Observatorio de la Economía Latinoamericana

 


Revista académica de economía
con el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas  ISSN 1696-8352

 

Economía de Argentina

 

DESAFÍOS EMERGENTES DE LAS EMPRESAS RECUPERADAS: DE LA IMPOSIBILIDAD TEÓRICA A LA PRÁCTICA DE LA POSIBILIDAD
 

Julián Rebón
julian@rebon.com.ar 
Rodrigo Salgado
rodrigo.martin.salgado@gmail.com
Universidad de Buenos Aires
 

Resumen:

El presente trabajo constituye un avance investigativo sobre las transformaciones emergentes en los Procesos de Recuperación de Empresas por sus trabajadores en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En discusión con otras hipótesis se desarrolla un análisis de la reproducción del proceso y de atributos del carácter social de las unidades productivas resultantes del proceso. En esta dirección, analizamos en que medida, el desarrollo productivo de estas experiencias ha estado asociado a una conservación y profundización de los procesos de igualación social que registramos en sus orígenes o por el contrario estos han tendido a su reversión. Nuestra hipótesis sugiere que en esta dimensión, al menos en lo atinente al criterio de retribución laboral, se desarrolla un proceso de desigualación estructurado a partir de la forma originaria que asumió el proceso de recuperación de las empresas.

Palabras clave:

Empresas recuperadas, diferenciación, desigualación, autonomización, Argentina.


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Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Rebón y Salgado: "Desafíos emergentes de las empresas recuperadas: de la imposibilidad teórica a la práctica de la posibilidad" en Observatorio de la Economía Latinoamericana Nº 119 septiembre 2009. Accesible a texto completo en http://www.eumed.net/cursecon/ecolat/ar/



Introducción

La recuperación de empresas (RE) es la conceptualización con la cual se ha denominado a un conjunto heterogéneo de procesos, en los cuales empresas en crisis son puestas a producir por sus trabajadores. Desde fines de la década pasada, y con particular intensidad a partir de 2001, miles de asalariados en todo el país se han hecho cargo de empresas en procesos de quiebra, cierre y/o importantes incumplimientos del contrato salarial con sus trabajadores.

Durante la década del noventa, la reestructuración capitalista en el territorio argentino desarrolló un intenso proceso de expropiación sin generar una contrapartida del mismo nivel en la capacidad de valorizar productivamente la centralización de capital resultante. La crisis de dicho proceso de reestructuración agudizó los efectos sociales de dicha asincronía, afectando las condiciones de reproducción de diferentes identidades, así como las formas institucionales reproductivas del orden social. En este contexto, el malestar social de diversas identidades se expresó en el campo de la disconformidad de forma crecientemente directa –sin mediación institucional– conformando espacios de innovación y autonomización. La recuperación productiva de empresas por sus trabajadores es la resultante del modo en que fueron alteradas por la crisis las diferentes identidades sociales y morales preexistentes, posibilitando las condiciones para nuevas articulaciones. En el caso particular de la producción, este conjunto de procesos altera parcialmente el carácter social de la fuerza de trabajo generando condiciones para una crítica práctica, no deseada previamente por sus protagonistas, al orden socio-productivo. Expresión de una particular distribución social del malestar, este hecho de disconformidad en el campo de la lucha, se prolonga en el campo de la producción como la autonomización necesaria para la reproducción de una identidad social: el trabajador estable. No fue la existencia previa de una conciencia crítica a la formación social el nutriente cultural central del proceso, aunque la misma existiera en varios de los cuadros políticos involucrados en el mismo, sino el desafío de “recuperar”, o evitar la destrucción, de su identidad social como trabajadores estables. Esta imagen del pasado cercano era añorada, a veces de forma idealizada, al compararla con el presente que enfrentaban. Al rescatar el pasado para desafiar el presente, casi sin pretenderlo, en el campo de la acción configurarán un nuevo futuro. Deberán dejar de ser asalariados para preservar su condición de trabajadores, trabajar sin patrón para poder trabajar, innovar socialmente para prolongarse parcialmente en su identidad. La vivencia del trabajo como elemento de dignificación personal, una larga construcción histórica de la formación social, les otorgará legitimidad para desafiar la legalidad cuando esta se convierta en un obstáculo. La acción directa resolverá favorablemente esta tensión entre legitimidad y legalidad, construyendo, en su combinación con mecanismos convencionales, la posibilidad de avanzar en la tenencia de la unidad productiva. En el avance sobre la dirección de la producción acometerán el desafío de construir una cooperación basada en la autonomía. Materializarán, casi sin proponérselo, procesos de autonomización, igualación e innovación. Simultáneamente, se enfrentaran permanentemente con procesos de desigualación social y construcción de nuevas heteronomías, con la normalización capitalista de la experiencia (Rebón, 2007).

En suma, la recuperación de empresas será una de las respuestas esbozadas por los trabajadores al malestar social originado en la inédita situación de crisis social. Representará una respuesta no capitalista en condiciones de hegemonía de este modo productivo (Rebón, 2007).

En la actualidad, el cierre del marco de depresión económica y crisis política, nos plantea nuevos interrogantes acerca de su desarrollo futuro. En este nuevo período ¿podrán los trabajadores recuperar nuevas empresas? Y donde esto ocurra, ¿cuáles serán sus factores estructurantes? Con relación a aquellas empresas recuperadas nacidas en el momento más intenso de la crisis ¿logran avanzar de forma sostenida sobre la producción? ¿En qué medida lo hacen prolongando la autonomización e igualación inicial? ¿En qué medida prolongan la alianza social del momento originario?

En la respuesta a este conjunto de interrogantes estamos trabajando en nuestro actual proyecto de investigación UBACyT denominado “Transformaciones emergentes en el proceso de recuperación de empresas”. El trabajo aquí presentado constituye un avance preliminar del mismo. La fuente de datos central es un nuevo relevamiento a las empresas ya relevadas durante el 2003 en la Ciudad de Buenos Aires . Durante el tercer trimestre de 2006 volvimos a visitar las unidades productivas que habíamos relevado en el 2003 a partir de entrevistas y una encuesta, dando cuenta de dimensiones referentes a la historia de la empresa, su funcionamiento y las identidades sociales de los trabajadores. En este nuevo relevamiento hicimos entrevistas a informantes clave y observaciones in situ para avanzar en la respuesta a nuestros interrogantes.

En el presente trabajo retomaremos los interrogantes planteados acerca de las transformaciones emergentes. Pero al hacerlo aprovecharemos para poner a pruebas hipótesis propias y ajenas que se señalaron, en distintos momentos, acerca del proceso El trabajo se divide en tres partes. La primera parte refiere a la reproducción del proceso de recuperación de empresas. La misma es analizada en su forma simple, la continuidad de las unidades productivas recuperadas en el período anterior, y en su forma ampliada, la forma e intensidad con que se expande el proceso a nuevas unidades. Con relación a la primera problemática encontramos que la gran mayoría de fábricas que han sido recuperadas continúan como tales. En cuanto a la reproducción ampliada, nuestra hipótesis plantea que, más allá de las transformaciones del contexto de surgimiento del proceso, éste continúa expandiéndose, aunque con menor intensidad. Desde nuestra perspectiva, esto se debe a la instalación cultural de la forma social recuperación como un repertorio de acción posible. En la segunda parte del trabajo planteamos, en contraposición a lo que sostienen otros autores (Salvia, 2007), que la recuperación de empresas se ha convertido en una forma eficaz para que estos trabajadores logren realizar su reproducción social revirtiendo procesos de pauperización. Al mismo tiempo, frente a las hipótesis de la “función social” que asumirían estas empresas (Fernández, 2006) destacamos el carácter colectivo-privado de la tenencia de estas unidades en las cuales la mediación con la sociedad asume una forma dominantemente mercantil y la producción no se estructura con base al consumo productivo de trabajo asalariado. Por último, analizamos en que medida, su desarrollo productivo ha estado asociado a una conservación y profundización de los procesos de igualación social que registramos en sus orígenes, o por el contrario, estos han tendido a su reversión. Nuestra hipótesis sugiere que en esta dimensión, al menos en lo atinente al criterio de retribución laboral, se desarrolla un proceso de desigualación estructurado a partir de la forma originaria que asumió el proceso de recuperación de las empresas.

La reproducción: de la imposibilidad teórica a posibilidad práctica.

Varios de los discursos con los cuales nos encontrábamos años atrás acerca de la recuperación de empresas bajo la forma cooperativa señalaban su imposibilidad de funcionamiento sostenible y su destino al fracaso. Unos, desde el conservadurismo liberal argumentaban la ineficiencia e imposibilidad de funcionamiento de las empresas conducidas por trabajadores. Naturalizando la relación entre capital y trabajo, nos advertían que una empresa sin patrón no podría conformar otra cosa que un “paraíso de los vagos” (Kleidermacher, 2003; Aleman, 2003). Otros, en una perspectiva anticapitalista, nos advertían en base a una argumentación teórica que indefectiblemente la experiencia cooperativa estaba condenada al fracaso o a la degeneración en nuevos capitalistas (Martínez, 2002). Ambos observaban en el proceso una imposibilidad teórica y señalaban que su existencia sólo podría ser explicada por la situación coyuntural de crisis. Pero veamos los datos para relativizar los prejuicios teóricos con base en lo efectivamente acontecido. ¿La experiencia fue solamente una expresión coyuntural de la crisis? ¿Han podido prolongar su existencia más allá de esta situación?

En anteriores trabajos hemos señalado distintos obstáculos que enfrentaba la ampliación del proceso a nuevas unidades productivas, ante la reversión del marco general de depresión económica y crisis política. Dicho marco de crisis fue el elemento estructurante para la génesis del proceso, posibilitando la conformación de la alianza social que logró avanzar sobre la tenencia de las unidades productivas y la dirección de la producción. Nos interrogábamos en qué medida el fin de aquel marco impactaría en el desarrollo del proceso (Rebón, 2007).

En esta dirección, diversos cambios en el período más agudo de la crisis deben ser reseñados para entender las dificultades que encuentra la reproducción ampliada del proceso. Por una parte, el fortalecimiento de la heteronomía clásica del ámbito fabril y la reversión del proceso de abandono capitalista de la producción por cambios en los niveles de rentabilidad contribuyen a que ante situaciones de crisis puedan aparecer nuevos capitalistas dispuestos a recuperar la empresa . Desde la perspectiva de la fuerza de trabajo, la mayor facilidad para obtener otro trabajo por parte de los asalariados, en especial los más calificados, así como el aumento de la posibilidad de cobrar indemnizaciones aminora la tensión social. Otro elemento es el cambio de poder y posición de los actores sociales y políticos. Antiguos aliados como el movimiento asambleario o el piquetero han visto disminuido su capacidad de movilización. Por otra parte, algunos cuadros políticos y sociales que habían encontrado en la organización de los movimientos de recuperación su estrategia de acumulación de poder social, han logrado ingresar a la institucionalidad política atenuando su participación en el proceso y/o la radicalidad del mismo. Diversos miembros de la clase política que en el momento de la crisis estaban dispuestos a apoyar adaptativamente a un fenómeno de alta legitimidad social que contrastaba con su baja legitimidad, hoy ante el cambio de contexto, tienden a ser más reacios a brindar apoyos, oponiéndose abiertamente en algunos casos.

Como podemos observar en el gráfico, la evolución del proceso asume una forma aluvional concentrando más de un tercio de los casos en el pico de la crisis en el 2002. Posteriormente, en paralelo a la recomposición económica y política, tiende marcadamente a descender hasta 2004, aunque en este año se empieza a suavizar el declive. Luego se estabiliza asumiendo una forma amesetada, para volver a ascender en 2007 . Si bien la intensidad es marcadamente menor al pico de la crisis, se mantiene constante en valores superiores a los obtenidos en los años anteriores al 2002. Por otra parte, la tasa anual de apertura de empresas recuperadas de este último período –que alcanza un 16%- representa valores superiores a la tasa de apertura de empresas en la economía del país – alrededor del 11% en promedio- (MTSS, 2007).

¿Por qué pese a la reversión de los elementos estructurantes el proceso, aunque con una baja intensidad, continúa expandiéndose? En nuestra hipótesis esto se debe a la instalación cultural de la forma social recuperación como un repertorio de acción posible ante determinadas situaciones. En 2004, en nuestro primer avance de investigación, advertíamos que la recuperación se incorporaba a la caja de herramientas de los trabajadores como un modo de enfrentar el cierre empresarial y la precarización laboral. Se transformaba así, no sólo en una herramienta, sino en una configuración de acciones existente, conocida y valorada positivamente por los trabajadores. En tanto la desaparición de empresas es una resultante de la crisis, y ésta es un elemento estructural del capitalismo, una vez que esta alternativa se instala socialmente -aún cuando se reviertan parte de los factores que conformaron su génesis- su difusión puede continuar mientras no se cuestione dicho repertorio o las condiciones políticas se vuelvan abiertamente hostiles a la experiencia. Así, génesis y desarrollo se apartan parcialmente en sus elementos estructurantes.

Recientemente, hemos explorado con detenimiento entre distintos grupos de trabajadores asalariados la hipótesis de la incorporación de la forma social recuperación como repertorio de acción. En tal dirección hemos relevado su conocimiento por otros conjuntos de trabajadores. Los resultados de una encuesta entre trabajadores del Subte de la Ciudad de Buenos Aires y trabajadores no docentes de la Universidad de Buenos Aires -dos universos con distintos niveles de movilización y experiencia organizativa- apoyan nuestra hipótesis. La recuperación de empresas es conocida en ambos casos por alrededor del 90% de los encuestados, entre los mismos la inmensa mayoría valora positivamente al proceso. Dicha valoración positiva se funda centralmente en la relevancia social que le otorgan los encuestados al hecho de recuperar una fuente laboral y productiva. Sólo para una minoría la importancia del hecho radica en demostrar la posibilidad de producir sin patrón. No obstante, es ampliamente mayoritaria la opinión de que una empresa dirigida por los trabajadores puede funcionar. Más aún, dicha capacidad de hacer funcionar a las unidades productivas es considerada igual o superior a la del capital. Si bien estos datos no pueden ser extrapolados al conjunto de los trabajadores, nos están indicando la existencia de un conocimiento y valoración positiva del proceso entre grupos diversos de trabajadores. Y al mismo tiempo nos muestran la creencia que producir de forma autogestionada es posible, y que dicha empresa puede ser tan o más eficiente que la capitalista .

En suma, el proceso sin la forma aluvional de la crisis, con una baja pero de constante intensidad, continúa en su ampliación. Pero, ¿qué pasa con las empresas una vez que los trabajadores se han hecho cargo de las mismas? ¿Es dicho proceso reversible? ¿Logran sobrevivir como empresas y como recuperadas?

El siguiente cuadro nos muestra la existencia o conservación de las empresas recuperadas en la actualidad, a partir de su período de surgimiento. Las empresas nacidas en los distintos períodos del proceso (inicial, aluvional y descendente o tardío) en su inmensa mayoría continúan existiendo como recuperadas. El porcentaje fluctúa entre el 67 y el 92% entre los diversos períodos.

De un total de cuarenta y cinco procesos de recuperación que tuvieron como resultante la puesta en funcionamiento -al menos parcial- de las unidades productivas, siete han dejado de existir como empresas recuperadas. Las treinta y ocho restantes (84%) han podido sostenerse hasta el momento. De las empresas que dejan de existir como recuperadas cuatro desaparecen como empresas y tres cambian de forma social. De estas últimas, dos se transforman nuevamente en empresas privadas capitalistas y una pasa a ser estatizada por el gobierno de la Ciudad incorporándose a los socios de la cooperativa como asalariados de planta permanente del Estado local.

En suma, las tesis acerca de la coyunturalidad del proceso y de la imposibilidad del mismo deben ser cuestionadas en función de los datos. El proceso, aunque con menor intensidad, continúa ampliándose a nuevas unidades productivas y la “mortalidad” de estas nuevas empresas esta lejos de mostrar la supuesta imposibilidad teórica. No obstante, podría objetársenos, con justa razón, que estas empresas pueden continuar pero sin poder prácticamente funcionar o logrando funcionar pero derivando en formas capitalistas. Por lo tanto, parece correcto preguntarse ¿En qué medida logran funcionar productivamente? ¿Qué tanto innovan socialmente en dicha tarea? ¿Cuál es su carácter social?

La producción: entre la invención de la empresa social y la marginalidad degradada.

Mucho se ha afirmado acerca del carácter socioproductivo de estas unidades económicas. Analicemos dos ejemplos en los cuales se analiza con diferentes valoraciones, a la recuperación de empresas como una estrategia de supervivencia. Para unos la misma representa la invención de una nueva forma productiva que asume una “función social” basada en una lógica de regulación colectiva (Fernández, 2006). Para otros, su resultante es la conformación de nuevas economías de la pobreza. Las fábricas recuperadas representarían una forma de marginalidad económica a través de las cuales los trabajadores prolongan situaciones de pauperización y precarización laboral, convalidando una situación de pérdida de derechos políticos y sociales (Salvia, 2007).

En primer lugar, quisiéramos disociarnos del señalamiento que afirma que el proceso expresa una lógica de supervivencia. Como ya señalamos en trabajos precedentes (Rebón, 2007), no se trata de sobrevivir de cualquier modo, sino de una forma particular de satisfacer sus necesidades sociales. Se pretende satisfacer las mismas a partir de la actividad como trabajador, personificando un oficio o un espacio ocupacional, y una relación con una localización productiva concreta. En el sentido mentado de los actores la recuperación aparecía como una forma de evitar tener que “vivir de los planes sociales”, el “cartoneo” o el “robo”. No se buscaba sobrevivir a secas, sino reproducir una identidad social aunque para hacerlo debieran transformar el carácter de su relación laboral dejando de ser asalariados (Rebón, 2007). Ahora bien, más allá de este señalamiento acerca de los sentidos atribuidos a la acción ¿alcanzan a realizar su reproducción social como trabajadores? ¿Prolongan la situación de precariedad y pobreza a las cuales se vieron empujados por la crisis capitalista?

Cualquier respuesta con pretensiones generalizantes y omnipotentes, como las arribas señaladas, nos conduciría a perder la riqueza del proceso, atribuyendo a los hechos conceptualizaciones que soslayan la heterogeneidad existente. Con base en nuestro relevamiento sistemático pudimos configurar una tipología de situaciones diferenciales de funcionamiento entre las quince empresas recuperadas de la Ciudad de Buenos Aires que visitamos en 2006. Como resultante conformamos tres agrupamientos con el objeto de poder explorar analítica y descriptivamente al conjunto del universo. El eje ordenador del agrupamiento “nivel de funcionamiento” es en qué medida las cooperativas logran, claro está que con un conjunto de innovaciones, reproducir a los socios como trabajadores estables.

El primer conjunto está compuesto por cuatro empresas, algo menos de un tercio del universo, que no alcanzan a realizar una reproducción de modo parcial y precario. Lo dominante aquí son situaciones de vulnerabilidad productiva, en las cuales los retiros son, en la mayoría de los casos, menores a los de la rama, sin existencia de pago de jubilación y obra social, con empresas estancadas y en algunos casos en decrecimiento. La existencia de importante niveles de trabajo a façón es otra característica que hace a la vulnerabilidad de este grupo.

Un segundo conjunto de empresas, que está compuesta por casi la mitad del universo (7), alcanzan la reproducción social pero con algunos problemas y vulnerabilidades. Se trata de empresas que han crecido fuertemente en su cantidad de trabajadores. Sus socios logran en su mayoría retiros de bolsillo superiores a la media de la rama. Sin embargo, el aporte a la cobertura social es heterogéneo variando según cooperativa. En algunas la empresa paga la obra social, aporte impositivo y jubilatorio y en otras queda sujeto a la voluntad individual. La presencia del trabajo a façón es baja, pero una parte importante de las empresas tiene dificultades con la tenencia de la unidad productiva lo cual les otorga cierta vulnerabilidad.

Por último, está el conjunto de empresas restantes (4) que podríamos denominar “reproducción exitosa”. En esta los retiros son significativamente superiores a la rama en la totalidad de los casos y las cooperativas aportan a la seguridad social. Son empresas en crecimiento, que cuentan con leyes de expropiación definitiva.

En suma, vemos una situación diferencial en cuanto a la capacidad de realizar la reproducción social como trabajadores estables. La vía bajo la forma cooperativa sólo en una minoría de los casos ha fracasado o encuentra graves problemas para su realización, permitiendo solo la subsistencia de los trabajadores. En otros casos, esto se alcanza y los trabajadores obtienen ingresos medios de su rama, e incluso en muchos casos los ingresos son mayores, pero persisten algunos casos de vulnerabilidad en relación a la empresa en su conjunto o en relación a la seguridad social del colectivo laboral. Por último, en un conjunto de casos pareciera producirse a través de la recuperación una reproducción social ampliada en la cual los trabajadores incrementan significativamente sus ingresos.

Pero aún en esta heterogeneidad, el enriquecimiento en formación y actividades laborales y políticas, sus mayores niveles de articulación con otras identidades sociales, y centralmente los nuevos grados de libertad en el trabajo, representan mejoras en su condición de vida que tienden a atravesar, con diferentes gradientes, a toda la experiencia. Por otra parte, la mayor equidad en la distribución del ingreso, la atenuación o desaparición de diferencias de retribución entre el conjunto del colectivo laboral, hace que aquellos trabajadores ocupados en puestos de trabajo menos calificados vean disminuir el riesgo de percibir ingresos que no superen el umbral de la pobreza o de la indigencia.

Señalar a las empresas recuperadas como forma en la cual la lucha de los “marginados” procuran “subsistir” acentuando a partir de los efectos de su acción colectiva su precarización y pauperización, así como empobreciendo su capacidad política es cuanto menos inexacto para la mayoría de las empresas. La recuperación ha sido exitosa en revertir la pauperización , y en menor medida la precarización. Pero además no podemos quedarnos en la apologización de la relación salarial. Desobedeciendo las heteronomías clásicas del ámbito fabril han ampliado sus niveles de participación política y social, conformando nuevas libertades en el ámbito de trabajo.

Claro está que estos señalamientos acerca de la capacidad del proceso para lograr la reproducción de ciertas condiciones de vida no resuelve el tema del carácter social de estos emprendimientos. Pese a que no intentamos en este trabajo enfocarnos en dilucidar el carácter social de estos emprendimientos si nos parece necesario realizar algunos señalamientos que avancen en dicha dirección.

El universo que instrumentaliza la posesión de las unidades productivas refiere a un conjunto de individuos asociados en cooperativas de trabajo. El vínculo entre estas cooperativas y las unidades productivas no representa de forma dominante una relación de propiedad sino de tenencia.

Por otra parte, las unidades productivas no son usufructuadas por un conjunto social que trascienda a la unidad productiva sino por un colectivo privado. No obstante, la forma jurídica “cooperativa de trabajo”, estipulada legalmente para trabajadores que ponen en común su fuerza laboral con el objeto de llevar adelante una empresa, impone límites a la posibilidad de que se transforme en una mera apropiación privada. Por ejemplo, la cooperativa como forma legal establece límites a la enajenación de la empresa y su posterior reparto entre los asociados. Además, todos los asociados tienen, formalmente, el mismo poder de decisión independientemente del capital suscripto por cada uno.

Por otra parte, el intercambio que establece esta unidad productiva con la sociedad es dominantemente mercantil. Solamente un tercio de las cooperativas realiza algún emprendimiento social de carácter no mercantil en su establecimiento. Entre estos podemos registrar centros culturales, bachilleratos populares y para adultos, centros de salud, cesión de instalaciones para organizaciones sin fines de lucro, radio comunitaria y donación permanente de servicios y productos para organizaciones sociales. Más allá de estas experiencias predomina ampliamente la producción mercantil. Pero ¿asume esta producción para el mercado un carácter estrictamente capitalista? ¿Es resultante del consumo productivo de fuerza de trabajo asalariada?

Señalemos antes de responder esta pregunta, un hecho central. Nos encontramos ante empresas, en su gran mayoría, en pleno crecimiento, que han incorporado de modo significativo fuerza de trabajo. Entre ambos relevamientos el crecimiento neto de la dotación de trabajadores creció en promedio en alrededor de un 40% en el conjunto de empresas y si excluimos a las dos empresas que cerraron creció en un 50%. La tasa de crecimiento de la cantidad de trabajadores en el conjunto de las recuperadas registra según una estimación logarítmica un valor superior (11,3%) a la tasa de crecimiento (7,3%) del empleo registrado privado por expansiones, contracciones y cierres en el período 2005 y 2006 en el país. Esta tasa supera en todos los años del período inter-relevamientos al conjunto de las tasas de crecimiento neto del conjunto del país, aun incorporando la creación de empleo por nuevas empresas.

Al menos una cuarta parte de este crecimiento de la fuerza de trabajo utilizada ha sido efectuada en base a la incorporación dentro del colectivo, de trabajadores que no poseen la condición de socios plenos . En 2003, menos de la mitad de las empresas (40%) existían trabajadores no socios, en 2006 esta relación se invierte y las empresas que poseen trabajadores no socios pasan a ser la mayoría (66%). Pese a este crecimiento de esta categoría laboral lo dominante no es el consumo de fuerza de trabajo asalariada. Sólo el 10% de los trabajadores de las empresas recuperadas no son socios de las cooperativas. La situación es dispar entre las unidades productivas pero excepto en un caso, nunca los no socios alcanzan la mitad de la fuerza de trabajo. Un tercio de cooperativas no tiene presencia de trabajadores no socios, un tercio tiene pero estos no superan al 20% del colectivo laboral y, por último, otro tercio tiene más del 20% como trabajadores no socios.

Nos encontramos ante empresas, en su gran mayoría, en ampliación que han incorporado de modo significativo fuerza de trabajo, y en parte lo hacen de forma asalariada -¿momentáneamente?- o “a prueba”. Pero que preservan un carácter dominantemente no capitalista en tanto el consumo productivo de fuerza de trabajo asalariado no es lo dominante.

En suma, estas empresas asumen un carácter social híbrido. Dicho carácter no puede reducirse a una “función social” como insistentemente se ha señalado. Estas empresas analizadas desde la escala de la unidad productiva representan una forma social con una fuerte impronta igualitaria y democrática, en la cual trabajo y apropiación no se encuentran escindidos, donde la función de dirección es la personificación del trabajo y donde el consumo productivo de fuerza de trabajo asalariado no es su elemento estructurante. Pero analizadas a escala societal el carácter cambia; representan una forma de apropiación privada. Expresa a un colectivo privado que establece relaciones mercantiles con el resto de la sociedad. Dicho de otro modo, poseen como formas sociales un carácter social-mercantil, dado que el carácter de apropiación social de la unidad productiva (Wrigth: 2008) es limitado en términos societales por el carácter mercantil de las relaciones que establece dicha unidad con el resto de la sociedad.

Avancemos ahora en desentrañar en que medida la aparición y desarrollo de los cambios referidos en la condición de categoría laboral configuran y expresan un proceso de desigualación -diferenciación jerárquica- en el reparto de los ingresos.

La desigualación emergente.

Un análisis de las trayectorias de las formas en que se efectúa la distribución de los ingresos en las empresas puede servirnos como un indicador de las transformaciones emergentes en el proceso de igualación. Para tal caso, compararemos las formas en las cuales se efectuaba dicha distribución en nuestro primer registro de 2003 con las formas que asume en la actualidad. Pasemos a analizar las formas concretas de distribución de lo producido al interior del colectivo laboral personificado en las cooperativas de trabajo.

En nuestro primer relevamiento encontrábamos un importante proceso de igualación frente a las empresas fallidas en diversas dimensiones. En el caso de la retribución en algo más de la mitad de las empresas el criterio de esta era igualitaria y en las restantes se distribuía por categoría laboral pero atenuando las diferencias con “topes” de retribución o reducción del número de categorías. Las experiencias de lucha que los trabajadores compartieron desarrollaron procesos de igualación en diversas dimensiones. La modalidad de retiros adquirió un carácter más igualitario en aquellas empresas en las cuales los trabajadores, compartiendo luchas más intensas, configuraron una mayor solidaridad mecánica entre sí (Fajn, 2003; Rebón, 2004 y 2007).

En nuestro reciente relevamiento observamos una reversión parcial de los procesos de igualación al interior de la unidad productiva con respecto a las primeras etapas de la recuperación. En 2006, observamos que en las empresa recuperadas la relación entre retribución igualitaria y desigualitaria se ha modificado. Si antes en poco más de la mayoría de las empresas se retiraba igualitariamente, actualmente en la amplia mayoría se retira en forma desigual.

Esta modificación de las formas igualitarias de distribución nos indica, preliminarmente, la existencia o desarrollo de procesos de desigualación al interior de las unidades productivas . Este proceso implica la diferenciación jerárquica de retribución en empresas antes igualitarias –en más de la mitad de las empresas que en 2003 se retribuía igualitariamente en la actualidad se retribuye desigualitariamente-. Por el contrario, aquellas cooperativas que retiraban escalonadamente en el 2003 no han sufrido mayores modificaciones .

¿En que medida es la incorporación de trabajadores no socios antes señalada el elemento estructurante de la desigualación? ¿Qué formas asume la desigualación y qué relación tiene con la incorporación de trabajadores sin condición de socio pleno?

La incorporación de trabajadores que no poseen la condición de socio pleno no es la única modalidad de diferenciación en cuanto a la retribución. Junto a la diferenciación entre socios y no socios, encontramos también diferenciación entre los asociados a la cooperativa. En rigor, se hacen presentes tres formas de retribución en las cooperativas analizadas.

En primer lugar, en el 40% de las empresas la diferenciación de la retribución al interior de la cooperativa es entre sus asociados. Estos procesos tienden a basarse en criterios que se encuentran desarrollados en las empresas capitalistas como modalidades de retribución al personal. Entre ellos podemos nombrar la categoría laboral como criterio de asignación desigual de los retiros. La centralidad de esta desigualación no se basa en un atributo de la relación laboral de la empresa con el trabajador, sino en la tarea que efectúa el trabajador o su jerarquía ocupacional. En este tipo la desigualación adquiere un carácter complejo, con base en la división singular del trabajo. La misma puede registrarse a través de diferentes dimensiones como calificación de la tarea, complejidad instrumental, carácter de lo producido o la jerarquía ocupacional. Sin embargo debemos recalcar, que este tipo de retribución adquiere en estas unidades productivas una forma más atenuada que en una empresa capitalista. Esta moderación se logra a partir de la fijación de topes o diferencias máximas entre las diversas escalas y categorías.

En segundo lugar, en un tercio de las empresas la distribución de los retiros se realiza de forma diferencial entre socios y no socios, es decir casos en donde el retiro es igualitario ente los primeros pero desigual respecto a los segundos, cuya retribución a su vez, es menor . Aquí, es sólo la condición o no de ser asociado el criterio que discrimina el retiro que se obtiene. Desde la perspectiva del retiro, no encontramos escalas, sino que el colectivo laboral se encuentra divido en dos subgrupos, los socios y los no socios. El retiro es diferencial sólo en base a ese criterio que atraviesa transversalmente al colectivo laboral y la estructura organizativa. La centralidad de la desigualación se basa en un atributo de la relación laboral del trabajador con la empresa independientemente de la tarea que efectúa.

Por último, aquellas empresas que conservan un criterio de retribución que tiende a la igualación. Sólo en un cuarto de las empresas el reparto tiende a ser igualitario. En algunas empresas dicho reparto es corregido por criterios equitativos dando lugar a otras formas que tienden a procesos de igualación como el pago por horas o la existencia de un plus por hijo.

En suma, la desigualación predomina como criterio de retribución. Categoría laboral o pertenencia a la cooperativa son sus formas. Ahora bien, la desigualación por condición de socio: ¿es el criterio en aquellas empresas en las cuales la presencia de “contratados” es marginal, o al contrario donde esta es una división más sustantiva al interior del colectivo laboral?

Encontramos tres situaciones claramente diferenciadas. Por una parte, las unidades productivas sin trabajadores no socios expresan una situación de igualación. Por la otra, aquellas que incorporan otras formas contractuales de fuerza de trabajo pero de forma marginal tienden a desarrollar procesos de desigualción endógenos a la propia cooperativa. Por último, entre aquellas que más incorporan bajo otras formas fuerza de trabajo, se desenvuelve una desigualción exógena a la cooperativa. Combinan aquí la igualación y la desigualación, iguales entre sí pero no para con terceros. Recordemos que la condición de socio es sustantiva en las cooperativas de trabajo. Dicha condición otorga, al menos formalmente, a quién la posea, un poder de decisión igual al resto de los asociados, independientemente del capital suscripto.

Esta convivencia en tensión entre igualación y desigualación parece estar expresando un criterio corporativo: la igualación al interior de la cooperativa entre un grupo de trabajadores pero al mismo tiempo, el establecimiento de una jerarquía para con otros trabajadores. Parece en suma, un igualitarismo de grupo que coexiste con la aceptación de la explotación a terceros. En este caso, la tendencia al carácter privado colectivo, antes reseñada, se contrapone al carácter social, asumiendo bajo una forma cooperativa un carácter corporativo. Para aquellos que se incorporan a la empresa, los obstáculos al acceso a la cooperativa entrañan también las condiciones de la diferenciación.

Ahora bien más allá de dicha desigualación, ¿qué situaciones productivas nutren las distintas formas de retribución? Nuestros datos sugieren que aquellas empresas con más bajos “niveles de funcionamiento” se concentran en la ausencia de la desigualación. En cambio aquellas intermedias se concentran en la categoría laboral. Por último, las que poseen altos niveles se dividen entre el criterio de la categoría laboral y de la condición por socio. Igualación y funcionamiento guardan una relación inversa. El mal funcionamiento, donde hay poco para repartir, conserva el principio de la igualación. El mejor funcionamiento implica a la mayor diferenciación jerárquica endógena o exógena. Pero ¿cuál es el elemento que estructura cada una de las formas de desigualación?

Las historias sociales de los procesos tienden a ordenar su carácter social. Años atrás, en el anterior relevamiento, encontramos que el nivel de conflictividad en la lucha por la tenencia de la unidad productiva determinaba la diferenciación (Rebón, 2004, Rebón: 2008). En aquel entonces los conflictos de baja conflictividad daban lugar a empresas con mayores grados de desigualdad y aquellos más intensos a empresas con criterios más igualitarios.

Analizar el proceso en este punto temporal, nos permite observar los distintos caminos que asume la desigualación. Aquellas empresas cuyo origen remite a situaciones de baja conflictividad, siguen expresando hoy situaciones de diferenciación por categoría laboral. En cambio, aquellas que anteriormente en situaciones de intenso conflicto conformaron altos niveles de igualación, hoy conforman su propio camino a la desigualación. El alto conflicto no conforma, una vez pasada la primera etapa de lucha, resistencia y de funcionamiento precario, un carácter social igualitario. Parece conformar una embrionaria corporación que excluye, al menos temporalmente, a los nuevos . Así paradójicamente la autonomización e igualación inicial es seguida por un embrionario proceso de desigualación y dominación hacia otros trabajadores. La solidaridad construida al calor de la lucha, parece asumir un carácter mecánico, fragmentando y diferenciando al colectivo laboral, configurando potenciales antagonismos al interior de la fuerza de trabajo. La mayor intensidad de la lucha no construye necesariamente, a diferencia de lo que señalan algunos ensayos, mejores condiciones para sostener dispositivos autogestivos. En cambio, modela la forma social que asume el espacio, donde la “autogestión” de unos puede excluir y subordinar a otros en condiciones desfavorables. Así paradójicamente que las cooperativas puedan ser exitosas para los socios en cuanto a la reversión de procesos de pauperización y precarización no necesariamente conduce a que esta situación se transfiera a todos los nuevos trabajadores que se integren a la empresa.

Los desafíos emergentes

Muchos de las afirmaciones con los cuales hemos discutido y relativizado en este trabajo no deben ser plenamente descartadas. Expresan y enfatizan verdades parciales. Lamentablemente lo hacen a expensas de la totalidad concreta del proceso en sus múltiples determinaciones. Las tensiones a las cuales se ve sometida una unidad productiva como las recuperadas en un contexto de hegemonía capitalista, la prolongación -en ocasiones y para ciertas personificaciones- de situaciones de pauperización y precarización, o la socialización de algunos aspectos de las unidades productivas; son verdades parciales que solo cobran valor cuando en función de la investigación reconstruimos la totalidad del proceso. Es sólo en este punto cuando alcanzamos a delinear la complejidad contradictoria de la realidad.

Como hemos señalado, pese al cambio de su marco estructurante el proceso continúa su desarrollo. Se desenvuelve en su forma de reproducción simple, continuando en aquellas empresas que comenzaron años atrás su recuperación en manos de los trabajadores, como en su forma ampliada, abarcando nuevas recuperaciones.

En relación a aquellas empresas surgidas en la etapa aluvional del ciclo de recuperaciones se delinean diferentes trayectorias de unidades productivas con heterogéneos resultados para alcanzar la reproducción de las condiciones de vida de los trabajadores. En este camino, tienden a desarrollar un proceso de desigualación en el criterio de retribución. La igualación como criterio tiende a disminuir y casi a reducirse a aquellas empresas que encuentran mayores problemas de funcionamiento y que por tanto carecen de excedentes para distribuir. Por el contrario, aquellas que alcanzan mejores niveles tienden a la desigualación. La misma asume dos formas: la diferenciación por categoría laboral y por condición de socios. La primera expresa en origen a conflictos de baja intensidad que en su mayoría nunca lograron desestructurar plenamente los criterios de retribución heredados de la empresa capitalista fallida. Por el contrario, la segunda expresa aquellos conflictos que en origen tuvieron alta intensidad, igualando a sus protagonistas, pero que en la expansión de la empresa implicó un proceso de desigualación hacia los trabajadores excluidos de la cooperativa ¿En qué medida es la desigualación la que permite su expansión? ¿Cómo se expresa este proceso en otras dimensiones? ¿Cuál es entonces el carácter socioproductivo al que tienden las unidades productivas? ¿En que medida el carácter social-mercantil puede redefinirse a partir de nuevos procesos de hibridación social? Precisamente, empiezan a aparecer tensiones en este carácter social-mercantil a partir del desarrollo de las desigualdades al interior de la cooperativa, pero sobre todo el desarrollo del consumo de fuerza de trabajo asalariada. Emerge así una tensión entre la existencia de espacios de igualación no organizados a su interior por el criterio de propiedad -la cooperativa- y la existencia de trabajadores que pasan a incorporarse como asalariados. Estas tensiones nos preanuncian la emergencia, en algunos casos, de formas social-capitalistas, en las cuales el carácter de apropiación social coexiste con el capitalista.

En la primera parte, señalábamos que la reproducción ampliada del proceso en la actualidad se nutre de su instalación en el repertorio de otros trabajadores quienes valoran positivamente la experiencia ¿En qué medida el desarrollo futuro de los procesos de desigualación será compatible con dicha valoración? ¿Preservar la empresa presupondrá necesariamente la profundización de la desigualdad? ¿Tenderá a ser la normalización capitalista de la experiencia la alternativa para su continuidad productiva? ¿Qué otras formas sociales podrán configurarse? El desempleo como padecimiento social sobre la fuerza de trabajo es un elemento intrínseco al régimen del capital. De la respuesta al conjunto de preguntas esbozadas dependerá, en buena medida, que nuevos trabajadores recuperen en el futuro la recuperación de empresas como una forma de enfrentar, desobedecer, este padecimiento.

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