Valor y riqueza, sus propiedades distintivas

 

David Ricardo

"Todo hombre es rico o pobre según el grado en que pueda gozar de 
las cosas necesarias, convenientes y gratas de la vida", dice Adam Smith.[1]

En consecuencia, la riqueza difiere esencialmente del valor, ya que éste depende no de la abundancia sino de la facilidad o dificultad de la producción. El trabajo de un millón de hombres en la industria producirá siempre el mismo valor, pero no siempre la misma riqueza. Con la invención de nueva maquinaria, la superación de la habilidad técnica, una mejor división del trabajo, o por el descubrimiento de nuevos mercados donde puedan efectuarse intercambios más ventajosos, un millón de hombres puede producir, en un estado dado de la sociedad, el doble o el triple de riqueza, es decir de “cosas necesarias, convenientes y gratas”, de lo que puede producir en otro, pero no agregará, por ese concepto, ninguna cosa al valor; en efecto todas las cosas suben o bajan de valor en proporción a la facilidad o dificultad con que se producen, o, en otras palabras, en relación con la cantidad de trabajo empleado en su producción.  

Supóngase que con un capital determinado, el trabajo de cierto número de hombres produce 1,000 pares de medias y que, por invenciones en maquinaria, el mismo número de hombres puede producir 2,000 pares, o 1,000 pares de medias y además 500 sombreros; entonces, el valor de los 2,000 pares de medias, o de los 1,000 pares y los 500 sombreros no será ni mayor ni menor que el de los 1,000 pares que se producían antes de introducir la nueva maquinaria, ya que serían producto de la misma cantidad de trabajo. No obstante, el valor de la masa general de mercancías disminuiría de todas maneras porque, aunque el valor de la mayor cantidad producida a consecuencia de las mejoras, será exactamente el mismo que si se cifrara en la menor cantidad que habría sido producida de no haberse realizado las mejoras, también se produce un efecto en la porción de bienes aún no consumidos que fueron manufacturados antes de la mejora; el valor de estos bienes se reducirá por cuanto que, cantidad por cantidad, debe bajar al nivel de los bienes producidos aprovechando todas las ventajas de la mejora: además, la sociedad tendrá una suma menor de valor, no obstante la cantidad incrementada de bienes,[2] de riqueza y de medios de disfrute. Al aumentar continuamente la facilidad de producción, disminuimos de modo constante el valor de algunas de las mercancías que antes se producían, aunque por los mismos medios no sólo adicionamos la riqueza nacional sino que aumentamos la potencia de la futura producción. Muchos errores en economía política han derivado de equivocaciones al respecto, al considerar que un aumento de riqueza es lo mismo que un aumento de valor, y de los conceptos infundados acerca de lo que constituye una medida normal de valor. Si alguien considera la moneda como un patrón del valor, de acuerdo con él una nación será más rica o más pobre en proporción a que sus mercancías de toda clase puedan cambiarse por más o menos dinero. Otros estiman a la moneda como un medio muy conveniente para las transacciones, pero no como una medida adecuada por la cual se estime el valor de otras cosas; para ellos la medida real del valor es el cereal, * y un país será rico o pobre, al grado en que sus mercancías se cambien por más o menos cereales.** Otros hay, a su vez, que consideran a un país rico o pobre, según la cantidad de trabajo que pueda comprar.4 Pero ¿por qué debe ser el oro, o el cereal, o el trabajo, la medida normal del valor, en vez del carbón o el acero? ¿Por qué más que la ropa, el jabón o las velas, y los otros artículos necesarios para el trabajador? O para decirlo brevemente, ¿por qué cualquier mercancía, o todas las mercancías juntas, han de ser el patrón, cuando éste, a su vez, está sujeto a fluctuaciones de valor? El grano, como el oro, puede variar 10, 20, o 30 por ciento, de acuerdo con las dificultades o facilidades de la producción, en relación con otras cosas. ¿Por qué hemos de decir siempre que son esas otras cosas las que han variado, y no el grano? La única mercancía invariable es aquella que requiere, en todos los tiempos, el mismo sacrificio de mano de obra y afán para producirla. No conocemos tal mercancía, pero podemos argumentar y hablar hipotéticamente sobre ella como si la conociéramos; y mejorará nuestro conocimiento de la ciencia, mostrando distintamente la absoluta inaplicabilidad de todos los patrones que hasta aquí se han adoptado.5

Pero aun suponiendo que cualquiera de éstos fuera un patrón exacto de valor, aún no sería un patrón de riqueza, pues ésta no depende del valor. Un hombre es rico o pobre, de acuerdo con la abundancia de artículos necesarios y de lujo de que puede disponer; además contribuirán estos artículos en forma igual a la satisfacción de su poseedor, sea cual sea, alto o bajo, el valor de cambio de ellos por dinero, por cereal, o por trabajo. A la confusión de ideas sobre el valor, y la riqueza o las riquezas, se deben las afirmaciones de que disminuyendo la cantidad de bienes, esto es, de artículos necesarios, comodidades y goces de la vida humana, puede incrementarse la riqueza. Si el valor fuera la medida de la riqueza, tal afirmación sería indiscutible, porque por la escasez sube el valor de las mercancías; pero si Adam Smith está en lo justo, si la riqueza consiste en los artículos necesarios y en los disfrutes, entonces no pueden ser aumentados con una disminución cuantitativa.

Es cierto que quien posee una mercancía escasa es más rico, si por medio de ella puede disponer de más artículos y goces de la vida humana; pero como las existencias generales de las cuales se extrae la riqueza de cada hombre disminuyen en cantidad, en aquello que cada individuo toma de ella, las participaciones de los otros hombres se reducirán necesariamente en proporción al grado en que un individuo privilegiado sea capaz de apropiarse para su propio disfrute una mayor cantidad.

Si el agua escaseara, dice Lord Lauderdale,6 y la poseyera exclusivamente un individuo, se acrecentaría su riqueza, porque entonces el agua tendría valor; y si la riqueza fuera la suma de las riquezas individuales la incrementaríamos también por los mismos medios. Indudablemente se aumentan las riquezas de ese individuo, pero en tanto que el agricultor deba vender una parte de su disponibilidad de cereales, el zapatero otra de sus zapatos y todos los hombres renuncien a una porción de sus disponibilidades, con el único propósito de proveerse del agua que antes tenían por nada, serán más pobres, empobrecerán en la cantidad total de mercancías que están obligados a dedicar a este propósito, y el propietario del agua se beneficiará precisamente por la suma que aquéllos pierdan. La misma cantidad de agua y la misma cantidad de bienes las disfruta toda la sociedad, pero están distribuidas en forma diferente: ello, sin embargo, suponiendo más bien un monopolio del agua que una escasez de ella. Si escaseara, entonces la riqueza del país y de los individuos disminuiría realmente, pues la colectividad se vería privada de parte de uno de sus goces. El granjero no sólo tendría menos cereal para cambiar por otras mercancías que pueden ser necesarias o deseables para él, sino que él mismo y todos los demás individuos se verían privados de una de sus comodidades más esenciales. No sólo, pues, habría una diferente distribución de las riquezas, sino una pérdida real de riqueza.

Puede decirse, entonces, que dos países que poseen precisamente la misma cantidad de todas las cosas necesarias y comodidades de la vida son igualmente ricos, pero el valor de sus riquezas respectivas dependerá de la relativa facilidad o dificultad con que fueron producidas. En efecto, si un aditamento mejor en la maquinaria nos permite hacer dos pares de medias en vez de uno, sin ningún trabajo adicional, se duplica la cantidad que se dará a cambio de una yarda de tela. Si se efectúa un mejoramiento parecido en la manufactura de ropa, las medias y la ropa se cambiarán en las mismas proporciones que antes, pero habrán bajado en valor, pues, al cambiarlas por sombreros, por oro u otras mercancías en general, habrá que dar doble cantidad que antes. Extiéndase el adelanto a la producción del oro y de todas las demás mercancías, y ellas recobrarán sus proporciones anteriores. Habrá el doble de volumen de mercancías producidas anualmente en el país, y por ello la riqueza de la nación se habrá duplicado, pero esta riqueza no habrá incrementado en valor.

Si bien Adam Smith ha dado la descripción correcta de las riquezas, que he citado más de una vez, después las explica de modo diferente al decir que un hombre “será rico o pobre de acuerdo con la cantidad de trabajo ajeno de que pueda disponer o se halle en condiciones de adquirir”.7 Ahora bien, esta explicación difiere esencialmente de la otra, y es, ciertamente, inexacta; supongamos, por ejemplo, que las minas se hicieran más productivas, de tal manera que el oro y la plata bajaran de valor a causa de la mayor facilidad para producirlos, o que los terciopelos se manufacturaran con mucho menos trabajo que antes, bajando hasta la mitad de su valor anterior; las riquezas de todos aquellos que compraron esas mercancías habrían aumentado; una persona podría incrementar su cantidad de plata; otra duplicar la cantidad de terciopelo; pero con la posesión de esa plata y este terciopelo adicionales, no podrían emplear más mano de obra que antes, porque, como el valor de cambio de terciopelo y de la plata habría bajado, deberán desprenderse proporcionalmente de más de estas especies de riquezas para comprar un día de trabajo. Las riquezas, pues, no pueden ser estimadas por la cantidad de trabajo que pueden comprar.

De lo expuesto resulta que la riqueza de una nación puede ser incrementada de dos maneras: empleando una porción mayor del ingreso en mantener el trabajo productivo —lo que no sólo aumentará la cantidad sino el valor de la masa de mercancías: o, sin emplear ninguna cantidad adicional de trabajo, haciendo más productiva la misma cantidad lo cual aumentará la abundancia, pero no el valor de los bienes.

En el primer caso, el país no sólo se volverá rico, sino que aumentará el valor de sus riquezas. Será rico por la sobriedad, por la disminución de los gastos en objetos de lujo y diversión, y por emplear esos ahorros en una labor .

En el segundo caso, con la misma mano de obra se producirá más sin que exista necesidad de disminuir los gastos en lujos y diversiones, o de incrementar la cantidad del trabajo productivo empleado; la riqueza aumentará, pero no el valor. De estos dos modos de incrementar la riqueza, debe preferirse el segundo, ya que produce el mismo efecto sin la privación y disminución de los disfrutes, fenómenos que nunca dejarán de producirse en el primer caso. El capital es aquella parte de la riqueza de un país que se emplea con vistas a una producción futura, y puede ser aumentado de la misma manera que la riqueza. Un capital adicional será igualmente eficaz en la producción de riqueza futura, ya se obtenga de ciertos progresos en la habilidad técnica y en la maquinaria, o de la utilización más reproductiva del ingreso; en efecto, la riqueza depende siempre de la cantidad de bienes producidos, sin tomar en cuenta para nada la facilidad con que se hayan obtenido los medios empleados en la producción. Una determinada cantidad e géneros y comestibles mantendrá y empleará el mismo número de personas y, por lo tanto, procurará la misma cantidad de trabajo por hacer, ya sea producida por el trabajo de 100 ó 2008 hombres: pero tendrá el doble de valor si se han empleado 200 para producirla.9

M. Say, sin tomar en cuenta las correcciones que ha hecho en la cuarta y última edición de su obra, Tratado de Economía Política, me parece que ha sido singularmente desafortunado en su definición de las riquezas y el valor. Considera esos dos términos como sinónimos, y que un hombre es rico en la proporción en que aumenta el valor de sus posesiones, y puede asegurarse abundantes bienes. “El valor de los ingresos se incrementa entonces”, observa, “si éstos pueden proporcionar, no importa por cuales medios, una cantidad mayor de productos”. De acuerdo con M. Say, si la dificultad de producir ropa se duplicara y, en consecuencia, tuviera que cambiarse por el doble de mercancías que antes, se duplicaría su valor, en lo cual estoy absolutamente de acuerdo; pero si hubiera cualquier facilidad especial en la producción de mercancías y no aumentase la dificultad para producir la tela, y ésta, en consecuencia, se cambiara como antes por el doble de bienes, M. Say diría todavía que la ropa ha duplicado su valor, mientras que, de acuerdo con mi punto de vista sobre la materia, él debería decir que la tela ha conservado su valor anterior y que aquellos determinados bienes han bajado la mitad de su valor anterior. M. Say no debe contradecirse de sí mismo cuando dice que, por la facilidad de la producción, dos sacos de cereal pueden ser producidos por los mismos medios con que antes de producía uno, y que cada saco, por lo tanto, bajará a la mitad de su valor anterior, y aun así sostener que el pañero que cambia sus paños por dos sacos de cereal, obtendrá el doble de su valor que recibía antes, cuando sólo obtenía un saco a cambio de su paño. Si los dos sacos tienen ahora el valor que antes tenía uno, evidentemente obtiene el mismo valor y no más, —obtiene, ciertamente, doble cantidad de riquezas; doble cantidad de riquezas; doble cantidad de utilidad— doble cantidad de lo que Adam Smith llama valor de uso, pero no doble cantidad de valor, y por lo tanto M. Say no puede estar en lo cierto al considerar que el valor, las riquezas y la utilidad son términos sinónimos. Ciertamente, hay muchos pasajes de la obra de M. Say a los cuales puede acudir confiadamente en apoyo de la doctrina que sostengo, respecto a la diferencia esencial que existe entre valor y riqueza, aunque debe confesarse que hay también otros pasajes en que sostiene una doctrina contraria. Destaco dichos pasajes, que no puedo conciliar, colocándolos uno frente al otro, para que M. Say pueda —si me hiciera el honor de notar estas observaciones en alguna futura edición de su obra—, dar explicaciones de sus puntos de vista que eliminen la dificultad que muchos otros, como yo, sienten en su esfuerzo por exponerlas.

1. Al intercambiar dos productos, de hecho, sólo cambiamos los servicios productivos, que se han utilizado para crearlos. p. 504.

2. El costo de producción es lo único que determina lo que es realmente caro. Una cosa en verdad cara, es aquella que cuesta mucho producirla. p. 49710

3. El valor de todos los servicios productivos que deben consumirse para crear un producto constituyen el precio de producción de dicho producto... p. 505

4. Es la utilidad la que determina la demanda de un bien, pero es el costo de producción el que limita el alcance de esa demanda. Cuando su utilidad no eleva su valor al nivel del costo de producción, la cosa no vale lo que cuesta; es ésta una prueba de que los servicios productivos pueden ser empleados para crear un bien de valor superior. Los poseedores de fondos productivos, esto es, aquellos que disponen de mano de obra, de capital o de tierra, están perpetuamente dedicados a comparar el costo de producción con el valor de las cosas producidas, o lo que viene a ser lo mismo, el valor de bienes diferentes entre sí; porque el costo de producción no es más que el valor de los servicios productivos consumidos en la producción; y el valor de un servicio productivo no es más que el valor del bien, que es el resultado. El valor de un bien, el valor de un servicio productivo, el valor del costo de producción son, todos, entonces, valores similares, cuando se deja que cada cosa siga su curso natural.13

5. El valor de los ingresos se aumenta entonces, si ellos pueden proporcionar (no indica por qué medios) una mayor cantidad de productivos.11

6. Precio es la medida del valor de las cosas, y su valor es la medida de su utilidad. 2 Vol...12 4.

7. El libre intercambio muestra, en el tiempo, el lugar y el estado de la sociedad en que vivimos, el valor que los hombres atribuyen a las cosas intercambiadas. 466

8. Producir es crear valor, dando o incrementando la utilidad de una cosa, y por lo tanto estableciendo una

demanda por ella, la cual es la causa primera de su valor. Vol. 2 487

9. Al crearse la utilidad, se instituye un producto. El valor en cambio resultante es únicamente la medida de la producción que tiene lugar. 490.

10. La utilidad que la gente de un país determinado encuentra en un producto no puede apreciarse de otra manera que por el precio que paga por él. 502

11. Este precio es la medida de la utilidad que tiene a juicio de los hombres; de la satisfacción que obtienen al consumirla, porque ellos no preferirían consumir esa utilidad, si por el precio que cuesta pudieran adquirir una utilidad que les diera más satisfacción. 506

12. La cantidad de todas las demás mercancías que una persona puede obtener inmediatamente, a cambio de la mercancía de que desea disponer, es en todo tiempo un valor no sujeto a discusión Vol. 2 4 14

Si lo único realmente caro se origina en el costo de producción (cf.2) ¿cómo puede decirse que una mercancía sube en valor (cf.5), si su costo de producción no ha aumentado? Y ¿sólo porque ésta se cambiará por mayor cantidad de mercancía barata, por mayor cantidad de una mercancía cuyo costo de producción ha disminuido? Cuando yo doy 2 000 veces más tela por una libra ponderal de oro de lo que doy a cambio de otra de hierro ¿prueba esto que yo atribuyo 2 000 veces más utilidad al oro que al hierro? No, ciertamente; prueba únicamente, como lo ha admitido M. Say. (cf.4) que el costo de producción del oro es 2 000 veces mayor que el costo de producción del hierro. Si el costo de producción de los dos metales fuera el mismo, yo daría el mismo precio por los dos; pero si la utilidad fuera la medida del valor, es probable que yo diera más por el hierro. Es la competencia de los productores “que están perpetuamente dedicados a comparar el costo de producción con el valor de las cosas producidas,” (cf.4) lo que regula el valor de diversas mercancías. Si, entonces, yo doy un chelín por una hogaza de pan, y 21 chelines por una guinea, esto no prueba que, en mi estimación, sea ésta la medida comparativa de su utilidad.

En el No. 4, M. Say sostiene, con muy ligeras variantes, la doctrina que yo mantengo acerca del valor. En sus servicios productivos comprende dicho autor los prestados por la tierra, el capital y el trabajo; yo incluyo únicamente el capital y el trabajo, excluyo completamente la tierra. Nuestras diferencias provienen del diverso punto de vista que tenemos sobre la renta. Yo la considero siempre como el producto de un monopolio parcial que nunca regula el precio, sino que es consecuencia de éste. Si los terratenientes condonaran la renta, mi opinión es que las mercancías producidas por la tierra no serían más baratas, pues siempre existe una porción de los mismos bienes, producto de la tierra, por los cuales no se paga o no puede pagarse renta, ya que el producto excedente es suficiente por sí solo para pagar las utilidades del capital.

Para concluir, aunque nadie más dispuesto que yo a estimar en grado sumo las ventajas que resultan, para todas las clases de consumidores, de la abundancia real y la baratura de los bienes, no puedo estar de acuerdo con M. Say, cuando estima el valor de un bien por la abundancia de otros por los que aquél se podrá cambiar. Opino como un autor muy distinguido, M. Destutt de Tracy, quien dice que:

“Medir una cosa cualquiera es compararla con una cantidad determinada de esa misma cosa que tomamos como unidad, como punto de comparación. Medir, entonces, para determinar una longitud, un peso, un valor, es averiguar cuántas veces se contienen los metros, gramos, francos en una palabra, las unidades del mismo género”.15

 

Un franco no es una medida de valor para cualquier cosa sino para una cantidad del mismo metal de que están hechos los francos, a menos que los francos, y la cosa a medir, puedan se referidos a alguna otra medida común a ambos. Creo que tal cosa es posible, pues los dos son producto del trabajo y, por lo tanto, el trabajo es una medida común, por la que puede estimarse su valor real y su valor relativo. Me complace decir que ésta es también, al parecer, la opinión de M. Destutt de Tracy.* He aquí sus palabras: “Así como es cierto que nuestras facultades físicas y morales son nuestras únicas riquezas originarias, el empleo de esas facultades, trabajo de alguna naturaleza, es nuestro solo tesoro originario, y siempre de este empleo son creadas todas esas cosas que llamamos riquezas, ya sean éstas muy necesarias o simplemente agradables. Es cierto, también, que todas esas cosas representan sólo el trabajo que las ha creado, y si tienen un valor, o aun dos valores distintos, éstos pueden derivar únicamente de ese valor del trabajo de que emanan”.17

M. Say, al hablar de las bondades e imperfecciones de la gran obra de Adam Smith, le imputa el error de que “él atribuye únicamente al trabajo del hombre la capacidad de producir un valor. Un análisis más correcto nos muestra que el valor se debe a la acción del trabajo, o mejor dicho a la actividad del hombre, combinada con la acción de aquellos agentes que proporciona la naturaleza, y con el capital. Su ignorancia de este principio le impidió establecer la verdadera teoría de la influencia que ejerce la maquinaria en la producción de riqueza.”18

En contradicción con la opinión de Adam Smith, M. Say habla, en el capítulo cuarto, del valor que otorgan a los bienes los agentes naturales como el sol, el aire, la presión atmosférica, etc., que a veces sustituyen al trabajo del hombre, y a veces concurren con él en la producción.* Pero aunque estos agentes naturales aumentan considerablemente el valor en uso de un bien, nunca le añaden valor en cambio, al cual se refiere M. Say: tan pronto como, por la ayuda de la maquinaria, o por el conocimiento de la filosofía natural, obligamos a los agentes naturales a hacer el trabajo que antes era realizado por el hombre, el valor en cambio de dicho trabajo que antes era realizado por el hombre, el valor en cambio de dicho trabajo disminuye, como consecuencia. Si diez hombres hacían girar la piedra de un molino de cereales, y se descubriera que, con la ayuda del viento, o del agua, puede reducirse el trabajo de esos diez hombres, la harina que es parcialmente20 producto del trabajo realizado por el molino, bajaría inmediatamente de valor en proporción a la cantidad de trabajo ahorrada, y la sociedad se enriquecería por las mercancías que el trabajo de los diez hombres puede producir, sin que se afecten los fondos destinados a su mantenimiento. M. Say pasa por alto, constantemente, la diferencia esencial que existe entre valor en uso y valor en cambio.21

M. Say acusa al Dr. Smith de haber pasado por alto el valor que los agentes naturales y la maquinaria dan a las mercancías, porque M. Say considera que el valor de todas las cosas se deriva del trabajo del hombre; pero no me parece que su acusación esté justificada, pues Adam Smith no menosprecia en modo alguno los servicios que los agentes naturales y la maquinaria desempeñan para nosotros, sino que, muy justamente, distingue la naturaleza del valor que ellos añaden a las mercancías: nos sirven, en efecto, incrementando la abundancia de productos, haciendo más rico al hombre, agregando algo al valor en uso; pero como ellos desempeñan su trabajo gratuitamente, pues nada se paga por el uso del aire, del calor y del agua, la ayuda que nos proporcionan no añade nada al valor en cambio.25

Principios de Economía Política y Tributación. Fondo de Cultura de Económica, México, 1959. pp. 205-215

[1]Lic. I, cap. V; p. 31

[2]Ed. I "de sus bienes".

* Adam Smith dice que "la diferencia entre el precio real y el nominal del trabajo no es materia de mera especulación, sino de mucha importancia y utilidad práctica".

3 Estoy de acuerdo con él, pero el precio real del trabajo y de las mercancías no será determinado por su precio en mercancías- la verdadera medida de Adam Smith- más que por su precio en oro y plata, su medida nominal. El trabajador sólo recibe un precio alto por su trabajo cuando puede comprar con sus salarios el producto de dicho trabajo.

3 Lib. I, cap. v; p. 34, en el texto de Adam Smith se lee "la distinción", no "la diferencia".

** En el vol. I,p. 108, M. Say infiere que la plata tiene ahora el mismo valor que en el reinado de Luis XIV, "porque la misma cantidad de plata compra la misma cantidad de cereal"

4 En las eds. 1-2 la nota sobre Say está aquí en vez de dos líneas antes.

5 Estas observaciones sobre un patrón invariable de valor deberían haber sido alteradas en la ed. 3 para concordar con los cambios introducidos en el cap. I; véase supra, p. 13, n. 9, y cp. pp. 33 ss.

6 An Inquiry into the Nature and Origin of Public Wealth, and into the Means and Causes of its Increase, Edimburgo 1804, p. 44.

7 Lib. I, cap. V: p. 31.

8 Ed. 1 "o de 200".

9 En las eds. 1-2, en vez de los cinco párrafos que siguen en el texto (finalizando en la p.285), se lee:

"Me parece que M. Say ha sido singularmente infortunado en su definición de la riqueza y el valor del primer capítulo de su excelente obra; lo que sigue es la esencia de su razonamiento: La riqueza, observa, consta únicamente de cosas que tienen un valor en sí mismas: la riqueza es grande cuando la suma de valores de que se compone es grande. Es pequeña cuando la suma de sus valores lo es también. Dos cosas que tienen valor igual son riquezas en cantidad igual. Tienen el mismo valor, cuando por consenso general son libremente cambiadas entre sí. Ahora bien, si la humanidad atribuye valor a una cosa, es a causa de los usos a que es aplicable. Llamo utilidad a esta facultad que tienen ciertas cosas de satisfacer las diversas necesidades de la humanidad. Crear objetos que tienen algún valor es crear riqueza, ya que la utilidad de las cosas es la base primera de su valor, y es el valor de las cosas lo que constituye la riqueza. Pero nosotros no creamos los objetos: todo lo que podemos hacer es reproducir la materia bajo otra forma: podemos darle utilidad. La producción es pues una creación, no de materia sino de utilidad, y se mide por el valor que emana de la utilidad del objeto producido. La utilidad de cualquier objeto, de acuerdo con la estimación general, se señala por la cantidad de otras mercancías por las que se cambiará. Esta evaluación, que surge de la estimación general formada por la sociedad, constituye lo que Adam Smith llama valor en cambio, lo que Turgot llama valor apreciable, y que nosotros podemos llamar más brevemente con el término valor.

"Hasta aquí M. Say. Pero al tratar del valor y la riqueza ha confundido dos cosas que deben permanecer siempre separadas, y que Adam Smith llama valor en uso y valor en cambio. Si con una mejor máquina yo puedo, con la misma cantidad de mano de obra, producir dos pares de medias en vez de uno, de ninguna manera menoscabo la utilidad de un par de medias, aunque disminuyo su valor. Si yo tuve entonces precisamente la misma cantidad de chaquetas, zapatos, medias y todas las demás cosas que antes, tendría precisamente la misma cantidad de objetos útiles, y si la utilidad fuese la medida de la riqueza, sería por lo tanto igualmente rico; sin embargo, yo tendré una suma menor de valor pues mis medias tendrán sólo la mitad de su valor anterior. Por lo tanto, la utilidad no es la medida del valor en cambio.

"Si preguntamos a M. Say en qué consiste la riqueza, él nos dice que en la posesión de objetos que tienen valor. Si entonces le preguntamos qué significa el valor, nos responde que las cosas son valiosas en proporción a la utilidad  que poseen. Si de nuevo lo invitamos a que nos explique por cuáles medios vamos a juzgar de la utilidad de los objetos, nos contesta que por su valor. Así, entonces, la medida del valor es la utilidad, y la medida de la utilidad es el valor."

Estas referencias pertenecen a la 2a. ed. del Traité d'Economie politique, de Say, 1814; las del texto de la 3a. de los Principios se han hecho sobre la 4a. ed. de Say, 1819.

10 Debería ser p. 457.

13 Pp. 507-8.

11 P. 497, nota

12 Debería ser vol. I.

14 Estas citas pertenecen a la 4a. ed. de Say, 1819; se hallarían todas ellas, excepto la 6 y la 12, en el "Epitome des príncipes de l'économie politique", con que concluye el vol. II.

15 Elements d'idéologie, Première partie. Idéologie proprement dite, "par A.L.C. Destutt-Tracy, Senateur", 2a. ed., París, Courcier, 1804, p. 187.

* Eléments d'Ideologie, Vol. IV, P. 99.16 En esta obra M. de Tracy ha dado un tratado útil e inteligente de los principios generales de la Economía Política, y con sentimiento me veo obligado a añadir que él apoya, con su autoridad, las definiciones que M. Say ha dado de las palabras valor, riquezas y utilidad.19

17  Terminan aquí los cinco parágrafos insertados en la ed. 3 (cp. supra, p. 209, n. 9).

18 Traité... 2a. ed., 1814, I, pp. LI-LII.

20 Las eds. 1-2 omiten "parcialmente".

21 la ed. 1 no contiene esta oración.

* El primer hombre que supo cómo ablandar los metales con el fuego, no creó el valor añadido por ese proceso al metal fundido. Ese valor es el resultado de la acción física del fuego, sumada a la laboriosidad y al capital de quienes disponen de ese conocimiento.

De este error Smith ha sacado esta falsa conclusión: que el valor de todas las producciones representa el trabajo reciente o anterior del hombre, o, en otras palabras, que las riquezas no son más que trabajo acumulado; por lo cual, conforme a una segunda deducción igualmente falsa, el trabajo es la única medida de las riquezas, o del valor de las producciones.* Las inferencias con que M. Say concluye son suyas, y no del Dr. Smith: son correctas si no se hace ninguna distinción entre valor y riqueza, y M. Say no hace ninguna en el pasaje referido22 pero aunque Adam Smith, quien al definir la riqueza la hace consistir en la abundancia de artículos de primera necesidad, comodidades23 y disfruta de la vida humana, bien hubiera admitido que las máquinas y los agentes naturales pueden aumentar considerablemente las riquezas de un país, pero no habría concedido que ellos añadieran nada al valor de esas riquezas.24

25 Las eds. 1-2 tienen aquí un pasaje adicional:

"En el capítulo primero del libro segundo, el propio M. Say hace una exposición similar del valor pues dice que la 'utilidad es la base del valor, que las mercancías son deseables únicamente porque son útiles en alguna manera, pero que su valor depende no de su utilidad ni del grado en que son deseadas, sino de la cantidad de trabajo necesario para obtenerlas.' 'Así entendida la utilidad de un bien, se convierte en objeto del deseo del hombre, hace que éste las desee, y establece una demanda. Cuando es suficiente desear una cosa para obtenerla, puede ser considerada como un artículo de riqueza natural, dada al hombre en cantidad ilimitada y la cual disfruta sin comprarla con ningún sacrificio; tales son el aire, el agua, la luz del sol. Si él obtuviera en esta forma o todos los objetos que necesita y desea, sería infinitamente rico: no tendría necesidad de nada. Pero infortunadamente no es éste el caso; la mayor parte de las cosas que son convenientes y agradables para él, así como aquellas que son indispensablemente necesarias en el estado social, para el cual el hombre parece estar específicamente formado, no le son dadas gratuitamente; pueden existir únicamente por la aplicación de determinado trabajo, el empleo de un cierto capital y, en muchos casos, por el uso de la tierra. Son, éstos, obstáculos por el uso en la senda de la satisfacción gratuita y de ellos resulta un gasto real de producción, porque estamos obligados a pagar por la ayuda que nos prestan estos agentes de la producción.' 'Sólo cuando esta utilidad ha sido comunicada así a una cosa (es decir, por la industria, el capital y la tierra) se convierte en producto y tiene un valor. La utilidad es la base de su demanda, pero los sacrificios y las cargas necesarias para obtenerlo o, en otras palabras, su precio limita la extensión de esta demanda.' (Traité d'Economie politique, 2a. ed., 1814, vol. II, pp. 3, 4. El primer pasaje es un resumen libre, no una cita.)

"La confusión que se origina de confundir los términos 'valor' y 'riqueza' se notará mejor en los pasajes siguientes. (M. Say, Catechisme d'Economie Politique, p. 99.) Observa su discípulo: 'Ha dicho usted, además, que la riqueza de una sociedad estaba compuesta de la suma total de los valores que posee; me parece que se sigue que la baja de una producción, de medias por ejemplo, al disminuir la suma total del valor que pertenece a la sociedad, reduce la masa de sus riquezas; a lo cual se da la siguiente respuesta: 'la suma de las riquezas de la sociedad no bajará  por esa causa. Se producen dos pares de medias en vez de uno, y dos pares a tres francos valen lo mismo que un par a seis francos. El ingreso de la sociedad permanece igual porque el fabricante ha ganado tanto en dos pares a tres francos como con un par a seis francos.' hasta aquí M. Say, aunque equivocado, por lo menos no se contradice. Si el valor fuera la medida de la riqueza, la sociedad es igualmente rica porque todas sus mercancías tienen el mismo valor que antes. Además existe algo que se infiere de su doctrina. 'Pero cuando el ingreso permanece el mismo y la producción baja de precio, la sociedad se enriquece realmente. Si la misma baja tuvo lugar en todas las mercancías al mismo tiempo, lo cual no es absolutamente imposible, la sociedad, al obtener todos los objetos de su consumo a la mitad de su precio anterior, sin que haya perdido ninguna parte de su ingreso, sería en realidad doblemente más rica que antes, y podría comprar el doble de productos.'

''Se nos dice en el primer pasaje que si, a causa de la abundancia, todas las cosas bajaran a la mitad de su valor, la sociedad sería igualmente rica porque habría doble cantidad de bienes a la mitad de su valor anterior o, en otras palabras, el valor sería el mismo. Pero en el  último pasaje se nos informa que al duplicar la cantidad de mercancías, aunque habrá disminuido el valor de cada mercancía en la mitad y por ello el valor de todos los bienes juntos sería precisamente el mismo que antes, sin embargo, la sociedad sería dos veces más rica que antes. En el primer caso la riqueza se estima por la suma de valor: en el segundo, por la abundancia de mercancías que contribuyen a la satisfacción humana. Dice además M. Say, 'que un hombre es infinitamente rico sin tener objetos de valor, si puede obtener por nada todos los objetos que desea ("); 'sin embargo, se nos dice en otro lugar, que la riqueza consiste, no en el producto en sí mismo, pues no será riqueza si no tiene valor, sino en su valor.' Vol. II, p. 2."

Para los cambios introducidos en este capítulo en la ed. 3, véase carta a McCulloch del 4 de dic. 1820, infra, tomo VIII.

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