LAS INSTITUCIONES RELIGIOSAS Y LA FAMILIA
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

EL FUTURO, DE LA ESPERANZA
 

Alejandro A. Tagliavini

 

 

 

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LAS INSTITUCIONES RELIGIOSAS Y LA FAMILIA

"El hombre, por su naturaleza, está más inclinado a vivir en pareja que a asociarse políticamente, puesto que la familia es algo anterior y más necesaria que el Estado", asegura Aristóteles (61).

Más allá del fortalecimiento del 'Tercer Sector', la supresión del Estado coercitivo producirá grandes cambios: la sociedad artificial dejará paso a otra más auténtica. Como no es posible saber, científicamente, que es exactamente lo que acontecerá (por otro lado, que aburrido que sería conocer todo el futuro), deberemos conformarnos con dejar que la Providencia diga, que las cosas sucedan, que la sociedad, librada al orden natural, se organice y ordene espontáneamente. Pero, sí podemos sacar conclusiones generales directas en forma inversa, es decir, suprimida la carga negativa, la violencia, sabemos que la sociedad se manifestará con mucha más energía (62).

"Cuando los hombres se creen en posesión del secreto de una organización social perfecta que haga imposible el mal, piensan también que pueden usar todos los medios, incluso la violencia o la mentira, para realizarla. La política se convierte entonces en una 'religión secular', que cree ilusoriamente que puede construir el paraíso en este mundo", asegura Juan Pablo II (63). Así es que, al ser el Estado racionalista un dios omnipotente, que todo lo puede a partir de la razón, entonces, crea matrimonios, los divorcia, tiene ritos y cultos y hasta 'santos' como los 'inmaculados padres y libertadores de la patria' (que, muchas veces, son nefastos personajes cuyo mayor mérito consiste en haber degollado a más enemigos). Y, entonces, su pretendido laicismo no es más que una hipócrita negación de cualquier religión que no sea la propia.

Lo cierto es que, hay dos conceptos que, en la 'cultura occidental', han penetrado muy profundamente, particularmente a partir de la Revolución Francesa. El primero, es que el Estado coercitivo es la máxima representación de la Nación, de la Patria. El segundo, es que el Estado racionalista, en definitiva, es absoluto. Es decir, es 'la' institución 'moral' que, finalmente, puede, vía coerción, imponer cualquier criterio que le venga en gana. Y, a través de la razón, puede construir cualquier tipo de sociedad que considere oportuno. Y así trabajan, en definitiva, las ramas que le son propias, léase, la 'justicia', la policía, y demás. Existen países, por caso, en dónde la libertad de comercio es muy amplia, pero siempre, finalmente, el Estado tiene la última palabra, y puede, por ejemplo, obligar a sus ciudadanos a no comerciar con alguna isla caribeña, sometida por un dictador.

Así es como, el racionalismo, al ser una 'religión' ha instituido una 'moral laica' (64). Lo que, francamente, no tiene sentido, no tiene sentido hablar de moral si no se refiere a un orden anterior, porque si se construye 'sobre la marcha' lo que vale hoy no vale mañana y, finalmente, no vale nada. Y le corresponde a su 'Iglesia', el Estado coercitivo, imponerla. Así el Estado racionalista decide entre el bien y el mal, quién es justo y quién pecador, quién culpable y quién inocente, decide quién puede casarse y quién no, decide, en fin, sobre todas aquellas cuestiones morales que son propias de una religión.

Santo Tomás de Aquino advierte acerca de la importancia fundamental del libre albedrío de la persona humana. Esto es que, en definitiva, no puede existir, en esta tierra, ningún poder, ni el Estado, por encima del ser humano. La última palabra, con respecto a su propia vida, no la puede tener sino cada persona humana (en tanto existe libre albedrío). Y, finalmente, sólo Dios es absoluto y, como consecuencia, no puede haber hombre o institución sobre la tierra que pretenda el absolutismo, como pretende el Estado de la Revolución Francesa a partir del Iluminismo, del racionalismo, que 'todo lo puede'.

De todo esto resulta obvio que, al desaparecer el Estado artificial con todas sus leyes de familia, matrimonio-divorcio, y demás, al desaparecer el falso concepto de 'justicia' que maneja, en fin, al desaparecer el institucionalismo 'moral' coercitivo, aquellas organizaciones de verdadera autoridad moral, las instituciones religiosas establecidas (65), por caso, seguramente adquirirán una relevancia mayor. Por ejemplo, hoy en día es común que la gente se sienta 'moralmente' satisfecha con sólo 'casarse' ante la 'justicia' estatal. Pero, al desaparecer este registro civil, las personas pensarán más seriamente en otra clase de matrimonio, por ejemplo, el religioso (sacramento que, si bien es un imperativo moral inexcusable para quienes quieren formar una familia, no pretende ser obligatorio, claro está, como es el civil).

Pero, quizás, lo más importante es que, al desaparecer la falsa idea de 'moral' (laica), la verdadera adquirirá, entre la gente, una mayor plenitud. Para empezar, al desaparecer la idea de la 'moral' impuesta coercitivamente, de la que uno tiene que tratar de escaparse (como de todo lo que sea coactivo, violento), la moral será vista como lo que debe ser: una verdadera y positiva necesidad existencial, en función de la supervivencia física y, sobretodo, espiritual.

Por otra parte, el Estado artificial ha reemplazado en buena parte a la familia, por ejemplo, en la educación de los hijos. Al desaparecer, esta célula social básica adquirirá, seguramente, una relevancia muy superior (66).

Y ya que estamos tratando el tema de la familia, y de la vida, me parece importante señalar que, el hecho de que el institucionalismo coercitivo sea el principal promotor del aborto, no es casual sino que está inscrito dentro de su filosofía de la violencia. Del mismo modo que los planes de 'planificación familiar' estatal son el inevitable producto del racionalismo que, como cree que la razón humana todo lo puede, por encima de Dios, también cree que puede planificar a la vida humana (67).

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