LA IGLESIA Y LOS POBRES
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

EL FUTURO, DE LA ESPERANZA
 

Alejandro A. Tagliavini

 

 

 

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APÉNDICE A LA PARTE PRIMERA: LA IGLESIA Y LOS POBRES

Insisto en que no es mi intención, en este ensayo, entrar en el plano de la Religión superior. Sin embargo, me importa discutir, bajo los títulos que siguen, unos pocos aspectos que tienen que ver con la influencia del 'discurso social' de la Iglesia.

'LA OPCIÓN POR LOS POBRES'

Llama la atención la fuerte repercusión que suelen tener las palabras, discursos y escritos del Papa. Aunque, en rigor, no es para menos, dado que es el líder espiritual más importante que tiene el mundo. Y la verdad es que esto es bueno. Es bueno que nos detengamos a escuchar, más allá de la fe que profesemos, lo que el Santo Padre dice, visto la autoridad que significa. Pero, muchas veces sucede que, en el apuro por transmitir las noticias y en el apuro de algunos personajes por responder acerca de la 'actualidad', no nos detenemos a hacer un análisis serio y profundo de la información.

Lo cierto es que, la Iglesia Católica, tiene una histórica 'opción por los pobres'. Y no podría ser de otra manera, si tenemos en cuenta que es una institución dedicada a la Vida. Consecuentemente, debe poner énfasis, o preferir, o dar prioridad, a aquellas situaciones más críticas para la vida humana, es decir, debe pensar primero en los más débiles, los más pobres, en los más necesitados.

Algo que normalmente se olvida, cuando se leen las enseñanzas públicas de la Iglesia, es que su misión en la tierra es de orden superior. Porque tiene que ver, fundamentalmente, con el alma humana, que está por encima de la materia (sin olvidar, por cierto, que el hombre es una unidad inseparable). En consecuencia, el Sumo Pontífice no hace política, ni economía. No porque, eventualmente, como ser humano que es, no pueda hacerlo, sino porque, de hacerlo, rebajaría el nivel de su misión. Cuando el Papa le recuerda al mundo, en consecuencia, la 'opción de la Iglesia por los pobres', lo que está diciendo (en particular a los católicos) es que deben esforzarse por encontrar soluciones sociales, políticas, económicas y académicas que tengan en cuenta, primero, a los más necesitados, y que deben tener la valentía y el coraje para difundirlas y aplicarlas con honestidad. Pero nunca el Santo Padre, porque esto, insisto, sería rebajar su misión, hace ciencia natural, sino que, por sobre todo, reza para que, quienes tengan la responsabilidad de realizar las cosas que son propias de los hombres, lo hagan a la luz de las enseñanzas de Cristo.

Este nivel superior en el que el Vicario de Cristo se maneja, generalmente, es olvidado por muchos de los comunicadores que se refieren a sus declaraciones. Así, hemos tenido que escuchar a personajes que calificaban a las afirmaciones del Papa como 'de centro' (ni con el 'capitalismo salvaje' ni con el marxismo), reconociendo lo bueno del capitalismo y lo bueno del socialismo. Cuando lo cierto es que, el Santo Padre, no es ni de centro, ni de derecha, ni de izquierda, él es de arriba, del Cielo, de Cristo (1). También, hemos tenido que escuchar a quienes pretendieron aprovechar, la condena al 'capitalismo salvaje', para denostar al mercado diciendo, casi, que un mercado sin intervención violenta por parte del Estado era pecado, que la iniciativa privada 'cruda' era pecado (2).

Cuando el Sumo Pontífice condena al 'capitalismo salvaje' lo que está condenando, a mi entender, entre otras cosas, son situaciones en donde, supuestamente por privilegiar las 'variables macroeconómicas' de una economía nacional, deliberadamente se olvidan de los más necesitados. Cuántas veces hemos escuchado a políticos o a economistas afirmar que, por el bien del país, los obreros o los jubilados, o el sector que fuera, tendrán que hacer un sacrificio momentáneo (luego, normalmente sucede que este sacrificio tiene consecuencias irreversibles, y que se prolonga en el tiempo). Esto es, entre otras cosas, lo que el Papa condena y, ciertamente, bien condenado está.

Si tuviera que definir el 'capitalismo salvaje' diría, por caso, que es aquel en el cual el Estado coactivamente privilegia, con el pretexto de favorecer a la economía nacional, a un reducido grupo de empresarios garantizándoles, por ejemplo, monopolios, oligopolios o restricciones aduaneras para la competencia, en detrimento del resto del país, particularmente de los más pobres. Porque, un privilegio monopólico, lo primero que provoca es que el empresario cobre tarifas más altas y esto, obviamente, perjudica a los más humildes.

Definitivamente, y esto es importante que nos quede muy claro, las buenas soluciones siempre mejoran, primero, la situación de los más débiles. Cualquier otra 'solución', sencillamente es falsa.

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