Las privatizaciones
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

EL FUTURO, DE LA ESPERANZA
 

Alejandro A. Tagliavini

 

 

 

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Las privatizaciones

Ahora, la abrumadora evidencia en el sentido de la ineficiencia de las empresas artificiales ha provocando, a lo largo del mundo, una 'fiebre' de 'privatizaciones', hasta en la China comunista. Queriendo significar con esto la transformación de una empresa 'estatal' en 'privada'. Aunque es importante remarcar que se están produciendo una serie de confusiones 'idiomáticas' que nos están conduciendo a un diálogo de sordos. Porque, la verdad es que, hoy la palabra 'privatizar' se utiliza con cualquier significado. Así, por caso, se confunden privatizaciones con transferencias a Estados extranjeros o con simples concesiones.

Algunas empresas, por caso, que pertenecían a un Estado nacional han sido transferidas (vendidas) a Estados extranjeros y con 'reservas de mercado', es decir, monopolios. Usando el lenguaje propiamente, esto de ningún modo ha sido una privatización, sino una simple transferencia a instituciones coercitivas del exterior. Ahora, lo malo de estas compañías contra natura, ya lo vimos, es que significan una carga económica para la sociedad que tiene que pagar esto. Ya sea, porque tiene que cubrir, generalmente por vía impositiva, el déficit que producen, o ya sea porque tiene que soportar precios artificialmente altos, que disimulan el déficit.

Si la empresa es estatal, pero de un Estado coercitivo externo, y trabaja en nuestro país en un mercado naturalmente competitivo, no podrá trasladar el déficit a los precios porque la competencia no se lo permitirá. Y, en consecuencia, deberá solventar las pérdidas con impuestos que pagarán los extranjeros y no los locales. En otras palabras, si bien no deja de ser coercitiva, funciona como 'privada', a los efectos del mercado local. Siempre y cuando éste sea libre y competitivo, es decir, en tanto no se pueda utilizar la coacción localmente.

Si la compañía pertenece a un Estado extranjero y tiene, en el mercado local, un privilegio monopólico, lo que ocurrirá, entonces, es que solventará su déficit con precios exorbitantes antes que trasladarlo a su país de origen. Es decir que, a los efectos del mercado local, ésta funciona prácticamente igual que si perteneciera al Estado coercitivo nacional. O quizás peor, porque probablemente sería utilizada para drenar divisas hacia el exterior.

Pero en fin, veamos el 'después' de la privatización. De las empresas privatizadas, en principio, se espera una reconversión. Dado que venían trabajando en forma ineficiente y ahora tienen que acomodarse al mercado. ¿Cuál es, entonces, la razón que mueve a una organización a reconvertirse y ser eficiente? En primer lugar, la nueva situación tiene que ser más rentable que la actual, de otro modo, no habría movimiento. De manera que, si es más rentable, ésta se producirá inevitablemente, invariablemente, ya sea porque cada empresa se reconvierta o porque, las que no lo hagan, queden sepultadas por la mayor competitividad del resto. ¿Y cuánto tiempo demandará este proceso? El tiempo que el mercado demande, porque éste aportará el capital que fuera necesario (sobreprecios, por caso) hasta satisfacer su demanda.

Ahora, para que este proceso se dé, en primer lugar, obviamente, debe existir competencia. De modo que las empresas que no se reconviertan resulten eliminadas por las que sí lo hagan. Pero, cuando las organizaciones, en general, existiendo libertad de entrada para los competidores, no se mueven, es porque el mercado claramente está señalando que, dadas las circunstancias, la reconversión no vale el esfuerzo o, aún peor, puede resultar negativa. Está claro que el capital es sumamente 'serio', el mercado nunca responde a actitudes voluntaristas (en sentido racionalista, es decir, a expresiones de deseos u órdenes de reconversión extrínsecas), solamente (y muy rápidamente) responde a datos reales, 'objetivos'. De donde, si una empresa no se está reorganizando es sencillamente porque los datos reales del mercado le están indicando, claramente, que no debe variar su situación.

El colorario es que, es el mercado natural el que debe decidir que empresas deben existir, que servicios deben prestar, que tamaño deben tener y como deben trabajar. Pero, para que esto pueda ocurrir, de suyo, la propiedad debe ser privada y el mercado natural no debe sufrir interferencias coercitivas. Quiénes manejan cualquier organización, deben tener la posibilidad de vender parte o toda la empresa, o sus bienes. Y deben tener la posibilidad de cerrarla, dividirla o agrandarla, siempre a instancias del mercado natural. En una concesión (2), en donde la propiedad es ajena, estatal coercitiva, nada de esto puede ser realizado y esto significa una definitiva limitación artificial. De aquí, la enorme distancia entre una empresa verdaderamente privada y competitiva, que utilizará todos sus recursos en función de la eficiencia que el mercado demanda, a una concesión, que no puede disponer de gran parte de su capital y, en consecuencia, no puede reconvertirse en el sentido de las necesidades sociales.

Muchas veces, los monopolios surgen como consecuencia de haber 'privatizado' a partir de un argumento falaz: para evitar el déficit estatal. Cuando el verdadero argumento debe partir de comprender que, la eficiencia económica, es exclusividad de la actividad surgida de la imperancia del orden natural. Es decir, cuando se trabaja sin interferencias coercitivas que mal asignen los recursos al impedir la cooperación y el servicio voluntarios. De tenerse en claro estos principios, las privatizaciones resultarían trámites más sencillos, más rápidos y más transparentes. Para empezar, debieran eliminarse de entrada todas las 'regulaciones' estatales que impiden la competencia en el mercado en cuestión, e inmediatamente surgirán quién sabe cuantas compañías dispuestas a ser las más exitosas, para lo que tendrán que competir en eficiencia y bajas tarifas. Y, para terminar, deberían venderse los bienes, de la empresa a privatizar, sin condiciones de ningún tipo.

Pero el hecho es que, las empresas artificiales a veces se venden con el privilegio de la 'reserva de mercado'. Y, por este privilegio, el Estado obtiene un valor superior al real de los bienes en cuestión. Sobreprecio que, justamente vía monopolio, será transferido, a través de las tarifas, al consumidor. A lo que habrá que agregarle la falta de competencia, que trae aparejado un notable descuido en la calidad y eficiencia del servicio prestado.

El principio filosófico básico a tener en cuenta, ya lo sabemos, es que, todo aquello surgido de la violencia, de la coerción, por ser contrario al principio de orden natural, es necesariamente ineficiente. Porque, en definitiva, contrariar a la naturaleza de las cosas significa desconocer la realidad. En consecuencia, de lo que se trata es que, las empresas, sean aquellas unidades operacionales surgidas de la plena imperancia del mercado natural, de la ausencia de coerción institucional. De lo que se trata, en definitiva, más allá de privatizar o no, es de evitar a la coerción institucional como método empresario, directo o indirecto.

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