La empresa como institución económica


La teoría económica convencional llama empresas a las unidades de producción, confundiéndose así el concepto de empresa con el de planta o instalación industrial. En los libros de texto básicos, la empresa es descrita en el apartado de microeconomía como una caja negra en la que entran factores  productivos y salen productos y servicios. Lo que ha interesado tradicionalmente a los economistas de las empresas ha sido explicar cómo maximizan sus beneficios, dadas sus funciones de costes y los precios del mercado. Para estudiar ese enfoque vea "La producción y las empresas" en este mismo CD-Rom o sitio web.

Pero ese enfoque ha resultado ser muy poco útil para explicar los fenómenos de fusión o integración vertical u horizontal de empresas, adquisiciones o ventas de empresas, franquicias o diversificación de la  producción. El nuevo institucionalismo económico aborda específicamente la empresa como organización, como un conjunto de acuerdos internos explicables en términos de costes de transacción.

Ronald Coase fue el primero en explicar que el tamaño de una empresa depende no solo de la tecnología sino de las diferencias en los costes de la transacción cuando los intercambios se hacen en el interior de una empresa o entre diferentes empresas. Es frecuente que en las empresas haya que tomar una alternativa estratégica: "¿Compramos este recurso que necesitamos o lo fabricamos nosotros mismos?".  En los procesos de compraventa en el mercado los agentes que intervienen tienen que sufrir unos costes de transacción que incluyen el coste de obtener información sobre calidades y precios, el coste de negociar un acuerdo, el coste de hacer cumplir los acuerdos y el coste de organizar y coordinar todas estas actividades. En el interior de la empresa esos costes pueden reducirse mucho, pero aparecen unos costes de transacción diferentes tales como la necesidad de establecer incentivos, de proveer flujos de información y de realizar el control y la evaluación de resultados. En la economía real, contrariamente a lo que pensaron y dijeron los marginalistas, los resultados de una empresa no dependen sólo de la tecnología y de las condiciones del mercado, sino de que su administrador sea capaz de organizar los recursos y establecer un ambiente adecuado de trabajo. Son las instituciones internas de la empresa, formales o informales, las que determinarán en mayor grado su productividad.

Al analizar la actividad de una empresa se pueden distinguir diversas secciones o talleres que se prestan servicios o entregan productos entre sí. Los trabajadores pueden ser considerados como proveedores o clientes internos. Existen una serie de contratos implícitos, informales, no escritos, que regulan las relaciones de unos trabajadores con otros dentro de la empresa. La cultura de la empresa está formada por una serie de informaciones e instituciones que facilitan la comunicación interna, estimulando la calidad y la eficacia en la actividad productiva. 

Un caso especial es el de la relación entre el propietario de la empresa y sus administradores o directivos. El empresario del siglo diecinueve, el burgués que conoció Karl Marx, asumía tres tipos de actividades: el empresario emprendedor que toma la iniciativa de crear una empresa, el empresario capitalista que aporta los medios necesarios para llevarla a cabo y el empresario administrador que gestiona la empresa que ha creado. Aunque en la pequeña y mediana empresa ese tipo multifacético de empresario sigue existiendo, en las grandes empresas esas tres funciones las realizan individuos que frecuentemente no se conocen entre sí y que pueden tener intereses contrapuestos. Las iniciativas emprendedoras son estudiadas y analizadas por las divisiones de planificación y marketing, los propietarios de las acciones pueden incluso ignorar cuál es la actividad principal de la empresa, y los administradores pueden haber sido contratados simplemente por tener una brillante trayectoria profesional en otras empresas. La división entre propiedad y gestión, habitual en las grandes corporaciones, genera el problema del riesgo moral y los costes de agencia.

La empresa, por tanto, es una red de contratos o acuerdos explícitos e implícitos entre propietarios y directivos, directivos y trabajadores, proveedores y clientes internos y externos.

Vea también

Covarrubias M., Isaías 
Emprendedores y Empresarios: un enfoque institucional

Instituciones económicas

Textos básicos

Textos relacionados, autores, textos complementarios y enlaces externos

Volver al índice