Observatorio de la Economía Latinoamericana

 


Revista académica de economía
con el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas  ISSN 1696-8352

 

Economía de México

 

Dos caras de la disputa hegemónica global: integración profunda y ampliada de los bloques de la UME y el TLCAN

Alejandro Álvarez Béjar
UNAM

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Ponencia presentada en el
Seminario internacional REDEM
3 - 5 de Noviembre de 2004
Barcelona, España


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Álvarez Béjar, Alejandro : "Dos caras de la disputa hegemónica global: integración profunda y ampliada de los bloques de la UME y el TLCAN" en Observatorio de la Economía Latinoamericana Nº 34, octubre 2004. Texto completo en  http://www.eumed.net/cursecon/ecolat/mx/


RESUMEN
En una de sus obras más conocidas, Lenin decía que justo después de 1880 había comenzando el enorme auge de las conquistas coloniales, de la lucha por el reparto territorial del mundo, incluyendo de manera destacada la expansión de los principales estados europeos: Inglaterra, Francia, Alemania, Bélgica, Portugal. La posesión de colonias era lo único que garantizaba el éxito de los monopolios contra sus adversarios, de modo que monopolios, colonias y semi-colonias eran parte sustancial del imperialismo como fase superior del capitalismo.
Si en la economía mundial la globalización y la regionalización son las dos tendencias centrales de finales del siglo XX y principios del XXI, en esa dinámica de proyección competitiva global sobre las bases de poderosas empresas trasnacionales y una compleja aglomeración económica regional que aglutina territorios y mercados, podemos destacar los casos de la Unión Monetaria Europea y del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que cada día proyectan con más fuerza su ensamblaje en un contexto imperialista con estrategias diferenciadas pero convergentes en el sentido de que ambas buscan mejorar su competitividad global a través de imponer políticas de austeridad sobre el Bloque de los Dominados.
Aprovechando los aportes leninistas, de la Teoría de la Dependencia y de la Teoría de la Economía-Mundo, con las categorías de imperialismo, economía mundo, centro-periferia y semi-periferia, intentaremos mostrar que hay muchas evidencias de que los imperios de finales del siglo XX y principios del XXI se han venido construyendo y preparando para la disputa hegemónica global mediante una doble dinámica: por un lado, la integración regional profunda entre poderosos estados nacionales, por el otro, la integración regional ampliada alrededor de un gran centro gravitacional.
En el caso de la UME, la integración profunda entre Alemania, Francia y Bélgica evoluciona a los temas más delicados como la política común de seguridad, al tiempo que la UME se amplía de 15 a 25 miembros engullendo literalmente a Europa Oriental. En el Hemisferio Occidental, Estados Unidos plantea la integración profunda con México y Canadá, dando saltos hacia los temas de seguridad, energía, infraestructura y mercados laborales, mientras en materia de comercio e inversiones se pretende, mediante el ALCA, avanzar en la integración ampliada con América Latina.

Introducción

Este trabajo, orientado a esclarecer los aspectos básicos de la disputa hegemónica global entre los dos bloques comerciales más poderosos del planeta, la UME y el TLCAN, está dividido en cuatro partes. En la primera, planteamos una breve caracterización de la estructura de la economía mundial y los términos fundamentales respecto a la disputa hegemónica global. En la segunda parte, hacemos una reconstrucción de aportes conceptuales relevantes en el estudio de la economía mundial, recogidos de la teoría del imperialismo, la teoría estructuralista, la teoría de la dependencia y la teoría de la economía-mundo, para tratar de mostrar los fundamentos conceptuales de la disputa hegemónica actual y ubicar su dinámica específica mediante dos movimientos interrelacionados y complementarios de los grandes bloques comerciales: uno de profundización de las tendencias integradoras regionalizadas y el otro, de clara búsqueda de ampliación de sus esferas de influencia.
En la tercera parte, tratamos de reconstruir esa doble dinámica en el caso de la Unión Europea partiendo de la realidad de los desequilibrios macroeconómicos de los principales países, pero también sobre la base de mostrar que la integración profunda no sólo comprende la unión monetaria sino cada vez más, los temas de seguridad y defensa; en tanto que el proceso de ampliación del bloque regional está fundado en un intento por modificar, en los hechos, la realidad del mercado laboral, integrando a países con estándares sociales mucho más bajos y mediante políticas de desmantelamiento de las instituciones del Estado del Bienestar. Con ello, probamos el deslizamiento del proyecto de la UME hacia los criterios de Washington y la reorganización de sus roles dentro del panorama mundial.
La cuarta parte está dedicada al examen de la estrategia estadounidense de avance simultáneo entre por un lado, la integración profunda con México y Canadá, planteando el proyecto de una Comunidad de América del Norte que sigue las huellas de la UME pero adaptándolas a los criterios neoliberales de aprovechar las asimetrías regionales. Mostramos que la integración profunda comprende al menos seis aspectos básicos, que van desde la seguridad y la energía, pasando por planes de desarrollo regional hasta el proyecto de colocar al dólar como moneda común.
Por otro lado y simultáneamente, sostenemos que la integración ampliada, es decir, el proyecto de un Area de Libre Comercio de las Américas, es la otra cara de la dominación estadounidense sobre América Latina y se juega como carta para potenciar con su fortaleza regional, su papel como Hegemón en la economía global.

- I -

Comenzamos ahora presentando una breve caracterización panorámica de la situación prevaleciente en la economía mundial: en primer lugar y siguiendo las ideas de los modelos gravitacionales, podemos ver que hay tres grandes centros de poder económico mundial, una tríada de países altamente desarrollados, que disputan la hegemonía desde hace varias décadas, Estados Unidos, Alemania y Japón. Cada uno de ellos, cuenta además con la existencia de países cercanos por sus rasgos económicos, pero que no tienen ni el poder ni un nivel de desarrollo equiparable, por lo cual los identificamos como una semi-periferia. Y finalmente, cada uno de los grandes centros tiene también una amplia periferia de economías que giran dentro de su órbita de influencia monetaria, comercial, productiva, financiera y/o tecnológica.
Adicionalmente, observamos que cada uno de los grandes centros económicos está en proceso de configuración de sus grandes bloques comerciales regionales, mediante un doble movimiento, por una parte, recurriendo a la inversión directa para descentralizar partes de los procesos productivos y ganar ventajas de costos; y por otra, a través de la concesión de preferencias arancelarias a los socios más importantes, buscan facilitar los flujos comerciales. En todo ello, está muy diferenciado el grado de formalización y la especificidad institucional de dichos procesos de integración regional.
En rigor, hasta ahora en la economía mundial se perfilan como dominantes dos de los tres grandes bloques comerciales, uno europeo cristalizado en la Unión Monetaria Europea (UME) y el otro norteamericano, codificado en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). El proceso de regionalización en Asia-Pacífico va rezagado en su formalización por razones políticas, pero está profundamente desarrollado en cuanto a las relaciones comerciales, productivas, tecnológicas y financieras.
En segundo lugar, esa realidad económica nos sirve de sustento a una caracterización de la economía mundial mediante la combinación de los siguientes elementos: un multilateralismo económico (que en rigor es esa estructura tríadica que conforman Europa, América del Norte y Asia-Pacífico), una bipolaridad monetaria (dólar-euro) y un unilateralismo militar (el gasto de EU en ese terreno supera al gasto total militar conjunto de los países más avanzados del planeta).
En tercer lugar, si entendemos la hegemonía como un poder político ejercido mediante una mezcla de supremacía, liderazgo y consentimiento por un lado, pero también por otro, como poder de coerción y de destrucción, tendremos que en la economía global, la cooperación y el consenso, pero también el liderazgo más el uso de la fuerza, son igualmente importantes. Estamos de acuerdo con David Harvey cuando señala que “dinero, capacidad productiva y poderío militar son las tres patas en las que se apoya la hegemonía en el capitalismo. Pero también ahí hallamos configuraciones móviles e inestables”.
En cuarto lugar, sostenemos que hay cinco formas fundamentales en que se viene expresando la rivalidad inter-capitalista actual, vale decir, la disputa hegemónica: una, el despliegue de sectores productivos de alto valor agregado, como fuentes de innovación tecnológica y de superioridad sobre otras sociedades avanzadas; dos, reclamando e impulsando condiciones globales para la libre movilidad de los flujos de capital; tres, auspiciando procesos de integración económica regionalizada, como mecanismo central para asegurar la canalización de inversiones y preservar mercados mediante esquemas de descentralización de la producción; cuatro, un despliegue generalizado de la competitividad internacional mediante la imposición de “políticas de austeridad” sobre las clases subalternas en sus espacios de dominio geográfico; y cinco, empujando reglas globales para abrir como campo de inversiones privadas el área de los servicios públicos como la educación, la salud y la seguridad social.
Para desentrañar esa compleja situación de disputa hegemónica entre los grandes centros de poder que hoy conforman América del Norte y la Unión Monetaria Europea, primero vamos a reconstruir varios aportes teóricos que creemos pertinentes: unos de la teoría del imperialismo, otros de la teoría de la dependencia y otros más de la teoría de la economía-mundo, para mostrar que los procesos de lucha hegemónica se despliegan en su plena complejidad en las dinámicas de la integración regional y la global. Y que la regional es la clave, porque muestra una doble naturaleza del proceso competitivo, una integración económica profunda y una integración ampliada.

- I I -

Nuestro recuento teórico comienza por retomar la noción de imperialismo, cuyas raíces todos reconocemos en los aportes de finales del siglo XIX y principios del XX en los trabajos de Hobson, Hilferding, Lenin, Bujarin y Rosa Luxemburgo, básica aunque no exclusivamente. Interesa, como sostiene Atilio Borón, no caer en la trivialidad de reiterar estérilmente aquellas grandes ideas, sino reconocer su valor histórico y actualidad comenzando por admitir las grandes diferencias que hay entre el capitalismo de principios del siglo XX y el de principios del siglo XXI, aunque el imperialismo siga siendo una etapa del desarrollo capitalista marcada por el peso abrumador de los monopolios, el papel acrecentado del capital financiero, la exportación de capitales y el reparto del mundo ya no en colonias, sino en “esferas de influencia” de las grandes economías centrales.
En la noción leninista de imperialismo, una gran cadena de países capitalistas estaba articulada a través del peso predominante de los monopolios, la exportación de capitales y la asociación del capital industrial con el capital bancario, que mostraban que el reparto de los mercados, de las fuentes de materias primas, de la apropiación privada de los inventos, el perfeccionamiento técnico de los procesos productivos y hasta de la mano de obra calificada, tendían a sufrir el peso de la dominación y la violencia ligada a ella por los países imperialistas. Un aporte fundamental de Lenin, fue encontrar los fundamentos de cómo, bajos ciertas condiciones, el eslabón más débil de esa cadena imperialista condensaba enormes potencialidades revolucionarias.
En la noción leninista también, no sólo los monopolios habían surgido de la política colonial, sino que los poderosos lazos de los grupos de capital monopólico bancario, generaban lazos de dependencia omnipotentes sobre el crédito, la rentabilidad, el acceso a los mercados, esto es, sobre la suerte misma de las instituciones económicas, políticas y del uso del territorio mismo en la sociedad capitalista moderna, generando países imperialistas y un sistema imperialista mundial.
Si además retomamos las ideas de Immanuel Wallerstein, de que antes de la configuración de la era de los estados nacionales, existieron estructuras imperiales o “imperios mundiales” como rasgo dominante de las relaciones económicas y políticas internacionales, veremos que en el mundo moderno, las estructuras de la economía política internacional han sido básicamente el resultado de la acción sucesiva de estados-nación hegemónicos (Inglaterra en el siglo XIX y Estados Unidos en el siglo XX), que usaron su poder económico y militar para establecer economías de mercado y reglas institucionales a escala internacional.
Digamos también que a lo largo del tiempo, los cambios en la correlación del poder económico y militar, en el ambiente tecnológico y social internacional, acaban por minar esa estructura y gestar una nueva, alterando las reglas comerciales, los soportes financieros y monetarios, la capacidad de despliegue en el uso de la fuerza militar, vale decir, cambian las instituciones y las reglas del Hegemón declinante a favor de las del ascendente.
Pero como señala James Petras, hay una base económica del poder imperial competitivo, que la integran sus corporaciones trasnacionales. Según la información tomada de un reporte especial del Financial Times, Petras recuerda que ¾ de las grandes corporaciones se ubican en la esfera de poder Europa-Estados Unidos, con la mayor concentración de poder en este último, ya que entre las 10 mayores, 80% son estadounidenses y 20% europeas; entre el 20% más grandes, 75% son estadounidenses, 20% europeas y 5% japonesas.
Por sectores, EU cuenta con las mayores trasnacionales en la industria, la energía, el software y los servicios de cómputo y el hardware de los servicios de información, la banca y los seguros, el comercio minorista, medios de comunicación de masas y entretenimiento. Es evidente su poderío en el sector de los servicios. Y también es evidente que en este sentido el centro de la disputa global está en el acceso y la disponibilidad a las reservas energéticas, pues estamos en una larga transición energética mundial.
Las corporaciones europeas son líderes en telecomunicaciones con 40% de las 10 mayores trasnacionales, en seguros con 50% de los principales consorcios; en electrónica y equipo eléctrico, las trasnacionales asiáticas controlan 70% de los diez mayores productores.
Pero de todo esto, el aspecto central que destacan tanto Petras como otros autores, es que hay una creciente interpenetración de los capitales en prácticamente todas las actividades relevantes a nivel mundial. Lo que indica que los desacuerdos y conflictos y rivalidades, son menos importantes que sus intereses comunes, especialmente en relación a la suerte de las clases subalternas.
Entonces, respecto a la noción de hegemonía, recordemos varias cosas importantes: que no involucra sólo a la supremacía militar, sino que es una combinación de capacidad económica, condensación de ventajas tecnológicas, poder militar, liderazgo ideológico y habilidad para la construcción de instituciones y la imposición de reglas para el funcionamiento de un orden mundial viable.
El reparto de las esferas de influencia, es obvio que nunca se modifica de manera idéntica, porque es imposible el desarrollo igual de las empresas, las ramas o los países. Lo que es un hecho, es que el ejercicio de la hegemonía genera anexiones abiertas o encubiertas, opresiones nacionales y de grupos y clases sociales, por lo cual también provoca luchas emancipadoras de los países y las clases sociales subalternas. Es crucial pues, conocer la dinámica de la disputa por la hegemonía en la economía mundial actual.
Pero antes de avanzar más, dejemos como reiteración que la estructura de la economía mundial desde la década de los setenta del siglo XX, en realidad ha estado compuesta de varios centros dominantes y una semi-periferia y periferias dependientes; que en esa estructura los centros han sido y son polos de crecimiento, que drenan recursos tales como materias primas, o mano de obra de sus periferias en una relación ciertamente inter-dependiente, pero siempre jerárquica y con las asimetrías operando a favor de los centros.
En el interior de los centros, hay diferencias importantes en el dinamismo y el peso de los diversos sectores y ramas de actividad, de manera que el ejercicio de la hegemonía tiende a cambiar de acuerdo con la capacidad de encabezar el cambio tecnológico en las actividades de generación de mayor valor agregado y de mayor efecto de arrastre sobre el conjunto de las actividades productivas.
EU, líder capitalista en el mundo de la segunda posguerra mundial, entonces caracterizado como un mundo bipolar en términos de la paridad militar con la Unión Soviética, fue Hegemón indiscutido sobre las porciones capitalistas de la gran región de Europa y de la de Asia hasta la década de los sesentas, pues de ahí en adelante comenzó un deterioro que nos acercó a un mundo claramente multipolar en lo económico y tendencialmente bipolar en lo monetario, mientras que a fines de los noventa del siglo XX, se acentuaba su papel unipolar en el plano del uso global de la fuerza.
Recordemos que Estados Unidos fue además, el constructor del aparato institucional que hizo viable el ejercicio pleno de su hegemonía: la formación del FMI, del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, del GATT, de las Naciones Unidas, en las cuales ha conservado un poder decisivo hasta nuestros días; y finalmente, digamos que ha sido el propagador incansable del neoliberalismo como doctrina económica global cuya misión es abrir, desregular y privatizar, a la par que afianzaba la ideología de un mundo sin fronteras para las corporaciones y el capital trasnacional. Pero sobre todo, ha operado generalizando la idea de que el modelo neoliberal Americano representaba un ideal que todos los países debían replicar.
Por otro lado, digamos que es fácil rastrear en la década de los sesentas del siglo XX el auge de dos nociones comunes hoy para describir la estructura y el funcionamiento de la economía mundial, las de “centro” y “periferia”, simplemente recordando que originalmente, comenzó como un creativo aporte de crítica histórica desarrollada en contra de la Escuela de la Modernización, misma que colocaba a los países dentro de una escalera de desarrollo linealmente ascendente, ahistórica, en el que se ascendía por etapas sucesivas, escuela de la cual Walter W. Rostow era su representante más conspicuo e influyente.
En América Latina, parece ser que fue el pensamiento de uno de los teóricos claves de la CEPAL y ex gobernador del Banco Central de Argentina, Raúl Prebisch, el que utilizó con amplitud las nociones analíticas que serían claves para la Escuela Estructuralista, los conceptos de Centro y Periferia, dirigidos a tratar de explicar las asimetrías evidentes en la economía mundial y a través de ellas, las especificidades del capitalismo latinoamericano.
Recordemos además la crítica ampliamente desarrollada por los teóricos de la Dependencia que de entrada adoptaron esencialmente el planteamiento estructuralista de una economía mundial articulada alrededor de las nociones de Centro y Periferia, pero en la cual la posición relativa de una economía dentro de la jerarquía global estaba dada ya no por el carácter de sus relaciones internas sino por su relación dependiente, periférica, dentro de la estructura económica mundial.
El desarrollo del centro y el subdesarrollo de la periferia, fueron planteados como dos caras de un solo proceso de acumulación capitalista a escala mundial. Y fue el trabajo analítico de André Gunder Frank, lo que le dio estatuto universal a esa formulación teórico-histórica.
Poco más adelante, la reflexión dio otro gran salto con los aportes de la teoría de la economía-mundo, sobre todo a partir de que Immanuel Wallerstein, añadió por lo menos tres importantes adiciones a este aparato conceptual: la primera, la posibilidad de explicar la movilidad hacia arriba y hacia abajo dentro de la jerarquía global plasmada por el Centro y la Periferia, explicando con factores estructurales la posición de cada economía dentro de la división internacional del trabajo y además, colocándola como un producto histórico.
La modalidad de desarrollo fue considerada como dependiente por basarse en las fuentes externas de capital; además, introdujo la noción de semi-periferia, para explicar los casos de economías que presentaban rasgo del centro y de la periferia en el sentido de que dentro de las cadenas mercantiles de valor, contaban con la producción de bienes manufacturados y bienes primarios.
Es muy importante recordar que esta escuela de pensamiento planteó la globalización como un término para describir el proceso de transformación histórica de las últimas décadas del siglo XX; pero además, que fue planteada como producto de un proceso iniciado por el gobierno norteamericano hacia finales de los setentas, como respuesta al deterioro de su hegemonía económica, monetaria, financiera y hasta militar por la derrota en la guerra de Vietnam. La globalización misma, como noción, sin duda también estaba asociada con el fin del Estado desarrollista y de la estrategia keynesiana de un Estado Benefactor, tanto en los centros como en la periferia.
La reformulación estadounidense de reglas económicas globales a partir de los ochentas, se planteó primero bajo el influjo del ascenso de la Administración de Margaret Thatcher en Inglaterra primero y de Ronald Reagan en los Estados Unidos después; pero además, el impacto mundial de la globalización entendida como libertad de movimiento para el capital, representó un giro positivo frente a ese proceso de deterioro de la hegemonía estadounidense y se aceleró sobre todo por el ascenso firme del parasitismo financiero a escala mundial.
Uno de los aspectos más importantes de ese complejo proceso de globalización, fue rearticular desde los diferentes centros que competían entre sí, estrategias espaciales de concentración de poder económico a nivel regional, justo para enfrentar con mayores ventajas el ascenso de la competencia internacional inter-capitalista y además, para asegurarse recursos y mercados.
A diferencia del período colonial del último tercio del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX, los “centros” del último tercio del siglo XX ( Estados Unidos, Alemania, Japón) se lanzaron a una reconfiguración de sus esferas de influencia a nivel regional, avanzando mediante acuerdos de libre comercio o con abiertos procesos de integración económica formalizados (y aún sin formalizar como fue el caso de Japón), con miras a enfrentar un proceso de agudización de la competencia internacional.
Eso se completó internamente mediante la imposición de severas políticas de austeridad sobre el bloque de los dominados y externamente participando de manera destacada en la movilización global de fondos financieros, que generaron graves desequilibrios monetarios-financieros y sociales, tanto al llegar como al salir de la periferia.
La redefinición de grupos de países formando una semi-periferia y la cada día más evidente conformación de una periferia empobrecida y marginal, plasmó en la economía mundial singulares áreas de libre comercio, uniones aduaneras, mercados comunes y uniones económicas, para utilizar las figuras básicas desarrolladas por la Teoría de las Uniones Aduaneras y la Teoría Clásica del Comercio Internacional.
Esas modalidades de agrupamiento internacional, aderezadas con la ideología del libre comercio y de la privatización a ultranza, nos hablan de procesos de integración económica regionalizada que hoy podemos identificar en dos dinámicas complementarias que rebasan las figuras básicas mencionadas y que en rigor articulan dos caras de la misma moneda, una de profundización de lazos entre economías vecinas y otra, de redefinición ampliada de una periferia de países dentro de la esfera de influencia de los poderosos “centros”.

- I I I -

Ahora pasemos a ver el despliegue de la disputa por la hegemonía en la economía mundo, recordando que el proyecto de integración europeo era un proyecto que en sus orígenes reivindicaba los derechos sociales como fundamentales, que abogaba por la reducción de las disparidades regionales y que aspiraba a una integración paulatina y con poderes institucionales acotados pero dinámicos.
Así que no es equivocado decir que el despliegue de una compleja trama institucional, la búsqueda sistemática de un cuidadoso equilibrio político, la adopción formal de ciertos criterios igualitarios más el uso amplio de fondos para intentar disminuir el peso de las asimetrías entre los participantes, dieron al proyecto de la UE (luego UME) una relevancia primordial y una singularidad mundial a partir de la década de los ochentas.
Pero al final, lo que realmente ha contado es la capacidad productiva y financiera, la experiencia tecnológica y la trayectoria institucional, que juntas, han hecho posible sortear las vicisitudes del ambicioso proyecto de moneda única (UME) que había sido visto con recelo y desconfianza tanto fuera como dentro de Europa.
Siguiendo la lógica del capitalismo americano, hay tres áreas que según los expertos definen la problemática de competitividad europea, como son: el comportamiento del mercado de trabajo, de los mercados productivos y la densidad del sector público, es decir, son aspectos que sirven al mismo tiempo para identificar como centrales tres problemas de esa novísima región multinacional en ascenso: el déficit público, la “rigidez institucional” de los mercados de trabajo y el desempleo.
En un contexto así definido, no extraña entonces que al final hayan triunfado en ese proyecto las recetas del Consenso de Washington respecto a la necesidad de desmantelar las instituciones del Estado del Bienestar, aligerando el compromiso institucional de respeto a los derechos sociales de las clases subalternas.
Aplicando esas recetas, la UME aparece cada vez más subordinada a los criterios de Washington al tiempo que se ha desfigurado como un modelo alternativo al norteamericano. El relativo éxito monetario del lanzamiento del Euro, se ha visto opacado por esa pérdida de identidad política en la esfera internacional.
Veamos entonces lo que muestran los perfiles básicos de la dinámica de la integración profunda en la UME en términos macroeconómicos y de seguridad, recordando que el pequeño núcleo de estados (Alemania, Francia, Bélgica, Dinamarca, Holanda y Luxemburgo) que gravitaban en la esfera del marco alemán y que optaron primero por el proyecto de moneda única, lograron conformar más adelante un grupo de 12 países usando el Euro como moneda común, en nombre de la consecución de un espacio monetario, pero eso ocurrió después de varias crisis monetarias, la más reciente de las cuales había ocurrido apenas en 1992-93 y mediante la adopción de una serie de “criterios de convergencia” macroeconómica, vaciados en el Acuerdo de Maasttritch primero y continuados después en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) .
Pese a las críticas que se puedan hacer y en contra de los pronósticos negativos que proliferaron durante los años previos al lanzamiento de la moneda única, hoy podemos decir que el Euro ha transformado muchos de los aspectos de la vida económica y financiera de los ya 15 países que integraban la Unión Monetaria Europea, al punto de volverla una área económica multinacional que en población supera a EU y Japón, que en términos productivos supera claramente al Japón (16% contra 8% de participación en el PIB mundial) y que rivaliza con la de Estados Unidos (que genera 22% del PIB mundial), aunque no tenga la homogeneidad de EU como estado nacional largamente gestado y consolidado.
Aunque el proyecto de la UME fue montado con el criterio explícito de buscar la reducción de las diferencias tan fuertes entre las economías que la integran, lo cierto es que en su interior subsisten importantes asimetrías, que dan lugar a papeles diferenciados en la conducción general del proyecto de unificación. Entre Alemania, Francia e Italia, representan el 62% del PIB de la zona euro. Veamos rápidamente los rasgos básicos e implicaciones de su desempeño macroeconómico.
Alemania es sin duda el motor clave del crecimiento en la UME, pero en su situación reciente vemos que lleva varios años al borde de la recesión ( tuvo 0.7% de crecimiento del PIB en 2002 y 0.2% en el primero de 2003), está agobiada por el peso del déficit fiscal como porcentaje del PIB (-3.7% en 2002 y 4.0% en 2003), del endeudamiento (60.8% sobre el PIB) y se ve desbordada por el nivel de desempleo (4.3%, que significa alrededor de 4.5 millones de parados) . Con el añadido de que su nivel de precios está por debajo de la media de la zona, lo cual indica que confronta un peligro deflacionario real (1.6% contra una media de 2.4% en 2002) .
La segunda economía en importancia de los originales promotores de la UE, la de Francia, presenta un cuadro similar: un crecimiento del PIB de 1.7% en 2002, un déficit público de –3.1% respecto al PIB, un nivel de endeudamiento público que ronda el límite tolerado por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (59.1% del PIB en 2002) y tasas de desempleo y de inflación por encima de la media europea (en desempleo 9.0% contra una media de 8.6% en la zona euro, en inflación 2.5% contra una media de 2.4%) .
Para el caso de Italia, los datos de 2003 ya estaban más que claros: según el Instituto Italiano de Estadística, en agosto de ese mismo año la economía ya llevaba dos trimestres consecutivos en recesión. Las previsiones oficiales de crecimiento para 2003 eran de 1.1%, pero el propio Instituto reclamaba como muy difícil que esa meta se cumpliera, porque con información desagregada se percibía una caída sistemática tanto de la producción industrial como de la agrícola, aunque todavía el sector de los servicios mantenía pautas de crecimiento.
Como sea, los dos grandes aliados que junto con Italia hacen el 62% de la economía europea, en la actualidad acumulan problemas macroeconómicos delicados y ya han sido advertidos por el comisario de Asuntos Económicos y Monetarios, sobre la urgencia de controlar sus excesivos déficit públicos, que se suponen alimentados por el aumento del gasto por seguro de desempleo y pensiones, y por la evasión fiscal.
La primera respuesta del gobierno de Francia fue airada: se negó a reducir el déficit público. Pero la segunda, ya estaba encaminada en el sentido de desmantelar el Estado de Bienestar como camino para reducir su déficit. Ese problema y la rendición total ante las pautas exigidas por Estados Unidos es un símbolo del fracaso en construir una identidad propia en el contexto del capitalismo global. Los gobiernos de Alemania e Italia también han reconocido la necesidad de desmantelar las instituciones de bienestar, al tiempo que se han movido en la dirección de definir elementos de una política común de seguridad.
El tema de la seguridad es un asunto delicado dentro de la agenda de la integración profunda de la UME, ya que Gran Bretaña es la principal potencia militar de Europa y fue aliado estratégico de EU en la guerra contra Irak. De entrada, digamos que los indicadores macro no son muy diferentes: su PIB creció 2.1% en 2002, su déficit público es de –1.4% con relación al PIB, el endeudamiento público es mejor con sólo 38.6% respecto al PIB, pero su tasa de paro fue de 5.1% en 2002 y la de inflación de 1.4%.
Con esos elementos de fondo, digamos que ha habido tres momentos en la política de seguridad de la UE: en diciembre de 1998, los gobiernos de GB y Francia, plantearon la idea de que la UE tuviera una política de defensa y eso se entendió como la creación de una fuerza de intervención rápida que contaría con 60 mil hombres.
En 2003, la propuesta de crear un cuartel general militar de la UME, dividió a los países europeos y ese mismo año de la crisis en Irak, se alcanzó un acuerdo de principio entre Inglaterra, Francia y Alemania, respecto a que habría que tener una política exterior común, como paso para contar con una política de defensa, entendida como colaboración con los aliados en la proyección internacional de poder militar, en el despliegue de “misiones humanitarias” para preservar la paz o para intervenir en conflictos y frenar a un gobierno “peligroso”.
Ciertamente, la UME ha coincidido en la defensa de la Corte Penal Internacional, en el Protocolo de Kyoto, en la hoja de ruta del proceso de paz en Medio Oriente y sobre Los Balcanes, también en la necesidad de respetar los acuerdos de misiles estratégicos y el control para no proliferación de armas nucleares, pero su gran división interna ha estado respecto a como lidiar con la proyección del poder de EU en Irak, en Irán y en otros asuntos mundiales.
En abril de 2003, la brecha se ahondó al acordar entre Alemania, Francia y Rusia una organización tácita de defensa propia que, en los hechos, implicaba minar a la OTAN cuando iba en rápida expansión bajo el liderazgo de Estados Unidos al incorporar en sus filas a varios de los países de Europa Central y Oriental (PECO). Un segundo paso, ha sido abandonar ese proyecto en aras de atraer a Inglaterra a la política de seguridad europea, que es el primer poder nuclear en Europa. Finalmente, el acuerdo entre Inglaterra, Francia y Alemania ha sido abandonar el plan de establecer un cuartel general, pero en cambio avanzar en la adopción común de una pequeña unidad planificadora de operaciones de defensa.
Por otro lado, en estos años recientes es obvio que los organismos financieros internacionales hegemonizados por Estados Unidos, han intentado convencer a la opinión pública de un diagnóstico sesgado e implacable sobre la situación europea, según el cual, su problema central es que se tiene que desregular el mercado laboral, ya que si muestra índices de desempleo tan altos que llegan al 8.6% de la población económicamente activa, (y seguirán creciendo), es porque hay una gran rigidez institucional en los mercados de trabajo.
La reforma laboral urge, dicen, pues de otro modo, los empleos se irían a las economías de Europa del Este que ya han ingresado (junto con Malta y Chipre) para crear la Europa de los 25, pues en ellos (por ejemplo en Hungría) los salarios son una sexta parte de los salarios alemanes y las regulaciones laborales son muchísimo más laxas.
Pero se oculta el hecho de que la secuela de desempleo actual es producto principal de muchas otras causas, entre ellas, destaca la ruptura de la burbuja accionaria que puso en crisis a las Bolsas de Valores en el 2001/02 por las pérdidas acumuladas en los sectores de banca, seguros, telecomunicaciones, construcción, aerolíneas, autos y turismo, pero también en el sector eléctrico que ha sido parcialmente desregulado según las normas que impulsa Estados Unidos en el ámbito global.
Entonces, es más bien la saturación de mercados por la sobre-inversión y el exceso de capacidad instalada, así como la caída de las utilidades entre otras cosas por el excesivo despliegue de fusiones y absorciones que nunca dieron la rentabilidad esperada, aunque también el repliegue del consumo personal, los factores que explican en buena medida la proliferación de despidos y, en consecuencia, el aumento del desempleo.
Si el proceso de integración europea recorrió lentamente las fases de cambio de una simple unión aduanera a un Mercado Común, para seguir después con el despliegue del sistema Monetario Europeo y pasar a la Unión Monetaria, el paso más rápido, espectacular y desafiante podría ser el de la Europa de los 15 a la Europa de los 25. En esencia, como lo han advertido algunos especialistas, la última ampliación introduce fuertes cambios en todos los órdenes económicos y sociales, pero particularmente en el laboral, porque valida tremendas asimetrías en cuanto a niveles salariales y de desempleo, pautas de regulación y protección social.
Como vemos, en la integración del bloque comercial europeo, desde el inicio hasta nuestros días, se han ido desplegando dos procesos complementarios, uno de profundización de la integración (primero entre un pequeño núcleo de países que se movieron a la coordinación macro y la moneda única) y otro de ampliación (con los países que están geográficamente cercanos y que no habían llenado formalmente los requisitos previos de reforma interna).
La lógica de ambos tiene que ser examinada en su conjunto, pues son dos caras de una misma tendencia a la regionalización, recordando de entrada, que en los noventa, la última ampliación fue la que absorbió en 1995 a los países de la European Free Trade Association (EFTA con Austria, Finlandia y Suecia).
Pero antes la dinámica había sido: en 1973, entraron Dinamarca, Irlanda y Gran Bretaña; en 1981 entró Grecia; en 1986 entraron Portugal y España; en 1995, los países de EFTA y en el 2004 entrarán los PECO-10, después de que a lo largo de los noventa, se fueron dando acuerdos bilaterales y formalizaciones comerciales y de inversión con la UE. Todavía entonces quedaron por un tiempo pendientes las eventuales adhesiones de Turquía, por un lado, y por el otro, de Suiza, Noruega e Islandia que no han solicitado nada pero que estarán cada día más presionados a hacerlo.
Así pues, sobre la base de un proceso de doble reestructuración productiva en Europa Occidental (especial aunque no exclusivamente en la industria alemana) y recomposición productiva, comercial y financiera en los 10 PECO, que son Hungría, Polonia, Chequia, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania y Bulgaria), se desplegó la integración económica que canaliza formalmente el proceso de “quinta ampliación” de la Unión Europea que estamos presenciando a partir de 2004 dejando a los dos últimos en espera, pero incluyendo a Malta y Chipre.
En efecto, de un lado, coincidieron los problemas de competitividad de las industrias alemanas y hasta la presión de las trasnacionales norteamericanas en Europa, empujando al uso de esquemas de descentralización productiva y de subcontratación (sobre todo en confección, en calzado y en materiales eléctricos), así como al aprovechamiento de esquemas aduaneros generosos para lo que se definió como “tráfico de perfeccionamiento pasivo” (aporte de insumos, equipos y tecnologías en un país y terminación del producto en otro, con salarios relativos más bajos y mano de obra calificada y disciplinada) . Mientras del otro lado, ocurrió una gran mutación estructural debido a la súbita transición de los PECO desde la economía planificada socialista bajo influencia soviética, a una economía de mercado esencialmente ligada a la UE.
La presión comandada por las grandes empresas alemanas, desencadenó un conjunto de cambios económicos, políticos, sociales, regionales que acabarán por imponer modificaciones institucionales, regulatorias y de repartos presupuestales en la UE.
Primero hablaremos un poco del proceso de ajuste generado en Alemania con la caída del mundo de Berlín y la acelerada absorción de la parte Oriental, otrora bajo la influencia soviética, pues es el fenómeno político que marcó el quiebre en el destino de todos los PECO.
Con apenas una cuarta parte de la población de la República Federal Alemana y generando tan sólo una décima parte de su PIB, la parte Oriental fue absorbida con júbilo hasta que se comenzaron a evidenciar los enormes costos que ello implicaba sobre las finanzas públicas de Alemania y sobre todo, que una generación de alemanes orientales fueron expulsados del trabajo y sostenidos mediante transferencias sociales (con prejubilación) para hacer el proceso políticamente aceptable.
La reestructuración productiva se aceleró y mediante flujos de inversión extranjera directa y esquemas de subcontratación, se diseñaron formas de complementación que arrasaron con las cadenas productivas en la parte Oriental, pero con ello en realidad recrearon a los PECO como espacios estratégicos para el aumento de la capacidad competitiva alemana, frente a los Estados Unidos y el Japón (por los costos salariales menores, la calidad de la mano de obra y la cercanía geográfica de los PECO).
La profundización de la integración económica para consolidar al llamado eje franco-alemán dentro de la Unión Europea, muestra las raíces de la integración profunda en la división articulada en los nuevos espacios de ampliación de la integración sobre los PECO: las inversiones alemanas se volcaron sobre todo a las actividades industriales, especialmente las manufacturas, en tanto que los capitales franceses se dirigieron sobre todo a los servicios (redes comerciales a intermediación financiera) y al desarrollo de la infraestructura en los PECO.
No es pues casualidad, que buscando las ventajas en calificación de mano de obra y en costes salariales, las inversiones se dirijan a las industrias de la confección, de alimentos, de material de transporte (especialmente autos) y de productos no-metálicos (vidrio y cerámica). La inversión extranjera directa en los PECO, entre 1992 y 2000 acumuló un stock que pasaba de 4,500 millones de dólares a 18,500, con el 68% de ese total proveniente de la UE y 10.7% de Estados Unidos.
Pero la de la UE, desglosada, correspondía el 19.4% a Alemania, el 13.9% a Holanda y a Austria el 7.1 Si se revisan las tendencias sectoriales, veremos que la IED en los PECO en 1999 se concentraba a su vez en 47.7% en la industria (con 41.5% en manufacturas), 45.9% en servicios, 6.2% en energía y 3.0% en construcción.
Varios estudios llaman la atención sobre el hecho significativo de que las empresas trasnacionales automotrices hayan escogido a diversos países PECO como sedes en sus nuevas estrategias de penetración sobre el mercado europeo: la VW compró Skoda en Chequia y se instaló en Eslovaquia; la Fiat en Polonia; la Renault en Eslovenia; la General Motors y Audi en Hungría.
Después de ese largo proceso de ajuste macroeconómico que intensificó la integración con la UE, las negociaciones formales para la inclusión de los PECO dentro de la Unión se aceleraron a finales de los noventas y desde entonces se ha puesto al orden del día el debate sobre la ampliación misma (¿qué modelo?), sobre los cambios institucionales dentro de la UE (¿qué reparto de votos y cómo se da la toma de decisiones?), sobre los problemas del reparto de los fondos financieros para distribuir entre los integrantes de la Unión (¿a quién le tocan ahora?) y también sobre el reparto de fondos y el sentido de la reforma de la Política Agrícola Común.
En junio de 2003, con la presentación del nuevo proyecto de Constitución presentado oficialmente por Valery Giscard D´Estaing en calidad de presidente de la Convención, se anunció que el proyecto contaba con el apoyo de los cuatro países más grandes de la UE (Alemania, Francia, Reino Unido e Italia).
Ese proyecto otorgaba a cada país en el Parlamento Europeo, un peso relativo en relación directa con el tamaño de su población, lo que colocaría a Alemania muy por encima del resto a la hora de votar decisiones y acuerdos, aunque no entrara en vigor sino hasta el 2009. El Parlamento ganaba poderes en numerosas materias que hasta antes estaban sujetas al derecho de veto. Mediante las llamadas “cooperaciones estructuradas”, el proyecto dejaba abierta la posibilidad de crear un núcleo duro con países interesados en temas como Defensa y Política Exterior (lo que consolida el núcleo Alemania, Francia, Bélgica que se asentó en esos temas durante la crisis abierta en las relaciones transatlánticas por la guerra de EU contra Irak) .
De paso, digamos que Estados Unidos ha escogido sorpresivamente a Polonia como responsable de la ocupación militar de un sector de Irak, al tiempo que anunciaba su rechazo a la sede de la OTAN en Bélgica por el impulso belga a la Corte Penal Internacional. En materia de seguridad y defensa, lo que era probable hace un par de años, hoy lo vemos como realidad: que hubiera un redespliegue de las bases militares de EU hoy en Alemania y Bélgica y que el ingreso de Polonia en la UE marcara una carta más cercana a EU y estratégicamente ubicada entre Alemania y Rusia.
La Comisión Europea pierde peso frente a los gobiernos, pues rechaza que haya un Presidente estable del Consejo Europeo y eventualmente se integraría con un comisario por país más 15 comisarios delegados. En suma, el proyecto de nueva Constitución tiende a consolidar el poder de Alemania en la UME, consagra la integración profunda franco-alemana, aumenta el peso de los gobiernos nacionales sobre la Comisión Europea y quita peso a gobiernos de países como Italia y España.
Veremos además que en la fase de ampliación de la UE los nuevos entrantes serán ganadores y algunos de los integrados en la fase previa serán perdedores (como España e Italia), mientras que se profundiza la integración entre tres de los fundadores de la UE: Alemania, Francia y Bélgica. La profundización y la ampliación de la integración en el bloque comercial europeo son pues, dos caras de un mismo proceso extraordinariamente dinámico en lo económico y en lo político.
En lo político, una de las realidades que empuja al conjunto de la UE tras la senda reformista neoliberal con el modelo norteamericano como guía, es el saldo de la derrota en la confrontación con EU respecto a Irak, pues eso ha reforzado las presiones para remodelar el capitalismo europeo según los cánones norteamericanos.
Así apuntan varias otras tendencias: por ejemplo, en la reunión del G-8, celebrada en junio de 2003 en la ciudad francesa de Evian, salió el “compromiso” de dichos gobernantes para impulsar la reforma del Estado de Bienestar, lo que supone introducir cambios significativos en el sistema educativo, en la salud y en el sistema de seguridad social, especialmente en las pensiones. Se cocinaba ya un gran asalto sobre los trabajadores del capitalismo europeo (y global), cosa que hoy en día todavía responden con movilizaciones masivas los trabajadores alemanes.
Aunque es cierto que apenas en junio de 2004, se evidenció un intento de recomponer el atractivo de la UME como modelo de integración, pues en la reunión cumbre América Latina y el Caribe-Unión Europea (ALCUE), celebrada a finales de mayo en la ciudad mexicana de Guadalajara, se destacaron las tesis centrales de un cierto “euroglobalismo”: la reivindicación del retorno al multilateralismo entre los países centrales para definir el rumbo de los asuntos mundiales; la integración regional y la regulación de la economía global a través de reglas comunes en las instituciones internacionales; y la creación de organismos que promuevan una redistribución del ingreso a escala global, como paliativo ante los efectos de la “globalización de libre mercado”.
Hay quienes sostienen que frente a América Latina, la UE replanteó en Guadalajara un modelo de cohesión social e integración económica basada en la experiencia propia, esto es, dejando de lado la dictadura total de las fuerzas del mercado y la amenaza del uso unilateral de la fuerza militar, más una regulación social de alcance global. Pero la ampliación absorbiendo los PECO indica que el modelo europeo, en los hechos y más allá de los discursos, se mueve a recrear las asimetrías que caracterizan al modelo de integración de América del Norte y que el discurso en América Latina, pretende sólo atraer simpatías por conocer el grado de malestar que hay contra la globalización y el regionalismo impulsado por Estados Unidos con particular saña en el Hemisferio.

- IV -

El gran acuerdo bipartidista de modernización conservadora en Estados Unidos, se dio a partir del convencimiento de que el gobierno de Ronald Reagan había hundido al “imperio del mal” del socialismo soviético en los años ochenta; y que en los noventas, como lo dijo George Bush padre ante la 45 sesión de la Asamblea General de Naciones Unidas en 1990, “el mundo sería de fronteras abiertas, de libre comercio y de mentes abiertas, donde la democracia occidental continuaría ganando adeptos y en donde las Américas (desde el Norte al Centro y hasta sud-América) podrían servir de modelo para toda la humanidad”, visión que pareció confirmarse cuando Estados Unidos arrasó con el prestigio del modelo japonés al contrastar su larga expansión económica con innovaciones tecnológicas de punta, cuando Japón y el Este de Asia se hundían en el marasmo de la crisis financiera de 1997-98 que se propagó durante varios años y por todo Asia-Pacífico. También está el convencimiento del equipo de George Bush hijo, de que en los inicios del siglo XXI los dos grandes desafíos estratégicos para EU están en la Unión Europea y en China.
Pese a su tremendo poderío militar, el deterioro de la Hegemonía estadounidense que puede reflejarlo como un gigante con pies de barro, se vislumbra no sólo en el ascenso del poderoso bloque comercial y la moneda única europea, sino sobre todo, en los graves desequilibrios comerciales y fiscales que hoy enfrenta la economía de EU: el crecimiento sostenido de las importaciones netas de bienes y servicios ha continuado ampliando el déficit de la cuenta corriente de Estados Unidos hasta representar el 5% del PIB, situación que no puede prolongarse indefinidamente y cuya corrección implica importantes ajustes domésticos e internacionales.
La gravedad del problema fiscal norteamericano se puede poner en términos simples recordando que los Estados Unidos pasaron de un superávit de casi 2% a un déficit de 4.5% respecto al PIB, en el curso de los cuatro últimos años. Los ajustes en el gasto militar y las protestas sociales contenidas como realidad en cualquier escenario de ampliación del gasto de defensa recortando más el gasto social, indican que hay límites importantes para sostener esos niveles de déficit, aparte de que la oscilación monetaria ya ha sido profundamente perturbadora del crecimiento de la economía internacional ( tan sólo entre febrero de 2002 y septiembre de 2003 el dólar se devaluó 20% respecto al euro, 10% respecto al yen, 10% frente a la libre esterlina, 12% frente al dólar canadiense y casi 20% respecto al dólar australiano).
Los desafíos competitivos emergentes y las debilidades estructurales expresadas en los grandes desequilibrios en cuenta corriente, el déficit fiscal y los ajustes en el valor del dólar, explican la estrategia estadounidense de fortalecerse profundizando la integración en América del Norte y acelerando la ampliación de la misma sobre América Latina y Asia-Pacífico.
Según algunos expertos en EU, la profundización de la integración en América del Norte avanzará rápidamente hacia la creación de la “Comunidad de América del Norte”, mientras que para el gobierno de Vicente Fox, por ejemplo, la profundización debe avanzar mediante un TLCAN-plus, bajo el paraguas de la organización mundial de comercio (OMC).
Sostenemos que ambas versiones, confluyen en que la profundización involucra seis aspectos fundamentales: seguridad, energía, migración, desarrollo regional e infraestructura y el proyecto de una unión monetaria con el dólar estadounidense como moneda común.
Ha sido Robert Pastor, ex-asesor de seguridad nacional del gobierno de Bill Clinton, el que más claramente ha postulado el proyecto que según él, está basado en una revisión crítica de la experiencia europea, de modo que la “Comunidad de América del Norte” será mejor porque estará aligerada de la densa estructura burocrática e institucional que caracteriza a la UME, haciéndola más barata”. (pp.33-39)
Adicionalmente, será una comunidad fundada en la necesaria promoción de un conjunto de planes sectoriales de transporte e infraestructura (pp.135-140), en la reducción de las disparidades regionales dentro de México para reducir las presiones migratorias y también a través de inversiones masivas en un sistema carretero que iría de la frontera con Estados Unidos hasta los estados del sureste de México (p.137). El despliegue operativo real de ese proceso coincidió con el lanzamiento del Plan Puebla Panamá por el gobierno de Vicente Fox, una estrategia que ha corrido con poca suerte pero que se sostiene pese a todas las vicisitudes.
Estrechamente asociado a esas ideas, está un plan energético norteamericano, que le permite por un lado realizar aventuras militares en Medio Oriente, al tiempo que busca abrir la cooperación y la explotación de las reservas petroleras y gaseras de México a las empresas trasnacionales estadounidenses y españolas. Todo hecho con prudencia, sin privatizar a PEMEX, pero en un esquema de estrecha asociación entre inversionistas privados y las compañías públicas energéticas mexicanas PEMEX y CFE. (pp.133-135).
Las similitudes con la experiencia europea, se llevan hasta proponer un Plan Norteamericano Educativo diferenciado para Estados Unidos, Canadá y México, pero orientado al desarrollo de las regiones más atrasadas y empobrecidas de México (pp.140-142), donde la educación tiene su mínimo común denominador y las tasas más altas de deserción escolar. Esa población sería focalizada por los “Colegios Comunitarios de Norteamérica”, enfatizando el entrenamiento en cómputo y habilidades técnicas y aprendizaje de Inglés.
La noción de Comunidad de América del Norte se funda además en la implantación de esquemas de coordinación macroeconómica, que apuntan claramente a la generalización del dólar americano como moneda común. Por supuesto, este proceso no es lineal ni está exento de contradicciones, pero sólo insistimos en que ésa es la dirección en que se está empujando.
Más allá de los planteamientos intelectuales, en los hechos, hay cambios significativos en la agenda de seguridad, pues en abril de 2002, el gobierno de Estados Unidos anunció la formación unilateral del Comando de Norteamérica, incluyendo a Canadá y México, lo que implica que en la defensa del territorio de Estados Unidos, nos hemos convertido en parte esencial pues a partir de entonces las principales amenazas de seguridad son las consideradas como “ataques domésticos”.
Ese comando puede desplegar sus fuerzas en la frontera con México, pero sobre todo, implica tener acceso libre a los cielos y las aguas territoriales mexicanas siempre que se considere que su seguridad nacional está en riesgo. El Pentágono será el encargado de sellar las fronteras de EU por tierra, mar y aire.
Lo importante de todo esto, es que hay una doble redefinición unilateral de las fronteras, por un lado cerrando las fronteras entre México y EU con un nuevo mecanismo de candado regional. Pero por otro lado, hay un alargamiento de la frontera por razones de seguridad, al concebir a los tres países de América del Norte como una sola entidad.
No hay duda de que la maniobra para “proteger” los aeropuertos, las carreteras, la infraestructura urbana, las fronteras y hasta los espacios colectivos de entretenimiento, dan como principal resultado la militarización creciente de la vida cotidiana, supuestamente para “protegernos del terrorismo”. La integración profunda pues, avanza sobre México y Canadá en asuntos claves como energía, seguridad, migración, infraestructura y moneda común.
Finalmente, veamos la lógica de la ampliación integradora desde América del Norte al conjunto de las Américas, que por razones históricas puede considerarse como la periferia más controlada por Estados Unidos.
En América Latina, en la década de los ochentas y a través de la condicionalidad impuesta a través del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, Estados Unidos hizo cumplir los planes de estabilización y ajuste estructural; en los noventas, mediante el impulso a los Acuerdos de Libre Comercio, Estados Unidos no sólo afianzó mercados como el de México y Canadá, sino que las negociaciones del TLCAN le sirvieron de modelo para acelerar las negociaciones hemisféricas para un “Área de Libre Comercio de Las Américas” (ALCA). En la actualidad, como hemos visto, esa visión se complementa con la búsqueda explícita de la “Comunidad de Norteamérica” y el más amplio despliegue del dólar como moneda única.
Se puede probar que grupo tras grupo de trabajo, es evidente que el formato de las negociaciones del ALCA ha sido calcado del esquema de las negociaciones del TLCAN, lo que confirma su coherencia estratégica y además su pretensión de recurrir a la integración hemisférica como pieza clave en la disputa hegemónica global con el bloque comercial de la UME.
El ALCA involucra un PIB global de 12,500 miles de millones de dólares, lo que significa un tercio del PIB mundial y una población conjunta de casi 800 millones de personas. Comparativamente, el ALCA supera en algo más de 50% a los respectivos PIB´s globales de la UE y de Asia.
Pero no se trata sólo de una estrategia comercial, pues si en México se lanza el Plan Puebla Panamá, para el resto del Hemisferio se tienen el Plan Colombia, la Iniciativa Andina y la doctrina de seguridad hemisférica basada en la tesis de que para América Latina la principal amenaza para la seguridad y la democracia está en el narcotráfico y el terrorismo, de manera que la guerra en su contra debiera realizarla un ejército supranacional por su mando y trasnacional por su composición. Vale decir, con Carlos Fazio, “con el Pentágono en el papel de Estado Mayor y mando unificado y las fuerzas armadas locales en funciones de policía interna, concentradas en tareas de apoyo...”.
El ALCA es sobre todo, un proyecto de ampliación de mercados asegurando la supremacía de las corporaciones estadounidenses, especialmente orientada al sector de los agro-negocios, la energía, la manufactura y los servicios financieros, de telecomunicación e informática. Sobre la base de que América Latina es un vector de la negociación multilateral con la UME, Estados Unidos trata de asegurar a la región como abastecedor de materias primas y alimentos, como reserva de mano de obra, de recursos hidráulicos y como fuente de riqueza en biodiversidad. El rasgo más significativo del proyecto del ALCA, es que se basa en profundas asimetrías que podrían asegurar para Estados Unidos la consecución real de un “OMC-plus” en las negociaciones multilaterales.
Como es de suponerse, dentro de Estados Unidos también hay grupos que presionan en contra del ALCA (los ecologistas, los sectores sindicales de las industrias del acero y textiles, algunos intereses agropecuarios están ampliamente identificados entre ellos), bloqueando el acceso comercial a los productos latinoamericanos y reclamando el sostenimiento de los subsidios y las protecciones arancelarias o las cuotas.
Por esas y otras razones, la estrategia de Estados Unidos ha sido sacar algunos temas de la negociación del ALCA para restringirlos al ámbito de la OMC donde la negociación es básicamente entre los dos grandes bloques comerciales; y para enfrentar las presiones internas, en cuestiones laborales y ambientales la estrategia está centrada en hacer concesiones parciales y limitadas con tal de que no afecten las negociaciones globales ni regionales.
Con todo, las resistencias de algunos gobiernos de las economías emergentes en las negociaciones de la OMC en Cancún, la resistencia de gobiernos latinoamericanos como los de Lula en Brasil, Kirschner en Argentina y Chávez en Venezuela, más la presión ocasional de los grupos altermundistas, objetivamente han frenado los avances de la negociación aunque no es probable que hagan otra cosa que retrasar la firma del acuerdo. Y la ausencia de acuerdos, en realidad se quiere revertir empujando en los hechos y por la fuerza, los criterios de la “segunda generación de reformas estructurales”, complementado con acuerdos bilaterales comerciales, hasta que llegue la hora del proyecto ALCA.

CONCLUSIONES:

1. Los grandes centros de crecimiento económico mundial, avanzan en la construcción de sus respectivos bloques comerciales descentralizando la producción y las inversiones directas, pero también formalizando esquemas preferenciales de libre comercio.
2. La realidad económica global se define hoy por el multilateralismo económico, la bipolaridad monetaria y el unilateralismo militar. En especial, el multilateralismo económico se basa en una estructura mundial triádica, hoy por hoy fuertemente polarizada entre la UME y América del Norte.
3. La velocidad, complejidad y la dinámica de la construcción de grandes bloques regionales, reposa centralmente en la implantación de políticas de austeridad sobre las clases subalternas, lo que está generando amplias manifestaciones de protesta social, algunas de alcance global.
4. Las categorías de imperialismo, estructuras imperiales, hegemonía y reparto de esferas de influencia, son claves para entender la economía mundial actual.
5. Centro, periferia y semi-periferia, son otro conjunto de categorías que sirven para iluminar la naturaleza del ejercicio de la hegemonía, la dinámica de la disputa hegemónica entre los grandes centros y la lógica de las articulaciones que persiguen, así como la división internacional del trabajo que generan.
6. Si entendemos la hegemonía como un poder político ejercido mediante una mezcla de supremacía, liderazgo y consentimiento por un lado, pero también por otro, como poder de coerción y de destrucción, tendremos que en la economía global, la cooperación y el consenso, pero también el liderazgo más el uso de la fuerza, son igualmente importantes.
7. La globalización y el neoliberalismo son dos procesos paralelos de despliegue del ejercicio hegemónico norteamericano, que han marcado las formas de dominación en la etapa actual y que, para su máximo desempeño, han requerido de procesos simultáneos de integración regional profunda y ampliada.
8. La UME es un bloque comercial que ha tenido un gran éxito monetario, pero acumula en su configuración graves desequilibrios macroeconómicos y dadas sus debilidades estructurales, ha terminado por desfigurarse como proyecto global. La seguridad y la defensa, más el reparto interno de poder económico y político, marcan los términos básicos de la integración profunda entre los países que generaron el proyecto UME. La integración ampliada, básicamente introduce de facto importantes asimetrías que, en rigor, significan una desregulación de los mercados laborales y una vuelta de tuerca en el desmantelamiento de las instituciones del Estado de Bienestar en Europa
9. Estados Unidos, como jugador global y centro del otro gran bloque comercial, vive un deterioro hegemónico que se expresa diferencialmente en los planos económico, monetario y militar, aunque conserva un liderazgo tecnológico en sectores de punta y tiene un liderazgo ideológico en los organismos financieros internacionales.
10. Ha buscado revertir su deterioro hegemónico global mediante un vigoroso proceso de integración profunda con Canadá y México, que incluye el despliegue de nuevos términos en los campos de energía, seguridad, migración, infraestructura y colocar al dólar como moneda común.
11. Al mismo tiempo, impulsa un proyecto de integración ampliada a todo el hemisferio, bajo las claves impuestas a los países de América del Norte. Se trata de un proyecto que no avanza linealmente sino con quiebres, pero que conserva una extraordinaria direccionalidad estratégica: mantener a América Latina como reserva de recursos naturales, mano de obra barata y mercados preferentes.


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