharon gran parte del aún más radical análisis de la nueva dependencia, ahora conmemoran la dependencia desde las páginas de la revista económica más prestigiosa del continente latinoamericano, y muchos de ellos incluso ocupan puestos ministeriales en sus respectivos países. Hasta tal punto una parte del análisis de la nueva dependencia ha sido recogida por el establishment burgués que —como se cita en Lumpenburguesía— Ios cancilleres latinoamericanos reunidos en Viña del Mar delegaron a uno de ellos para elevar una presentación al presidente Nixon en la Casa Blanca en el sentido de que la ayuda extranjera estaba fluyendo desde Latinoamérica hacia los Estados Unidos. Gran parte de Ias criticas a la inversión extranjera propuesta por los analistas de la nueva dependencia fue incorporada en las restricciones puestas a la inversión extranjera en el código del Pacto Andino y se recomienda ahora a otros países subdesarrollados por parte del secretario de la UNCTAD. Y en la III Conferencia de la UNCTAD la nueva dependencia, el desarrollo del subdesarrollo y hasta el subimperialismo cobraron vigencia en las declaraciones oficiales de varios delegados. Esto es bastante más motivo de preocupación que de orgullo para los inventores de estos términos. Dejaremos para los críticos que siguen otras reflexiones sobre las relaciones y diferencias entre la vieja y nueva teoría de la dependencia.

La nueva teoría de la nueva dependencia ha sido, por supuesto, objeto de diversos críticos y criticas. Aquí podemos examinar, clasificar y reseñar —si no contestar exhaustivamente— las principales tendencias reflejadas en quienes han hecho referencia especial al trabajo o a la persona de Andre Gunder Frank. Antes de seguir adelante, sin embargo, puede observarse que —aunque este trabajo no ha sido más que la parte socialmente determinada de una corriente más amplia, tal como se reseñó recién— muchos críticos han otorgado un tratamiento especial o a menudo exclusivo a AGF o a su trabajo, suponiéndolo representativo del resto, y llegando a veces al extremo de sostener, explicita o implícitamente, que una critica (exitosa) de este único ejemplo vale y abarca a todos, criterio —este ultimo— bastante discutible. Quizás esta preferencia (negativa) pueda derivarse del supuesto de los críticos de que AGF les ofrece un blanco más vulnerable o destructible, o uno más visible, o uno descubierto antes, o uno que se supone más extremo, o una combinación de todos estos razones. Una cosa es segura, y esta ha sido francamente clarificada por el autor y universalmente apreciada tanto por amigos como enemigos: que el trabajo ha sido intencional y conscientemente político y sustancialmente inspirado por la Revolución Cubana. Sea como fuere, existe evidente motivo para que el autor se haga cargo de las criticas, especialmente de las que afectan a las "tesis frankianas".

Las criticas, y en especial los críticos (véase lista de referencias en el apéndice), parecen dividirse en tres principales tendencias: las retrospectivas de derecha y de la izquierda marxista tradicional, y la prospectiva de la nueva izquierda, cada una de las cuales dividida a su vez en dos subgrupos (A y B). La publicación tardía (en relación a su redacción) del libro completo Capitalismo y Subdesarrollo en América Latina, en 1967 y 1969 en inglés, francés e italiano, y en 1970 en español, encontró en un principio una recepción favorable, si bien poco critica, en diversos círculos de izquierda, la cual en alguna medida aun subsiste (véase Amin, Palloix). Pero también estimulo una reacción crítica que no tardó mucho en aparecer, empezando especialmente (I. A) en la derecha reaccionaria y liberal (American Opinion, de la John Birch Society norteamericana y King), luego por (I. B) los demás liberales y socialdemócratas de diversa índole (Halperin, de Kadt, Sauvy, Morner, Dedijer, Dalton, Alba, Aportes, Pinto y, en general, varios colaboradores del simposio sobre "responsabilidad" en Current Anthropology y diversos autores de reseñas en revistas académicas norteamericanas).

Estos críticos de derecha carecen de la perspectiva, o de la capacidad o del interés, o los tres, como para examinar el argumento en su propio nivel, para no decir, por supuesto, para llevarlo a un nivel más alto. Su interés académico y político es descalificar el argumento —y a través de sus reseñas, prevenir a los no entendidos contra el mismo-- recurriendo a Ios "descalificativos" que el positivismo ha inculcado en las mentes de sus victimas, a saber el "error" empírico y la falta de "objetividad". Con pocas excepciones, los críticos de la derecha conservadora, liberal y socialdemócrata se limitan, en sus reseñas y criticas de la argumentación, a insistir en desacuerdos empíricos menores que nada tienen que ver con el argumento central, o de desviar la discusión totalmente fuera del punto en contienda, alegando que el compromiso político de AGF —no así el propio— excluye la objetividad, y por tanto la credibilidad o validez. Según ellos, el trabajo constituye la restauración repetitiva de una tesis del imperialismo (que ellos suponían muerto hace tiempo). Es dogmático (su palabra favorita), ideológico en vez de empírico, profético en tono, en vez de analítico en contenido —aunque (según otro autor) el trabajo es catastrofista—, y constituye un tipo especialmente rígido de leninismo (no obstante que el mismo autor alega que el trabajo es dirigido contra los comunistas). En cuanto condena objetiva (¿quien se propuso hacer una condena?), el libro sería evidentemente inadecuado, ya que la defensa (del capitalismo) no se examina, y menos aún se destruye —según Timothy King del Queen's College, Cambridge, Inglaterra, escribiendo en el Economic Journal que se edita en la biblioteca Marshall—, y continua, solamente aquellos que ya están persuadidos en el fondo de su corazón de que el sistema Capitalista tiene solamente explotadores y explotados, se dejaran convencer de la veracidad de la tesis general expuesta en este libro sobre la base de la evidencia proporcionada. Y en "respuesta" a la critica que el que escribe hace del trabajo de George Dalton y otros sobre antropología económica, este autor escribe: "Frank odia a toda ciencia social que no sirva para justificar la revolución. Su comentario no es sobre antropología económica. Es una denuncia bombástica de casi todos los que no comparten su rabia revolucionaria. No tiene sentido responder más a escritos tan llenos de ira e ideología". (iAmén!) Un lector escribió a la sección "discusión y crítica" de la revista para observar que alguien que necesita servirse de este tipo de respuesta tan solo demuestra que carece de los recursos como para enfrentar la argumentación. Esto en lo que se refiere a los críticos desde la derecha.

Una segunda tendencia principal entre críticos y críticas deriva de (II) los principales partidos marxistas y sus portavoces o seguidores oficiales y no oficiales. Entre estos pueden distinguirse especialmente (A) los comunistas inspirados por o alineados con Moscú, y (B) los maoístas y trotskistas.

II

A. Entre los primeros, el trabajo y tesis —o a menudo más bien la persona— de AGF han sido objeto de critica, entre otros, por Victor Volski, director del Instituto de Asuntos Latinoamericanos de la Academia de Ciencias de la U.R.S.S.; B. N. Brodovich, escribiendo en Latinskaya America (Moscú); L. Becerra en Revista Internacional - Problemas de la Paz y el Socialismo (Praga) ; Renato Sandri, especialista en asuntos latinoamericanos del Comité Central del Partido Comunista de Italia; Ruggiero Romano en media docena de publicaciones de Europa y América Latina; quizás Eugene Genovese, uno de los principales historiadores marxistas de los Estados Unidos y Canadá; y en América Latina, Mauricio Lebedinsky de Argentina, Armando Córdova de Venezuela y José Rodríguez Elizondo en Chile.

Estas criticas ligadas a los partidos comunistas en cierta medida caen entre las del ala derecha de la primera tendencia y las criticas de la tercera tendencia de la nueva izquierda, compartiendo algunas características de la primera y otras de la otra. Con la tercera tendencia, la crítica comunista comparte el reiterado juicio de que AGF no es marxista porque hace hincapié en la circulación con exclusión total o virtual de la producción, o que confunde las dos al construir su argumento sobre el capitalismo. Los meritos de esta critica, que se construye con mucho más seriedad por parte de la nueva izquierda, bien pueden reservarse para el comentario que se hace, casi al final, sobre la tercera tendencia, dejando para interrogarse aquí acerca de los motivos comunistas en escoger esta línea de ataque. Parecen relacionarse a una segunda característica que las criticas comunistas comparten con las de la nueva izquierda: la selección del momento oportuno para su contraofensiva. Es notable que, aunque estos artículos de AGF circularon y han sido el objeto de algún fuego de francotiradores comunistas desde 1963, ellos no empezaron a dirigir su artillería pesada contra este trabajo hasta 1969 y especialmente desde 1970.

Lejos de ser una coincidencia o de deberse siquiera a una demora "natural" entre publicación y crítica, puede sugerirse que el momento escogido para esta critica es consecuencia y reflexión de la crisis antes mencionada, y que esta destinado a ayudar —aunque sea en pequeña medida— a la resolución de dicha crisis de una manera u otra. Por qué y como la nueva izquierda responde a la misma crisis con su critica constructiva puede examinarse más abajo. Aquí puede preguntarse por que camino o en que dirección quieren dirigirnos los partidos comunistas. Durante gran parte de los años 60 el avance de la Revolution Cubana y su atracción y prestigio cada vez mayores en América Latina y otras partes obligaron a los partidos comunistas tradicionales —que simultáneamente se estaban batiendo en otro frente ideológico con los chinos— a adoptar una actitud relativamente conciliadora hacia la política cubana y las posiciones vinculadas a ella en América Latina. En algunos casos ellos aceptaron temporariamente la lucha armada; y en muchos casos cambiaron su línea o por lo menos su lenguaje táctico. Empezó a desaparecer de los programas de los partidos comunistas la ya clásica formula de la lucha "democrática" contra un imperialismo solamente "externo" y un "feudalismo" interno —nótese, por ejemplo, el cambio del programa electoral en Chile desde el del FRAP en 1964 al de la Unidad Popular en 1970-. Algunos partidos comunistas de América Latina enviaron representantes a OLAS en 1967, y otros —inclusive los de Brasil, Argentina y Chile— enviaron sus secretarios generales a Moscú para que allí se hicieran referencias oblicuas pero bastante transparentes a OLAS en el sentido de que "nacionalistas pequeño-burgueses que niegan la significación internacional del marxismo-leninismo han creado una concepción del excepcionalismo local o continental ..., mientras que se denomina como tradicionalistas, ortodoxos y moderados a aquellos partidos que se mantienen leales a los principios del marxismo-leninismo". No fue sino hasta el fin de la década y quizá no accidentalmente, hasta un tanto después de la muerte del Che Guevara, que los partidos comunistas de América Latina nuevamente lograron una unidad sustancial en el marxismo-leninismo internacional —y que lanzaron una contraofensiva general en un frente amplio, incluyendo a blancos tan diminutos como AGF.

Puede preguntarse, ¿en que dirección apunta esta contraofensiva comunista? Políticamente, ella esta marcada por el acercamiento económico y político cada vez mayor entre la U.R.S.S. y el imperialismo que parece obstaculizado solamente por la sucia guerra en Vietnam y el enfrentamiento en el Medio Oriente. El Partido Comunista francés --el secretario general del PC chileno dijo en cierta oportunidad que es el partido que más se parece al propio— declaró, y es más, demostró, ser el "partido del orden" durante la revuelta de 1968 que, más allá de los estudiantes, movilizó 10 millones de obreros en Francia. En Italia, el "mayo" de un año de duración, de 1969-70, en Turín, Milán y otras ciudades obligó al Partido Comunista a seguir, más bien que liderar, la movilización masiva de los obreros. Más recientemente, como ya se observó, los dos partidos mencionados se hicieron admiradores —y para sus propios fines grandes propagandistas— de la "vía chilena". En América Latina, el Partido Comunista de Venezuela volvió a la "paz democrática" antes de dividirse. En otros países latinoamericanos y en vista del aumento de la movilización de masas generada por la crisis, los partidos comunistas se han plegado, han promovido y en donde ha sido posible han liberado viejos o nuevos frentes populares, unidos o amplios. Estas iniciativas, o más correctamente estas respuestas comunistas, ¿son para movilizar a obreros y campesinos hacia la revolución socialista, o son para guiar esta movilización objetivamente generada hacia el camino pacifico "al socialismo"? La autocrítica pública del Partido Comunista brasileño después del golpe militar de 1964 expresó, no su pesar porque durante el régimen "progresista" de Goulart ellos hubieran sido demasiado moderados, sino que ellos habían contribuido a desencadenar el golpe ial ser demasiado izquierdistas! El presidente del Partido Comunista de Ceilan me contó recientemente que sería bueno que ellos dejaran o fueran expulsados de la coalición gubernamental "progresista" de la señora Bandaranaike porque la movilización popular (al margen o contra el gobierno) se estaba volviendo "demasiado caótica" y porque su partido podría hacerse cargo de ella con más autoridad si estaba fuera en vez de dentro del gobierno. El Partido Comunista de Chile públicamente echó la culpa del derrocamiento del gobierno de Torres en Bolivia, no a una movilización obrera inadecuada o incorrectamente organizada, sino al "ultraizquierdismo" de Ia Asamblea Popular y su constitución.

El Partido Comunista de Chile primero participo en escribir en una parte destacada del programa de la Unidad Popular la formación de una Asamblea Popular y la promesa de que sus Comités de Unidad Popular (CUPs.) se transformarían después de Ia victoria electoral de simples comités electorales en comités para una movilización de masas continuada y cada vez mayor. Pero luego este partido dejó de aprovechar su capacidad organizativa para desarrollar dichos comités y no hizo nada para evitar el desgaste de casi todos los 15.000 CUPs. del país. Sin embargo, Ia movilización de masas, lejos de disminuir, aumento a niveles jamás conocidos en Chile. Cuando en Concepción, centro que tradicionalmente es el de mayor conciencia y organización política del país, todos los partidos de izquierda dentro y fuera de la Unidad Popular, no menos el Partido Comunista organizaron primero una movilización de masas y "después el primer encuentro de una Asamblea del Pueblo, el Partido Comunista de Chile designo a su principal ideólogo para descalificar a sus compañeros de la UP por termocéfalos irresponsables que han perdido todo contacto con la realidad. Cual es entonces la realidad según el Partido Comunista de Chile? Que el descenso del apoyo electoral, y quizás otros experimentados por el gobierno de la Unidad Popular durante los últimos meses (o desde Ias elecciones de abril de 1971)*, no se deben a no haber cumplido partes importantes del Programa de la UP ni a no haber cumplido ni siquiera con la mitad o algo más de las "40 medidas" prometidas por el mismo. Al contrario, el mal reside -según el PC chileno— en las presuntas y excesivas transgresiones del programa de Ia UP y en los "ultraizquierdistas infantiles", quienes, en alianza con la CIA y el imperialismo, presuntamente impulsan tales transgresiones. Por otro lado, más allá de movilizar su considerable poderío organizativo para desmovilizar la masa en miles de luchas cotidianas menores (y algunas mayores), el Partido Comunista de Chile se ha valido de sus parlamentarios para promover y concertar innumerables convenios con la oposición Demócrata Cristiana a puertas cerradas y a espaldas de las mesas —y los ha empleado para anunciar su política oficial para el futuro previsible: ¡ganar a las clases medias para las próximas elecciones!

Poco antes de ser nombrado ministro de Hacienda, Orlando Millas escribió el documento político más comentado —dentro y fuera del PC—de los últimos tiempos, intitulado "La clase obrera en las condiciones del gobierno popular". Después de repetir algunas palabras acerca de la importancia de la movilización obrera y de hacer hincapié en las diferencias entre el Chile contemporáneo y la NEP leninista en la Unión Soviética —pero sin especificar ninguna diferencia en particular, por ejemplo como detenta el poder político— Millas revela el meollo de su argumentación y de la estrategia de su partido: "Lo característico de la coyuntura de hoy en nuestra experiencia es que la correlación de fuerzas ha sido afectada, en contra de Ia clase obrera y del gobierno popular, por errores políticos y económicos que podemos resumir deciendo que constituyen transgresiones al programa de la Unidad Popular. Cabe, entonces, poner el acento en Ia defensa del gobierno popular, en su mantenimiento y en la continuidad de su obra. Seria funesto seguir ampliando el número de los enemigos y, por el contrario, debería hacerse concesiones y, al menos, neutralizar a algunas capas y determinados grupos sociales, enmendando desaciertos tácticos". Para el Partido Comunista de Chile la consigna llegó a ser "consolidar avanzando", cuyo significado en la práctica muchos han comprendido como "avanzar consolidando".

Estas circunstancias y políticas también sirven de base y determinan la contraofensiva del Partido Comunista en el frente ideológico, inclusive contra AGF y la nueva dependencia. La "vía chilena" ya tiene en si bastante importancia. Pero ella ha alcanzado también amplias implicaciones para la suerte de los movimientos de frentes unidos —no importa cuán diferentes puedan ser del chileno— en varios otros países latinoamericanos. Y en una coyuntura histórica en la cual el "tercermundismo" parece haber retrocedido a un lugar secundario con respecto al centro de gravedad política mundial, a Chile se lo considera como una pieza vital para los partidos comunistas que se encuentran en una seria contienda cuyo rey y reina, o por lo menos torre y alfil, están en Francia e Italia. No es accidental la atención que algunos ideólogos comunistas de Europa dedican a Chile, y aun a "aberraciones" ideológicas centradas en Chile, que en otras circunstancias serian insignificantes.

Estas circunstancias quizás explican, más que justifican, la táctica principal empleada por estos "compañeros" —uno de ellos ha escrito que el no es compañero de AGF— para combatir las "contenciones" —así llamadas por otro que dice que no pueden llamarlas "tesis"— de AGF, quien es un eminente sabio de papel (todo entre comillas, se entiende) con un talento y una pasión dignos de mejor causa; es un teorizante conspicuo de una izquierda anárquica, un provocador, desviacionista, confusionista y divisionista; este investigador (sic) marxista (nuevamente, sic) lleva su ligereza a limites extremos bajo un pretexto seudomarxista, en una tentativa deliberada de crear confusión; su ligereza, trivialidad y superficialidad intelectual y su superficialidad y trivialidad científica no pueden dar lugar sino a la inconsistencia (¿sera mejor decir deshonestidad?) política, que es el producto natural del trabajo de un pequeño burgués con pretensiones de marxista revolucionario (Romano). No, no hay ilusión posible. Gunder Frank termina su trabajo proponiendo como la única y correcta estrategia del desarrollo la revolución armada y la construcción del socialismo. La verdad es que en Chile, Perú y Bolivia la liberación sólo puede ser el resultado de un proceso articulado y laborioso de lucha antioligárquica y antiimperialista... (Sandri). El marxismo-leninismo hace centro, dada la estructura, en la alianza clave del proletariado y el campesinado en un frente con la pequeña burguesía, las capas medias y sectores progresistas de Ia burguesía nacional, para resolver el problema agrario como eje de la revolución necesaria. En la revolución socialista, que proclama Frank y los que aceptan sus puntos de vista, la clase obrera marcharía sola. Por lo tanto no habría que trabajar en el seno del campesinado. Tampoco habría que tender a que participen en la lucha la pequeña y mediana burguesía, sectores más avanzados de Ia burguesía nacional. No habría tareas inmediatas que realizar antes de plantearse la revolución socialista. No se trata, pues, de un pequeño "detalle": se trata nada menos que del tipo de revolución necesaria, del problema de las alianzas (Lebedinsky).

La CIA y la pata del gato. Naturalmente, no es Gunder Frank, sino lo que representa, lo que está en el centro del debate. El representa, básicamente, la existencia de un pensamiento de ultraizquierda en la política internacional, sumamente proporcionado. Un pensamiento que mientras más difusión tiene, más facilita la labor del imperialismo con respecto a los procesos revolucionarios... En efecto, la sola presencia de este tipo de teóricos significó... la tendencia de dividir a antiimperialistas en dos bloques: el de los marxistas e intelectuales revolucionarios, por un lado, y el de los comunistas, por el otro... este puñadito de intelectuales amorfos, anárquicos e hipercríticos... defienden las posiciones del imperialismo concurriendo a las trincheras del antiimperialismo" (Rodríguez Elizondo).

No se trata de estar o no de acuerdo; es que incluso se disminuye Ia posibilidad de discusión. Porque digamos, para terminar, que discutir significaría hacerse cómplice de Andre Gunder Frank, el cual, objetivamente —y a nivel político— no es más que un verdadero provocador. Se podrá preguntar que si todos estos escritos son tan inútiles, ¿por que hablamos de ellos? Porque desenmascarar su aspecto provocador me parece una obligación. Un deber de moralidad científica, de higiene intelectual, de profilaxis política. Ante un exceso de incapacidad en la presunción de este calibre, se tiene el deber de reaccionar y de indicar que tras todo este oropel conceptual de pacotilla no existe sino el más total vacío. (Romano) (iAmen!)

En estas circunstancias, podemos preguntar, que queda por discutirse con o en relación con estos camaradas? El lector habrá observado por si solo uno de los aspectos críticos que esta segunda tendencia tiene en común con el nivel de debate empleado por la primera, anteriormente reseñada. La otra similitud con esta reside en la dirección hacia donde dirigen su argumentación —en el grado limitado de profundidad (aunque quizá no de extensión) en que nos ofrecen alguna dirección: la retrospectiva.

La resurrección por otra parte del Partido Comunista contemporáneo del fantasma de su programa político "antioligárquico" y "antiimperialista" de antaño, y que algunos pensaron ya muerto y sepultado con el Comintern, se complementa —y según ellos se apoya— con solo retocar los mismísimos antiguos argumentos científicos e ideológicos. Al margen de su cargo acerca de la debilidad científica de AGF por no lograr hacer un análisis satisfactorio de las relaciones productivas o del modo de producción (cuestión a ser todavía examinada), puede observarse ya que los teóricos del Partido Comunista tampoco lo han hecho mejor. Ellos no tratan y menos logran Ilevar el análisis más allá de lo logrado en los años 60, aprovechándose del renacimiento latinoamericano y mundial —aunque sea limitado— de los estudios marxistas durante el decenio pasado, para reorientar nuestro trabajo planteando nuevas preguntas y ofreciendo otras respuestas más apropiadas para las cambiantes condiciones y oportunidades políticas (tal como lo hacen algunos de los críticos de la nueva izquierda que se reseñan a continuación). No: en vez de esto los voceros del Partido Comunista se limitan a hacer un llamado a la generación pasada para retroceder a los mismos ya viejos sustitutos esquemáticos que no lograron hacer el verdadero análisis de la transformación del modo de producción en el proceso de acumulación de capital. Pero en realidad, para todos los efectos (salvo quizás alguno de ellos), estos ya eran inservibles en aquel entonces y tanto más lo son ahora. Evidencia? El mismo hecho de que se hiciera necesaria la renovación de estudios marxistas --que tuvo lugar sin ninguna contribución reciente que haya podido descubrirse— de ninguno de estos intelectuales marxistas que se mantuvieron fieles a la línea moscovita de su partido comunista. El camarada M. Lebedinsky reclama que "algunos de los apologistas de la teoría de la (nueva) dependencia prácticamente vienen a una tesis marxista, pero el primer esfuerzo es diferenciarse de los comunistas". Pero a esta altura, quien se dispondría a seguir, o quien podría unirse al camarada cuando haría suponer que estos "apologistas" se diferencian en que se quedan cortos de la teoría y praxis del Partido Comunista, en vez de avanzar más allá de ella? Sea cual fuere la respuesta objetiva, podría ser una indicación personal: yo mismo jamás he tenido la temeridad de proclamarme marxista. En ninguno de mis escritos publicados —o no publicados— podrá encontrarse tal pretensión personal. Quién entonces formula esas falsas o "seudo" pretensiones?

B. Una parte de la critica, pero mucho menor, ha emanado también de otros partidos marxistas maoístas (Arrighi, Circolo Lenin) y trotskistas (Novak, Deward y Bailly). Arrighi se identificó con la argumentación de AGF en el prefacio a su libro sobre África, escrito independientemente. AI volver a Italia para hacerse militante maoísta, Arrighi hizo pública una autocrítica de su anterior aceptación de esa argumentación. Reiterando y reafirmando su anterior reserva acerca de la carencia de un análisis suficiente de las relaciones de producción por parte de AGF, Arrighi ahora agrego el cargo de que el análisis no es marxista y menos aún maoísta, por cuanto presunta y erróneamente supone que las contradicciones "externas" en vez de las verdaderas "internas" determinan el curso histórico de los acontecimientos en América Latina y otras partes. En su conocido ejemplo, Mao observaba que a pesar de aplicarse la misma temperatura "externa" a un huevo y a una piedra, las diferentes condiciones "internas" hacen que nazca un pollito de uno y no de otro. A pesar de apoyarse en esta autoridad marxista, Arrighi no ha logrado —aun recurriendo adicionalmente a correspondencia personal y a su conversación amigable con el presente autor— clarificarle suficientemente a AGF como distinguir exactamente entre las contradicciones "externas" y las "internas" en el proceso, tal como se desenvuelve en una parte determinada del sistema imperialista. Sin duda, los limites del éxito de este esfuerzo residen en las limitaciones "internas" de AGF. Pero junto con el esfuerzo de otros, éste está empeñado en tratar de superarlos en su trabajo futuro. No son inmediatamente evidentes las conclusiones políticas a derivarse de la critica en Italia. Pero en América Latina algunos maoístas han tenido reservas acerca de la argumentación en la medida en que no sirve de base, tal como ellos lo requieren, a la estrategia maoísta con respecto a los conocidos "cuatro grupos".

Entre los trotskistas, Ernest Mandel expresó cierta afinidad con nuestras argumentaciones en el posfacio a la edición mejicana de su Tratado de economía marxista. Pero luego su compañero dirigente de la IV Internacional, George Novack, repitió las mismas criticas acerca de las relaciones de producción, etcétera, y resumió: "El enfoque de Frank al desarrollo socioeconómico de América Latina es excesivamente simplificado. No deja lugar para situaciones históricas complejas, relaciones de clases, formaciones socioeconómicas contradictorias... Esto también explica por que la tentativa por Frank de dividir el marxismo del trotskismo y de contraponer uno al otro no tiene fondo". Excesivamente simple, si —podemos responder—; no deja lugar..., no. Y en cuanto a marxismo y trotskismo, jamás he alegado representar ni a uno ni a otro, ni de dividirlos, ni de contraponerlos, ni nada.

III

Puede distinguirse una tercera tendencia principal entre los críticos y criticas, que —no muy satisfactoriamente— puede denominarse el de la nueva izquierda independiente, aunque muchos de sus actores también vinculan su trabajo intelectual a la praxis política militante y partidaria. Lo que los distingue dentro del contexto actual es que sus criticas no son retrospectivas sino prospectivas. Estos críticos y criticas pueden a su vez subdividirse —quizás aún menos satisfactoriamente para ellos y el presente autor— en las (A) que se hicieron relativamente temprano y que, aunque prospectivas, aún no avanzan su trabajo critico muy lejos hacia áreas distintas; y (B) las más recientes —y seguramente venideras— cuya contribución importante es que "a los conocimientos y análisis actuales se les compone de maneras nuevas, planteando preguntas y ofreciendo conclusiones que permiten y obligan, tanto a amigos como a enemigos, a dirigir su propia investigación y análisis en direcciones distintas" y que dan lugar a "reformulaciones principales del pensamiento económico... (que son) a las cambiantes condiciones y oportunidades políticas". iMientras más éxito tengan en esta tarea, tanto más bienvenidos sean tales críticos y criticas!

A. La temprana critica de Cabral et al. y de Dos Santos ya se citaron y se comentaron en el "mea culpa" que prolonga Lumpenburguesía; y en Ia medida entonces posible sus criticas prospectivas se aprovecharon y se incorporaron en la extensión y reorientación de la argumentación anterior que se intentó en el texto de dicho libro, y que hizo hincapié en la participación clasista activa e "interna" en Ia determinación del proceso histórico —y de algunas de sus variaciones entre países-- a través de varias etapas. Por otra parte, no parecía y no parece preciso --según creo— enfrentar los cargos equivocados de "esquematismo geográfico" y de "estructural-funcionalismo", ni las contradicciones internas de sus propios argumentos (señalados en el "mea culpa"). De todas formas, el mismo Dos Santos ha aprovechado de su critica para avanzar aún más en el análisis que el y sus compañeros de trabajo han hecho de la "nueva dependencia". Tanto este progreso como sus limitaciones —en la medida en que ha sido restringido esencialmente por la misma coyuntura política y concepción ideológica— ya han sido comentados por otros críticos, amigos y no.

La critica de Weffort, en el sentido de que nuestra argumentación supondría una base nacional no existente del poder y de la política clasista, es dirigida simultáneamente a Cardoso y Faletto y a AGF. Pero Cardoso ya ha mostrado que dicha crítica carece de fundamento, y su respuesta plantea preguntas y ofrece conclusiones que son bastante más interesantes y trascendentales que las de Weffort. Rodríguez y Sechi, por su parte, se limitan a formular cargos de esquematismo excesivamente simplificado, que aun si fueran correctos en si, no son muy útiles mientras no interpretan ni evalúan el esquema dentro del contexto económico, político, ideológico y científico en respuesta al cual primitivamente se planteo, y a menos que ellos mismos hagan una contribución a reformular las preguntas y conclusiones en respuesta al contexto recientemente emergente. Sempart divide su critica en lo que en esencia son dos partes, en cuanto historiador, alega que los acontecimientos históricos no son los que aparecen en el ensayo de AGF que se basa en Chile. Pero —tal como Torres (véase más abajo) lo ha observado—, tal crítica empírica en sí queda necesariamente dentro del marco teórico de lo que critica y no alcanza para reformular el problema teórico, y tanto menos —puede agregarse— por cuanto en el ensayo original AGF explícitamente negó cualquier tentativa de escribir historia de Chile alguna, limitándose a expresar la esperanza de que pudiera ayudar a reformular la teoría. En la parte del ensayo de Sempart que efectivamente se dedica a la critica teórica, se atribuye a AGF haber propuesto presuntas relaciones entre los lazos metrópoli-satelite y el desarrollo-subdesarrollo, que son precisamente los inversos de los sostenidos por AGF en el ensayo basado en Chile, así como en otros. Estas criticas —como cualquier lector puede comprobar— son prospectivas en intención, "tono" y en algunas sugerencias no centrales. Pero ellas aún no logran llevar adelante la critica hacia una reformulación teórica sustancial de las preguntas y conclusiones.

B. Llegamos finalmente a una nueva apertura crítica. Este último año (desde 1971) ha sido testigo no tan solo de una extensión y profundización de la crisis económica, política e ideológica, tal como ya se reseño. También ha invocado el trabajo nuevo por parte de estudiosos políticamente comprometidos que, por una parte, recibieron su formuIación en los avances de la acacia anterior, pero que —siendo también crecientemente conscientes de las limitaciones de Ia misma— por otra parte tienen ahora la capacidad para colaborar en el enfrentamiento de dicha crisis al ofrecer aperturas criticas que prometen reorientar el pensamiento económico —y la praxis política— hacia un nivel nuevo y más alto. Lo que en estas criticas es especialmente importante y meritorio, en nuestra consideración, no es tanto el campo viejo que recorren —no importa cuan critico pueda ser el de los que lo han trazado antes de ellos—, sino más bien el campo nuevo hacia donde estas criticas nos conducen, aprovechando lo viejo tan solo para construir lo nuevo. Es el caso, por ejemplo, de la serie de recientes criticas fundamentales de las tesis de A. Emmanuel acerca del intercambio desigual, como también de las criticas contra AGF y otros vinculados a la nueva dependencia. Sobresalientes entre las recientes criticas son las de Laclau, de Hinkelammert y Glauser (ambos del CEREN, de la Universidad Católica de Chile), y de Marini y Torres (ambos del CESO, de la Universidad de Chile, donde también se desempeña el presente autor). Pero no son tanto las criticas de estos autores de las cuestiones del subdesarrollo colonial y capitalista las que deben detenernos, como su progresiva reformulación de las cuestiones mismas y por este medio de las conclusiones.

La importancia del esfuerzo de Laclau, por tanto, no reside tanto en su critica a eventuales fallas en los análisis del feudalismo y del capitalismo en América Latina por parte de Frank (como suena su título), y de ninguna manera (según creo) en su prueba de que AGF no puede decirse marxista (lo que nunca hizo), sino en Ia confirmación eventual de su creencia de que "es posible dentro de este cuadro teórico, de situar el problema de Ia dependencia en el nivel de las relaciones de producción" —cosa que los teóricos del Partido Comunista, por ejemplo, no se han nunca siquiera esforzado en intentar—. Laclau, por su parte, apenas empieza a hacerlo a través de un incipiente análisis de las cambiantes tasas de composición orgánica de capital y de plusvalía en el proceso de acumulación de capital.

Glauser se limita a hacer algunas referencias a los esfuerzos insuficientes de otros para pasar a analizar los regimenes coloniales de producción en Chile y en otras partes de Latinoamérica. Elabora una clasificación analítica de las relaciones de producción sucesivas y diversas para concluir que su análisis implica que "la necesidad de un desnivel en el grado de desarrollo de las fuerzas productivas entre una zona llamada centro y otra llamada periferia, parece ser una condición indispensable para que la producción capitalista exista... De todo lo cual, resulta que es la propia estructura interna de cada región periférica y precapitalista la que supone la existencia de Ia producción capitalista central... Estructuralmente, el centro es interior a cada región de Ia periferia y que, a su vez, toda la periferia es inmanente al centro". Así vuelve a plantear el antes mencionado problema puesto por Arrighi. Hinkelammert, por su parte, también encuentra insatisfactorio el análisis de AGF de transición al capitalismo industrial; pero lo hace tan solo para llevar su propio análisis de la dialéctica del desarrollo a través de Ia acumulación capitalista hacia la socialista.

Finalmente, Marini expresa similares y bien fundadas reservas acerca del fundamento teórico de los análisis de AGF y otros de las transformaciones del siglo XIX y de la dependencia —vieja y nueva del siglo XX, tan solo para pasar a analizar toda la experiencia histórica de Latinoamerica desde la Conquista hasta hoy (y mañana) en términos del proceso de acumulación de capital mundial y local, y más recientemente del capitalismo de Estado. Mientras tanto, Torres se embarco en una critica metateórica y muy elaborada de toda la teoría de la dependencia, vieja y nueva, para despejar el camino para la reconstrucción propia —y es de esperarse por otros— de todo el proceso de acumulación de capital mundial tal como se ha manifestado en Latinoamérica. Por todos estos esfuerzos críticos y originales no podemos sino estar muy agradecidos. En cuanto a AGF, está tratando de expresar su agradecimiento a través de la preparación —durante los dos años pasados (quien sabe cuántos futuros) — de su propia tentativa de reescribir, si no de reanalizar, el proceso cíclico de la acumulación de capital en el mundo, con especial referencia a la participación en el mismo de Asia, el Medio Oriente, África y América Latina desde 1500 hasta la actualidad. Espera por este medio hacer cualquier pequeña contribución que esté a su alcance a la renovación ideológica, a la revolución política y social y a la futura acumulación socialista.

En fin, quizá no debería sorprender que la atención científica social vuelve a los problemas de la acumulación de capital —y desencadena una nueva apertura en su análisis— precisamente ahora que el proceso de acumulación de capital nuevamente parece problemático. Tal como el estudio de una de sus principales manifestaciones, que es el ciclo económico (que comúnmente se identifica solamente con la crisis y con la fase descendente del ciclo), la tendencia es analizar el proceso cíclico de la acumulación de capital en si solamente en tiempos de crisis, y sus consecuencias (tal como lo hicieron, por ejemplo, Boehm-Bawerk y Joan Robinson durante cada una de las anteriores "grandes" depresiones). En tiempos de larga ascendencia cíclica, el proceso de acumulación de capital tiende a percibirse más bien como una tendencia natural y autónoma a largo plazo, si es que se la mira desde la metrópoli que está acumulando, y como una "dependiente" quizá, tal como se la ve desde la perspectiva de los países subdesarrollados. Pero habiendo cerrado el circulo, tanto en nuestra argumentación como en el ciclo económico, la problemática de la acumulación (cíclica) de capital nuevamente cobra vigencia como orden del día, sea para responder a las cambiantes condiciones políticas o a las correspondientes oportunidades políticas...

Estas condiciones y oportunidades también se manifiestan a través de la intensificación renovada de la lucha de clases y la concomitante renovación de los esfuerzos de analizar y de codeterminar —hacia una dirección u otra— la transformación contemporánea de la estructura de clases y del modo de producción subyacente.

* Este artículo fue escrito en agosto de 1972

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