LA EXPLOTACIÓN DEL HOMBRE POR EL HOMBRE
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

EL FUTURO, DE LA ESPERANZA
 

Alejandro A. Tagliavini

 

 

 

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'LA EXPLOTACIÓN DEL HOMBRE POR EL HOMBRE'

Este título, ciertamente, no es casual ni caprichoso, sino que existieron, existen y, seguramente, seguirán existiendo hombres que 'exploten' a hombres (a veces conscientemente, a veces no). Pero esta frase, particularmente durante el apogeo del marxismo, fue utilizada falsamente, culpablemente o no, por muchos ideólogos que, irónicamente (o deliberadamente de acuerdo con la escuela que recomienda que la mejor defensa es un ataque), defendían los peores sistemas de 'explotación' humana. En consecuencia, tranquilizados hoy los ánimos, terminada la agresividad de la propaganda marxista, es oportuno que aclaremos las cosas.

La 'explotación' del hombre por el hombre es, fundamentalmente, una injusticia que se comete cuando un individuo o un grupo obtienen de otros, vía violencia, vía coerción, cosas que no les corresponden. Y se traduce, en forma inmediata, en una disminución de los bienes de los 'explotados'. Y, finalmente, de los bienes de la sociedad en general. De donde, como suele ocurrir con el mal en general, terminan perjudicados los 'explotados' y los 'explotadores'.

Sabemos ya que 'la naturaleza es infinitamente sabia' y necesariamente dirigida hacia el bien, más allá de los errores circunstanciales que puedan cometer las personas. Puesto esto en términos de la jerga económica, el mercado natural, que no es sino la sumatoria resultante del accionar espontáneo y natural surgido del albedrío libre de cada persona que lo compone, representa directamente a la naturaleza económica de la sociedad y, en consecuencia, está (mal que les pese a los estatistas) necesariamente dirigido hacia el bien. En consecuencia, cualquier interferencia coercitiva, no implica más que una degeneración de la naturaleza económica de la sociedad.

Cuando el Estado, por caso, impone restricciones artificiales para la importación de automóviles, por vía de la fuerza aduanera, está violando, en primer lugar, la naturaleza de las acciones resultantes del albedrío libre de las personas y está violando, en segundo lugar, la tendencia hacia el bien que tiene el mercado natural. Y esto, con el único fin de favorecer a algún grupo empresario. Y lo mismo ocurre cuando lo obliga a Usted, violentamente, a pagar impuestos para, supuestamente, construir hospitales o escuelas (y aunque construya efectivamente algunos hospitales y escuelas, el fin no justifica los medios). De aquí que, la ineficiencia del Estado racionalista no es casual, sino que tiene su origen en su propia fundación y proviene de esta violación a los principios de la naturaleza humana y del mercado natural y, en consecuencia, la ineficiencia es necesariamente inevitable en cualquier acto que realice.

Durante mucho tiempo, y en muchas sociedades (y aún hoy, por cierto), el 'mercado libre', el 'capitalismo', es decir, un mercado con un 'bajo' nivel de intervención coercitiva institucional, fue aprovechado (me refiero a ésta coerción estatal) por grupos económicos que se enriquecieron a costa del resto de la sociedad (3). Por ejemplo, con la supuesta intención de defender a la industria nacional, se impedía coercitivamente la competencia desde el exterior, provocando que los grupos económicos 'nacionales' se enriquecieran vendiendo productos de mala calidad a precios exorbitantes.

Este tipo de fenómenos, que, a mi entender, la Iglesia condena como 'la cruda ley del mercado en la práctica del capitalismo', ha provocado, en algunos, la errónea creencia de que, en la medida en que falte intervención coercitiva institucional en el mercado, en el sentido de mayor respeto por el orden natural, mayores son las diferencias entre los ricos y los pobres. Cuando lo cierto es lo contrario. Basta observar la actualidad y la historia para ver que cuanto mayor es el grado de intervención coercitiva en un mercado, mayores son las diferencias entre pobres y ricos y más pobres hay. Y cuando menor es la intervención institucional coercitiva, es decir, cuanto mayor es el respeto al orden natural, menor es la diferencia entre ricos y pobres, y menos pobres hay (4). En otras palabras: cuanto mayor es la violencia, menor es la verdadera autoridad moral (y sus regulaciones naturales) y mayor es el caos y el desorden (la cruda ley del mercado coercitivo: la del más fuerte) y, consecuentemente, la miseria.

Y este es otro de los errores del racionalismo (incluido el liberalismo), que siempre sostuvo las diferencias económicas y sociales, que se justificarían en base a la diferencia entre las distintas personas. Porque, como el racionalismo sólo ve la razón, en definitiva, lo físico, lo material (y es lo único que valora), claro es que existen diferencias grandes. Error consecuencia de que no puede ver más allá de la superficie de las cosas, perdiendo el fondo de la cuestión. Porque lo cierto es que, para el orden natural, cada persona (por cierto, muy diferente a otra cualquiera) tiene un valor igualmente infinito, más allá de la razón y de lo material. De donde, de imperar el orden natural, y no el Estado coercitivo, la tendencia sería, claramente, a la igualdad económica entre los seres humanos, disminuyendo minimizando las diferencias entre ricos y pobres y eliminando la pobreza (5) marginal, la miseria.

En definitiva, la 'explotación del hombre por el hombre' implica violencia, y surge, inevitablemente, en la medida en que la sociedad sea artificial. De modo que ¿quién más 'explota' al hombre, sino el Estado racionalista?

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