EL ORDEN NATURAL DE LA SOCIEDAD
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

EL FUTURO, DE LA ESPERANZA
 

Alejandro A. Tagliavini

 

 

 

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CAPITULO II: EL ORDEN NATURAL DE LA SOCIEDAD

"Soñé que la vida era felicidad.

Desperté, y vi que la vida era servicio.

Serví, y encontré la felicidad"

Rabindranath Tagore

INTRODUCCIÓN

El hombre ha nacido para vivir en sociedad (1). Desde el momento en que para procrearse necesita de dos personas, varón y mujer, necesariamente, debe relacionarse para poder sobrevivir. Siendo que el principio de supervivencia, personal y de la especie, es propio del orden natural. Obviamente, la parte más inmediata de estas relaciones es la familia; y luego el resto.

Ahora, lo que surge claramente es que, como el ser humano necesita vivir en sociedad, necesita que las sociedades (la familia y los demás) vivan, es decir, crezcan, mejoren, se perfeccionen. Así es que, en definitiva, de la vida y de servir es de lo que se trata. Y esto es amar, porque, finalmente, amar es luchar por la vida. Y este es el motivo por el cual, permítaseme esta breve digresión, usar el sexo evitando la posibilidad de vida, es, ni más ni menos, usar el sexo contrariando al amor (2).

De modo que las relaciones sociales, las relaciones entre las personas, tienen una naturaleza que debe ser respetada para su adecuado funcionamiento. Y a esto llamaremos 'orden natural social'. Y en esto, sin duda, tiene que ver la moral y la ética, que, como hemos visto, no son sino aquellas reglas que, de acuerdo con el orden natural propio del ser humano, lo conducen hacia una mejor vida. Algo así, salvando las distancias, como las instrucciones que redacta el fabricante para el buen uso de cualquier aparato. En definitiva, la moral y la ética, son reglas a favor de la vida. Y todo aquello que va contra la vida, que destruye la vida, que corrompe la vida, es violencia. En consecuencia, el hombre necesita rechazar a la violencia como método de interacción y basar, toda su acción social, en la cooperación y el servicio voluntarios.

De todo lo que hemos visto hasta ahora surge claramente que, definitivamente, no es cierto que el hombre en general, como persona única, sea egocéntrico por naturaleza o tienda a su propia destrucción, sino todo lo contrario. Por un lado, ya hemos visto, al estudiar 'La moral y la ética' en el capítulo anterior, que la voluntad tiende naturalmente al bien. Ya cité al Doctor de Aquino (referido en la nota 20 al Capítulo I) afirmando que el hombre es dueño de sus actos en virtud de la razón y de la voluntad, de la voluntad deliberada cuyo objeto propio es el fin y el bien. Pero luego agrega: "Todo agente obra necesariamente por un fin..." (3), y más adelante "Necesariamente todo lo que el hombre apetece lo apetece por el último fin..." (4). Y aún más adelante: "En cuanto a la razón del último fin, todos están acordes en desearlo, porque todos quisieran consumar su perfección, que es la noción verdadera del fin último..." (5).

De modo que, el hombre, como persona única, tiene un instinto básico de supervivencia, y si bien es claramente imperfecto, desde el momento en que necesita que la sociedad mejore y desde que ha sido creado para perdurar, necesariamente, más allá de los errores, accidentes o excepciones, tendrá, como género humano, una clara tendencia hacia la cooperación y el servicio para la vida, que será el modo natural, 'normal' en las relaciones sociales, también las económicas (6). Aunque fuera por el lado negativo, es decir, que aquellas sociedades compuestas por personas que no tuvieran esta tendencia natural hacia la cooperación y el servicio (hacia la moral, en definitiva) desaparecerían y, con ellas, esta tendencia negativa.

Aquí se impone una precisión. Como decía anteriormente, el orden natural prevé una evolución, un crecimiento. Lo que se propone al hombre, finalmente, es la perfección y, en la perfección (a la que nunca llegaremos en esta tierra), no será violento. Entre tanto, en cuanto el hombre va evolucionando, va trocando sus actitudes violentas por cooperación y servicio. Ahora, la pregunta es, siendo que el hombre primitivo era muy violento, y todavía lo somos, siendo que violamos al orden natural tan frecuentemente y tan profundamente, ¿cómo es qué aún así la civilización progresa? La razón de esto es que, metafísicamente, ya lo dije, el mal, en cuanto tal, no existe, de modo que, en rigor de verdad, cuando actuamos contra los mandados del orden natural, en realidad, no lo estamos violando (nunca podríamos violar algo que nos supera tan grandemente). Lo que estamos haciendo es "nada", es perder nuestro tiempo en acciones que no ayudan a desarrollar la vida. De aquí que, cuanto más avanza una sociedad en cuanto al respeto a la naturaleza de las cosas, menos esfuerzos pierde y, entonces, el progreso se auto acelera.

En otras palabras, el accionar (individual) de la persona, en una sociedad, con ausencia de coerción institucional, en donde impera el orden natural, terminará necesariamente produciendo un resultado positivo para la sociedad. Por lo que hemos visto, en la medida en que la acción del individuo sea mala, el orden natural social se encargará de que no quede 'registrada' (7). Y, en cambio, si 'registrará' aquello de bueno que pudiera tener. Es decir, como el orden natural es el modo de acercarse al bien, si lo seguimos necesariamente obtendremos bien, si no lo seguimos, obtendremos "nada". Si mi acción consiste en fundar una empresa y esta es buena, es decir, está dedicada al servicio de la gente, o sea que encuadra dentro del orden natural, será exitosa y continuará adelante. Si mi acción es mala, es decir, que la empresa no está dedicada al servicio de la gente, el mercado natural se encargará de que quiebre y mi acción, desaparecerá rápidamente sin que quede rastro alguno. Como consecuencia directa de esto, el hombre necesariamente progresará, porque lo malo desaparecerá y lo bueno irá 'quedando y sumando' (8). Esto, en rigor, no tiene nada de extraño, dado que este es el proceso normal de la Creación: recordemos que el Creador, finalmente, es el Absoluto, y el hombre 'es sólo la causa secundaria'. Así, cuanto más respetemos al orden natural, una 'mayor cantidad' de bien produciremos y, consecuentemente, más rápidamente progresaremos. De aquí, pues, el principio del progreso humano que se dará aún con nuestros defectos, errores y pecados: puesto que, para no progresar en absoluto, deberíamos no respetar en absoluto al orden natural, lo que es un absurdo metafísico porque el absoluto es extraño (por superior) al hombre (es decir que, en alguna medida, aunque sea por 'error', respetaremos a la naturaleza de las cosas).

Pero en fin, volviendo atrás, cuando digo que lo normal (lo natural), en la sociedad, es la cooperación y el servicio, no se me escapa que existen muchas personas altamente violentas. Ni se me escapa que todos somos violentos en alguna medida (de otro modo seríamos perfectos). Lo que estoy diciendo es que, el orden natural, sólo 'registrará' las relaciones sanas. El resto, las violentas, 'más tarde o más temprano', quedarán en nada, básicamente, por autodestrucción del agente. En otras palabras, el orden natural tiene previsto 'controlar' las situaciones violentas, de modo que, un control coercitivo de la violencia (!?), no sólo es un contrasentido sino que, al renegar de las reglas preexistentes de convivencia social, interfiere en este proceso de 'autocontrol', prolongando la duración del mal y ahondando su efecto (de hecho, en sí mismo es un mal).

Así es que, por caso, cuando Usted pasa frente a un local de venta, normalmente, no sale el comerciante y, haciendo uso de la fuerza, lo obliga a comprarle. Ni llama a la policía para que ésta, arma en mano, lo obligue a pagarle sin que Usted tenga interés en los productos que vende. Lo que hace el comerciante es tratar de incentivarlo, ofreciéndole aquello que Usted prefiere, de modo de poder venderle. Lo que hace el comerciante es servirlo.

El gobierno, en cambio, cuando está basado en la coerción, y en la medida en que lo está , le dice, por ejemplo (en los países en que existe el sistema previsional obligatorio), que Usted tiene que tener una jubilación. Y, sin que le importe su opinión, lo obliga a pagar todos los meses la cuota correspondiente. Y, si no la paga, lo envía al juez para que éste, a su vez, le envíe a la policía de modo que, por la fuerza, Usted pague. Y esto, claramente, es lo contrario a servir, implica negar, contrariar a la vida. Porque, dicho en términos metafísicos, ésta es un proceso positivo exclusivo del sujeto en evolución. De donde, la acción del sujeto resulta fundamental y, entonces, cualquier coacción violenta que impida o modifique su acción es ir contra la vida.

Todo lo que hemos venido estudiando implica que, la eficiencia (que significa que se está brindando lo más efectivo para la persona que quiere mejorar su situación), necesariamente, conlleva que las relaciones sean voluntarias. Por dos motivos. Primero, porque nadie descarta sin más ningún valor (ni aun por altruismo, cuando se da por caridad se lo hace en la presunción de que será utilizado eficientemente). En consecuencia, la gente, ante la posibilidad de elección seleccionará al mejor obligando de este modo a la eficiencia. Segundo, porque lo mejor para una persona es algo subjetivo, de dos modos, en cuanto a su subjetividad interior y en cuanto a su subjetividad 'ambiental' (es decir, en cuanto a las cuestiones particulares que rodean a esa persona y que sólo ella conoce con exactitud).

Se podrá decir que, la persona en cuestión, podría preferir,

egoístamente, cosas que la dañen a ella y a terceros. Efectivamente, puede suceder y de hecho sucede mucho. Pero (más allá de que resulta un tanto temerario el que un tercero juzgue el egoísmo o no de otra persona), como su mala acción violará al orden natural, será fuertemente impelido a corregirla (si se me ocurre no dormir durante tres días seguidos, me sentiré tan cansado que, finalmente, me dormiré sin pretenderlo). Pero, si aún así, persiste en su mala acción, como el orden natural es lo que dirige hacia la vida, de algún modo, se auto eliminará y sus malas acciones, con él, desaparecerán (si continúo sin dormir, finalmente, moriré).

En cualquier caso, y éste es el colorario que debe quedar claro, en tanto la persona actúe voluntariamente, finalmente, prevalecerá el bien, el orden natural. En realidad, ya sabíamos esto, sabíamos que lo violento es contrario a lo voluntario y a lo natural, de donde, lo violento necesariamente destruye la naturaleza de las cosas. En tanto que lo 'voluntario' puede o no destruir lo natural. Si no lo destruye, seguirá hacia el bien. Si lo 'voluntario' destruye lo natural, como éste es intrínseco, destruirá a la naturaleza intrínseca haciendo desaparecer el 'voluntario' (por cuanto al ser ambos intrínsecos) que existirá en tanto exista esta naturaleza que le da existencia.

Ahora, se dirá que esto es suponer que el mal desaparecerá de la faz de la tierra: el estado perfecto del hombre en este mundo. Pues no estoy afirmando eso sino, simplemente, que éste es el modo en que opera el orden natural. Y que, en consecuencia, la violencia interrumpe este proceso evolutivo, retrasando el progreso humano. Pero, de aquí a que los hombres seamos perfectamente no violentos, de modo que no interfiramos en absoluto el orden natural y, consecuentemente, éste se desarrolle en plenitud, y consigamos la perfección, esto supone, como dije, que somos perfectos de inicio (perfectamente no violentos) lo que, obviamente, no es cierto.

De modo que nunca llegaremos a la perfección, porque estamos metidos en un círculo vicioso (ahora sí, en función del pecado original, diría la teología Católica) que nos impide, ontológicamente, alcanzar la perfección en esta tierra. Pero insisto, este es el modo en que funciona el orden natural. De modo que, pretender, que, porque nunca seremos perfectamente no violentos, debemos ser coercionados (violentados) para intentar inhibir nuestros impulsos violentos, es el mejor modo de interrumpir el proceso evolutivo del orden natural que describí.

Dice Juan XXIII, el "Papa bueno": "!Como contrasta en cambio con este orden maravilloso del universo el desorden que reina no solo entre los individuos, sino también entre los pueblos! Parece que sus relaciones no pueden regirse sino por la fuerza. Sin embargo, el Creador ha impreso el orden aun en lo más íntimo de la naturaleza del hombre: orden que la conciencia descubre y manda perentoriamente seguir. Los hombres muestran escrita en sus corazones la obra de la ley, y de ello da testimonio su propia conciencia (Rom 2, 15). ¿Como podría por lo demás ser de otro modo? Todas las obras de Dios son un reflejo de su sabiduría infinita y un reflejo tanto más luminoso cuanto más altas están en la escala de las perfecciones (Sal 18, 8-11). Un error en el que se incurre con bastante frecuencia está en el hecho de que muchos piensan que las relaciones entre los hombres y sus respectivas Comunidades políticas se puedan regular con las mismas leyes que rigen las fuerzas y los seres irracionales que constituyen el universo, siendo así que las leyes que regulan las relaciones humanas son de otro género y hay que buscarlas donde Dios las ha dejado escritas, esto es, en la naturaleza del hombre" (9).

El orden natural social ha sido, en alguna medida, descrito por muchos autores. Así, con su famosa 'mano invisible', Adam Smith había encontrado que algo 'natural', producía que la sociedad se condujera, de suyo, hacia el bien y el progreso. Había hallado, en alguna medida, que existía un orden social que se manifestaría, espontáneamente, dirigiendo hacia el progreso. Aunque resulta claro que, el escocés, no lo entendió en toda su plenitud (10).

Para terminar, quiero hacer una rápida referencia a la justicia social porque no necesita más. Tan mal entendida, según adelanté en el Prefacio, por los que niegan su existencia, por los que la ignoran o por los que abusan de su nombre. Si el orden natural existe, si el hombre es, por naturaleza, social, y si la justicia existe, va de suyo que la justicia social existe y que implica de suyo el respeto al orden natural social. Me parece que el tema queda lo suficientemente aclarado a partir de las definiciones de santo Tomás en cuanto a la justicia, por un lado, y al hecho de que, la imperancia del orden natural, supone la más justa distribución de las riquezas. La justicia distributiva, dice el Doctor de Aquino (11), es, esencialmente, la justicia de Dios, y quedará garantizada por el gobierno del orden por El establecido, es decir, por el orden que excluye a la violencia coercitiva.

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