G. EL CAPITALISMO DEL SIGLO XIX EN CHILE: CONSOLIDACIÓN DEL SUBDESARROLLO

1. Tentativas de independencia y desarrollo económicos: Portales, Bulnes y Montt

Chile, por el contrario, tenía ya la estructura del subdesarrollo económico durante los gobiernos de su libertador, O'Higgins, del primer ministro Portales y de los presidentes Bulnes y Montt, con cuyos nombres podemos asociar sucesivamente cada decenio entre 1820 y 1860. Después de este período, los esfuerzos oficialmente patrocinados decayeron, aunque hubo algunas iniciativas privadas, hasta llegar al nuevo e importante intento del presidente Balmaceda en los años 1886-1891.

En 1834 el ministro de Hacienda, Manuel Rengifo, se dirigió al Congreso en los siguientes términos:

Por todas partes las ciudades se dilatan y hermosean, el cultivo de la tierra prospera, las praderas se cubren de ganados y los campos de mieses, ricas y abundantes minas brindan con la donación espontánea de los tesoros que ocultan en su seno; el comercio florece alimentado por centenares de buques que abordan sin cesar a nuestros puertos, nuevos ramos de la industria se naturalizan en el país, la población crece bajo la acción del benigno clima, mejorada la condición del labrador y la suerte del artesano, penetran las condiciones de la vida hasta la humilde habitación del pobre (Memoria de Hacienda, 1834, citada por Sepúlveda, 1959: 35).

Para aprovechar las aparentes oportunidades de la época se aprobaron, por inspiración del mismo ministro, leyes que favorecían el desarrollo nacional chileno:

La reforma aduanera concebida por Rengifo y consagrada en las leyes del 8 de enero y del 22 de octubre de 1835, destinada a promover el aumento de la Marina Mercante y, consecuentemente, del comercio, instauraba principios como los que se exponen en seguida: exclusividad del cabotaje para los barcos nacionales con absoluta exención de derechos; rebaja de derechos de internación equivalente al 10 % de la mercadería extranjera introducida por un buque nacional construido en el extranjero y de 20 % si el buque había sido construido en Chile. En cuanto al comercio del trigo, la exportación del grano debía pagar 6% de derechos, mientras que la harina estaba gravada con el 4 % de su avalúo (Sepúlveda, 1959: 35).

La política de estimular el comercio y promover la independencia adquiriendo una marina mercante nacional (aunque en parte se componía de barcos de propiedad extranjera abanderados en Chile) tuvo éxito por un tiempo: "En primer lugar gracias al estimulo externo se logró aumentar la Marina Mercante nacional, que pasó de más o menos 103 buques en los años anteriores a 1848, a 119 en 1849, a 157 en 1850, y a 257 en el año 1855; fue lo positivo. En segundo término, Valparaíso... había logrado transformarse en un puerto de primer orden con el establecimiento de almacenes de depósito" (Sepúlveda, 1959: 37).

Sepúlveda sugiere que este tipo de desarrollo "hacia afuera" era el único de que disponía entonces Chile, puesto que costaba menos capital que el intento de competir industrialmente con la metrópoli, y capital era, precisamente, lo que Chile no tenía. En la medida en que este juicio puede ser correcto observaremos que esa falta de capital debe atribuirse, al menos en gran parte, a la expropiación del excedente económico que Chile había padecido durante muchas décadas, a causa de la monopolización de su comercio por otros países. La realización del viejo sueño de adquirir sus propios buques, para escapar al menos de esa fuente, desde luego, un esfuerzo por remediar esta situación. Pero no bastaba.

No faltaron sin embargo medidas en pro del desarrollo económico nacional. Y se cuentan sin duda entre las más significativas y progresistas de aquellos tiempos.

Durante los años 1841-1861 bajo los gobiernos de Bulnes y de Montt... se producen diversos sucesos que vigorizan la economía. Desde 1845, más o menos, comienza a explotarse formalmente el carbón... Posteriormente la economía recibe un nuevo impulso a raíz del descubrimiento de los terrenos auríferos de California, lo que produjo, junto a una gran emigración chilena hacia esa comarca, un apreciable aumento de la producción agrícola y manufacturera. Toda esta riqueza se vuelca en la realización de grandes obras públicas: se abren caminos, se construyen ferrocarriles... barco, a vapor recorren las extensas costas del Pacífico... El telégrafo abrevia las comunicaciones. Y la miseria continúa siempre en aumento... El progreso económico y técnico transforma las condiciones de vida. El auge de la minería... El desarrollo de las vías férreas y el aumento del comercio produjeron el enriquecimiento de numerosas familias... (Pinto, 1962: 19, citando a J. C. Jobet).

La audacia y la visión de Montt para emplear los recursos y capacidad administrativa del Estado en desarrollo ferroviario, sólo puede apreciarse justicieramente teniendo en cuenta el hondo prejuicio que existía contra la intervención estatal y que llevó, como inevitable alternativa, a que en casi todos los países latino-americanos fueron inversionistas extranjeros los que tomaron a su cargo la tarea (Pinto, 1962: 22).

Tampoco faltaron tentativas de fomentar las manufacturas chilenas y otras industrias. Nuestro examen de los siglos anteriores muestra que es un error muy común el de ver la manufactura sólo en el futuro y nunca en el pasado de los países subdesarrollados de hoy. Antes al contrario, en varias épocas de su historia Chile, muchos otros países latinoamericanos hoy subdesarrollados y por supuesto la India se industrializaron por sus propios esfuerzos relativamente mas que muchos de los países actualmente desarrollados. A este respecto Carlos Dávila, ex presidente de Chile, sugiere:

"A principios del siglo XVII la producción industrial del Brasil colonial era mayor que la de Inglaterra, y en el siglo XVIII mayor que la producción industrial de los Estados Unidos" (Dávila, 1950).

En la segunda mitad del siglo pasado se realizó un importante esfuerzo industrial en el campo metalúrgico. Numerosas industrias de este tipo se instalaron en la región de Santiago y Valparaíso, la mayoría de ellas dirigidas por extranjeros. Los proyectos de estas industrias metalúrgicas fueron ambiciosos: fabricaron arados, trilladoras, Iocomotoras, carros de carga para ferrocarriles, campanas de gran tamaño, etcétera; también se construyeron cuatro locomotoras a vapor. Esta iniciativa desarrollada en el campo metalúrgico, mostró su eficiencia al poder abastecer de armas e implementos el ejército y a la marina chilena durante la guerra del Pacífico. Sin embargo, dicho esfuerzo, que tan promisoriamente había surgido, fue anulado más tarde, en gran parte, por la competencia de productos importados (Nolff, 1962: 154).

A despecho de todas estas medidas, la de Chile continuó siendo (no se convirtió, como dirían algunos) una economía de exportación. Su producción minera creciente, que ya incluía el cobre, y su producción agrícola, aún basada principalmente en el trigo, aumentaron con rapidez como respuesta a la demanda exterior. Aníbal Pinto, quien opina que el comercio exterior vino a ser la fuerza motriz de la economía chilena sólo después que la independencia le abrió las puertas, comenta a este respecto:

La expansión del sector exportador no puede calificarse sino como espectacular. La estadística sólo permite registrarla a partir de 1844, pero baste anotar que entre ese año y 1860, se cuadruplicó el valor de las exportaciones... Entre 1844 y 1880, los productos agropecuarios significaron en promedio un 45% del total. La actividad minera aportó la contribución más sobresaliente al gran "salto" motivado por la demanda de mercados expansivos... La producción de plata se multiplicó seis veces entre 1840 y 1855. La de cobre creció de unas 6.500 toneladas en los años 1841-43 hasta alrededor de 50.000 toneladas la década de 1860, cuando las entregas chilenas alcanzaron a representar más del 40 % de le producción mundial, abasteciendo alrededor del 65 % de las necesidades de la industria y el consumo británicos (Pinto, 1962: 15).

Hacia 1876, pudiéramos añadir, Chile producía el 62 por ciento del cobre del mundo, todo procedente de mines de propiedad chilena abiertas por iniciativa nacional. En 1913 Chile poseía aún el 80 por ciento de sus minas de cobre; hoy posee el 10 por ciento. EI 90 por ciento restante es de propiedad norteamericana, adquirida y ampliada sin apenas inversión alguna de capital norteamericano. El capital empleado en esta expansión fue expropiado del excedente económico producido por Chile, del que se apropiaron las compañías norteamericanas para su propio beneficio (Vera, 1963: 30 y otras)

Volviendo al siglo XIX, Aníbal Pinto agrega:

Las exportaciones de trigo, que antes de la independencia y a su principal mercado, el Perú, alcanzaban a unos 145.000 qm. en la década de 1850, estuvieron casi invariablemente por encima de los 300.000 qm. "La agricultura chilena —dice un concienzudo estudio reciente— reaccionó con evidente superación ante el estímulo externo que logró cambiar su orientación. La estancia pierde su importancia, y aumenta, en cambio, el número de haciendas que se dedica al monocultivo del trigo. La economía triguera se impuso en desmedro de la economía pastoril... El crecimiento económico del país y su respaldo, la estabilidad política, cimentaron sólidamente el prestigio de Chile en el extranjero. Un testimonio decidor brota de la comparación en las cotizaciones de valores sudamericanos en el mercado de Londres. Hasta 1842-43, los títulos chilenos del 6% se cotizaron entre 93 y 105; los de Argentina, a 20; los de Brasil, 64, y los del Perú no tenían demanda (Pinto, 1962: 15-16, citando también a Sepúlveda).

Hasta 1865, los principales mercados de exportación del trigo chileno estaban en el Pacifico, y el Perú continuaba siendo el comprador más importante, como en los tiempos coloniales. Después de aquel año, aunque el Perú siguió siendo un comprador de consideración, las exportaciones fueron cada vez más a Europa, principalmente a Inglaterra. En California y en Australia los hallazgos de oro después de 1849 y 1851 produjeron súbitos aumentos temporales de la demanda de trigo, pero el trigo chileno fue desplazado en forma progresiva por la producción creciente de los Grandes Llanos de los Estados Unido..

Esta intensa integración de Chile con el mercado mundial fue, para decirlo del modo más suave, una relativa bendición. En realidad, tratándose de un país que participaba en ese mercado y en el sistema capitalista o imperialista mundial con carácter de satélite de la metrópoli ultramarina, fue necesariamente una maldición.

La estrecha vinculación de Chile con el mercado mundial imperialista no tardó, una vez más, de tener sus consecuencias profundas y casi catastróficas para la economía chilena con el renovado cierre de los mercados trigueros de California y Australia, y entre 1858 y 1861, y aún más con la contemporánea crisis mundial de 1857. "A fin de agosto de 1857, la contracción monetaria y crediticia se hizo tan intensa, que las transacciones comerciales se paralizaron completamente en Valparaíso". "La crisis comercial tenía fatalmente que repercutir sobre los agricultores, mineros e industriales... Se vieron obligados a reducir sus trabajos, a abandonar o aplazar las grandes instalaciones y mejoras que habían emprendido. Hubo muchas quiebras ruidosas. El precio de la propiedad rural bajó en un 40 % (Encina, citado por Pinto, 1962: 29).

De igual modo, integrada como estaba la abierta economía chilena al mercado mundial la depresión universal de 1873 y la Guerra del Pacífico, con sus consecuencias, produjeron violentas oscilaciones económicas, tanto en el sector "doméstico" como en el de la exportación.

Se produjo un alza general de precios, que comenzó en 1850 para terminar en 1873. Los precios de cien artículos... subieron 32,9 % entre el período 1847-50 y 1875. A partir de esta última fecha se produjo una declinación general de precios. El golpe de gracia lo dio la baja del cobre. En 1872 la tonelada inglesa se cotizaba en Londres a 108 libras. Este precio cayó a pique, y de tumbo en tumbo, descendió hasta 39,5 libras en 1878. Colocaron a los agricultores en la imposibilidad de servir el interés de sus deudas... faltaron compradores que dispusieran de los recursos necesarios para adquirir fundos por el monto de la deuda... Muchos acreedores, inclusive bancos, se vieron obligados a pagarse con precios rústicos (Encina, citado por Pinto, 1962: 26-29).

"El pináculo de esta situación fue la declaración de inconvertibilidad de la moneda en 1878 y el ingreso de un régimen de papel moneda" (Pinto, 1962: 29).

Le economía triguera chilena, grande desde el punto de vista nacional, pero que sólo satisfacía una pequeña proporción del consumo mundial, quedó necesariamente expuesta también a las violentas oscilaciones del mercado mundial y de toda la economía capitalista. "En el fondo la magnitud de nuestra exportación dependía de la producción mundial" (Sepúlveda, 1959: 62). La única salvación era el mercado peruano, el cual, relativamente aislado de las fluctuaciones metropolitanas, ofrecía mucho menos variación en su demanda de trigo chileno y, por ende, tenía una influencia parcialmente estabilizadora.

El comercio exterior del trigo, en el siglo pasado, era afectado muy de tarde en tarde con las crisis o bajas de la exportación, y como el comercio estaba influido y era sensible a las fluctuaciones de la economía mundial... La curva de la exportación total presenta fluctuaciones muy grandes con ascensos francamente extraordinarios y con caídas súbitas también de una inusitada magnitud... Las graves depresiones de 1870, 1878, 1890 y 1895, por ejemplo, que afectan la curva de la exportación total, no se dejan sentir en la curva del Pacífico; ésta se mantiene sensiblemente constante. Lo mismo sucede si nos colocamos en el extremo opuesto, las más altas exportaciones se destacan con toda claridad en la curva del comercio total, pero tampoco se acusan en la exportación hacia el Pacífico (Sepúlveda, 1959, 60-61).

La Guerra del Pacífico, contra Perú y Bolivia, trajo otro trastorno en la economía. Se produjo espontáneamente la restricción en las importaciones de todo lo que no era necesario para vestir y equipar el ejército. La minería y la agricultura pagaron el saldo que no alcanzó a cubrir la restricción de las importaciones suntuarias... La industria fabril, por su lado, dobló en diez, veinte y hasta cien veces la elaboración de vestuario, calzado, artículos de talabartería, pólvora, productos químicos y farmacéuticos, carros, barriles, mochilas, carpas, cureñas, calderas pera buques, etcétera... Terminada la guerra, se produjo la liquidación de la industria improvisada (Encina, citado por Pinto, 1962: 42).

El auge y la decadencia del número de establecimientos industriales son sugeridos por lo siguiente (Nolff, 1962: 153):

1868

1878

1888

Molinos de trigo

507

553

360

Fábricas de tejidos

177

302

281

Tenerías

61

101

70

Fábricas de tejidos

7

10

5

Fundiciones de cobre

250

127

69

Aunque el movimiento de buques en los puertos chilenos aumentó tres veces entre 1860 y 1870, la fIota mercante chilena, que había llegado a tener 276 naves en 1860, descendió a 21 en 1868, y hacia 1875 sólo había vuelto a aumentar a 75 (Sepúlveda, 1959: 72). El mismo Sepúlveda comenta:

La Marina Nacional prácticamente no interviene, a partir de entonces, en el comercio internacional; la influencia de los barcos mercantes extranjeros será decisiva y podrá constituirse por mucho tiempo en un fuerte monopolio; así lo expone el Boletín de la Sociedad Nacional de Agricultura, del 26 de diciembre de 1898: "La agricultura chilena, bloqueada por una marina mercante extranjera y limitada que impide, merced a los privilegios que imprevisoramente le concedemos, el desarrollo de una marina mercante nacional sin la cual el país no podrá subsistir como entidad comercial de expansión propia, segura e independiente..." (Sepúlveda, 1959: 72).

El historiador Francisco Encina, conservador en materia de economía, considera que el abandono chileno de su cabotaje a intereses extranjeros es "uno de los mayores y más trascendentales errores que registra la historia de los pueblos hispanoamericanos y entre los factores dependientes de la voluntad humana el que ha pesado más adversamente en la evolución histórica del pueblo chileno". (Encina, Historia de Chile, XIV, 644, citado por Sepúlveda, 1959: 72.)

Encina pasa reviste a todo el período inmediatamente posterior a la independencia:

"En menos de cincuenta años el comerciante extranjero ahogó nuestra naciente iniciativa comercial en el exterior; y dentro de la propia casa nos eliminó del tráfico internacional y nos reemplazó, en gran parte, en el comercio de detalle... Casi todos los progresos realizados por la agricultura entre 1870 y la guerra del Pacífico se debieron a la influencia directa de la industria minera. Los magnates de la minería, lo mismo que a mediados del siglo, compraban en el centro grandes haciendas por formar, las regalaban y su espíritu más progresista y emprendedor que el del antiguo hacendado, los movía a adquirir maquinarias modernas y a implantar nuevos cultivos. Entretanto, el agricultor tradicional no sólo estaba cohibido por su falta de iniciativa sino de capital... Hacia 1890, casi la totalidad de las industrias de alguna importancia que existían en el país, seguía en poder de los extranjeros y de sus descendientes inmediatos." (Encina, citado por Pinto, 1962: 58.)

¿Cómo podemos interpretar y comprender tanto las temporarias expansiones y contradicciones económicas como la subyacente tendencia al subdesarrollo estructural en el medio siglo posterior a la independencia política de Chile? La interpretación general del desarrollo y el subdesarrollo en función de las relaciones metrópoli-satélite dentro de la estructura del sistema capitalista puede servir de ayuda a este respecto.

Las expansiones y contracciones temporarias de la economía chilena y su metrópoli nacional pueden buscarse, por razón de sus nexos con la metrópoli capitalista mundial, en el accidentado desarrollo del sistema capitalista mundial en su conjunto. Dale Johnson me ha sugerido que las primeras medidas de inversión y desarrollo nacional chileno adoptadas después de la independencia debieran atribuirse a la mayor cantidad de excedente económico de que Chile disponía, una vez que su emancipación del régimen colonial español puso fin a la expropiación de ese excedente por parte de España y, hasta cierto punto, de Lima. Este excedente adicional, como hemos visto, se canalizó en parte hacia la inversión en el país, y en parte hacia el consumo.

El historiador chileno Enzo Falette, después de leer un borrador de este ensayo, sugiere que otras tres tentativas chilenas de expansión económica llevadas a cabo en ese período deberían interpretarse también, probablemente, como respuestas nacionales a acontecimientos en el sistema capitalista mundial en su conjunto, y a sus efectos sobre el satélite chileno. Sacando partido de su independencia Chile trató de romper el monopolio que, gracias en parte al control de la navegación, había ejercido Lima por tanto tiempo sobre la economía chilena. Las medidas orientadas a estimular la expansión de una marina mercante nacional después de 1835 deberían interpretarse en este contexto. Esas medidas condujeron en 1837 a la guerra con el Perú cuya oligarquía comercial no estaba dispuesta a ceder sin lucha.

Faletto sugiere asimismo que la intermitente guerra contra los araucanos y la Guerra del Pacífico contra el Perú y Bolivia pueden atribuirse también a los flujos y reflujos de la economía mundial. Los araucanos poblaban las regiones meridionales de Chile que estaban destinadas a convertirse en tierras trigueras. Según el señor Faletto, la investigación histórica demostrará, probablemente, que las importantes campañas militares efectuadas para despojar a los araucanos de sus tierras coincidieron, precisamente, con los períodos en que la demanda mundial de trigo chileno estaba en alza: después por ejemplo, de la derogación de las leyes cerealistas en Inglaterra y del descubrimiento del oro en California y en Australia. La Guerra del Pacífico, abiertamente emprendida para despojar al Perú y a Bolivia de sus zonas salitreras durante la expansión económica de Chile, en la década del 70, debería relacionarse también, según Faletto y de conformidad con la tesis de este ensayo, con el aflojamiento de los lazos del satélite Chile con la metrópoli capitalista mundial, debido a la seria depresión económica que sufrió esta última después de 1873.

Los mismos tres acontecimientos, opina Faletto, confirman otra parte de mi tesis acerca del desarrollo y el subdesarrollo y la interpretación de la experiencia chilena: era capitalista en el nivel interno. Estas tres expansiones económicas chilenas no sólo fueron respuestas a estímulos externos que afectaban a Chile como parte integrante del sistema capitalista mundial, sino que también en el nivel interno ocurrieron totalmente dentro de una estructura capitalista de metrópoli y satélite. Todo desarrollo chileno, no obstante las limitaciones que la metrópoli mundial pueda imponerse, ocurre necesariamente a expensas de satélites internos. Así, la expansión de la producción de trigo metropolitana durante este período se hizo a expensas de los araucanos, que con ello fueron crecientemente satelizados y quedaron sin duda más subdesarrollados que antes. De igual modo, la posterior expansión económica y la incorporación de salitre al proceso del desarrollo chileno tenían que implicar la conversión de las regiones salitreras en un satélite capitalista interno de la metrópoli chilena, como ésta a su vez era satélite de la metrópoli capitalista mundial.

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