Antecedentes de la economía uruguaya

La zona del Río de la Plata comenzó a ser colonizada tardíamente y la Banda Oriental del río Uruguay fue la última en incorporarse al sistema colonial hispano. La ciudad puerto de Montevideo conforma el sitio por el cual se exporta primero el cuero y el sebo, luego el tasajo, y se importan los productos necesarios para el consumo de subsistencia y suntuario. La “vaquería del mar”, como será bautizada la banda oriental del río Uruguay, fue el escenario de disputas intercoloniales siendo la explotación del cuero primero y la carne después el motor que llevó a conflictos diplomáticos, militares y económico entre los latifundistas, barraqueros y comerciantes orientales, las élites porteñas y los terratenientes riograndenses del sur del actual Brasil.

El nacimiento de Uruguay a la vida independiente hacia 1830 es un proyecto aceptado por las clases dominantes, comerciantes de Montevideo (nacionales y extranjeros) y terratenientes del interior fuertemente relacionados entre sí, que deja de lado los postulados de la revolución artiguista de federalismo y justicia social.

En efecto, el proyecto llevado adelante por Inglaterra es la creación, sobre bases muy poco sólidas, de un estado tapón entre Argentina y Brasil con la finalidad de evitar la posesión de ambas márgenes del río Uruguay por parte de Argentina (asegurándose la libre navegabilidad de los ríos interiores para su comercio) y la extensión de Brasil hasta las orillas del Río de la Plata (evitando darle un puerto adecuado de salida a la producción del sur.) Además, a la potencia europea, con la mayor flota de guera del mundo durante un largo período, le resultaba conveniente un pequeño puerto marítimo como Montevideo para ser utilizado por sus comerciantes y por sus navíos.

La nueva estructura política nacía en medio de un vacío demográfico con una base social inestable: estas débiles bases para la construcción de un Estado inciden en una primera etapa de extrema conflictividad y falta de organicidad con una enorme injerencia del Brasil imperial y una Argentina dividida en lucha por el stock ganadero del país que, sin embargo, aseguran una injusta distribución de la tierra en pocos y grandes terratenientes. El comercio exterior y, más importante por su rendimiento económico, el comercio de tránsito de las provincias del norte y litoral argentinos es también controlado por pocos y grandes comerciantes. Pero la inserción internacional se mantuvo en los débiles niveles de la colonia, basado en la exportación de cueros y tasajo y en la importación de los bienes de consumo y suntuarios no producidos internamente.

Para el comerciante montevideano, durante buena parte del siglo XIX existió un “país grande” constituido por el espacio geográfico que le proporcionó su papel  en la intermediación en la cuenca del plata, reflejo de la ciudad “hanseática” que diseñó el Imperio Británico al promover la independencia uruguaya (Jacobs,1996). A su vez los bajos costos de producción de la ganadería, con alimentación del ganado exclusivamente con pasturas naturales en grandes extensiones con bajas dotaciones de personal generaron una exportación rentable de cueros y tasajo.

La guerra marca la impronta de las primeras décadas de existencia independiente hasta que las presiones del naciente mercado mundial promueven el proceso de modernización y consolidación capitalista en la década del 70, proceso en el que se consolidan los Estados nacionales en el cono sur americano.

La economía de Uruguay conoció en la década de 1860, previa al período donde centraremos nuestro análisis, una fase de auge debido en lo interno a la expansión del ovino, la consolidación de la producción de tasajo, el apogeo del comercio de tránsito y la utilización de Montevideo como base de abastecimiento de las fuerzas brasileñas durante la tristemente recordada Guerra de la Triple Alianza. En el ámbito internacional, los términos de intercambio experimentaron una mejoría importante debido a la reducción de los costos de transportes en las importaciones y al aumento de la productividad en los países originarios de esas importaciones.

Pero el Uruguay entre 1860 y 1875 se caracterizó por un fuerte desequilibrio de su balanza comercial a lo que hay que sumar el servicio de la deuda externa y el pago de dividendos de las inversiones extranjeras, con lo cual y a pesar o como causa del crecimiento económico la balanza en cuenta corriente fue fuertemente deficitaria. La financiación mediante créditos del exterior se vio restringida a partir de 1873 debido a la desconfianza en las posibilidades uruguayas y, posiblemente de mayor importancia, a la “gran depresión” mundial que se inició ese año y que describiéramos en la primera parte de este capítulo. La estructura tradicional de explotación agropecuaria y comercio importador, sustentado en lo político por el caudillismo, llegaba a su fin. La crisis estalló entonces con crudeza y afectó no sólo el ámbito económico sino el social, político e institucional. En lo referente a la dimensión política implicó el comienzo de una sucesión de gobiernos militares que permitió acelerar la baja de los salarios reales, como acción deliberada en el caso del gobierno de Latorre para disminuir el déficit fiscal o como efecto de la desocupación en el caso de los trabajadores privados en los gobiernos que le siguieron, ya que Uruguay a diferencia de Argentina había superado la original escasez de mano de obra en el momento de su formación como países independientes.