EL ORDEN ECONÓMICO NATURAL

EL ORDEN ECONÓMICO NATURAL

Silvio Gesell

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3. La aplicación del interés básico a las mercancías

Una mercadería que ha de gravarse con el interés básico debe naturalmente poder soportar esta carga, quiere decir hallar condiciones de mercado tales que le permitan realizar en la venta el precio de costo más el interés básico. Las condiciones del mercado, por lo tanto, deben permitir la circulación del dinero segun la fórmula D‑M‑D'.

Esto es evidente, pues de no ser así, el dinero no facilitaría el intercambio y entonces los apuros de los productores los obligaría a aumentar la diferencia entre el precio de costo de las mercaderías y su precio de venta de tal manera, que además de los gastos comerciales se pudiera agregar también el interés básico.

Todo esto se efectúa automáticamente. Dado que el dinero tradicional, o sea nuestro medio de intercambio, es ya de por sí mismo un capital, que no admite en el comercio ninguna mercadería sin su intervención, encuentra la mercancía regular y forzosamente condiciones de mercado que la hacen aparecer como capital que exige interés, por lo menos para el consumidor, puesto que éste paga el precio que obtuvo el productor más el interés. Al productor, en cambio, aparece la mercancía (su producto) como capital negativo, puesto que él obtiene el precio que paga el consumidor, menos el interés. Esta parte de su producto le ha sustraído el dinero. Pero un objeto que debe pagar interés no puede llamarse propiamente capital. Si la mercadería fuese capital, también lo sería en el trueque, y entonces ¿cómo se cobraría el interés? (1) Además, dos capitales verdaderos se neutralizan en sus efectos, si se les coloca el uno frente al otro, al igual que, por ejemplo, se intercambian un terreno de renta y dinero sin interés, por más que cada uno de ellos sea verdaderamente un capital, no pueden comportarse como tal el uno frente al otro. En cambio, para la mercadería el dinero siempre es capital. Finalmente, sólo al consumidor le parece que la mercancía sea capital. Si reflexiona, pronto verá que es la presa del capital monetario.

Todo productor es a la vez consumidor, y como en el trueque cada parte obtiene el producto íntegro de la otra, así también hoy cada productor debe ver en el precio íntegro que paga el consumidor, la equivalencia de su producto. Si hace así, entonces la mercancía le aparece como un capital negativo. Ella asume entonces su verdadero carácter, o sea el de un simple cobrador del capital monetario, pues cobra el interés básico al consumidor de la mercadería; pero no por cuenta de su productor, sino para el poseedor del dinero, al igual como en un envio por contra reembolso.

Y el arma con que el dinero equipa a su cobrador, es la interrupción del contacto con los productores, mediante la denegación del medio de intercambio.

Si se le quitara al instrumento del intercambio el privilegio de poder interrumpir el canje de los productos, con el objeto de extorsionar el interés básico, (lo que conseguimos con la libremoneda), entonces el dinero debería prestar sus servicios gratuitamente, y las mercaderías se intercambiarían sin el recargo del interés, exactamente como en el trueque.

El Estado, para llegar a este intercambio gratuito, acuña las monedas libres de gastos a los que tienen el oro en barras, sin lograr, naturalmente, su objeto. En cambio, si el Estado reemplazara esta acuñación sin cargo por un impuesto anual de 5 % a la acuñación, el dinero realizaría gratuitamente sus funciones de cambio.

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(1) Marx, por cierto, deriva el capitalismo del simple comercio de trueque. Un asunto realmente misterioso.