Consejo inferior del trabajo

 

Frederic Bastiat

“¡Qué! ¿tiene valor de pedir para todos los ciudadanos el derecho de vender, comprar, trocar, cambiar, dar y recibir servicio por servicio, y juzgar por sí mismos, con la sola condición de no ofender la honradez y de no perjudicar al tesoro público? ¿Quiere, pues, quitar a los obreros el trabajo, el salario y el pan?”

He aquí lo que se nos dice: Se lo que debo pensar acerca de ello; pero he querido saber lo que piensan los mismo obreros.  Tenía a mano un excelente medio de informe. No eran esos consejos superiores de la industria, en los que grandes propietarios que se dicen labradores, poderosos armadores que se creen marinos, y ricos accionistas que se dan por trabajadores, practican esa conocida filantropía. No; eran obreros simplemente, obreros serios, como se dice hoy, ebanistas, carpinteros, albañiles, sastres, zapateros, tintoreros, herreros, posaderos, bodegueros, etc., que han fundado en mi pueblo una sociedad de socorros mutuos.

La trasforme por mi autoridad privada en consejo inferior del trabajo, y obtuve un informativo tan bueno como cualquiera otro, aunque no tan emborronado de números, y aunque no haya llegado a las dimensiones de un in folio impreso a expensas del Estado.

Se trataba de preguntar a esta buena gente acerca del modo en que les afecta o creen que les afecta el régimen protector, y después de algunas dificultades presentadas por el presidente, logré que pusiera la cuestión a la orden del día.

Se dividió la asamblea en tantas comisiones cuantos grupos presentaba que formasen un gremio, y se entregó a cada una un cuadro que debía llenar después de quince días de discusiones. El día señalado el venerable presidente se sentó en el sillón (estilo oficial porque era una silla ) y encontró sobre el bufete (también estilo oficial, porque era una mesa de álamo blanco) una quincena de informes, a los cuales dio lectura sucesivamente.

El primero que se presentó fue el de los sastres. Helo aquí tan exacto como si fuese el original:

Efectos de la Protección. Informe de los Sastres

Inconvenientes         Ventajas

1o. A causa del régimen protector pagamos más caro el pan, la carne, la leña, el azúcar, el hilo, las agujas, etc., lo que equivale para nosotros a una disminución considerable de salarios; Ninguna[1]

2o. A causa del régimen en protector nuestros clientes pagan también más caro todas las cosas, lo que hace que les quede menos para gastar en vestidos, de donde resulta que tenemos menos trabajo, y por consiguiente menos provecho:

3o. A causa del régimen protector los géneros son caros, se hacen durar más tiempo los vestidos o no se usan. Esta es otra disminución de trabajo, que nos obliga a ofrecer nuestros servicios a menor precio.

He aquí otro cuadro

Efectos de la Protección. Informe de Herreros

               Inconvenientes               Ventajas

1o. El régimen protector nos grava con un impuesto que no va con un impuesto que no va al erario, siempre que comemos, bebemos, hacemos fuego o nos vestimos;

2o. Grava con un impuesto semejante a todos nuestros conciudadanos que no son herreros, y siendo otro tanto menos ricos, la mayor parte hacen clavos de madera y pestillos de cordel, lo que nos priva de trabajo; Ninguna

3o. Mantiene el hierro a un precio tan alto, que no se le emplea en el país ni en los arados, ni en las rejas, ni en los balcones, y nuestro oficio que podría dar trabajo a tantas personas que no le tienen, nos deja sin él a nosotros mismos;

4o. Lo que el fisco deja de recobrar con motivo de las mercancías que no entran, se toma de nuestra sal y de nuestras cartas.

Todos los otros cuadros, cuya lectura ahorro al lector, cantaban el mismo estribillo. Jardineros, carpinteros, zapateros, zuequeros, boteros, molineros, todos se quejaban de los mismos males. Sentí que no hubiese labradores en nuestra asociación, porque su informe hubiera sido muy instructivo. ¡Pero, ay! En nuestro país de las Landas, los pobres labradores, aunque están protegidos, no tienen un medio; y después de haber puesto en ellas sus animales, no pueden ellos mismos entrar en las sociedades de socorros mútuos. Los supuestos favores de la protección no impiden que sean los parias de nuestro orden social. ¿Qué diremos de los viñadores?

Lo que me llamó sobre todo la atención, fue el buen criterio con que nuestros poblanos habían conocido no solo el mal directo que les hace el régimen protector, sino también el mal indirecto, que perjudicando a su clientela, cae de rebote sobre ellos.

Esto es, me dije, lo que parecen no comprender los economistas del Monitor industrial; y tal vez aquellos individuos a quienes fascina los ojos un poco de protección, especialmente los agricultores, renunciarán voluntariamente a ella, si percibiesen este lado de la cuestión. Vale más sostenerse por sí mismo en medio de una clientela acomodada, que ser protegido en medio de una clientela empobrecida, porque querer enriquecer cada industria a su turno, formando alrededor de ella un vacío, es un esfuerzo tan vano como el de aquel que pretendiese saltar por encima de su sombra.

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